miércoles, 19 de julio de 2006

Tiberio, el emperador sin suerte

Vista desde el antiguo palacio de Tiberio, en Capri

A la mayoría de los efectos me considero un racionalista extremo. Creo firmemente que las vicisitudes, los éxitos y los descalabros de nuestra vida se deben, en casi todos los casos, a nuestras propias aptitudes y actitudes; considero a la suerte como a alguien que no es de este mundo, y a la fatalidad, como la inevitable compañera de viaje del mediocre. Esta firme postura intelectual – permitidme que así la llame – encierra varios peligros, a cual más peliagudo: En primer lugar, tan malo puede ser el exceso de raciocinio como su falta, ya que podría llevarte a tomar decisiones sin contar con el corazón y el alma de los hombres, que no se mueven precisamente por criterios empíricos; en segundo lugar esa obsesión por darle “…una pensada más a todo” provoca incertidumbre, primer peldaño de la escalera que conduce al rellano de la indecisión, y podría llevarte a no hacer nada por el simple miedo de hacerlo mal…Por último, la peor de las consecuencias: Esta feroz defensa de la lógica me ocasiona terribles encontronazos con mi señora madre, defensora a ultranza de un implacable determinismo de raíces cristianas: Para ella, ya puedes dar pedales a la bicicleta que, si en los renglones divinos está escrito que no llegas… no llegas.

Pues bien, en su juventud, Tiberio, se hartó de dar pedales… para nada. Cuando su madre le llevó, de niño, a casa de Augusto, el emperador no tuvo ojos más que para su hermano Druso, tan alborotador, simpático y pendenciero como él era reservado, reflexivo y sensible. Lo lógico entre hermanos hubiera sido el triunfo de la envidia, de la inquina, más Tiberio estimaba sinceramente a su hermano y su muerte fue para el una auténtica tragedia. Escoltó su féretro a caballo, desde el Elba hasta Roma y necesitó años para recuperarse de aquel dolor.

En lo personal, aparte de su escasamente deslumbrante personalidad, había estudiado mucho y bien; cuando tuvo la oportunidad de guiar un ejército lo condujo de victoria en victoria contra enemigos engañosos como los abuelos de los actuales serbio – croatas, los Ilirios. Era tal su seriedad, que a los veinte años era conocido por sus legiones como “el viejecito” y jamás se le vio frecuentar ni el circo, ni las orgías ni los prostíbulos. En cierto sentido era un “muermo” y cuando le dio por fingir para ver si el divino Augusto le hacía un poco más de caso, solo logró acentuar la indiferencia que por él sentía su jefe, padre adoptivo y, se supone, mentor.

Para acabar de complicar las cosas, los astros se conjuraron para dejar a Tiberio en la peor de las situaciones posibles: Augusto forzó su divorcio para darle por esposa a su hija Julia, una calamidad simpaticota y con pocas luces a la que le iba bastante la marcha, y por ello, poco adecuada para un joven cuya única licencia era un pequeño rato de lectura, todas las noches; le gustaban las tragedias griegas… quizás porque así se olvidaba de la propia... un padre convertido en suegro.

Un día, harto de sentir la indiferencia, e incluso el odio de las mayoría de las personas que constituían su entorno y a las que cualquier hijo de vecino calificaría de “queridas” se marchó a Rodas a leer y, dijo aquello tan socorrido de “… que os den” pero ¡ay! la casualidad es maliciosa y Augusto tuvo, muchos años después, que recurrir a él de nuevo, porque no le quedaba nadie de su propia sangre vivo… y seguro que porque en su interior sabía que aquel muchacho era lo mejor que tenía a mano; a todo esto, el “muchacho” tenía ya 55 años. Cuando se presentó al senado, como el futbolista que espera en el palco del club para comerse a besos la camiseta de su nuevo equipo, los viejos senadores que antes le vilipendiaban le acogieron con un cerrado aplauso, y acto seguido le propusieron dar un nombre a un mes del año, como se había hecho con su suegro: “¿Y que haréis – les espetó Tiberio – después del decimotercer sucesor?”.

Tiberio, completamente descorazonado de sus semejantes y sólo en su corazón, se dedicó a gobernar, sin el amor de nadie… y lo hizo, a grandes rasgos, bastante bien. Tan solo tantos años de inquina, de burlas, de mofas, de indiferencia, fueron castigando su alma, y construyendo enormes surcos en ella, en los que, por fin, pudo instalarse la desconfianza y el resquemor… Tiberio, empezó a no fiarse de nadie, a ver traidores en cualquier esquina y muchos de aquellos que le rodeaban, culpables o no, lo pagaron con su vida: Popeo, Sabino, el otro Druso, e incluso Agripina, que se suicidó. El Tiberio que surgió de esta orgía de sangre, no tenía mucho que ver con el hombre de antes, pues tenía la mente completamente desequilibrada. Sobrevivió seis años a su propio infierno interior hasta que un día, le sobrevino una dolencia cardiaca, puede que un infarto...

