Sobre los campos de exterminio Nazi, su funcionamiento, las penalidades que sufrieron aquellos que estuvieron confinados en sus instalaciones – por llamarlas de algún modo – y el daño irreparable que los hechos que ocurrieron en su interior causaron a la libertad, la justicia y la dignidad humanas, se ha escrito mucho. Sí uno lo desea puede encontrar centenares de obras muy valiosas en cualquier librería, puede informarse a través de la Web e incluso la televisión y la radio dedican, con cierta periodicidad casi malsana, programas especiales en los que se recuerda toda aquella infamia con mejor o peor tino… El camino para aquel que desee superar su ignorancia o su indiferencia para con este capítulo de nuestra historia – o histeria… - es bien sencillo, y su destino, si uno es hombre cuerdo y bien nacido, lo es aún más y no admite pérdida… Poco puedo aportar yo.
Pero para acercarse a estos hechos, el hombre del siglo XXI tiene que vencer ciertas dificultades, derivadas de la evolución que hemos seguido nosotros mismos en estos últimos decenios de lozanía, evolución que ha concluido un hombre poco informado, efervescente y algo pasota a la vez, intrascendente y con nula capacidad de sorpresa. Esa falta de empatía, ese empacho audiovisual que nos sacude y nos embelesa, hace que contemplemos todo aquello que no nos afecta directamente desde la barrera, que seamos capaces de emocionarnos casi con cualquier cosa, pero también que seamos igualmente hábiles para, puede que inconscientemente, eliminar de nuestro acervo emocional todo aquellos que nos molesta y nos avergüenza, apartarlo a un rincón y empujarlo sin miramientos hasta que ese pensamiento nos abandona, mientras que nos auto - convencemos de que a nosotros no nos va a pasar… y peor aún, de que aquello no puede volver a ocurrir. En definitiva, nos sentimos muy diferentes a otros hombres que han vivido hace bien pocos años y nos sentimos mejores, aunque no sepamos explicar exactamente el porqué.
Pues bien, insisto en que, hace muy pocos años, Mauthausen fue uno de los más importantes campos de concentración de la Alemania Nacional Socialista. Fue construido junto a las canteras de Wienergraben, a orillas del Danubio y, en esencia, su funcionamiento no difería demasiado de los otros quince principales campos y trescientos subcampos que se repartían por toda la Europa ocupada. Aún así, en Mauthausen intervienen dos circunstancias que lo hacen excepcional. En primer lugar, toda la actividad del campo giraba en torno a las canteras que lo rodeaban, canteras a las que se accedía descendiendo los 186 escalones de una escalera que fue bautizada, poco originalmente, como “escalera de la muerte”. Al amanecer, los prisioneros la bajaban corriendo, golpeados por los Capos del campo; Al anochecer, la subida se llevaba a cabo en columnas de cinco, generalmente con una enorme piedra atada a la espalda para, supongo, aprovechar el viaje. Al final de la escalera se abría un abismo en la roca cortada que las SS habían bautizado, con discutible humor, como “El abismo de los paracaidistas” porque muchos prisioneros desesperados se lanzaban al vacío o eran empujados y precipitados por sus guardias.
La otra extraordinaria particularidad que me sirve de excusa para invitaros a contemplar, que no leer este post, es la presencia entre los prisioneros de Mauthausen de un joven fotógrafo español llamado Francisco Boix. Francisco, nacido en Barcelona en 1920 y comunista confeso, se exilió a Francia tras la Guerra Civil y allí fue hecho prisionero en 1941, y trasladado inmediatamente al campo. Al poco de ingresar en él, con la ayuda de otros presos y jugándose literalmente la vida, si es que uno puede hacer semejante cosa allá adentro, escondió cientos de fotografías tomadas por miembros de las SS y, una vez liberado el campo, tomó miles de ellas desde el mismo instante en que dejó de ser prisionero de éste. No fue ni el primero ni el último que consiguió hacer algo semejante pero, por su volumen e importancia, las colecciones con las que Boix retornó a París en Junio de 1945 son de un valor incalculable. Sobre la liberación de los campos de exterminio conocemos muchos reportajes hechos por los fotógrafos que acompañaban a los ejércitos aliados pero Boix ya estaba dentro cuando los aliados entraron en Mauthausen y con su cámara "Lecia" robada de los almacenes del campo, inmortalizó la llegada de aquella primera patrulla de reconocimiento americana cuyos miembros nunca hubieran imaginado aquello que se iban a encontrar. Sus fotografías inmediatamente se hicieron famosas e incluso despertaron la admiración de la prensa europea, especialmente a raiz de la comparencia de Boix en los Juicios de Nuremberg, pero no faltaron quienes se aprovecharon del pasado izquierdista de Boix para cuestionar la autenticidad de su testimonio y discutir su valor probatorio, incluso desde dentro del bando aliado.
