jueves, 31 de marzo de 2005
La cierva blanca
martes, 29 de marzo de 2005
Un paseo por el Foro
Acaba de amanecer en la capital del Imperio y se respira ya en las calles un ambiente de creciente actividad. Por las flamantes avenidas cruzan personajes ilustres en literas portadas por sus esclavos. Otros caminan hacia sus asuntos, o conversan formando un corro, noblemente ataviados con togas de blanco impoluto: algunos llevan bordada en ella una tira púrpura, insignia de los senadores. Las mujeres ostentan esplendidas joyas que ornan complicados peinados, y túnicas de algodón egipcio o seda de la India. Y aquí, en medio de todos ellos, estoy yo, un joven imberbe, caminando presuroso con su padrastro por las calles de la capital del mundo.
Creo que Sufinio, la persona que se hizo cargo de mi madre cuando mi progenitor murió, lamenta la sencillez de su túnica y la tosquedad de nuestros mantos. Trabaja de zapatero en unas de las tiendas del mercado de Trajano, y el negocio solo da para ir tirando. Prácticamente, todo el mundo nos supera con sus atuendos pero al menos no somos esclavos.... Apretamos el paso hacía el Arco de Tiberio, de camino al Foro o quizás deberíamos decir “a los foros”. Todos los personajes que han logrado ser dignos de recordarse se han tomado la molestia de hacer una de estas plazas públicas. El primero de ellos fue el Foro Romano, que data de los tiempos de la República. Se construyó para dotar a la primitiva ciudad de un espacio monumental más amplio, destinado a la celebración de las festividades públicas, pero se ha convertido en un hervidero de mercaderes, políticos de poca monta, estafadores y prostitutas. Como además es uno de los más grandes, en él se admite el tráfico de doble dirección, propio de las grandes avenidas, y a todas horas está colapsado, de manera que las mulas y las suntuosas literas que acarrean a las fuerzas vivas de la ciudad, circulan con dificultad. Por eso se convierten en presa fácil de malhechores, incluso a plena luz del día. Mi abuela dice que, con cada nacimiento que se produce en Roma, hay un robo en el Foro Romano. Sufinio dice que exagera pero yo, no lo creo. La único que me gusta de este foro son los Rostra, los espolones de las naves enemigas que hemos vencido en combate, y que adornan, dispuestos en columnas, las calles adyacentes a la Curia Romana, y los muros del mismo Senado. Mi padrastro dice que están ahí para recordar a todo el mundo la grandeza de Roma pero, teniendo en cuenta el panico que los romanos sentimos por el mar, creo que en el fondo, están hay para que la gente pueda decir que ha estado alguna vez cerca de un barco.
Los Rostra me hacen recordar el verdadero motivo de nuestro paseo. Vamos a ver al patrono de mi padrastro, Serviano. Creo que es un acaudalado hombre de campo que, cuando se cansó de las lechugas y los viñedos, invirtió los beneficios de sus plantaciones para, después de comprar unas cuantas fraguas, vender equipamiento militar a nuestras legiones. Creo que tiene buenas relaciones con un hombre que fue prefectum castrum en el campamento de una de las unidades estacionadas en Panonia, y Sufinio dice que, si conseguimos una carta de recomendación, no tendré problemas para que me acepten en el ejército. Yo ya le he dicho que no quiero; que no me gusta y que Cesio, mi preceptor, dice que soy despierto y que en el futuro podría ser maestro. Pero Sufino no cede. Mientras voy sumido en mis pensamientos, con el ceño fruncido, casi sin quererlo, hemos llegado al Foro de Nerva o transitorio. Se llama así porque sirve para entrar en la zona de los Foros de los Emperadores y separa el Foro de la Paz del Foro de Augusto.
El Foro de Vespasiano o de la Paz, se levantó por un lado, para conmemorar que Roma tuvo la desgracia de ver como cuatro hombres se peleaban en un solo año para vestir la púrpura Imperial, y por otro, para saludar la suerte de que ganó el mejor de ellos. Los muros de los edificios están cuajados de pintadas, carteles de propaganda política y anuncios de festejos. Es uno de los que tiene más vida y a mi, me gusta mucho. Siempre es posible en él observar alguna esclava guapa, un político desgañitándose por arañar algunos votos para algún cargo público o algún malabarista dispuesto a jugar con unos cuchillos por unas monedas.
A su lado está El Foro de César, que el dictador mandó construir porque el primitivo foro Romano se estaba quedando pequeño. Es una gran plaza pública rectangular de 160 metros por 75, cerrados por pórticos de mármol, sostenidos por columnas del mismo material. Como en los otros, el suelo está construido a base de duras losas de piedra, adornadas con hileras ocasionales de mármol. Es muy al estilo de César, grandioso pero no ostentoso, y a la gente le agrada bastante, sobre todo porque dentro de él esta el Templo de Venus, la Diosa que guarda a los descendientes de la Gens Julia y aquí está enterrada la madre de Cesar, que era una mujer muy querida.
El Foro de Augusto es más pequeño. Dentro está el Templo de Marte vengador, el paradigma de la valentía, del arrojo militar, que ocupa casí la mitad de la plaza. Creo que tiene su gracia que sea precisamente en el Foro de Augusto, donde se halle el templo del Dios de la guerra, precisamente él, Augusto, que la odiaba. Sufinio dice que el único motivo por el que la gente pasa por aquí, es que es el camino más corto para llegar al Foro de Trajano, y probablemente sea cierto.
