En el año 106 d.C., Trajano, al igual que hicieron la mayoría de sus antecesores al llegar de una campaña victoriosa, quiso dejar constancia de sus hazañas militares con una gran obra constructiva; Pero, quizás porque Roma estaba ya llena de Arcos del triunfo y similares, o tal vez porque no pudo recalificar un “terrenito” para edificar otro foro, en esta ocasión optó por ordenar a Apolodoro de Damasco, su arquitecto de culto, que le edificara una columna, grande y molona, donde todo aquel que se acercara pudiera apreciar los grandes éxitos que las legiones trajanas habían cosechado zurrando la badana a los bisabuelos de los actuales rumanos.
Puede que Apolodoro protestara… al fin y al cabo, por mucho que se currara una columna, esta no iba a resultar nada del otro mundo en una ciudad en la que casi había más estatuas que personas de carne y hueso; pero Trajano no era hombre al que resultara gratis contariar o desobedecer, así que “Apo” se puso manos a la obra con más ilusión y tenacidad de las habituales, si cabe... dispuesto a levantar una columna extraordinaria.
Lo primero que hizo este antiguo ingeniero militar fue diseñar una complejísima estructura o “castillo” con la que los romanos deberían levantar la descomunal columna. El fabuloso ingenio resultante, realizado a base de enormes troncos de madera firmemente unidos por clavos y maromas, medía más de cincuenta metros de altura y fue levantado por los soldados de una de las legiones victoriosas en la campaña. La fuerza del ingenio procedía – como siempre… - de dos grandes ruedas tractoras, accionadas por esclavos, que mediante un sistema de poleas conseguían trasmitir la suficiente fuerza motriz para levantar tambores de mármol ¡de 20 toneladas! Una vez alzados dichos tambores se alienaban contra los que ya formaban parte de la columna por medio de unos grandes raíles, uniéndose a estos gracias a cemento y cientos de grapas de hierro y plomo.
Cuando el bloque ya estaba perfectamente colocado, una docena de escultores entraba en escena. Sin prisa pero sin pausa, empezaban a cincelar el mármol para modelar las figuras que configuran el “reparto” de esta película: legionarios, auxiliares, pretorianos, germanos, esclavos, dacios, sármatas, escitas… En total, más de dos mil quinientas siluetas que, aparte de su indudable valor artístico y estético - al principio estaban "coloreadas" - , atesoran un inigualable valor histórico: por un lado, narran con toda suerte de detalles una campaña militar, la conquista de Dacia, de la que apenas tenemos fuentes escritas fiables; por otro lado, la forma en que el poderío del ejército romano, su capacidad estratégica y valor quedan de manifiesto, nos revelan una obra maestra de la propaganda política…. En una época en la que no había “Informe Semanal” aquel romano que quisiera sentirse partícipe de los éxitos de su civilización, no tenía más acercarse a ver la columna para irse a casa, poco después, tarareando eso de “… Trajano, Trajano, Trajano es cojonudo…”
Además, Apolodoro se guardó un par de ases en la manga; se las apañó para que el interior de la columna estuviera recorrido por una escalera de caracol que gracias a sus 185 peldaños, permitía al visitante ascender a una pequeña garita que remataba la estructura, sirviendo ésta de base a una coquetona estatua del Emperador. Y como en la base de la columna aún quedaba espacio y en esa época aún no eran necesarios los garajes, cinceló una cámara funeraria en la que las cenizas de Trajano y su mujer, Plotina, pudieran dormir el sueño eterno, modestamente… en una urna de oro macizo.
En la vida, pocas cosas son una casualidad, y esta columna no es una excepción; Ni su altura (39,83 m.) ni el que todas las figuras romanas miren hacia la derecha, ni tampoco el que la acción se desarrolle en 22 escenas, es fruto del azar. Tampoco el hecho de que, aparte de Trajano, algunos de sus generales y el Prefecto del Pretorio, no haya más figura real que la de un soldado raso que merecería un post por sí solo...
No digo más.