martes, 2 de septiembre de 2008

Guadalete, 18 - 26 de Julio del 711 d.C.

Insisto en mi teoría de que “todo lo que no es tradición... es plagio”. Como bien enuncian los muros de la Real Academia de la lengua de España, la historia de la humanidad gira en torno de la letra “v”... una sucesión de vicios, vanidades y veleidades, salpicados por pequeños instantes de virtuosismo. Entre los primeros, uno del que no podemos escapar: dar por obvio lo incierto y lo no contrastado. Para muestra un botón: La wikipedia, que es, en el fondo, un buena proposición participativa que está dando unos resultados aberrantes en lo cultural... presenta muy ufana el siguiente enunciado en su artículo sobre nuestro Rey, Felipe II: “Ejemplos reseñables de su meticulosa administración son: La Grande y Felicísima Armada, de la que se conocía hasta el nombre del ínfimo grumete, mientras que los ingleses no tienen noticia cierta ni siquiera de todos los barcos que participaron” (sic)

Claaaaaaro... Seguro que nuestro ¿buen? Rey no tenía otra cosa que hacer que repasar los estadillos de las tripulaciones una por una, (los tripulantes cambiaron frecuentemente de barco para completar las bajas por deserciones o por enfermedades...) o aprenderse los nombres de los marineros de carrerilla (la marinería de la Armada invencible superaba los 9.200 hombres...) y todo esto con especial interés por los grumetes (palabro de origen inglés que, en cualquier caso, data de cerca de cien años más tarde...) Mis respetos al erudito que nos “ilumina” con comentarios de semejante calado... tan solo, una cosilla... Para verter opiniones o metaforear sobre historia o sobre cualquier otra cosa existe un instrumento llamado blog cuyo principal interés es servir de vehículo para hacer literatura. Úsalo, por favor, y evita la posibilidad de que cualquier preadolescente haga un cortar – pegar sobre tu vínculo y se juegue su nota media...

Pero, como todo se pega menos la hermosura, un verdadero aluvión de hechos históricos se representan con aluvión de detalles que, sinceramente, asusta; y una de las etapas históricas en las que más abundan, a causa de la falta de fuentes fidedignas y un escaso interés (hasta hace bien poco) por los historiadores más importantes, es el periodo visigodo de la península ibérica. El cenit del desconocimiento es, desgraciadamente, el suceso que pensamos puso fin a la supremacía de este pueblo en nuestros lares: La batalla de Guadalete.

Por desconocer, lo desconocemos casi todo: Este enfrentamiento responde a los variopintos nombres de batalla de Guadalete – ya mencionado – batalla de las lagunas de Janda, batalla de Lacea o incluso batalla del río Barbate lo que nos demuestra muy a las claras que no tenemos la menor idea de donde sucedió concretamente. La fecha también nos es desconocida; los estudiosos proponen una orquilla entre el 18 y el 26 de julio, con opiniones para todos los gustos... ¡Inclusos algunos se curan en salud defendiendo que duró la totalidad de esos días, como si fuera una suerte de fiesta patronal...!

Al menos, está más claro a que respondió el enfrentamiento. Tras la muerte del rey visigodo Witiza, se entabló una especie de paz tensa entre los seguidores del difunto, encabezados por el Conde de Ceuta, Don Julián, y los alineados en el bando del sucesor de “el Witi”, Don Rodrigo. Semejante estado de guerra fría no podía durar así que los witizanos facilitaron el cruce del estrecho de Gibraltar a las tropas norteafricanas del gobernador Musa Ibn Nusair, encabezadas por el molón caudillo bereber Tariq, con la esperanza – ya veremos que bastante vana – de que les ayudaran a devolver las cosas a su estado original, es decir, conmigo mandando...

