lunes, 26 de noviembre de 2007

Hacienda ya eran todos

Carlos II y su banquero Fugger - ¿Durero?

Soy Director Financiero.

Sí… ya que no es precisamente la profesión más glamurosa del mundo, pero ¡que queréis que os diga…! para alguién que, de pequeño, no quería ser ni astronauta, ni policia, ni bombero, ni nada un poquito sandunguero, conseguir hacer algo medianamente bien y encima vivir de ello es todo un éxito. Además, si bien con esto se liga poco -… más bien tirando a nada – tiene sus cosas buenas; para empezar, eres el encargado de pagar la nómina, esto es, eres todopoderoso… la gente, al verte avanzar hacia la máquina de café, tiende a apartarse de forma algo incosciente, dejando libre un violento pasillo, que a uno le dan ganas de recorrer en papamóvil, saludando a lo Leticia Ortiz. Esta malsana sensación de poder le empuja a uno hacia ciertas corruptelas más o menos inocentes, como archivar la hoja de gastos del pesado de turno lo más abajo posible del montón o, por el contrario, ser extraordinariamente diligente a la hora de liquidar las comidas a esa compañera que todos tenemos, y que está como una flor…

Sin embargo, el cargo también tiene un puñado de fuertes servidumbres; si tienes la suerte de estar en una compañía fuerte y saneada, tu trabajo seguramente se volverá cada vez más aburrido pero tu salud mental se resentirá mucho menos que si, por ejemplo, tus claves bancarias solo abren la puerta de la miseria más absoluta. Suerte que, a mí, un antiguo jefe – y como tal, un hijo de la gr… - me dio, de forma totalmente gratuita, un pedazo de consejo:

- Usted – Me dijo… - lo que tiene que hacer es respetar los dos grandes mandamientos de la dirección financiera.

- ¿Y cuales son, Maestro…?

- Primero, mejor pagar tarde que pronto y, segundo, para que el dinero lo tenga otro lo tengo yo. Si los sigue, cosa bien sencilla, usted tendrá siempre trabajo.

El caso es que, una vez analizado el asunto con el paso de los años, tan sencillo no es. Si todo el mundo siguiera este corolario, el universo entero entraría en suspensión de pagos y además, el problema de cuadrar las cuentas ha perseguido al hombre desde el inicio de los tiempos, sin excepción siquiera de los financieros de, por ejemplo, Felipe II, a los que el trabajo les quedaba, como mínimo, pelín grande.

En aquellos días la Hacienda Pública estaba al cargo del Consejo de Hacienda y ante la dificultad de cobrar impuestos, los derechos de recaudación se alquilaban al mejor postor, con el nombre de encabezamientos. Este primitivo sistema presentaba ciertas ineficacias: como los recaudadores pagaban elevados canónes, la sangría a la que sometían a los pobres paisanos era directamente proporcional a su codicia. Además, ante la dificultad de transportar el numerario, las rentas conseguidas se solían consumir en el lugar de recaudación, con lo que, de solidaridad territorial… ¡na de na!

Los que podríamos llamar impuestos indirectos, funcionaban algo mejor. El equivalente a nuestro IVA, la alcabala, era una tasa fija que gravaba, sobre todo, el comercio y el transporte de mercancias. El tipo impositivo era más o menos del 10% y, seguramente, fuese el impuesto más odiado por nuestros abuelos ya que, ante la imposibilidad de actualizar los tributos calculando la inflacción, se tendía a crear nuevos impuestos que acababan determinando un aumento porcentual de la alcábala. Por último, además del Rey, tenían potestad para recaudar impuestos los nobles y la iglesia a través del diezmo con lo que, en determinados momentos era más sencillo comer todos los días si no tenías nada, que si tenías dos duros.

Pero bueno… como seguíamos “a two candles”, el Solbes de turno fue apretando la tuerca cada vez más. A medida que el comercio con las Índias cobraba más y más importancia, se extendió al tabaco y otros productos el sistema que ya triunfaba con el azufre, el azogue o el plomo… esto es, el de los estancos o monopolios comerciales, tanto en la producción como en la venta, a favor del Estado. También se reclamaron servicios o impuestos extraordinarios e incluso impuestos, ya en desuso como el de la sisa, que consistía en entregar menores cantidades de productos básicos, cobraron de nuevo gran importancia.

El caso es que por mucho que se recaudara, las necesidades financieras de España y su Imperio, sobrepasan con mucho las posibilidades de unos reinos poco poblados y cada mes con menos brazos trabajando en la ganadería, la agricultura o la artesanía. Poner una pica en Flandes, o mejor dicho, entre 6.000 y 8.000 picas o soldados de infantería españoles en los Países Bajos venía a ser como movilizar a la 82th división aerotransportada a Kerbala o Kirkuk… y, al igual que a los norteamericanos, nos lucía más bien poco. Felipe II lo intentó solucionar con empréstitos primero, y luego endeudándose con cargo al oro de las Índias. Esto solo sirvió, empero, para que la sangría en los pantanos y ciudadelas neerlandesas no se detuviera nunca, para que banqueros como Gentile, Spinosa, Fugger o Cueñas se forraran con estrépito y para que España se declarara sucesivamente en quiebra, un año sí y otro también, desde 1557…

… básicamente para nada.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Ese Maestro que te dió "el pedazo de consejo" no sería por casualidad inspector de hacienda?
Un placer leerte, Caboblanco.
Abrazos
Hannah

almena dijo...

ay! ¡Hacienda!
agggg
:)
Saludos, Caboblanco

Leodegundia dijo...

El problema de los impuestos es siempre penoso para el que tiene que pagarlos. En aquella época además no había control ninguno y la mayor parte de esos impuestos se quedaban enganchados en las uñas de los recaudadores y el resto lo tiraba al aire gastándolo en tonterías tanto Carlos I como su hijo Felipe II por querer presumir de gobernar en zonas muy amplias que en realidad a España no nos dieron mas que problemas.
:-) Claro que ahora que se supone que hay más control, pasan las cosas que pasan y hay uñas llenitas de dinero ajeno.
Muy bueno tu atículo, claro que no es cosa de extrañar, siempre lo son.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Una visión particular y con perspectiva de los impuestos.Lo de un pais en quiebra desde.. me ha parecido una frase para citar.

unjubilado dijo...

Ahora hay ciudades endeudadas y la sangría a la que someten a los pobres paisanos es directamente proporcional al anhelo de poder de sus gobernantes. Me refiero a Cesaraugusta ya que dicen que en el 2008... pero esto es otra historia.
Saludos

Turulato dijo...

Se que soy pesado. Y maniático. Lo se. Lo admito. ¡Pero qué quiere usted!.
Lo de los encabezamientos.. ¿No le suena a Agencia Tributaria Autonómica?. No deja de ser un encargo a otros de propias obligaciones..
¿Y no le parece bien puesto el nombre?; por aquello de encabezonarse en ¡cuanto me han oprimido y perjudicado, a mí pobrecito, por los siglos de los siglos, amén!.
En cuanto a los dineros, permítame recomendar la lectura de la obra de don Ramón Carande "Carlos V y sus banqueros".
¿Qué hubiera sido de las Españas si sus riquezas hubiesen revertido en los españoles y no hubiesen sido dedicadas a la Corona?. En expresión de Artola, distinta a la Monarquía y, no digamos, al Reino.