No pretendo sostener que Boix fuera mejor que cualquier otro de los más de doscientos mil presos de todo el mundo que pasaron por Mauthausen o que merezca más atención que cualquier otro de los siete mil doscientos españoles que entraron en ese campo, cinco mil quinientos de ellos para no volver jamás, pero indagar en su obra, es hacerlo en la historia no solo de los que compartieron con él su sufrimiento y su dolor sino de todos aquellos que fueron, son o serán sojuzgados por otros hombres en el pasado o el futuro. Por esto mismo su figura representa un mojón indestructible que señala los lindes de la carretera que conduce a la libertad. Interesarse por estas fotos, escrutarlas como quien relee las últimas líneas de un buen libro, intentar verlas, siquiera por unos momentos, con la mirada de aquel joven cuya vida dejó de pertenecerle durante cuatro largos años, es un ejercicio de justicia, de reconocimiento y puede que también de autoayuda frente a la desidia, el odio, la inhumanidad y los totalitarismos, vengan de donde vengan. Estas fotos son una radiografía… pero también una poderosa y gratuita vacuna que está al alcance de cualquiera.
Otro compañero de Boix, éste con peor suerte... Murió congelado
mientras trabajaba al raso durante el crudísimo invierno del año 1944.
El comandante del campo enseña las instalaciones a Himmler,
durante una visita en abril de 1943. Por aquellos días, el Reich ya había
tomado partido por la llamada "solución final" al problema de los campos.
Presos de Mauthausen esperando ser asignados a los diferentes
módulos. Este trámite solía demorarse a propósito y no era extraño
que estos desdichados esperaran durante dos o tres días, al raso y desnudos,
antes de ser definitivamente ubicados.
Un guardia del campo junto a uno de los "Kapos". Estos últimos eran presos a los
que los alemanes recurrían para mantener el orden, aterrorizar a sus compañeros y
delatar a los díscolos o a aquellos que pretendían fugarse. Gozaban de pequeños privilegios
como, por ejemplo, comer carne y con frecuencia eran aún más desalmados que los
propios hombres de las SS.
La tristemente famosa escalera que conducía a la cantera. Subirla en invierno,
cargando una piedra de más de cuarenta kilos debió convertirse en una
odisea. No era extraño que los presos se resbalaran a causa del hielo o el rocío
y se precipitaran por los escalones.
Trabajos que hubieran fácilmente realizables con maquinaria pesada,
se convertían en inhumanos encargos para los desdichados ocupantes
de los campos. No había gruas, y todo se llevaba a cabo "gracias" al esfuerzo
motriz de aquellos hombres. El precio fue altísimo; la esperanza media de vida en
Mauthausen eran de 14 meses.
Un Comité internacional de resistencia, creado cladestinamente
por deportados, liberó el campo tras duros combates entre el 5 y el 7
de Mayo de 1945, horas antes de que llegaran las primeras patrullas
aliadas.
Una de las tareas que se encargó a los hombres de las SS, una vez liberado
el campo, fue acarrear los miles de cadáveres a los que no dió tiempo a incinerar.
