lunes, 28 de febrero de 2005

Pirro, el gran perdedor

Entre los militares más conocidos de la antigüedad destaca, sin duda alguna, la figura de Pirro, general griego que derrotó a las legiones romanas en varias ocasiones y que estuvo a punto de hacerse con la parte meridional de la península italiana, allá por el principio del siglo III A.C. Su aprendizaje lo llevó a cabo con el Rey macedonio Demetrio I Poliorcetes, y participó como soldado en la batalla de Ipsos, dentro de las huestes de Alejandro Magno. Cuando inició su reinado, en el año 295 A.C. se marcó como objetivo extender los límites de su reino hacia Macedonia pero como quiera que las cosas no le marcharan como debieran, pasó a fijar su atención en la península italiana.

En el año 281 A.C. atendiendo una petición de los tarentinos, sammitas y lucanos, todos ellos pueblos con los que Roma se encontraba en guerra, reclutó un fuerte ejercito en su reino Epiro y con la ayuda de otros territorios aliados de Grecia, se dirigió a Italia por mar, al mando de 25.000 hombres y 50 elefantes. Después de algunas escaramuzas victoriosas, se encontró con el grueso del ejército romano en la ciudad de Heraclea donde derrotó a varias legiones y unidades auxiliares de aliados latinos de Roma. Después pasó a Sicilia, de donde llegó a expulsar a los cartagineses. En el 279 A.C. libró otra gran batalla en Asculum en la que, a pesar de imponerse de nuevo, perdió muchos hombres y gran parte de sus oficiales. Cuando alguien se le acercó y le felicitó por su victoria, dijo “Otra victoria como esta, y tendré que regresar al Epiro”. En el 275 A.C. tuvo que hacer frente a un ejército combinado de dos cónsules romanos en Benevento donde logró un empate técnico, de nuevo a costa de fuertes pérdidas.

Pero a pesar de las victorias militares, su posición era cada vez más difícil porque perdía muchos hombres en todos los enfrentamientos y casi no le llegaban refuerzos de Grecia. Además sus aliados en Italia se mostraban cada vez más reticentes a apoyar su causa. Así, tras enterarse de que su reino estaba amenazado a causa de las luchas entre espartanos y macedonios, regresó a Epiro en el 272 AC, donde en el curso de unas batallas menores, al entrar en una ciudad conquistada, una mujer consiguió acertarle en la cabeza con una teja, y lo mató.

Pirro fue tan gran general, como mal estratega. Incapaz de aprovechar sus victorias para variar el curso de los acontecimientos, se mostró como un inútil a la hora de explotar el éxito de una sola de sus conquistas. Su huella histórica se reduce a la utilización por vez primera de elefantes en la península italiana y al acopio en su nombre de la expresión “Victoria Pirrica” que hace referencia al triunfo que se consigue a un precio excesivo.

PD: En la batalla de Heraclea, Pirro fue sistemáticamente atacado por soldados romanos que le identificaban a causa de su vistosa indumentaria. Éste se cambio de ropa con uno de sus generales, que murió poco después a causa de una lanzada. Por las filas Epirotas corrió la voz de que su gran líder había muerto y comenzó la desbandada general, así que Pirro tuvo que ponerse otra vez sus ropas e ir por todo el frente gritando que aún seguía con vida.

viernes, 25 de febrero de 2005

El esclavo músico

Elio entró en la sala del brazo de Saustio, algo acobardado por la situación y con un paso inseguro que dejaba traslucir claramente su estado de ánimo. Jamás había visto una sala tan grande y jamás le habían pedido que fuera a una cena. En realidad, cualquier cosa que fuera salir del campamento legionario, no dejaba de ser una pequeña aventura para él. Un sirviente les recibió y les indicó su sitio en los triclinios de la parte más alejada de la sala, ya que no formaban parte del núcleo principal de invitados. Una vez llegados a su lugar, otro sirviente les trajo una vasija con agua, para que se lavaran las manos y la cara, y les dejó en el suelo un cuenco con esencia de pétalos de rosa.

