miércoles, 25 de octubre de 2006

¿Un trabajo para toda la vida?

Lienzo de la primitiva muralla del Castra Praetoria... aún en pie

Cuando era pequeño, mi abuela no dejaba de recomendarme diariamente, quisiera yo o no, que de mayor me hiciese farmacéutico. En un principio un servidor, que solo contemplaba seriamente la posibilidad de acabar convertido en piloto, gangster o incluso jefe indio – de acuerdo, lo reconozco: me iban un poco los perdedores… - achacaba semejante empeño a la visión de Don Leandro, el boticario del pueblo, pulcro y altivo caballero, siempre “de la mano” del cura y del sargento de la Guardia Civil. Para cualquiera que observara la escena desde mi perspectiva, esto es, la de un renacuajo de nueve años, no dejaban de ser impresionantes los eternos paseos de semejante cuadrilla plaza arriba, plaza abajo, repartiendo cumplidos y zalemas a diestro y siniestro, saludando efusivamente a todo quisque y preguntando a ancianas viudas que “cómo estaban aquella mañana”, aún a sabiendas de que la respuesta iba ser invariablemente la misma. Cuando mi abuela y yo salíamos a por pan o a la lechería y los divisábamos a lo lejos, la madre de mi madre aminoraba o aumentaba la velocidad lo justo para hacerse la encontradiza, de modo que la necesidad de cruzar palabra fuera inevitable y aprovechaba para presentar a su “nieto más guapo...” a aquella suerte de “nuevos mosqueteros” y cruzar unas palabras con ellos sobre cualquier banalidad. Mientras mi abuela enumeraba el catálogo de dolencias, el boticario ponía cara de que efectivamente le interesaba y el cura acababa de dar variadas bendiciones, el benemérito y yo nos mirábamos fijamente, en silencio… fundidos en ese tipo de incómodo mutismo imposible de mantener mucho tiempo sin llegar a las manos.

Me explico: de la expresión del militar se adivinaba que a mí, no me encontraba guapo en absoluto; es más, juraría que tenía serias dudas sobre la bondad de mi comportamiento y que, si me abuela no hubiera estado presente, me habría llevado al cuartelillo arrastrándome de las orejas, como seguro autor de alguno de los desmanes que se producían de cuando en cuando en el pueblo. Yo, mientras tanto, le sostenía socarronamente la mirada mientras comía compulsivamente caramelos y chuces, desafiándole, seguro de que jamás podría relacionarme con ninguno de aquellos atropellos y protegido por mi angelical expresión de no haber roto nunca un plato. Pero ¡ay! siempre acababan apareciendo los miedos propios de mis escasos nueve años de modo que, en cuanto que el Sargento arqueaba aún más las cejas y contraía el bigote hasta dejarlo tieso, toda mi valentía se desmoronaba como por encanto, las piernas me temblaban y comenzaba a pellizcar las piernas de mi abuela como si me fuese la vida en ello, hasta que conseguía dar por concluido aquel incómodo encuentro. Así, mientras me ponía paulatinamente a salvo, mi abuela tiraba de mí, un poco contrariada por tener que poner fin a la conversación antes de lo deseado, mientras no dejaba de repetirme… “Atiende… tú, de mayor, farmacéutico”

Hoy, más de dos décadas más tarde, uno no ha optado por las pastillas ni en lo profesional, de lunes a viernes, ni tampoco en lo personal, los sábados por la noche. He de decir que mi abuela me confesó, cuando me creyó más mayor y menos maleable, que su insistencia venía dada por lo mucho que cobraban y lo poco que trabajaban los boticarios. Ni que decir tiene que semejante observación haría pero que muy poca gracia al 95% de los licenciados en farmacia y que, si hubiese querido seguir el consejo de aquella santa, me habría hecho senador. Los romanos, a los que resultaba muy difícil optar a esto último por razones de abolengo y cuna, también querían un buen trabajo para toda la vida pero y algunos de ellos acabaron formando parte de la Guardia Pretoriana.