Cuando vieron que se recobraba, los cortesanos le metieron la cabeza debajo de la almohada, asfixiándole.

Va a tener razón mi madre.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

El Tiberio que describes me ha resultado muy diferente al que, recuerdo, describe Robert Graves en sus novela, supongo que "el tuyo" es mas proximo a la realidad. Una vez mas la literatura y la TV son mas fuertes y se anteponen a la historia.

Anazia dijo...

Yo simplemente creo que es equilibrio...

Luis Caboblanco dijo...

Su sorpresa trae una buena causa Consumidor. Hace algunos años la figura de Ausguto era venerada por los historiadores, hasta el punto de obscurecer la labor de todos aquellos que compartieron época con él. Y el principal perjudicado de esta tendencia fue Tiberio. Actualmente, toda el principado de Augusto, así como sus logros y fracasos, está en revisión, y gracias a ello también ha sido Tiberio el que ha salido más beneficiado.

Sus últimos años fueron una debacle, es cierto, pero durante los buenos gobernó el timón de un Imperio que, en cierto modo, aún no tenía constancia de serlo. Augusto y Livia, su esposa, fueron enaltecidos durante siglos como el paradigma de las virtudes itálicas, y lo que es aún más extraño, republicanas. Lo cierto es que tanto uno como otro debieron ser de traca, ys sus fuertes caracteres marcaron a todas las personas que formaban parte de su clan.

Anazia, seguro que tienes razón, equilibrio, pero el destino último de cualquier cosa en equilibrio es la zozozbra, hacia un lado o hacia el otro...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Hubo una época que mejoró los servicios civiles, impuso al Ejército una disciplina estricta y dirigió las finanzas del Imperio con gran habilidad; también ejerció un mayor control sobre los gobernadores de las provincias.
Pero, hacia el año 33 Tiberio regresó a su retiro de Capri, donde la leyenda negra se empezó a fraguar, mostrándonos a un Tiberio participando en todo tipo de perversiones sexuales, salpicadas de continuas crueldades.
Durante su gobierno se crucificó a Jesucristo, y él mismo firmó la sentencia y se la envió a Poncio Pilato, con un mensajero.
Saludos

Anónimo dijo...

Nunca había considerado a Tiberio tal y como tú lo presentas... Y no, pienso que tu madre no tenía razón, aunque ya sabes lo que decía Pascal "el corazón tiene razones que la razón no entiende" Y Shakespeare le hace decir a Hamlet aquello de "Más cosas hay, Horacio, entre cielo y tierra, de las que tu filosofía pueda alcanzar"... ;-)

Un abrazo entrañable, Caboblanco y gracias por estos relatos tuyos que nos hacen acercarnos con otros ojos a la historia y extraer de ella un inusitado placer al leer.

Hannah

Luis Caboblanco dijo...

Efectivamente Jubilado. Tiberio potenció enormemente el componente legionario y gran parte de las fortalezas legionarias permanentes, las contruidas e piedra, datan de su época. En cierto modo definió la política del Imperio a la defensiva, ya que desistió de conquistar la Germania, ni las tierras de más allá del Danubio.

Además su caracter desconfiado y el miedo a su entorno determinó que aumentara la guarnición de Roma - en realidad la suya propia - hasta 9 cohortes, con lo que definió la composición de la Guardia Pretoriana para los siglos venideros. De hecho, de la imagen externa de los pretorianos apenas sabemos nada seguro, salvo el emblema que portaban en sus escudos... el escorpión, signo zodiacal de Tiberio.

Hannah, aquí estaré para amenizar la Red, en lo que pueda...

Dianora, Tiberio fue el primer emperador romano seriamente preocupado por la astrología. Al parecer, los planetas y las estrellas le volvían loco.

Edem dijo...