Mientras su compañero terminaba su enjuague, Elio se detuvo a observar el aspecto del gigantesco salón en el que, Aulo Grecio, el Gobernador de la Germania Superior, celebraba su victoria. La habitación era sencillamente descomunal. Hubiera podido acoger sin dificultad al doble de invitados de los que en ese momento, disfrutaban de la hospitalidad de Grecio. Como era habitual, la estancia no tenía ventanas pero se habían practicado unas pequeñas aberturas en la pared, aptas para ventilarla sin problemas, y las grietas quedaban disimuladas con unas celosías de madera de citro. Habría por lo menos 30 triclinios, de todos los tamaños y colores, donde al parecer del Gobernador, se acomodaba lo mejor de la sociedad romana de las provincias del Rhin. Ni uno solo de ellos sobreviviría una semana en el campamento de la X, pensó Elio.

De pronto, el mayordomo dio una palmada y unos esclavos cubrieron con unas pantallas las lámparas de aceite que, sobre pedestales, dominaban el ágape, de manera que la penumbra invadió la habitación. A Elio le pareció que Saustio aprovechaba para intentar introducir la mano en la entrepierna de una Dama Romana que se acomodaba en el diván contiguo. En todo caso, parecía que la matrona no ponía muchos reparos. Elio frunció el ceño con una mueca de disgusto. Sabía que aquello empezaba a ser normal en Roma, pero aquí, a 50 millas de los bárbaros…

Súbitamente, la música empezó a sonar. Elio se extrañó; había oído que no era normal que la música abriera los banquetes. Generalmente se esperaba hasta que los comensales hubiesen consumido una generosa cantidad de vino. Encontrar buenos músicos era un trabajo difícil fuera de Roma, así que, bajo los efectos del caldo todo parecía mejor de lo que realmente era. Elio intentó identificar los instrumentos pero apenas conocía alguno. Saustio, hábil estudioso de todos los placeres de la vida, le inquirió:

- No tienes de idea de lo que es cada cosa ¿verdad?...
- En Maguncia no solemos entretenernos como vosotros…- dijo Elio, con una clara muestra de disgusto. – Tenemos cosas más importantes en que pensar – espetó, intentando cortar la conversación. Pero Saustio no se dio por aludido y se acercó aún más al Optio, con lo que se hizo perceptible por su aliento, que había abusado del vino aguado.
- ¡Tienes razón! A veces los romanos de a pie olvidamos quienes son los grandes héroes que nos permiten dormir tranquilos – dijo con indisimulada sorna – No te preocupes muchacho, ¡Aquí esta el viejo Saustio para enseñarte! – y pronunciando un sonoro eructo, dio una clamorosa palmada en el trasero a su compañera de cena.

Elio contemplaba a su acompañante con cierta dosis de vergüenza ajena pero a los comensales no parecía irritarles la conducta del viejo mercader de paños. Saustio se acercó aún más a Elio, y sin sacar la mano de debajo de la túnica de la mujer, empezó a detallarle los nombres de los instrumentos de los músicos. Uno de ellos, un negro enorme, llevaba un tubo de hueso con unos agujeros por los que pasaba los dedos y que emitía un sonido extraordinariamente grave. Al parecer su nombre era Oboe. Su compañero de la derecha portaba un instrumento parecido, aún más grande, y hecho enteramente de metal, que atendía al nombre de tuba. Un joven alfeñique, que no tendría más de doce años, tocaba algo que a Elio le pareció una flauta, pero que Saustio le definió como Fidula, atendiendo a que se componía de dos tubos en vez de uno. Dos hombres con aspecto claramente afeminado tocaban una citara y un arpa, instrumentos estos que el mercader estimó imprescindibles en cualquier celebración que quisiera codearse con las de la capital del Imperio. Aparte, a Elio le llamó la atención un joven que tocaba un instrumento de madera, una especie de flauta pero más larga y achatada. El muchacho tenía un aspecto fantasmal; no había ni un halo de emoción, ni de expresividad en su cara, ni en su mirada. Pero no parecía que sufriera, tan solo parecía un muerto…un muerto con los ojos abiertos. De pronto, los músicos dejaron de tocar, el joven cerró los ojos y la flauta empezó a emitir un sonido, agudo pero tenue y apagado, que a Elio le pareció precioso…