En esencia, se conoce como Guardia Pretoriana a uno de los muchos cuerpos que durante buena parte del Imperio, se encargaron de la seguridad de los Emperadores, de sus familias y de los palacios y residencias imperiales. El término Guardia Pretoriana significa "guardia del Pretorio", y hace referencia a uno de los lugares más importantes en un campamento de legionarios… ¿eh?... no, hombre… el corral de la cabra no…el pretorio era donde se hallaba la tienda del comandante en jefe y de ahí que los que se pasaran el día montando guardia delante de ella se llamaran pretorianos. Años más tarde, cuando los romanos decidieron cambiar cónsules por emperadores, estos últimos no debían de tener la conciencia muy tranquila e impulsaron una variada suerte de guardias personales, a pie y a caballo, de ciudadanos romanos e incluso de extranjeros, para que los acompañaran en sus viajes y garantizaran en cierta medida su seguridad. Cuando Tiberio llegó al trono, desconfiado como era, receló de tanto guardaespaldas con gabardina y reorganizó el asunto dando primacía a la guardia e incluso obsequiándola con su primera imagen de marca: el escorpión, en honor a él mismo y a su signo zodiacal, claro. Años más tarde, en el 23 d.C. les construyó un bonito campamento a las afueras, el Castra Praetoria, en principio con la intención de agrupar todas sus fuerzas en la capital pero con la verdadera función de tener controlado a tanto sujeto ocioso…

En principio, servir como pretoriano era un auténtico chollo: Mientras que sus compañeros de las legiones se pegaban barrigazos en medio de espesos bosques o húmedos lodazales, estos servían menos tiempo, en labores muchísimo más descansadas y cobraban aproximadamente el doble; Además, desocupados como estaban, se percataron pronto de su poder, y cada vez que un nuevo emperador tomaba posesión del cargo, se le presentaban inmediatamente un par de portavoces del cuerpo exigiéndole el primero de los numerosos donativos, más o menos voluntarios, que el nuevo dueño del mundo debía efectuar si lo que quería era levantarse cada mañana con la cabeza encima de los hombros... todo ello con la mejor de las sonrisas, eso sí.

Tuvo que ser Vespasiano, haciendo gala de su dureza y de su tacañería, el que los metiese en cintura de una vez por todas: Suprimió determinadas licencias y dádivas, los obligó a entrenarse como si les fuera la vida en ello, y se encargó de hacer desaparecer a los mandos menos comprometidos con el nuevo orden. De este modo, le entregó a su hijo Domiciano un verdadero cuerpo de élite, casi 10.000 hombres jóvenes y atléticos con lo que “Domi” pudo recuperarse del disgusto que le supuso la pérdida, casi por completo, de la legión XXI Rapax. Al principio, los pretorianos no parecieron gran cosa: En uno de sus primeros enfrentamientos contra los catos, un desmelenado pueblo de origen germánico, salieron bien trasquilados, y pocos días después, otro ejército de origen marcomano les rodeó y dio muerte a su jefe, el Prefecto del Pretorio. Más, como en esta vida casi todo consiste en entrenamiento, los aún sorprendidos pretorianos se pusieron las pilas, trabajaron aún más duro, y en manos de mejores jefes se comportaron como la mejor de las legiones, empezando a ser reclamados allí donde peor estaba la situación. Nada menos que durante cincuenta años estuvieron batiéndose sin solución de continuidad contra lo más granado de los enemigos de Roma, en Mesopotamia, o en África, en Britannia o en las llanuras de Hungría… y, en términos generales, se ganaron el sueldo.

Lamentablemente para la guardia, después de un Trajano, un Adriano o un Marco Aurelio, llegaron un Cómodo, un Caracalla o un Macrino, emperadores considerados “flojos” que, o bien optaron un pacifismo de urgencia que en nada beneficiaba los intereses de Roma o bien se lanzaron a absurdas guerras sin saber muy bien porqué. Los pretorianos, con los estómagos bien llenos y la cabeza de nuevo llena de pájaros, perdieron las buenas costumbres y se acostumbraron a desenvainar la espada con más frecuencia en la ciudad de Roma que en los interminables limes del Imperio... ¿El resultado? 11 emperadores cayeron víctimas de sus intrigas... que se sepa. En el 284 d.C., Diocleciano, harto de semejantes medianías, los trasladó a Nicomedia, cerca de la moderna Estambul, según sus palabras... "para no caer en la tentación de crucificarlos a todos". Por fín, en el 306 d.C. Majencio recurrió a ellos para defender su causa contra Constantino. Éste, mejor estratega, les arrinconó en el Puente de Milvio y los masacró, distribuyendo los pocos supervivientes entre más de treinta ciudades del Imperio y prohibiendo expresamente que se reunieran nunca jamás.