Por fin, tras un buen rato callejeando por la ciudad, hemos llegado a nuestro punto de destino sin cruzar una sola palabra desde que salimos de la casa. Aquí, en el Foro de Trajano, tenemos nuestra pequeña tienda y es aquí, donde el patrón de mi padrastro ha prometido que uno de sus esclavos, nos haría entrega de la carta de recomendación. El zapatero ya ha preparado varios pares de zapatos para patricio y toda su familia, incluidos unos Falcae Rojos que denoten su condición de senador. El nombramiento todavía no es oficial pero, tendiendo en cuenta lo que esto representará para la carrera política se Serviano, si se va formar una cola de aduladores, supongo que será mejor estar de los primeros.
El foro de Trajano me encanta; es sencillamente gigantesco. Fue el último de los foros construidos en Roma, y se pagó con el botín de oro de las guerras de la Dacia. Lo proyectó un tal Apolodoro de Damasco, que introdujo en las obras muchos elementos innovadores, como la presencia de una pequeña basílica y el gran hemiciclo de los mercados Trajanos, un grupo de pequeñas tiendas distribuidas en seis plantas. La obra fue tan grandiosa que mi maestro dice que exigió recortar el monte Quirinal. Apolodoro utilizó la ganancia de espacio pata instalar los mercados que, a su vez, apuntalaron la ladera de la colina. En la parte norte de la plaza, está el templo del Dios Trajano, que además de embellecer el conjunto, eleva a la categoría de deidad a alguien que siempre rechazó serlo. Pero Roma no habría visto con agrado que su sucesor, Adriano, no le “subiera de categoría” así que éste se apresuró a elevarle a las alturas. En medio de la plaza esta lo más hermoso del conjunto: La columna de Trajano. Es el mausoleo del divino Emperador pero además, es una secuencia hermosisima de cómo nuestros valientes soldados conquistaron a una de las naciones más belicosas de la antigüedad. Todas las mañanas, antes de abrir nuestro comercio, me acerco a la columna y rindo tributo a los hombres que dieron su vida por la grandeza de nuestro Imperio. Incluso a veces, cuando fijo la vista en alguno de sus relieves, me pregunto si no será la milicia mi destino, como dice mi padrastro.
Por eso nunca fijo la vista demasiado…
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Años de construcción aproximado de los Foros:
Foro Romano Periodo republicano
Foro de Julio César 42 A.C.
Foro de Augusto 2 A.C.
Foro de Vespasiano 75 D.C.
Foro de Nerva 97 D.C.
Foro de Trajano 113 D.C.
Después de la chapa que os acabo de meter, un pequeño resumen: Podemos decir que el Foro es el espacio de reunión y desarrollo de la vida pública en la Antigua Roma. Se configura como una explanada generalmente rodeada de un pórtico y, en su interior, podemos encontrar tres tipos fundamentales de edifcios; Los arcos, que son monumentos conmemorativos, los templos, que son lugares de adoración de las divinidades, y las basílicas, que hacían las veces de tribunales o zonas de contratación o de estudio. Y, de regalo, una curiosidad: La altura de la columna de Trajano es la misma que la que tenía el Monte Quirinal antes de empezar la construcción del Foro. Hubo que rebajar pues, 39,83 metros de altura.
lunes, 28 de marzo de 2005
Breve historia de Roma para la hora del café (VI)
Mientras tanto, en Roma, se proclamaba la República. Como más tarde los Plantagenet en Inglaterra y los Borbones en Francia, también la monarquía de Roma había durado siete reyes.
Corría el año 509 antes de Jesucristo.
Preguntas frecuentes sobre las legiones romanas
Pues depende de la época. Tras la batalla de Actium, que supuso la victoria definitiva de Octavio Augusto sobre Marco Antonio y los republicanos, el sobrino de César se encontró con que tenía 60 legiones, una cantidad a todas luces desproporcionada. El primer emperador de Roma se apresuró a redimensionar su ejército y, entre desmovilizaciones de veteranos y fusiones de unas unidades con otras, se quedó con 28 legiones operativas. Durante los reinados de emperadores posteriores el número fluctuó algo al alza hasta que, bajo Séptimo Severo (193 – 211 D.C.) se alcanzó el número de 33.
Nominalmente, una legión la constituían unos 6.350 hombres, agrupados en 120 manípulos, que a su vez se reunían en 60 centurias, agrupadas estas en 10 cohortes, la primera de las cuales era doble. Sin embargo, el número total de efectivos disponibles siempre era menor, a causa de las bajas no repuestas y los traslados de base de parte de los efectivos, a causa de necesidades bélicas. Todo esto, unido a que parte del personal estaba calificado como no combatiente (asistentes, herreros, personal administrativo…), hacía que el número de soldados realmente disponibles siempre era menor del oficialmente declarado. Por ejemplo, la legión VII Gemina, estacionada en León, solía tener 1.200 hombres desplazados en la Bética (la actual Andalucía), para repeler las incursiones de los pueblos del norte de África; además, parte de sus efectivos estaban permanentemente destinados en la frontera del Danubio, en una especie de comisión de servicios. Esto hacía que, por ejemplo, tuviera dificultades, hasta para efectuar el cobro de los impuestos en los territorios del norte de hispania, como nos lo atestigua la trascripción de una carta del 66 D.C.