- Eso es un Aulo… y no lo toca cualquiera, hijo. En Roma le pagarían 10 denarios al menos por una noche… ¡Y hasta 20 si luego fuera complaciente con la dueña de la casa! El chico parece de Galia, y no esta nada mal...lástima que solo sea un esclavo ¡Quizás mañana ya no esté vivo para tocar! - Y se dejo caer en el triclinio con la sonrisa estúpida del que está convencido de que acaba de decir algo muy gracioso.
El legionario fijó su mirada en el esclavo, que seguía con la cabeza baja, entonando la música más maravillosa que había oído nunca y probablemente fue el único que se dio cuenta, de que las lagrimas empezaban a cubrir la cara del muchacho.

Fragmento del libro “La hija del árbol” – Terence Sallderd
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En la Roma Antigua se utilizaban instrumentos prácticamente iguales a los griegos. Además también heredaron de ellos su teoría musical y sus escalas. Además, se sabe que, en las celebraciones y festejos, la música era muy importante. Incluso un mal Emperador, como Nerón, era un músico aceptable. Sin embargo, de toda la música romana, solo nos quedan cuatro compases mutilados de un drama llamado "Hecyra" y que fue compuesto en el 165 AC. Dura 24 segundos...y puedes oirlo en:

http://polaris.ccu.umich.mx/univ/publica/contacto/ene98/musan1-2.ram

Hasta el lunes. Feliz semana.

jueves, 24 de febrero de 2005

Bilingüismo deportivo

Cuando un futbolista extranjero llega a nuestro país, sus compañeros de vestuario se aplican en enseñarle sus primera palabras en español. Y estas, invariablemente, consisten en cuatro, cinco o seis insultos, para que el hombre pueda manejarse en sus primeras interrelaciones deportivas. Y que conste que los foráneos deben tener más facilidad con el idioma que nosotros, porque impresiona ver al búlgaro o al yugoslavo de turno manejarse en perfecto castellano con el árbitro, con los jueces de línea, con el contrario… ¡da gusto verlos! Para que luego digan que no hay mestizaje. Pero ¿Seríamos nosotros capaces de hacer lo mismo, digamos, en la antigua Roma?

Imaginaos. Coliseo de Roma. Sábado por la noche. Las gradas abarrotadas para ver el partido de la máxima rivalidad: Romanos vs. Sabinos. Prácticamente un derby. Uno de nosotros acaba de fichar por el Roma, es nuestro primer partido y la afición espera el primer encuentro de esta nueva temporada, optimista y sobre todo, ilusionada. Los compañeros no han dado unas pequeñas nociones de latín, para ir tirando, pero la verdad es que las hemos oído a salto de mata en el vestuario y ya no nos acordamos de nada. En fin, supongo que cuando llegue el momento, algo nos saldrá.

El arbitro ya esta sorteando el campo. Saludos iniciales, apretones de manos. Mientras calentamos, empezamos a mirar en dirección al campo contrario y nos fijamos en las estrellas de los sabinos. Y ahí está Marco Ronaldus ¿pero este no estaba lesionado? Joder, la que nos va a caer... Para esta situación tenemos dos opciones “Edepol” es una expresión, más que un insulto, que viene a significar “caramba” o “caray” y se consideraba incluso elegante. Las mujeres decían “ecastor”. La otra opción sería “Vae” que es algo así como “joder” pero en un tono algo victimista.