Las antiguas crónicas están más o menos de acuerdo en que los efectivos de Tariq no debían ser más de 7.000 hombres, un número que resulta algo engañoso porque se trataba de fuerzas fogueadas en combate, y que incluían una mayoría de caballería muy móvil, experta y resuelta. Rodrigo, que se encontraba por entonces intentando reconducir sus relaciones con los vascones a fuerza de palos, tuvo que dar media vuelta apresuradamente y “bajar” por la península recogiendo por el camino a todo aquel que estuviera en condiciones de empuñar una espada; las crónicas defienden un ejército visigodo de unos 90.000 hombres, lo cual es un completo y absurdo despropósito... los ejércitos visigodos nunca fueron excesivamente numerosos y en aquel momento la península acababa de salir de una sucesión de malas cosechas, lo que no permitiría acumular grandes contingentes. Es más fiable – y prudente – establecer una estimación de alrededor de 12 o 15 mil hombres, cifra en todo caso superior al de sus contrincantes.

Mientras Rodrigo bajaba por la nacional, a los soldados bereberes les dio tiempo a hacerse una idea más o menos compleja de qué era aquello a lo que se enfrentaban gracias a las indicaciones witizanas y se libró un primer enfrentamiento en el que canearon sin compasión a Sancho, sobrino de Don Rodrigo que habría salido a su encuentro. Más tarde, es posible que las avanzadillas de ambos ejércitos se tantearan mutuamente y, a media mañana – según la tradición – las dos vanguardias chocaron violentamente.

A partir de aquí, tenemos el único dato más o menos indiscutible: los seguidores witizanos, comandados por el obispo Oppasarzobispo de Sevilla y hermano del difunto rey – o bien abandonaron la batalla tan ricamente, o incluso cambiaron de bando sin ponerse ni coloraos... Algo se debía imaginar Rodrigo cuando no quiso – de esto tambien hay alguna evidencia – que en el centro de su formación hubiera seguidores de este religioso sin escrúpulos. El caso es que el Rey, se vio de pronto solo, en inferioridad y no pudiendo resistir más, tuvo que asistir a la desbandada de la mayoría de sus tropas.

En este punto se vuelve a apuntalar la incertidumbre; el cuerpo del rey nunca se encontró y parece ser que se buscó a conciencia. Mientras varias partidas a caballo recorrían la zonas buscando supervivientes o seguidores del monarca, el grueso de las fuerzas invasoras avanzó hacia Toledo, capital administrativa del reino que, desprotegida, cayó en el 714 d.C. En el tiempo que medió entre la batalla y la caída de la capital debieron de pasar muchas cosas pero, fundamentalmente, la mayoría hispano romana y la minoría judía empezaron a pensar que quizás no les fuera tan mal con los nuevos visitantes; al mismo tiempo, los witizanos no consiguieron recabar apoyos de las élites godas, muchas de las cuales habían huído hacia el norte y, para cuando quisieron darse cuenta, unos 18.000 hombres más reforzaron a los de Tariq con lo que la suerte de la península estaba, ahora sí, definitivamente sellada.

Por último, nos queda indagar la suerte de D.Rodrigo, el Rodericus de los cronistas. Se da por sentado que huyó malherido y que intentó llegar a Toledo por una ruta alternativa, y que las partidas que Tariq lanzó en su busca no consiguieron encontrarle; esta “romántica” visión tiene escasa verosimilitud pero, curiosamente, en un pueblo portugués cercano a ciudad Rodrigo se encontró una tumba con la inscripción “HIC REQUIESCIT RUDERICUS REX GOTHORUM”. Más hermosa es la leyenda que situa al rey godo en las inmediaciones del pueblo onubense de Sotiel, llorando su derrota en una desvencijada iglesia y, a la postre, esperando su muerte. Y algo debe de haber cuando, si pasas por el pueblo en la actualidad, es francamente difícil no encontrarse con alguien que se llame Rodrigo...
Afortunadamente uno de los "nuestros" resistiría sin desmayo al invasor... el inventor de la mutua y del seguro a terceros... Pelayo.

2 comentarios:

Turulato dijo...

Divide y vencerás

Ann dijo...

Una vision alternativa, sorprendente y muy argumentada acerca de que sucdio realmente en el 711. Par air abriendo boca: ¿quienes vinieron a Hispania en el 711: bereberes,arabes, godos, germanos diversos, cristianos, musulmanes... a luchar a favor de quién y por qué?

http://historia.forogratis.es