Parece un anacronismo que los legionarios, que en su mayoría serían diestros, llevaran la espada al lado derecho de su cuerpo. Sin embargo, como casi todo, tiene una explicación lógica. Para un legionario romano no era primordial desenvainar rápido, ya que su forma de combatir no era la de un espadachín del siglo XVII. Si hubieran desenvainado desde el lado izquierdo, el gigantesco escudo les hubiera dado algún quebradero de cabeza para alzar la espada, por no hablar de las lesiones que eso causaría en una formación cerrada. Sin embargo, los centuriones que, por lo general, no estaban dentro de las macizas formaciones legionarias, sí llevaban la espada suspendida del lado izquierdo.
Sinceramente, no tenemos ni idea del color predominante en la vestimenta de los legionarios. Pero lo que si sabemos es que el rojo, era uno de los colores más difíciles de obtener en el mundo antiguo por lo que, teñir de rojo un ejército entero hubiera resultado, como mínimo, caro. Es mucho más probable que el color de las túnicas legionarias fuera el de la lana sin teñir, es decir, blanco grisáceo. El rojo quedaría reservado, quizás, para centuriones y mandos.
225 denarios de la época al año, si estamos hablando del soldado raso, claro. A partir de ahí los salarios se multiplicaban en función del rango del perceptor hasta llegar al Primipilus de la legión, que se alicataba el riñón con la friolera de 37.500 denarios anuales. Como referencia, un congio de aceite, que representaba algo más de 3 litros, costaba un as y medio, es decir, 0,15 denarios.
Por supuesto. No era lo mismo servir en un tranquilo puesto aduanero en la frontera Siria, por ejemplo, que tener que chupar guardias en uno de los fortaleza adelantada del muro de Adriano, en Britannia. Parece que destinos como España, Oriente próximo o Egipto eran considerados peritas en dulce por los nuevos reclutas. A estos les seguían en dificultad las guarniciones de Germanía y la frontera del Danubio, sobre todo a causa del frio reinante en esas latitudes... y los germanos del otro lado del río, claro. La palma de la mala suerte se la llevaba ser destinado a Britannia que, si hacemos caso de las transcripciones que se han conservado, de cartas de legionarios destinados allí, debía ser algo parecido a patrullar en el Triángulo Suní, en Iraq.
No. El matrimonio estaba prohibido. Cosa diferente es que se hiciera la vista gorda una vez que el soldado ya estaba enrolado en la unidad. Esta complacencia dio lugar a que, en el exterior de la fortaleza, aparecieran un sinfín de casas que albergaban a las mujeres y a los hijos de los soldados. Séptimo Severo, alrededor del 193 D.C, inventó el “pase pernocta” ya que dio permiso a los legionarios para que pudieran dormir con sus parejas de hecho en el exterior del campamento. Más tarde, les permitió formalizar legalmente esas uniones de hecho.
miércoles, 23 de marzo de 2005
Fe de errores
http://www.portalplanetasedna.com.ar/emperador02.htm
¿Nerón, el incendiario?
En cualquier caso, lo grave del asunto no es tanto quién fue el culpable de la catástrofe, sino que todo el mundo en la ciudad creía sin dudarlo que Nerón era ciertamente capaz de tamaña felonía. Aunque en un futuro post sobre este "señor" incidiremos en sus "hazañas" y en las causas, quizás patológicas de su comportamiento, para muestra, un botón: Para reforzar su posición de liderazgo, se planeó una campaña de las mejores legiones romanas contra las tribus germanas del medio Rhin, comandada por Nerón en persona. Parece ser que los bárbaros entonaron el "¡...pues va a ser que no!" para después internarse en sus impenetrables bosques, dejando al emperador con un palmo de narices. A Nerón, no se le ocurrió nada más ingenioso que vestir a la mitad de los romanos, con ropas de germanos, para hacer una batalla en toda regla, y así ser digno de un verdadero triunfo en la ciudad de Roma. Afortunadamente, alguno de sus consejeros o generales tuvo los arrestos de, jugandose virtualmente el cuello, convencer al divino emperador de que aquello no era, definitivamente, una buena idea.
Esto es rigurosamente cierto.
¡Buena Semana Santa!
lunes, 21 de marzo de 2005
Los caballos de Roma
domingo, 20 de marzo de 2005
Breve historia de Roma para la hora del café (V)
Error.
viernes, 18 de marzo de 2005
Marco Aurelio, emperador a su pesar
Estatua ecuestre de Marco Aurelio - Roma
Cuando Marco Aurelio subió al trono en el 161 D.C, tenía 40 años, y era uno de esos hombres que habiendo nacido de pie lo reconocen lealmente. Tengo una gran deuda con los dioses – dejó escrito – Me han dado buenos padres, buenos abuelos, una buena hermana, buenos maestros y buenos amigos. Entre estos últimos estaba el emperador Adriano, que frecuentaba su casa y por quien tomo verdadero aprecio, quizás a causa de su común origen español. En su infancia, Marco quedo huérfano al poco de nacer y fue criado por su abuelo, y la confianza que depositó en su nietecillo lo demuestra el número de preceptores que le dio: seis para retórica, cuatro para gramática, seis para filosofía y uno para matemáticas. O sea, diecisiete en total. Cómo se las compuso aquel chico para aprender algo sin volverse loco sigue siendo un misterio. Se apasionó pronto por la filosofía y no sólo quiso estudiarla sino practicarla también. A los doce años quitó la cama de su habitación para dormir en el suelo, y se sometió a tal dieta y abstinencia que su salud acabó por resentirse. Pero no se quejó. Antes bien, agradeció a los Dioses haberse mantenido casto hasta los 18 años.