Empieza el partido. Los jugadores empiezan a tocar el balón en el medio del campo, pero sin crear peligro. De pronto, un balón queda dividido ¡y viene hacia ti! Corres hacía el balón, sorteas un par de defensas, te preparas para el disparo, tiras y… ¡Fueeeera! Para esta situación de frustración, viene como anillo al dedo “¡Verpa!”. Se trata de una expresión que es más un signo de desprecio. Se refería al pene, al parecer solo en estado erecto y con el prepucio retirado hacia atrás. Tenía connotaciones homosexuales.

Bueno, no pasa nada, queda mucho partido. Hay que seguir trabajando y seguro que, en un despiste, nos llega otra oportunidad. En estas, vemos otro balón sin dueño, ¡a por él! ¡Este no se me escapa! Meto la pierna con fuerza y…vaya patada que me he llevado. Me retuerzo de dolor en el suelo y además, juraría que el cabr... del equipo contrario ha dejado la pierna adrede. Aquí el abanico es más amplio; En el momento de echarnos mano a la rodilla, podríamos decir “Cacat” que creo que esta claro que significa “Mierda” o “Mentula” que significa “Polla”. Si Mientras miramos al contrario, vemos que nos dedica una sonrisita de soslayo, podríamos obsequiarle con un sonoro “Mentecat” que etimológicamente es “Cabeza de mierda”, un clasico "Fellator", literalmente "Soplapollas" o un elegante “Asinus Stultissimus” que viene a ser “Mono imbécil”.

El partido sigue. Los Sabinos estás más frescos que nosotros, presionan más arriba y nos están encerrando en nuestro campo. Te diriges a tus compañeros, les pides más entrega, más fuerza…¡que parecemos crios! – les dices. En estas, uno de los Sabinos sube por la banda, llega a la altura del banderín de corner, centra y ¡Gol! ¡Goooool de Raulus!. Bueno, si quieres intentar motivar a los de tu equipo con el socorrido método de llamarles mariquitas deberías utilizar “Androgynus” que es algo así como llamarlos “Blanditos”. En el momento del gol quedarías de miedo si pronunciaras la expresión “dac ut Vivas” que palabra por palabra sería “Mierda de vida” pero también podría interpretarse como el castellano “Empezamos bien…”.

Estamos casi al final del partido. Mis compañeros y yo mismo estamos rotos, destrozados. Esto no hay quien lo levante, ¡si es que en campos de tierra no sabemos jugar!. De pronto, una entrada subida de tono; que si que pasa, que si no pasa nada, que a ver si saco la mano a pasear… y se forma el cristo. La tangana te pilla al otro extremo del campo. Te lanzas como un poseso a ayudar a tus compañeros. ¿Qué podrías decirles a los contrarios mientras te cruzas el coliseo a todo correr?...Pues un montón de cosas pero, como a estas alturas ya no hay que preocuparse por el qué dirán, tenemos tres expresiones que son tres verdaderas perlas: "Canis matrem tuam subagiget" que es algo así como (me da hasta vergüenza...) que un perro se hacía a tu madre, "Plenus stercoris est", es decir “Eres un mierda total” y la mejor de todas, “Matris futuor” que como se puede intuir viene a ser que tu madre sale por las noches sin tu padre.

Hasta mañana…que empieza "URGENCIAS"

martes, 22 de febrero de 2005

Breve historia de Roma para la hora del café (I)

Una leyenda...

Cuentan que en los Montes Albanos, al sudeste de la llanura del lacio y cerca de la desembocadura del río Tíber, se creó Alba Longa, la primera ciudad de los latinos, fundada por Ascanio, que era hijo natural del héroe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus. Después de la derrota troyana, Eneas llegó a Italia y se desposó con Lavinia, hija del rey latino. De ellos descendió más tarde Numitor, rey de Alba Longa que fue destronado por su hermano Amulio, quién para privarlo de descendencia y quedarse definitivamente en el poder, asesinó a su sobrino y, confinó a la hermana de este, Rea Silvia, al servicio de la diosa Vesta. Pero ¡Hay!, sucedió que Marte se enamoró de ella y de su unión nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo. Al enterarse, Amulio ordenó que arrojaran a los hermanos al río Tíber en una cesta, pero debido a un desbordamiento, Rómulo y Remo acabaron en el Monte Palatino donde una loba, que habría sido enviada por Marte, su padre, los encontró y amamantó. Años más tarde un pastor, Faustullus, los acogió como hijos suyos hasta que los gemelos fueron reconocidos por Numitor, su abuelo, a quien devolvieron el trono tras derrotar a Amulio.