Si hubieran escuchado a sus abuelas...

12 comentarios:

  1. Anónimo7:36 a. m.

    Tu "regreso a Roma", ¿es definitivo? Lo sea o no, es esta una magnifica historia.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo10:35 a. m.

    Como salida profesional si que debía ser el sueño de cualquier legionario .Se jubilaban antes, cobraban más y las"propinas" eran más que generosas. Claudio, a quien otorgaron el poder, los recompensó con 5 años de sueldo como paga extra. Para ingresar en el cuerpo, no sólo habían de superar exámenes físicos y de destreza, sino que necesitaban presentar la recomendación de un oficial superior .El escalafón estaba formado por 11 rangos o cargos, desde el “Probatus” ( aspirante) hasta el “Praefectus praetorio” (comandante en jefe, creo). Ascender además de un considerable aumento de sueldo, acreditaba un mayor prestigio social.
    (Tengo una duda sobre si además de ser “guardaespaldas”, tenía una especie de CIA, asociada para labores de espionaje, porque no sé si los “frumentarii” (que también eran militares) se podrían incluir en este cuerpo de élite... ¿Podría ser? )

    Cuando Augusto creó la guardia pretoriana, nació para custodiar al gobierno y defender los intereses de la República, sin embargo, ha terminado siendo recordado más por su nefasta corrupción que por sus destrezas en el campo de batalla. Incluso llegaron al extremo de vender el Imperio al mejor postor.

    Ah! la introducción es estupenda,últimamente lo es.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Hola a todos. Marian, los frumentarii, al menos en cuanto al nombre se refiere, fue una invención del emperador Adriano. Efectivamente, eran una especie de servicio de espionaje y contraespionaje y, a tenor de las crónicas, funcionaban estupendamente. Agrupaba hombres de diversias étnias y razas pero siempre ciudadanos romanos y cobraban aún más que los pretorianos. En cuanto a los rangos, y perdona que me ponga purista, hay que ir con cuidado :-) Me explico: Hay identificados unos 25 rangos distintos en el ejército romano y más de 100 especialidades. Lamentablemente, no sabemos muy bien si aplicaban a las legiones, a los cuerpos de auxilia o númeri, a los pretorianos, a todos o a ninguno. Si que es cierto que el nivel más ínfimo es el probatus, que en esencia no es soldado sino recluta.

    Tampoco debemos pensar en un cuerpo obstentoso y florido. Las representaciones nos ofrecen pretorianos muy garbosos, con cascos áticos y vistosas vestimentas. En realidad, casi siempre iban ataviados con una toga blanca, excepto en combate, con la espada escondida entre los pliegues. Ver espadas por la ciudad de roma hubiera sido incompatible con la rígida mentalidad de los ciudadanos...

    ResponderEliminar
  4. Ademas... habia mas cuerpos del Imperio, y sus facultades estaban muy mezcladas.
    Por ejemplo, los Vigiles, que actuaban dentro de Roma, eran una mezcla entre Bomberos, Guardias Civiles y Serenos. Es un cuerpo poco estudiado... si pudieras hacer algo por ellos, te lo agradeceria.
    Y si... los Pretorianos actuaban tambien al estilo CIA o FBI. A veces, los infiltraban en grupos, y se limitaban a recoger informacion.
    Un caso famoso, fue el de la IX Legion, en tiempos de Claudio. Para no variar en su historial, se rebeló contra la idea de conquistar Britania, que en ese momento era como ir a Vietnam.
    Un Agente de los servicios secretos imperiales, les dio una fiesta, donde "por casualidad" dejó muchos barriles de vino.
    Al terminar la fiesta y estar todos borrachos, miembros de la guardia pretoriana, infiltrados en la IX, se acercaron a los alborotadores, los separaron del grupo, y los interrogaron al estilo Guantanamo. Luego los eliminaron. Y la IX, al menos durante un tiempo, no se rebeló mas. Por si a alguien le interesa, la causante de todo este follón fue... la esposa de alguien destinado a la purpura mas tarde, Vespasiano. Que no sabia nada del asunto, por cierto.
    Pero habia mas rivalidades... Uno de los Emperadores, instituyó la Guardia Palatina. Que la verdad, no se si era parte de la Pretoriana, o solo la que guardaba las dependencias Imperiales. Pero habia una sana rivalidad entre ellos.
    Y mas tarde... cuando el del "In Hoc Signun..." los suprimió, Agrupó a los supervivientes, y a leales suyos, en la llamada Guardia Imperial, que duró hasta la caida de Roma.