En muchos de los campos, y Mauthausen no fue una excepción, las fuerzas
norteamericanas obligaron a los funcionarios de los pueblos vecinos al campo
a colaborar empujando carretillas o cavando las fosas comunes.
mientras trabajaba al raso durante el crudísimo invierno del año 1944.
El comandante del campo enseña las instalaciones a Himmler,
durante una visita en abril de 1943. Por aquellos días, el Reich ya había
tomado partido por la llamada "solución final" al problema de los campos.
Presos de Mauthausen esperando ser asignados a los diferentes
módulos. Este trámite solía demorarse a propósito y no era extraño
que estos desdichados esperaran durante dos o tres días, al raso y desnudos,
antes de ser definitivamente ubicados.
Un guardia del campo junto a uno de los "Kapos". Estos últimos eran presos a los
que los alemanes recurrían para mantener el orden, aterrorizar a sus compañeros y
delatar a los díscolos o a aquellos que pretendían fugarse. Gozaban de pequeños privilegios
como, por ejemplo, comer carne y con frecuencia eran aún más desalmados que los
propios hombres de las SS.
La tristemente famosa escalera que conducía a la cantera. Subirla en invierno,
cargando una piedra de más de cuarenta kilos debió convertirse en una
odisea. No era extraño que los presos se resbalaran a causa del hielo o el rocío
y se precipitaran por los escalones.
Trabajos que hubieran fácilmente realizables con maquinaria pesada,
se convertían en inhumanos encargos para los desdichados ocupantes
de los campos. No había gruas, y todo se llevaba a cabo "gracias" al esfuerzo
motriz de aquellos hombres. El precio fue altísimo; la esperanza media de vida en
Mauthausen eran de 14 meses.
Un Comité internacional de resistencia, creado cladestinamente
por deportados, liberó el campo tras duros combates entre el 5 y el 7
de Mayo de 1945, horas antes de que llegaran las primeras patrullas
aliadas.
Una de las tareas que se encargó a los hombres de las SS, una vez liberado
el campo, fue acarrear los miles de cadáveres a los que no dió tiempo a incinerar.
En muchos de los campos, y Mauthausen no fue una excepción, las fuerzas
norteamericanas obligaron a los funcionarios de los pueblos vecinos al campo
a colaborar empujando carretillas o cavando las fosas comunes.
Tengo por costumbre ver el post por encima y despues leerlo para tener una visión de conjunto,las imágenes me han impactado.Mucho o poco sabemos de la Segunda guerra Mundial,pero por muy poco que se sepa, solo con ver las imágenes tienes sufuciente.
ResponderEliminarSin embargo los medios de comunicación nos las recuerdan con imágenes actuales tan terribles como aquellas pero tan repetidas que nos hemos acostumbrado a verlas y apenas les prestamos atención,y los niños ¿Que?
Besos Nina
...Pruebas de la crueldad a la que lleva la deshumanización. Pueden pertenecer a un pasado o a un futuro, nada nos garantiza lo contrario. Representan todo un retraso, sin duda, a la vez que un acicate para seguir educando en la paz. ¿Seremos capaces?...
ResponderEliminarSALUDANDO: LeeTamargo.-
Hola a todos. Creo quie el quid de la cuestión es ¿tiene de verdad el hombre capacida de aprender la lección? ¿El mundo que le rodea, la civilización que ha construido le posibilita a hacerlo o más bien se lo impide?
ResponderEliminarNo quiero ser pesimista, pero yo creo que ni hemos aprendido ni aprenderemos. Por una razón muy sencilla: nos parece tan ajeno...
ResponderEliminarNo se trata sólo de que haya ocurrido en un tiempo que no es el nuestro, sino que, al menos yo, soy incapaz de reconocer al ser humano en esas imágenes, caracterizadas precisamente por ser completamente inhumanas. Si me contaran que esto lo hizo un grupo de extraterrestres, me lo creería con más facilidad. Me cuesta creer que haya nadie con tan poco corazón, tan deshumanizado...
Un saludo.
Dicen que la historia se repite, yo voto porque esa frase sea borrada de la historia...