Después de solucionado el embrollo, decidieron fundar una nueva ciudad que Rómulo decidió establecer en el Monte Palatino. Remo había preferido el Aventino pero, tras comprobar que los augurios no le eran propicios, desistió. Rómulo trazó el límite de la ciudad (Pomerium) de forma ceremonial, con una yunta de bueyes blancos que tiraban de un arado, y levantó una muralla de piedra que seguía la línea del surco previamente trazado. Remo, lleno de envidia, quiso menospreciarlo demostrando la fragilidad de su construcción y, sin aparente dificultad, saltó la pequeña tapia. Rómulo se encolerizó tanto, que se abalanzó sobre él y lo mató, diciendo "¡Esto mismo le sucederá a todo aquel que traspase estos muros!". Era el 21 de abril del 753 A.C.

...y algunas realidades.

Desde un punto de vista más objetivo y libre de influencias legendarias, parece probado que esta región fue poblándose de forma paulatina por tribus nómadas alrededor del 2.000 ó 1.500 A.C. es decir, más o menos en el momento en que la edad del bronce comienza en la península itálica. Estos primitivos asentamientos se configurarían como aldeas levantadas en las siete colinas - Capitolio, Quirinal, Viminal, Celio, Palatino, Aventino y Esquilino - y se unirían, tal vez alrededor del siglo VIII. A.C. dando lugar a una primitiva Roma, ya en el comienzo de la edad del hierro.

Basándose en las más primitivas crónicas griegas y en el estudio de algunos yacimientos, se cree que a estás alturas de la historia, ya existía un mundo itálico muy diversificado y en plena evolución. Cuatro pueblos se repartían el territorio: Los Galos en la Llanura del Po, los Etruscos en la parte central y norte de la península, los griegos al sur, en el golfo de Tarento y nuestros protagonistas, los latinos, junto con otros itálicos en las zonas que delimitan el valle del Tíber.

Además, para corroborar la existencia de Rómulo o, al menos, de reyes, en el año 1987 y durante unos trabajos de excavación en el perímetro del Foro, se hallaron dos inscripciones con la palabra latina "Rex" que fueron datadas alrededor del siglo VI. A.C.

Pues bien, ya que conocemos el mito y la realidad de la fundación de la ciudad, estamos listos para saber algo más del primer Rey de Roma y los seis que le sucedieron... pero eso será en otro momento; por ahora creo que vais servidos.

Solo una curiosidad más: Todos vosotros conoceréis la soberbia escultura de bronce que representa una loba amamantando a nuestros protagonistas. Se trata de una obra maestra del arte etrusco, fechada alrededor del 550 A.C. y que además está cargada de simbolismo ya que, en la época de la Roma Republicana e Imperial, presidía las sesiones del senado...pero sin los niños. Estos son un añadido de un artista del Renacimiento.

¡Un Abrazo!

Tonsor y Ornatrix

No... no se trata de dos nuevos personajes del canal Cartoon Networks ni tampoco son dos de los irreductibles galos que resisten ahora y siempre al invasor. En la Roma Imperial, hombres y mujeres tenían la misma preocupación por su apariencia externa que ahora, en la actualidad… bueno…el que la tenga porque yo…

A ver, que me estoy liando; El caso es que, el romano acomodado que quería pasarse al lado metrosexual de la vida, acudía al Tonsor, y la matrona romana que pretendía estar más mona, no tenía más remedio que acudir a la Ornatrix.