Cuando Marco fue coronado, todos los filósofos del imperio exultaron, viendo en aquel hecho, el propio triunfo. Pero se equivocaron. Marco no fue un gran hombre de estado. No entendía nada de economía y regularmente había que vigilarle las cuentas y los presupuestos. Pero conocía bien a los hombres. Sabía que las leyes no bastaban para mejorarlos, por lo que reformó los códigos legales de sus dos predecesores pero flemáticamente y sin creer demasiado en sus beneficios. Como buen moralista creía más en el ejemplo, y procuró darlo con el ascetismo de su existencia, que sus súbditos admiraron sin la más mínima intención de imitar.
Los acontecimientos no le fueron favorables desde el principio. Nada más tomar posesión del trono, Britanos, Godos, Germanos y Persas empezaron a amenazar los confines del imperio. Marco mandó un ejército a Siria, al mando de Lucio Vero que en aquel momento era corregente junto a él. A Lucio le faltó tiempo para enamorarse de Pantea, la cleopatra del lugar, y allí se detuvo. Mientras uno retozaba, el otro tuvo que coger el toro por los cuernos, derrotar a los persas con la ayuda del gran militar Avidio Casio, y Lucio no volvió a Roma más que para disfrutar en Roma del triunfo que Marco le regaló. Pero aparte de los besos de Pantea y sus concubinas, los ejércitos romanos trajeron otro regalo, este de peor gusto: la peste, que mató, solo en Roma a más de 200.000 personas. Marco empezó a frecuentar más los hospitales que el palacio. A todo esto se le añadió otra desgracia. Su mujer, Faustina, era tan bella como infiel. Sus adulterios no son probados pero toda Roma hablaba de ellos. De sus cuatro hijos, una murió, otra se convirtió en la infeliz esposa de Lucio Vero, que solo se portó bien con ella el día que decidió dejarla viuda y, en cuanto a los dos mellizos, uno se murió al nacer y el otro, que se llamaba Cómodo, mejor se podía haber muerto.
En ese momento, con Roma diezmada por la pestilencia y la carestía, las tribus germánicas irrumpieron de nuevo, está vez hacía Hungría y Rumanía. Cuando Marco se puso personalmente al mando de sus legiones, muchos se sonrieron. Aquel individuo delicado y macilento, obligado a una dieta vegetariana, no inspiraba demasiada confianza como conductor de hombres. Y en cambio, pocas veces en la historia del imperio han luchado los legionarios con más fiereza que bajo su mando directo. Marco derrotó a los más aguerridos enemigos de roma: longobardos, cuados, marcomanos, sármatas…Al mismo tiempo, Avidio Casio, su general preferido desde siempre, se sublevó y los persas atacaron de nuevo. Marco tuvo que atender tres frentes, galopando sin cesar, siempre resfriado, y así año tras año. Estaba coronando en Marcomania una serie de victoriosas campañas que habían dejado a los germanos a punto del remate final, cuando cayo enfermo en Viena, es decir, más enfermo de lo normal. Durante cinco días rechazó comida y bebida. Al sexto se levantó y presentó a Cómodo a las legiones como su heredero, volvió a la cama y murió.
Marco Aurelio aborrecía la guerra; pero afrontó su destino y pasó diecisiete de sus veinte años de reinado, en la trinchera. No fue un hombre feliz. A la preocupación por el carácter de su hijo, las infidelidades de su mujer y los problemas del Imperio, se añadía su carácter estoico y pesimista. Quizá el único momento de paz del día, se producía por la noche, cuando escribía sus Pensamientos. Uno de ellos, demuestra a las claras su punto de vista sobre la existencia que le había tocado vivir...
…una araña, cuando ha capturado una mosca, cree que ha hecho quien sabe qué.
Y lo mismo cree quién ha capturado a un sármata.
Ni uno ni otro se dan cuenta de que son sólo dos pequeños ladrones...
miércoles, 16 de marzo de 2005
Pablo
martes, 15 de marzo de 2005
Pobres etruscos
lunes, 14 de marzo de 2005
¡Mañana es fiesta!
En la época clásica, hasta el advenimiento del cristianismo, los romanos adoraban a un gran número de Divinidades. En su honor se construían templos y en ellos se ofrecían sacrificios de animales. Menos truculentas eran las ceremonias de purificación, sea de una casa, de un ejército que parte hacia la batalla o de una ciudad entera. El procedimiento consistía en una procesión alrededor de aquello que era susceptible de ser purgado, cantando los carmina, himnos llenos de fórmulas mágicas y sortilegios para obtener el favor de los Dioses. Con el tiempo, estos actos redentores se estabilizaron en días concretos y acabaron dando lugar a un gran número de festividades.
Además, tradicionalmente, Roma fue bastante tolerante con las creencias particulares de las personas o grupos nacionales que se asentaban en su territorio. Lo que estaba prohibido era ir en contra del estado, pero practicar cualquier tipo de creencia que no fuera contra los valores tradicionales era perfectamente lícito y hasta se favorecía. En ese sentido, Roma era el paradigma de estado laico… ¡en el que nadie se declaraba ateo!