Mas que nada, creo que estuvo amargado toda su vida.
Primero, Augusto. Que buscó sucesores suyos hasta debajo de las piedras. Ser miembro de una familia numerosa como la imperial Julio - Claudia, y saber que eres el ultimo en preferencia del Emperador, puede llegar a amargar un poco la vida. Y si encima, ves como al Emperador se le mueren todos los que estaban delante tuyo, y que solo entonces, te llama, a mi me hubiera dado la sensacion de "me llama porque no hay mas xxxxx de llamarme".
Lo segundo, porque, por muy bueno que fuera su reinado, el de Augusto, anterior a el, siempre era recordado como mejor. Saber que, por mas que te esfuerces, diran que tu predecesor era mejor que tu, o que lo hubiera echo mejor o mas rapido, tambien amarga.
A eso sumale las tipicas conspiraciones imperiales familiares, donde hoy estabas vivo, y en la cena te metian veneno en las setas...
Pues es logico que en sus ultimos años acabara un poco loco. Yo me hubiera vuelto loco antes.
Lo de Poncio Pilatos... eso no me cuadra. Un Gobernador Romano tenia que rendir cuentas al Senado y al Emperador de lo que hacia, pero solo despues de regresar del cargo. Durante este, cualquier cosa que hiciera era cosa de el y su Imperium. Poncio Pilatos no necesitaba un permiso de Tiberio para crucificar a un rebelde judio. Si este hubiera sido ciudadano romano, hubiera tenido derecho a apelar a la asamblea, tal como hizo San Pablo despues. Pero Jesus... no me cuadra.
Lo de los limites del Imperio Romano... esos los fijó Augusto, sobre todo despues del desastre de Teutoburgo. Augusto se conocia, y sabia que no tenia la capacidad militar de Cesar, y tampoco era tan tonto como para potenciar otro Cesar en su Imperio. Lo raro es que lograra controlar a Agripa tan bien.
Uno de los que Augusto esperaba mucho fue Druso, ironicamente. Este consiguió dos de las 3 aguilas del Imperio, de las de Teutoburgo, y en el Ejercito era muy querido. Que muriera tan pronto, quizás nos privó de un conquistador en ciernes.
Tiberio simplemente siguió la politica de su predecesor.
Un saludo de Edem

Luis Caboblanco dijo...

A mi tampoco me cuadra lo de Jesucristo. Coincido contigo Edem en que el Imperium de Poncio Pilatos era más que suficiente para ajusticiar a un reo. Creo que lo que le llego a Pilatos por mensajero fue su propia destitución, a causa de ciertos tejemanejes económicos relacionados con la corrupción. El gobernador de Siria se lo cargó, políticamente hablando en el 36 o 37 D.C.

En cuanto a lo de Agripa creo que su edad, cincuenta añitos, y su caracter más militar que político, determinaba que se controlara solo. Falleció en el 12 A.C.

Un abrazo

Lunarroja dijo...

Me ha gustado saber de tu racionalismo...

Silvia dijo...

Da gusto venir a tu casa y aprender tanto y no sólo de historia.
Un abrazo

Anónimo dijo...

No se si tu madre tiene razón o no, pero lo que nos sucede en la vida tiene mucho que ver no solamente con nuestro carácter y nuestra forma de enfocarla si no también con las intenciones e intromisiones de los que nos rodean.
En el caso de Tiberio, tengo entendido que su madre influyó mucho en los acontecimientos que rodearon a Tiberio y no sólo por haberle traido al mundo, si no por los planes que tenía para él sin tener en cuenta lo que él hubiera querido hacer.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Luis:
Como siempre perfecto el artículo, pero quiero hablar de tu introducción.
Yo también soy bastante racional como tu y creo que el momento en que vivimos es consecuencia de nuestros actos anteriores. Es posible que exista la suerte, buena o mala, pero en gran medida nuestros pasados aciertos y errores nos han llevado hasta aquí.
No creo en el destino ciego y de que todo está escrito.
Pero ya sabes lo que dicen los gallegos: Las brujas no existen, pero haberlas, haylas.
Un abrazo
José

Anónimo dijo...

A partes iguales, quizá un granito más de corazó, ahí está el equilibrio.
Pienso que Tiberio nació para una cosa y las circunstancias lo llevaron a otra bien distinta. Por eso no creo que fuese demasiaod feliz.

Un abrazo

Turulato dijo...

(A ver sí hoy me deja comentar, que no consigo "entrar"...)
Otra interesante introducción. Me gustaría escuchar lo que piensa su señor padre... Su señora madre me parece algo calvinista, dicho sea con el mayor de los respetos. Y ya sabe que soy un abusón, así que le diré que creo que usted es un corazón andante, en dura lid con una mente protectora que, utilizando la lógica, procura que las heridas del día a día sean menos dolorosas.

Creo Luís que Tiberio fué un solitario. Tener que soportar la soledad es un durísimo castigo vital. Quizá quebró al final de su vida, harto de.. que le faltase el cariño, inmediato y de las gentes.
Parafraseando a Pirandello, podría decirse que "así será, sí así os parece que sea".
Y hay una circunstancia que me impresiona. Me reduce al silencio. Quien fué tan poderoso y es tan conocido por la Historia, es recordado permanentemente en la vida de Quien la Historia casi no puede asegurar nada.

Raúl dijo...

Cada uno hace lo que puede con la vida que le tocó vivir en los tiempos que le tocó vivir...

En el Callao o en Roma...

Saludos,

Laura Martillo dijo...

Mira, que te vi en el blog de Isabel y te seguí la pista hasta tu casa.

Que textos mas inspiradores, yo soy una ignorante en esto, pero la habilidad que tienen Uds. de narrar eventos de la historia, me deja fascinada.
Un gusto leerte.

Portobello dijo...

Interesante la mirada que posas en Tiberio. Es muy diferente de esa historia literaria que siempre nos ponen personajes y héroes un tanto fantasmagóricos e imaginados, más que reales. Parece ser que fue emperador casi sin quererlo, y acabó como muchos en aquella época, nada sorprendente. Lo que sorprendería seria que llegase a muy viejo en ese estrato de poder.
Saludos

Juan Antonio del Pino dijo...

Muy buena disquisición inicial sobre la racionalidad, la predestinación y la suerte para meternos luego en la extraña vida de Tiberio.
Yo también tengo de él la imagen que nos ha dejado Robert Graves, que es más bien la de un personaje maltratado por las circunstancias: la muerte de su hermano Druso Germánico(que creo recordar fue padre de Calígula,¡qué familia!), un divorcio que no quería y que asumió por razones de estado, los devaneos de su nueva esposa (hija de Augusto), su constante ninguneo en las altas esferas, a pesar de sus méritos, el indisimulado menosprecio que le profesaba Augusto, la presión de su madre Livia, esposa de Octavio...
Decía Graves, en boca de Claudio, que el árbol de la Familia Claudia daba dos tipos de ciruelas, unas dulces como fueron Augusto o Druso Gernmánico y otras amargas, como pudieron ser Tiberio o Calígula.
No creo que se pueda equiparar a estos dos últimos: Tiberio, con sus desaciertos y toda su leyenda negra, fue un Emperador. A su pesar, y amargado, pero lo fue.
magnífico post, como siempre...

Anónimo dijo...

Otra vez leyéndote, lo que equivale a otra vez disfrutando...
Bicos.

Germánico dijo...

Aunque mi seudónimo sea Germánico no tengo una mala imagen de Tiberio. Realmente no creo que lleguemos nunca a saber que tuvo que ver Tiberio en la muerte de Germánico. La imagen que nos ha llegado de este gobernante es muy mala y -peor aún- muy distorsionada. Tácito, principal fuente para esa época –bueno, lo que queda de sus Anales, que a su vez es de lo poco que queda en condiciones de esa parte de la historia- nos da una imagen tétrica y truculenta de este Emperador. Ahora bien, Tácito era uno de esos soñadores republicanos que atribuían todas las virtudes políticas a la antigua República y todas las formas de decadencia al Imperio, pese a –o quizá por- escribir en su mejor momento. Esto, como es natural, tenía que proyectarse de una forma especialmente notoria en los comienzos del Imperio, en el nacimiento del mal de males.

Debió ser Tiberio, en efecto, un tipo sensato y amante de la retórica y la filosofía, pero afectivamente tocado (y no era para menos, creciendo como creció entre conspiraciones y luchas despiadadas de poder). Pero vivió en la época en la que el Imperio tenía que consolidarse. Como segundo Imperator (“el que va a la cabeza”) y Príncipe (“Primer ciudadano”), y habiendo hecho su predecesor una transformación total de las instituciones y del lenguaje –para mantener la farsa de la continuación de la República- estaba en una situación sumamente delicada que requería hacer equilibrios imposibles. No es de extrañar que se volviera un perfecto paranoico. Todavía había en el ambiente mucho fuego republicano –que siguió sin extinguirse hasta los escritores como Tácito mucho después. Tiberio tenía que consolidar la obra de Augusto. Y eso fue exactamente lo que hizo, aplicando ciertas dosis de maquiavelismo y prefiriendo que le temiesen a que le amasen. Cuando le sucedió Calígula el Imperio era ya una realidad incontestable.

Muy buen post. Un saludo.

PD: Discrepo levemente sobre tu visión de la fatalidad. Si ves el título de mi blog lo entenderás. El sentimiento de fatalidad acompaña a muchos mediocres, sin duda. Pero entendida en un sentido más amplio que supere el marco del pesimismo del indolente (quizá solo depresivo) es una ley ineluctable de este mundo, en el que todo es perecedero.