Las mujeres primero; Entre las obligaciones de la Ornatrix, además de lavar el pelo, estaba la de confeccionar pelucas con cabello importado de la India. Además se ocupaba de sacar las canas más visibles de la clientas jóvenes con unas pinzas. En cuanto a los materiales, estos eran “un poco menos sofisticados” que los actuales; Para blanquear la cara se utilizaba tiza, para la sombra de ojos era imprescindible la ceniza, para conseguir unos dientes blancos nada mejor que el vinagre... Luego estaba el peinado, que no era asunto baladí; Era obligatorio para una dama romana el recogido de pelo, porque si no, se entendía que iba “pidiendo guerra”. Además la Ornatrix, ejercía de asesora en temas de vestimenta.

El varón, como ahora, estaba más limitado. Hasta los tiempos de Trajano, los hombres se limitaban a raparse con más o menos estilo, y a echarse el pelo hacia delante. Además el afeitado era obligatorio. Pero fue llegar Adriano, dejarse barba… ¡y se armó el Cristo! no había ni un romano que no la llevara.

Imaginaos como eran las herramientas… Entre que se afilaban de aquella manera y que la mayoría de los barberos, excepto los de las clases pudientes, trabajaban en plena calle, al más mínimo despiste podía haber un accidente serio.

Antes de cerrar, dos curiosidades. Primera: Adriano se dejo barba porque no le quedaba más remedio. Tenía una gran cicatriz en la barbilla que le desagradaba y aparte, su cara tenía un desagradable tono azulado, porque se le notaban mucho los capilares. Segundo: Hemos recuperado maquinillas de afeitar etruscas, hechas de bronce; Desafortunadamente no tenemos ninguna romana… porque estaban hechas de hierro y no han llegado a nuestros días.

Adios.

domingo, 20 de febrero de 2005

23 Puñaladas

Es conocido que, Julio César fue asesinado por una conjura de Republicanos acérrimos al mando de Casio y Bruto, el día 15 de marzo del año 44 A.C. Este magnicidio, dejando aparte su innegable importancia histórica, tiene dos aspectos no tan notorios que merecen unos minutos de atenta lectura.

En primer lugar, el asesinato de César propició una de las primeras autopsias documentadas de la historia. Tras el masivo apuñalamiento, su cuerpo quedó tendido en el suelo, al lado de la estatua de Pompeyo que había en el Senado. Lo colocaron en un carro tirado por mulas y lo llevaron a su casa, donde Astintio, uno de sus médicos lo examinó. Suetonio, un escritor contemporáneo a los hechos nos cuenta que el dictador recibió 5 puñaladas en las piernas, 2 en las ingles, 3 en el pecho, 6 en la espalda y… ¡7 en la cara! Curiosamente, sólo una de las que le atravesó la espalda, era mortal de necesidad.

Las fuentes nos dicen que, cuando César entró en la Curia Romana, uno de los conjurados, Cimber Tilio, se le acercó con la excusa de tratar sobre un documento. Cesar lo rechazó pero no pudo evitar que le agarraran de la toga. Aún así, consiguió defenderse y propinó dos cortes a sus atacantes con un estilete. Pero lo que realmente lo desarmó, fue ver a su presunto hijo entre los conjurados; en ese momento no se resistió más y pronunció la famosa frase ¡Bruto, Tu Quoque Filie me! que traducido al castellano viene a ser algo así como… “Bruto, hombre... ¡No me jod..!”. Lo que no es tan conocido es lo que le respondió Bruto: Hic Semper Tirannis, que significa “Así siempre a los tiranos”.