Esta hospitalidad de Roma para con los cultos extranjeros se refleja perfectamente en su calendario. Originalmente las festividades romanas eran pocas, pero con la adopción de tantos dioses extranjeros y su transformación en autóctonos, se incluyeron tantas fiestas en el almanaque, que hubo un momento en el que se podían contar más días festivos que laborables, aunque luego el tema se racionalizó. En definitiva, la religión era lo que daba a los romanos, que no conocían el domingo ni el Week-end, los días de fiesta y de descanso. En la época clásica había un centenar al año, es decir, más o menos los que existen ahora, pero los celebraban con más empeño. Entre las fiestas religiosas romanas más importantes figuraban las Saturnales, las Equiria, los Juegos Seculares y las Lupercales.
Los Saturnales se celebraban durante siete días, del 17 al 23 de diciembre, más o menos en el periodo en el que empieza el solsticio de invierno. Toda la actividad económica dejaba de funcionar e incluso los esclavos de algunas casas muy acomodadas recuperaban momentáneamente la libertad durante esos días, representando una parodia en la que se simulaba que eran servidos por sus amos. También había intercambio de regalos y un ambiente de alegría se apoderaba de las ciudades.
Las Esquiria eran un Festival en honor de Marte. Se celebraban el 27 de febrero y el 14 de marzo, tradicionalmente la época del año en la que se preparaban nuevas campañas militares. El principal elemento de celebración eran las carreras de caballos que se celebraban en el Campo de Marte y que tenían un marcado acento militar.
Los juegos seculares eran una especie de competiciones deportivas que constaban tanto de espectáculos atléticos como sacrificios. La tradición decía que se tenían que celebrar una vez cada saeculum (siglo), para señalar el comienzo de uno nuevo, pero como a la plebe le encantaban, en realidad se hacían mucho más.
Por último, las lupercales eran, salvando dos mil años de historia, lo más parecido a nuestros modernos carnavales. La fiesta se celebraba el 15 de febrero en la cueva del Lupercal en el monte palatino, donde según la tradición, una loba habría amamantado a los legendarios fundadores de Roma. Esta fiesta se celebraba para honrar al Dios Luperco, divinidad antiquísima de origen latino. La fiesta comenzaba con la inmolación de una cabra por parte de un sacerdote. Con la sangre resultante se manchaba la frente de los Lupercos o "lobitos" (personas notables de la ciudad que representaban este papel) y a continuación se les limpiaba con un mechón de lana del animal muerto. En este momento se formaba una procesión que abrían los lupercos desnudos, los cuales llevaban unas correas trenzadas con tiras de cuero de la cabra recién inmolada y, con ellas, azotaban a las mujeres que se encontraban en el camino, como ritual para favorecer la fertilidad, mientras recitaban este miserere:
¿Qué esperas matrona? No serás madre merced a hierbas poderosas ni a mágicos encantamientos. ¡Recibe los azotes de la diestra fecunda, y pronto tu suegro vera al deseado nieto con su nombre!
Esta era la idea, pero con el paso de los años la fiesta fue adquiriendo una marcada connotación sexual, de manera que la fertilidad no sólo se buscaba sino que se practicaba. Si hacemos caso a Plutarco, la celebración debía acabar como el rosario de la aurora, porque no se respetaba prácticamente a nadie, empezando con los lupercos que eran materialmente forzados por jovenes fuera de sí. ¡Cómo sería la gravedad del asunto que Julio Cesar, que era cualquier cosa menos un mojigato, las prohibió!.
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Mañana, atendiendo a una petición de mi único lector baturro, un artículo un poco más extenso de lo normal sobre una cultura fascinante: Los Etruscos.
Saludos.
Breve historia de Roma para la hora del café (IV)
La estratagema puede parecer infantil pero aún hoy sigue arraigando, de vez en cuando. El pleno siglo XX, Hitler, para hacerse obedecer por los alemanes, no encontró una mejor. Y de vez en cuando descendía de la montaña de Berchtegaden con alguna nueva orden del buen pastor en el bolsillo: La de exterminar a los hebreos, por ejemplo, o la de destruir Polonia. Y lo bueno es que, al parecer, el también se lo creía. En estos asuntos, la humanidad no ha progresado mucho desde los tiempos de Marcio. El caso es que Anco Marcio buscó camorra con todas las ciudades que rodeaban a Roma, las cuales, al no sentir tan de cerca la influencia etrusca, estaban mucho peor armadas y organizadas que los romanos.
Hasta Marcio, el elemento campesino prevaleció en Roma y su economía fue sobre todo agrícola. La mayor parte de la población vivía aún en cabañas de barro construidas desordenadamente, con una puerta para entrar en ellas pero sin ventanas, y una sola estancia donde vivían, dormían y comían todos juntos, padres, madres, niños, abuelos, yernos y nueras...Por las mañanas los hombres bajaban al llano para labrar la tierra. Y entre ellos estaban también lo senadores que, como todos los demás, uncían sus bueyes y sembraban la simiente o segaban las espigas. Excepto cuando había guerra; entonces los agricultores se ponían la careta de soldados y empuñaban las armas no para aumentar la gloria de Roma sino, de momento, para asegurar su propia supervivencia.