    ResponderEliminar
  5. Muy educativo el artículo, pero me queda una duda, ¿alguna vez te pilló el guardia civil realizando alguno de esos desmanes?
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. ¡Por supuesto que no! yo dominaba desde pequeñito el arte de la oratoria, así como las dos frases básicas que utlizar en esas situaciones...

    1) Estaba así cuando llegue

    2) Ha sido el nieto de la Francisca que es muy malo...

    Je, je

    ResponderEliminar
  7. Anónimo7:13 p. m.

    :-)) Puede que tu abuela mirando por tu futuro quisiera que fueras farmacéutico, pero dada tu facilidad para la oratoria yo creo que más bien apuntabas maneras para político y de los buenos, de los que tiran la piedra y esconden la mano, seguro que el sargento de la Guardia Civil tenía enormes ganas de pillarte en un renuncio pues no creo que fueras el único niño del pueblo que no armaba alguna travesura.
    En cuanto a la guardia pretoriana, aunque tuvieran un buen sueldo no me parece que fuera tan buen empleo pues el escalafón solía correr bastante, así que mejor de oratoria con menos sueldo que de espada con más.
    Muy buena la presentación del artículo, la verdad es que no sabía por dónde ibas a salir.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Empezó siendo un blog sobre el Imperio Romano. Más tarde ensanchaste el momento histórico sobre el que escribías...
    Ahora te leo con mucha atención. Estoy descubriendo a un fino perceptor de tipos y comportamientos sociales.
    Hace muchos meses me comentaste que mi blog era más íntimo, mientras que este procuraba centrarse en hechos concretos. Tenías razón.
    Pero ahora...
    Desnudarse termina siendo muy duro. No deja de ser charlar con uno mismo; mirarse el interior. Y comprobar como nos situamos entre los demás.

    Si, en esta vida, todo termina siendo cuestión de entrenamiento.
    Cuando condecoraba a un soldado, sin brazos, por su comportamiento en Las Malvinas, H.M. The Queen Elisabeth II le preguntó: "¿Cómo puede soportarlo?".
    Y el soldado le contestó: "Señora, todo es cuestión de enrenamiento".

    The Inside Times terminaba su extenso y buen informa sobre aquella guerra con esta frase:
    "Y entonces llegó el momento de que los soldados lavasen con su sangre los errores de nuestros políticos

    ResponderEliminar
  9. Anónimo6:30 p. m.

    Como siempre, tus post de Historia, ecepcionales y la introducción genial.

    Fijate si viene de antiguo lo de "un trabajo para toda la vida" el colmo de la felicidad para un currante...

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  10. Cuando era pequeña, el trabajo más ardúo que realizaba la pareja de la guardia civil del pueblo consistía en desfilar detrás de algún misterio de semana santa durante la procesión. Siempre tuve la duda de si eran de verdad o eran personajes de opereta.

    ResponderEliminar
  11. Bueno, los colores dependen del prisma por el que los filtremos ¿no? Todo ha cambiado bastante, y hoy en día, los personajes de opereta suelen estar sentados en escaños y asistir a comisiones en vez de procesiones o quizás aparezcan dando ruedas de prensa sobre el partido del próximo domingo... Eso es lo que hay.

    ResponderEliminar
  12. Delicioso relato. Celebro que hayas puesto fin a tus vacaciones y nos regales de nuevo con tus conocimientos y tu buen humor. Como anécdota, te diré que donde estaba el Castro Pretorio en Roma está ahora la Biblioteca Nacional. Creo que, en materia de cultura, se ha ganado con el cambio. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar