martes, 26 de agosto de 2008

La espada de los héroes

Todo en la vida tiende, a veces de forma maliciosa, a ser compartimentado, clasificado y estandarizado. Cuando, más jóvenes, sufríamos en las clases de historia de España – en aquel momento, aún se llamaba así... - intentábamos memorizar rangos de fechas, periodos en los que todo pasaba, nos decían, de la misma manera, en los que todos los hombres eran iguales en inquietudes, miras, problemas y pensamientos... La hispania visigoda, la reconquista, los reinos de taifas, la España Imperial, el carlismo, el trienio liberal... Todo bien colocadito y clasificado; ¿Creéis acaso que estoy en contra de esta afirmación? Absolutamente no; es más, creo de corazón que es posible dividir las épocas que al hombre le han tocado vivir – y le tocarán – en únicamente dos: Aquellas en la que todavía se podía ser un héroe y la actualidad.
Acaso ahora sería posible que, por ser capaz de sacar una espada de una piedra, el destino de un país entero quedara en tus manos, sería creible que un hombre de la peor cuna ascendiera de pronto hasta el mismo vértice de la pirámide social y se transformara en defensor de nuestros anhelos, en el espejo en el que se mirarían nuestros corazones y los de nuestros hijos... Puede que no haya leyenda más hermosa que la del Rey Arturo y su espada, Excalibur; y seguro que a priori, tampoco encontraremos ninguna que nos parezca más inverosímil. Es tal su fuerza, su pasión, la esperanza que trasmite que por más que la releamos, en cualquiera de sus formas, su terrible hermosura acaba por recordarnos que no puede ser cierta en absoluto... ¿O sí?
Al parecer, el primer nombre recogido para esa espada por los autores del ciclo artúrico, muy posteriormente al de las leyendas galesas originales “Caliburn”, una especie de espada mágica, cuyo nombre es seguramente una derivación del original gales "Caledvwlch". En la versión más aceptada de la leyenda, Arturo habría extraido una espada de la roca, la habría partido en el marco de una terrible lucha contra el malvado Rey Pellinor para, poco después, recibir otra de la Dama del Lago a la que acompañaba una maravillosa vaina que tenía el poder de proteger del daño a su portador. Eventualmente será el robo de la vaina lo que cause la muerte de Arturo. Por tanto, Excalibur en sí misma no tenía magia alguna.
Curiosamente, en los últimos años varios historiadores han tratado de razonar en la medida de la posible la existencia y el destino último de la mítica espada y, aunque no han podido hacerlo, si que han destapado al menos una teoría al bastante interesante; Por un lado, una revisión lingüística de las leyendas sajonas británicas habla, al menos en una ocasión, de la pérdida por parte de Julio César de una espada más o menos especial, a la que las fuentes llaman “crocea mors”, algo así como muerte pálida. Los pueblos celtas – y los britanos en aquel momento eran más celtas que cualquier otra cosa... – aceptaron alguna de las costumbres de sus vecinos germánicos, como otorgar un nombre casi místico a la espadas de los grandes guerreros y así lo habrían hecho con Julio César cuando éste puso por primera vez pie en las islas. Las fuentes latinas no hablan de su pérdida pero, sin embargo, si hacen alusión a un regalo que la tribu de los cálibesunos magníficos herreros que habitaban la fronteras entres las actuales Turquía, Armenia y Ucrania – habría hecho al dictador romano... una maravillosa espada forjada a partir de la ferrita extraida de los restos de un meteorito caido a la tierra. El origen de este material habría – en teoría – otorgado al arma una dureza y una flexibilidad superiores y, en razón de sus cualidades, sería recordada con un nombre inconfundible... “Ensis Caliburnus”... el filo de los cálibes...
Entonces, ¿que sabemos en realidad?
...que Ex calibur y Ensis Caliburnus son – dependiendo de los cubatas que llevemos encima – expresiones más o menos similares.
...que al menos un historiador de cierto renombre asegura que ha encontrado referencias a la famosa espada perdida por Julio César.
...que los sármatas y los escitas, presuntos descubridores de la metalurgia del hierro y tribus con las que los cálibes o calíbides estaban muy emparentados, acostumbraban a enfríar el filo de sus espadas enterrándolas en tierra o rocas y que acabaron por adorar a alguna de estas armas a las que supusieron poderes paranormales.
...que, el que sea o no cierto, apenas importa porque la historia sigue siendo, y será preciosa.
...que, para el que le gusten las corrupciones linguísticas y las ¿casualidades? el fuerte romano más septentrional al norte del Muro de Adriano y, a ciencia cierta, uno de los lugares más peligrosos del mundo en aquellos días se llamaba... "Cameron"
...Y que, si es que existió, seguro que debía de ser la espada de un verdadero héroe.