Así crecían los ciudadanos romanos. A tal régimen no escapaba ni siquiera el rey que aún no tenía uniforme, yelmo o insignias especiales. No esta claro que tuviese un Palacio o por lo menos una oficina. Si, en cambio, que andaba entre la gente sin una escolta de protección más que en caso de guerra declarada, porque, de haber tenido una, todos les habrían acusado de haber intentado reinar por la fuerza. Tampoco los romanos iban a la guerra con algo que pareciera una organización militar propiamente dicha. Las armas eran sobre todo garrotes, piedras y toscas espadas; aún quedaba tiempo para llegase el yelmo el escudo o la coraza, inventos que debieron suponer una revolución parecida a la que en nuestros días produjeron al ametralladora o el tanque. Los reyes, poderes políticos auténticos, no debieron tener muchos, porque los más grandes y decisivos permanecían en manos del pueblo les elegía y ante el cual tenían siempre que responder. Esto en sí no significa nada, porque en todos los tiempos y bajo cualquier régimen, el que manda siempre dice que lo hace en nombre del pueblo. Más en Roma no se trató de palabrerías, al menos hasta la dinastía de los Tarquinios, a los cuales no hemos llegado todavía.
Con este sistema Roma creció a expensas de los latinos al sur, de los sabinos y los ecuos al este y de los etruscos al norte. En el mar no osaban aventurarse militarmente porque no tenían aún una flota y su población campesina desconfiaba de él por instinto. Bajo Anco Marcio, al igual que con Rómulo, Numa o Hostilio, los romanos fueron rurales y su política, terrestre.
Fue el advenimiento de la dinastía etrusca lo que cambio radicalmente las cosas, tanto en política interior como en la exterior…
Según la tradición, Anco Marcio llevó a nuevos colonos de las tribus conquistadas a las afueras de Roma para que la ciudad en crecimiento dispusiera de brazos adicionales. Fueron establecidos en el Monte Aventino, en el que Remo había querido fundar Roma siglo y cuarto antes. Ahora se convirtió en la quinta colina de Roma.
Los recién llegados al Aventino, desde luego, no fueron puestos en un pie de igualdad con las viejas familias, pues éstas no deseaban compartir su poder. Las nuevas familias no podían enviar representantes al Senado ni aspirar a otros cargos gubernamentales. Fueron los plebeyos, palabra latina que significa “gente común”.
jueves, 10 de marzo de 2005
Pompeya
Me mira de arriba abajo y asiente con cauteloso orgullo.
-Durante 19 años. La amamante, la lavé, la desteté, la enseñé a comportarse como una romana aunque yo no lo sea. Y la enseñé a ser una mujer…
-¿Para la boda con el Comandante de los Pretorianos, Marco Aldio?
- Fui testiga de cómo se organizaba esta boda, aquí, en Pompeya.
-¿Fue un compromiso por amor o por intereses políticos?
-Por las dos cosas, claro.
No me conformó con su respuesta. Es tan ovbia que no me aclara nada.
-Eso no contesta a mi pregunta. ¿Amaba al esposo que le asignaron?
-Eso depende de lo que signifique amor para ti…
- Acabo de sacarte de tu celda y no me estas ayudando nada.
- ¡Solo para esta entrevista y no he hecho nada para merecer la cárcel!
- Estás presa por ayudar a romper un contrato matrimonial.
- Estoy presa por ayudar a mi señora.
- ¿A que hora empezó todo?
- En la madrugada. Estaba amaneciendo. Había habido temblores toda la noche y la gente estaba asustada pero nadie había elegido irse aún. Parecía que todo quedaría en un susto y mi señora y yo decidimos que tenía que ser ese dia.
- ¿Y como burlasteis la vigilancia? ¿No puso Plinio esclavos que custodiasen a Savia?. Se que su padre conocía sus intenciones…
- Si pero los evitamos.
- Continua…
- Conseguí que un par de esclavas nos ayudarán a despistar a los guardias. No nos costó mucho trabajo. Son dos jóvenes muy hermosas y el vino hizo el resto. Estaban borrachos.
- ¿Y el carro?
- El tendero Craso nos los regaló a condición de que quitáramos los distintivos de su negocio. No quería problemas si resultabamos atrapadas. Pero quería mucho a la señora.
Aún no me explicó como consiguieron pasar en un carro con las calles atestadas de gente, huyendo para intentar escapar a la catástrofe. Algunos supervivientes me han confirmado que las calles de la parte baja de la ciudad estaban intransitables casi desde el principio pero está claro que en la parte “rica” de Pompeya, la población debió tomarse las cosas con mucha más calma. Al parecer, a la caida de la noche, se divisaban ya altísimas lenguas de fuego surgidas del Vesubio, pero la gente las atribuía a los incendios en las casas de los campesinos de la comarca. Luego, los pompeyanos se entregaron a un sueño profundo, del que pronto fueron despertados, cuando la lluvia de Lapillo (fragmentos de lava), cada vez más espesa, obstruía los accesos de las casas...y empezaba a amenazar sus vidas.
- Sigue
- Hummm…hubo muchos temblores, sacudidas violentísimas que hacían vibrar las casas hasta los cimientos, de modo que, cuando conseguimos sacar el carro de la tienda de Craso, vimos a la gente en la calle, con cojines en la cabeza, por miedo a los derrumbes y a la escoria.
- ¿Visteis a alguien muerto en aquel momento?
- Un hombre intentaba andar, ayudado por dos esclavos, pero cayo redondo al suelo.
...Posiblemente muerto por el aire saturado de cenizas que le obstruyó las vias respiratorias supongo, y que le bloquearía la traquea que, según mi preceptor en Grecia, era estrecha y podía inflamarse con facilidad. Muchos de los cuerpos que hemos encontrado fuera estaban intactos, como sumidos en un profundo sueño.
- ¿Y que hicisteis para conseguir atravesar las calles?
- Atravesamos por la Hacienda de Lúpulo. Supuse que las puertas estarían abiertas porque los amos están en Campania y los esclavos intentarían ponerse a salvo. La puerta de atrás comunica directamente con la via de la playa.
- ¿Y que visteis allí?
- Animales marinos muertos; por docenas. Y sobre todo, una nube negra y amenazadora, desgarrada por sesgados fogonazos con resplandores del incendio que provocaban los fragmentos de lava ardiendo que caían desde el cielo…
La esclava hace una pausa. Es la primera vez que veo en sus ojos el resplandor de un sentimiento relacionado con la catástrofe; un atisbo de miedo en sus ojos, quizá un mal recuerdo. Pero, subitamente, alza la vista y continua.
- Un jinete, con la pluma blanca de los mensajeros, atravesó la calzada que corría paralela a la playa a toda velocidad. Probablemente iba a pedir ayuda a Miseno. Seguimos avanzando y en algunas zonas había más de un palmo de ceniza en la calzada. Alcanze unos pañuelos que había recogido a toda prisa y le alargé uno a mi Señora.
- Y los edificios ¿resistían?
- Los menos. Varios se habían venido abajo y la pared de uno de ellos había caido encima de un niño, al que la madre trataba de rescatar tirando desesperadamente de su brazo. Lo más seguro es que ya hubiera muerto. Y la madre moríria tambien pues estaba tosiendo, y esputaba sangre sin parar...
Juraría que un atisbo de melancolia apareció en sus ojos. Pero no debería despistarme. Había venido a averigurar cómo consiguió huir la hija de Plinio Falco y faltar a su compromiso de casamiento, y no a averigurar que pasó exactamente en Pompeya los dias 9 y 10 después de los idus de Augustus. En cualquier caso... ¿que había de malo en averigurar lo uno a través de lo otro?.
Continuará...
Los dias 24 y 25 de agosto del año 79 D.C. las ciudades de Pompeya, Herculano, Stabia y Oplontis fueron sepultadas a causa de la erupción del volcán Vesubio. Los arqueólos han recuperado o identificado 1.047 víctimas.
miércoles, 9 de marzo de 2005
In hoc signo vinces
Las clases sociales en la Roma Imperial
En lo alto de la escala social estaban los Honestiores, etimológicamente, “los ricos”. Estos, a su vez, podían pertenecer a dos clases diferentes: al orden senatorial, si la suma de sus terrenos y bienes superaba la cifra de 1.000.000 de sestercios, lo cual era dificilísimo en aquel tiempo; y los pertenecientes al orden ecuestre o caballeros, que conseguían su carné de socio justificando "solo" 400.000. Los privilegios de unos y otros estaban perfectamente delimitados. Los pertenecientes al orden senatorial administraban las antiguas magistraturas romanas y pasaban a ser senadores después de desempeñar diversos cargos de menor entidad. Se distinguían externamente por llevar sandalias rojas y por el uso de la toga laticlavium, llamada así porque estaba realzada con una gran banda púrpura en los hombros. Los que se inscribían dentro del orden ecuestre constituían el tramo inmediatamente inferior, una especie de nobleza de segunda división, y se caracterizaban por la toga augusticlavium, que incluía una franja también de púrpura, un poco más estrecha y un anillo de oro.
Inmediatamente debajo de los dos grupos anteriores, estaban los humilliores, literalmente, los pobres. Esta categoría era un poco engañosa porque en ella tenían cabida, por ejemplo, todos los propietarios que no llegaran a esos 400.000 sestercios, con lo que se podía ser pobre legalmente y tener una fortuna de 399.999. Lo que realmente les singularizaba como clase, es que tenían vedado el acceso a las magistraturas, cargos públicos o destinos militares de importancia y sus únicas maneras de progresar en la pirámide social romana, era jugándose la vida para conseguir ascender por méritos de guerra o, si uno creía que no había nacido para la milicia, pegando lo que ahora conocemos como un “braguetazo” con algun@ patrici@ ric@.
Lo único que tienen en común todas las categorías anteriormente señaladas, es que a todos sus integrantes les asiste el Derecho de ciudadanía que, entre otros privilegios, incluía la posibilidad de ganarse la vida como soldado en las legiones romanas (para las fuerzas auxiliares no hacía falta ser ciudadano) y la Provocatio Ad Populum, o posibilidad que tenían los ciudadanos romanos que resultaran detenidos en cualquier lugar del Imperio, de ser juzgados en Roma, ante un tribunal romano.
Entre los no ciudadanos tenemos dos categorías: Libertos y esclavos. A los libertos no se les conocía así por el hecho de llevar pantalones vaqueros sino porque en algún momento de su vida fueron cautivos, y su dueño les declaró libres mediante el acto de la manumissio, como recompensa por los servicios prestados durante su vida o algún tipo de circunstancia especial que, a los ojos del amo, lo justificara. La manumissio generalmente se ejecutaba en el testamento y los beneficiados solían ser obreros especializados o preceptores de jóvenes o niños.
Los esclavos eran el escalón más bajo de la escala social y, en sentido estricto, no tenían la categoría jurídica de persona. Podían llegar a esa situación como consecuencia de guerras, impago de deudas o por ser hijo de esclavos. Eran trasmisibles por contrato, debían obediencia total a su señor, no tenían prácticamente ningún derecho y sin embargo, lo que sí tenían, eran grandes posibilidades de morir por un arrebato de su propietario. Los esclavos valiosos a causa de sus habilidades, recibían un trato más misericordioso porque, en el fondo, formaban parte del capital de su patrono, el cual probablemente no estaría dispuesto a tirar piedras contra su propio tejado. Un esclavo con alguna habilidad especial, ojos bonitos o caderas firmes podía alcanzar un precio absolutamente astronómico. Con el paso de los años se constató un cierto relajo en las condiciones de vida de estos pobres seres, concediéndoles por ejemplo, la posibilidad de administrar un pequeño dinero que el patrón estaba obligado a darles, el pecullio o estableciendo la prohibición de azotarles sin motivo, etc.