ResponderEliminarViendo estas fotos desde la distancia del tiempo(aunque en verdad no es tanto) uno no da crédito a lo bárbaros en inhumanos que podemos llegar a ser los seres humanos, Pero ahí estan las pruebas, estas fotos lo demuestran y sólo es una pequeña muestra del horror.
Un abrazo
¿Lejano?. Depende. Sí uno vive mirándose el ombligo, indudable.
ResponderEliminar¿Lejano?. Depende. Sí sólo existe el telediario, indudable.
¿Lejano?. Depende. Sí uno asegura que el nunca ... Indudable.
Imagenes terribles, pero desgraciadamente no tan lejanas, basta mirar como dice Turulato los noticiarios, ....
ResponderEliminarUna parte importante del género humano tiene dificultades para empatizar con el sufrimiento ajeno, al menos, para empatizar a largo plazo. Además, tenemos una visión del mundo pelín fatalista, al menos en lo que se refiere a las posibilidades de cambio para mejor: queremos prosperar, queremos ser justos y solidarios, al menos mientras estos conceptos se nos sigan mostrando etéreos y no nos afecten los bolsillos... Hemos asumido el mundo real con normalidad y nos cuesta manejar y distinguir conceptos como justicia y dignidad del de limosna. Y también asumimos el odio... rezamos para que se acabe, pero no para que no se produzca... Estamos perdidos y no tenemos corazón ni mente para distinguir causas de efectos.
ResponderEliminarNos cuesta tanto, tanto...
A pesar de todas las fotos, de todos los reportajes, de los relatos de los que allí sobrevivieron, aun hay gente que niega que los campos de concentración hayan existido.
ResponderEliminarEn cuanto a creer que el género humano haya aprendido después de conocer todas las crueldades que en estos lugares se llevaron a cabo,tengo que decir que mi opinión es que no aprendió nada, las masacres siguen, las crueldades siguen, los exterminios siguen aunque no sean "tan organizados" como estos de los que hablas, lo que deja bien claro que el peor enemigo del hombre es el propio hombre y estoy tan desilusionada que creo que todas estas muertes tan crueles e inútiles se seguirán produciendo con la indiferencia silenciosa de muchos, el beneplácito de otros muchos y la leve protesta de los menos que contra viento y marea aún tienen la esperanza de que algún día el ser humano pueda cambiar. Yo quisiera creerlo, pero se que no lo verán mis ojos.
Un abrazo y gracias por intentar remover las conciencias porque algo siempre queda.
Núnca se ha negado que los campos de concentración hayan existido, núnca se ha negado la crueldad que se vivió en ellos, núnca se ha negado el enorme sufrimiento para los desdichados que fueron prisioneros. No por ello se pretende minimizar o hacer apología del crimen nazi, el máximo crimen es que hayan llevado la guerra y sufrimiento a tantos seres, así como la inhumanidad de los campos de concentración.
ResponderEliminarSe ha discutido y se discute respecto al concepto de "solución final", unos lo interpretan (pues no existen pruebas que la describan) como el exterminio intencional de esos seres, otros que tan sólo se pretendía su expulsión de europa. Se discute que dicha solución final constituya un plan de exterminió, pues como la lógica impone, para afirmar un crimen, se debe integrar lo que los abogados llamamos el cuerpo del delito, esto es la intención de hacerlo, y los medios materiales para ello.
El punto principal que se ha discutido, es sobre todo, la prohibición legal respecto a siquiera discutir el tema, un investigador que se precie de serlo, simplemente tiene vedado plantear cualquier hipótesis, sea para corroborar los hechos, negarlos, o modificarlos, o en resumen, para acotarlos a la pura realidad histórica, y si dicho investigador se atreve a hacerlo, corre el riesgo de ir a la carcel, además de ser califcado de neo-nazi, ati-semita, etc., etc.
Esa prohibición es la que le duele a la historia, que se tome como axioma un hecho que no se han ocupado (querido?) de probar, constituyendo una bofetada para todos aquellos que murieron fuera de los camos de concentración, como si sus vidas no valieran lo mismo, y en lo personal me refiero a más 40 millones de rusos muertos en defensa de su patria.