La segunda curiosidad es que la frase pronunciada por Bruto tuvo un segundo momento de gloria. El 14 de abril de 1865 un hombre la gritó en el Ford's Theatre de la ciudad de Washington…en el mismo momento en que disparaba contra Abraham Lincoln.

http://www.el-mundo.es/magazine/2003/182/1048266978.html
Animo, ¡ya queda menos para el viernes!
PD: Vicente, no habrá cerca de tu Tomelloso querido un pueblo que se llama La Alhambra ¿verdad?...Lo digo, porque tiene que ver con calzadas romanas y "cosas". Como ves, no me duermo en los laureles.
Carpe diem

jueves, 17 de febrero de 2005

El desastre de Varo

Elio se movía como una sombra entre los árboles, tan rápido como le permitían las escasas fuerzas que le quedaban. Llevaba tres días huyendo sin parar, resguardándose durante las horas de luz y avanzando en la oscuridad. Tenía marcas de la batalla por todo el cuerpo; lucía cortes en ambos brazos, había recibido un enorme golpe en la sien y la piel de ese lado de la cara se le estaba empezando a poner tumefacta. Un salvaje tajo de una espada germana le había alcanzado el hombro, atravesando la cota de malla y produciéndole una herida que no dejaba de sangrar. En la huida había perdido el casco, y se había desecho del escudo porque ralentizaba su avance. Sólo tenía su espada.

Siguió corriendo a través de un sendero por el que hacía mucho tiempo que no pasaba nadie, a juzgar por la maleza que había invadido el terreno del que un día la desalojaron, y llegó a un punto en el que el camino se bifurcaba. Eligió la opción de la derecha, avanzó un poco más y llegó a un claro. Uno de sus lados, estaba rodeado por un cortado de rocas de muchos pies de alto y cubierto de vegetación. Le pareció que era imposible de escalar. Al otro lado, se abría una zona pantanosa, con algún camino con mucho barro, por el que sería muy difícil avanzar corriendo; pero no tenía demasiadas opciones. Quería salir de ese maldito bosque.

Pero antes, descansaría, aunque fuera unos instantes; sentía que los pulmones le iban a reventar; la herida del hombro seguía sangrando y le producía un dolor que casi no le dejaba levantar el brazo. Se acercó a un enorme roble que se alzaba al pie del quebrado, apoyó en él su espalda, cerró los ojos y, por un momento, se sintió lejos de allí…

Lejos de ese condenado bosque en el que, tres días antes, una horda de germanos les arrinconó en un estrecho paso, les rodeó y les fue exterminando sin compasión, uno por uno. Recordaba como iban marchando tranquilamente cuando se escuchó un enorme clamor. Los asnos se pusieron a rebuznar como locos, y el suelo empezó a retumbar. Cuando Elio giró la cabeza en dirección a los gritos, vio miles de germanos corriendo hacia ellos, la mayoría enormes, algunos casi desnudos, vociferando sus antiguos cánticos de guerra como si estuvieran en trance. Intentó formar con sus compañeros de centuria para cargar contra los atacantes pero comprendió que iba a ser imposible. Con ellos iban muchas mujeres y personal no combatiente y el tren de bagajes no les dejaba maniobrar… Todo era confusión. Pronto, el empuje bárbaro les separó en grupos de diez, quince o veinte hombres. Iban a matarlos a todos.

Recordó cómo apenas le dio tiempo a ponerse el casco, cómo ni siquiera pudo sacar el escudo de su funda, antes de tener que levantarlo para parar el golpe de un enorme querusco y luego otro…y otro. Los guerreros saltaban por encima de los cadáveres de sus compañeros como si no les importara la muerte. ¡Dioses!, Germania estaba casi pacificada… ¿Por qué les atacaban ahora, de regreso a sus cuarteles? ¿No era Arminio un aliado de Roma?.