Dos curiosidades: Con la llegada del cristianismo, y su efecto liberalizador para la rígida sociedad romana, las manumisiones llegaron a tener un carácter tan masivo, que el Emperador Tito se vio obligado a restringirlas a cien por testamento, al parecer porque los campos se quedaban sin brazos para trabajarlos. Por otro lado, el personaje más famoso que recurrió a la provocatio ad populum fue el apóstol San Pablo. Después de su quinto viaje, ya en Jerusalén, fue prendido por los romanos a instigación de los judíos, pero consiguió que le llevaran a Roma para ser juzgado. Allí estuvo preso dos años, hasta que, en el marco de las persecuciones de Nerón, le cortaron la cabeza en el 67 D.C. Dicen que el martirio le sobrevino en un lugar que luego se conocería como “las tres fontanas”, a causa de los tres golpes que dio su cabeza en el suelo cuando se la cortaron, y de las tres fuentes que surgieron a continuación.
lunes, 7 de marzo de 2005
Masada, la Numancia Judía
Tres años antes, en el marco de las terribles guerras que asolaron Judea, Jerusalén caía por fin. Vespasiano, una vez asegurada la capital, partió hacía Roma para presentar sus credenciales a la sucesión del Imperio y dejó a sus legados para que remataran, militarmente hablando, la faena. Tras el derrumbe de la resistencia en la capital, los romanos tomaron otras fortalezas como Herodium o Maqueronte. Pero 967 zelotes, seguidores de la secta más fanática del judaismo, consiguieron atrincherarse en una meseta de unas diez hectáreas de superficie, y rodeada de escarpadas rocas. Su nombre era Masada.
Flavio Silva llegó al pie de la colina y, al primer vistazo, concluyó que tomar Masada iba a ser prácticamente imposible. La fortaleza se alzaba en lo alto de una colina delimitada por altos acantilados, con la cima prácticamente plana, y con tan solo dos accesos viables de escalada; uno al sur, que estaba bien defendido por los zelotes y otro al norte, prácticamente un camino de cabras, por donde los hombres deberían ascender en fila de a uno. Militarmente, cualquiera de las dos opciones era un autentico suicidio. Silva, intentó trasmitir a sus superiores en Roma la conveniencia de rendir el asentamiento por hambre. Pero a conocimiento de los romanos llegó la noticia de que los sitiados tenían reservas casi ilimitadas de alimentos y agua, lo que complicaba aún más el asedio. Además, no sentaría muy bien al prestigio imperial el cerco prolongado de un núcleo insurgente enemigo. Eso podía interpretarse como una derrota parcial, y puede que hiciera creer a los judíos que aún tenían una oportunidad de liberarse del yugo romano. Había que tomarla al asalto.
Pero ese asalto representaba, técnicamente hablando, un desafío colosal. Los romanos, excelsos ingenieros, estaban acostumbrados a construir rampas para superar los fosos que solían rodear a las fortificaciones, pero ahora se planteaba el problema contrario: Había que construir una rampa para ascender, no para rellenar. Flavio Silva cercó Masada con un muro y comenzó los trabajos de la rampa. Flavio Josefo, que fue uno de los más significados jefes judíos en Jerusalén y que luego se convirtió en colaborador de los romanos e historiador de gran renombre, cuenta que no quedó un árbol en pie en 17 millas a la redonda, y que las piedras para reforzar la estructura se traían a lomos de asnos que expiraban extenuados a causa del esfuerzo. 7 meses después, cuando por fin se terminó la colosal rampa, el primer legionario romano que puso el pie en la cima de Masada, no vio sino cadáveres. De 967 personas, se habían suicidado todas menos 7 (2 viejos y cinco niños) que estaban escondidos en una de las cisternas del agua.
El jefe de los Zelotes, Eleazar, fue al parecer el que propuso la idea del suicidio colectivo; “Nos aguarda la esclavitud y el tormento si el enemigo nos atrapa vivos. Considerar que nos asiste la fortuna, pues el destino nos permite aún ser los dueños de nuestra propia muerte”. Se eligieron 10 personas por sorteo que se encargaron de matar a los demás. Cuando sólo quedaron ellos, un nuevo sorteo decidió quien sería el que, tras ayudar a morir a sus compañeros, se suicidaría ya sólo…
En 1963 empezaron excavaciones en la zona para comprobar que había de verdad y cuánto de mito en las historias de Flavio Josefo. Se encontraron armaduras, espadas, amuletos, catorce pergaminos con citas prácticamente iguales a algunas contenidas en el antiguo testamento…y once trozos de cerámica, en cada uno de los cuales había escrito un nombre; en uno de ellos aún puede leerse “ELEAZAR BEN YA’IR”.
Hoy, veinte siglos más tarde, los reclutas del ejército de Israel suben a Masada para manifestar su juramento de lealtad al estado judío. Una vez en la cima, el soldado mira hacía los restos de la rampa y afirma solemnemente “Masada, no volverá a caer”...
Breve historia de Roma para la hora del café (III)
Ya hemos llegado al 642 A.C…