No olvidemos que la historia la escriben los vencedores.
Mariuzs
Este testimonio gráfico es valiosísimo. Hace que nos replanteeemos que nunca habrá futuro sin memoria. Todavía nos preguntamos ¿cómo fue posible? La diferencia en los tiempos que vivimos es que nos causa más lástima que DOLOR porque nuestra sensibilidad se va inmunizando frente a estos ensayos apocalípticos que nos asolan ciclicamente y de los que sólo aprendemos la otra cara del silencio... esa que tiende a ocultar la vileza de la desintegración moral en la negación o la "desmemoria".
ResponderEliminarEsas fotos rompieron el silencio y aportaron un ejemplo de coraje frente al verdugo. Y sí, sin ánimo de ser agorera, claro que puede volver a sucerder que olvidemos el precio de la dignidad humana. De hecho, todos los días nos inoculan una dosis de anestesia.
Un abrazo y gracias por recordarnos que el "precio de la libertad es la eterna vigilancia".
No conocía del importante trabajo de este hombre, al que el destino convirtió en un importante reportero gráfico. No quiero ni imaginar los padecimientos que acompañaron su labor diaria, todo un ejemplo para los reporteros del mundo. Y para los humanos en general, pues en medio del sufrimiento, mantuvo su dignidad a través del trabajo.
ResponderEliminarSaludos y gracias por tu blog. Es magnífico.
Terribles imágenes de los hombres desnudos, con las espaldas apoyadas en la pared, esperando... viendo estas fotos se percibe la fragilidad de los seres humanos, su indefensión, la línea tan fina que separa la vida de la muerte, la resistencia de la claudicación. Y qué fuerte es la voluntad de vivir. Y qué crueles podemos llegar a ser... Este post me sugiere también hay otras clases de genocidios en curso - por el abuso, por el hambre, por las guerras - respecto a los cuales no nos acabamos de sensibilizar. La maldad humana utiliza muchos disfraces: éste ha sido desvelado, pero hay otros que, de momento, parece que se nos escapan. Has tenido una buena idea, caboblanco. Saludos cordiales.
ResponderEliminarEsta bien ver documentales que nos informen de las barbaridades que se han cometido (no están tan lejos en el tiempo Kosovo, Ruanda o Timor Oriental) y se siguen cometiendo (Sudán).
ResponderEliminarPero no sirven de nada si no se explican y se intentan atajar las causas que llevaron a eso y que no son tan ajenas a nosotros como creemos (ignorancia, miedo, irresponsabilidad...). Al final, sólo nos haremos insensibles a los efectos.
A mí me gusta creer que no sería como uno de esos “monstruos”, pero no puedo asegurar que “yo nunca”. Y es que a pesar de que los deshumanicemos, esas personas eran como la mayoría de nosotros. Seguramente tendrían miedos, sueños, esperanzas y afectos pero con vivieron unas circunstancias totalmente distintas.
Saludos
Pienso que estas imágenes se repiten en este mundo. Quizás no con la magnitud que se alcanzó entonces, pero sí muy similares en cuanto a todo lo demás. La guerra en los Balcanes nos ha mostrado que en la puerta trasera de la civilizada Europa pueden repetirse genocidios parecidos (limpieza étnica lo llamaron entonces).
ResponderEliminarPor otro lado, una de las cosas más escalofriantes del tema era la aparente cotidianidad de estos sucesos vividos desde dentro. Los directores de los campos vivían en chalecitos que pegaban al campo, con su mujer e hijos; algunos guardianes tuvieron que ser expedientados por sus superiores porque resultaban tan mezquinos como para enriquecerse quedándose con una parte de los bienes que eran confiscados a los prisioneros al entrar.
Los monstruos eran personas tan corrientes como nosotros, con sus hipotecas, sus familias, sus aficiones ...
Bueno, bueno... de lo que no estamos enterando algunos y algunas... ¿Admites peticiones?... ¿Se puede ir directamente a hacer la petición? ;-)
ResponderEliminarUn besote