Todos sus compañeros habían caído. Flaco, su centurión, luchó valientemente con varios enemigos pero no pudo ver a un bárbaro que se le acercó por la espalda y que, de un golpe, casi le cercenó el brazo derecho. Entre varios, consiguieron tirarlo al suelo y una vez allí, fue una presa fácil. Le atravesaron varias veces con sus espadas. Elio no pudo llegar a tiempo para ayudarlo. Habían matado a Flaco, a su centurión, al que le había enseñado a pelear, a comportarse… ¡le había enseñado a ser un romano!... ¡Roma!, ¡Cuánto amaba a Roma…!. Por eso cuando vio que el aquilifer caía la emprendió a golpes con los enemigos que se interponían en su camino y consiguió llegar hasta él. Recogió el Águila de la Legión y luchando bravamente, consiguió llegar a la espesura y escapar de la masacre…

Súbitamente, un ruido le saco de su estado. Alzó la cabeza y vio dos enormes germanos enfrente de él pero… ¿de donde habían salido? Buscó con la mirada una explicación y al cabo de unos segundos acertó a ver un agujero en la maleza. Deberían haber venido por ahí. Tres días huyendo para morir ahora. Instantáneamente, recordó sus años de entrenamiento en Maguncia: tenía que quitar a uno de en medio cuanto antes. Si eran inteligentes, no le dejarían ninguna posibilidad. Uno de ellos salió corriendo hacia él. Mejor así, pensó… de uno en uno. El bárbaro alzó la gigantesca espada cortante y lanzó un enorme tajo de arriba abajo que falló su objetivo por poco, pues pasó rozando la cabeza de Elio. Pero la fuerza de su propio golpe lo desequilibró y su enorme cuerpo se venció hacia delante. El romano no tuvo más que desplazarse lateralmente y lanzarle una estocada en el torso. La hoja se hundió casi completamente mientras el gigante lanzaba un espantoso aullido de dolor y se desplomaba.

El segundo de ellos contempló la escena aparentemente sin inmutarse pero avanzó de manera mucho más cautelosa. No era tan impresionante como su compañero, pero parecía más listo. Se limitó a gritar mientras volvía su espalda contra el cortado y se preparaba para repeler el ataque del legionario. Este comprendió que si no cesaban los gritos, los compañeros del germano acabarían por oírle y vendrían en su ayuda, así que se lanzó contra él, pero su rival era listo y esquivaba bien sus ataques. En un momento del combate, sus espadas se alzaron al unísono, chocaron en el aire y los dos luchadores se agarraron mutuamente por las muñecas, cayendo al suelo. Empezaron a rodar, tratando cada uno de ponerse encima del otro, pero nadie conseguía imponerse hasta que Elio, deslizo su pierna bajo el vientre del bárbaro, y le lanzó, por encima suyo, hacia el pantano. Rápidamente se puso encima de él, le sujetó el brazo con una mano, su otro brazo con una de sus piernas y empezó a ahogarlo. El germano hacía desesperados esfuerzos para respirar pero tenía toda la cabeza bajo el agua y, unos momentos más tarde, estaba muerto.

Elio, salió del agua, e instintivamente se llevó la mano al costado: el germano había conseguido alcanzarle; tenía una herida de un palmo bajo el pecho, de la que manaba sangre abundantemente. De pronto, escuchó más gritos que venían del camino; Había más bárbaros. Elio cerró los ojos, apretó los puños y se dejo caer, de rodillas, al suelo. El dolor ya era insoportable pero aún tenía algo que hacer. Gateó hasta el borde del quebrado, agarró con fuerza el Águila de oro de su legión, pronunció unas palabras en voz baja, y la lanzó tan lejos como pudo, en dirección al pantano. En el momento en que el estandarte de oro se hundía en el agua, un grupo de bárbaros entró en el claro, y Elio expiró.


Fragmento del libro “La hija del árbol” – Terence Sallderd

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En el año 9 D.C., tres legiones romanas al mando de Varus, las XVII, XVIII y XIX, fueron atacadas en un lugar llamado Saltus Teotoburgensis, en plena Germania Magna. En total, casi veintecinco mil hombres. Solo sobrevivieron cuatrocientos. Druso recuperó dos de las Águilas ceremoniales de las legiones unos años después. La tercera nunca se encontró. Nunca se volvió a utilizar ninguno de esos números para otra legión y jamás se volvió a considerar la posibilidad de hacer de Germania otra provincia Romana.

Para conocer la historia completa id a..

Buenas noches...