Entre los elementos más relevantes de la cultura ibérica se encuentra sin duda la Falcata; se trata de una espada de hierro, de aspecto muy elegante, en forma de sable, de hoja ancha, curva, asimétrica y, casi siempre, con doble filo en la punta, con la que nuestros antepasados se entretuvieron intentando abollar el casco de los pobres legionarios romanos a los que les tocaba hacer la mili en la piel de toro. A menudo, estas armas se decoraban con hermosos damasquinados en hilo de plata, y en sus mangos aparecían motivos vegetales, geométricos, zoomorfos o inscripciones en lengua íbera. La belleza de estas armas ha hecho que sus reproducciones modernas se encuentren entre las más demandadas por los "guiris" que se dejan caer en las tiendas de antigüedades de Toledo, Segovia o Madrid.
Una de las más hermosas falcatas que han llegado hasta nosotros es un ejemplar procedente de la necrópolis ibérica de los Collados (Almedinilla – Córdoba); mide unos sesenta centímetros de longitud y tiene la empuñadura forjada en forma de cabeza de caballo, adornada con motivos en plata pura. La hoja presenta marcadas acanaladuras, posiblemente para aligerar su peso y cerca de la punta esta decorada con una especie de ave que parece surgir de una planta, o una flor. Desconocemos el ajuar de la tumba a la que perteneció pero, como suele ser común en las sepulturas ibéricas, es posible que junto a ella hubiera otras armas, como una lanza o un soliferrum, propias del equipo militar de los antiguos pueblos íberos.
A pesar de que el orgullo patrio nos mueve a pensar que esta arma es una invención hispana, lo cierto es que la falcata posiblemente tenga su origen en las costas balcánicas del adriático, para pasar hacia el sur de Italia, donde tuvo gran éxito, y a Grecia, donde la falange macedónica la adoptó con el nombre de Kopis. Es probable que, del mundo itálico, pasara a los íberos quienes la modificaron sustancialmente, reduciendo su curvatura, acortándola y dotándola de su característico doble filo; en definitiva: la tunearon. Los primeros ejemplares de este arma hallados en la península datan del siglo V a.C y los últimos del I. d.C. La gran mayoría proceden del sur y este de España; por consiguiente, puede afirmarse que se trata de un arma característica de contestanos y bastetanos, y no de la espada emblemática de todos los pueblos ibéricos.
Gracias a los análisis metalográficos, sabemos que la falcata se fabricaba con tres láminas de hierro soldadas entre sí a la calda, es decir, en caliente. La lámina central, más ancha que las laterales, se prolongaba en una delgada lengüeta que forma el alma de metal de la empuñadura, recubierta con cachas de hueso o de madera, que en la mayoría de los casos no se han conservado. El tipo y disposición de los motivos decorativos en las falcatas es bastante homogéneo. Esto, junto con la concentración de las armas decoradas en el Sureste y la Alta Andalucía, hace suponer que los talleres capaces de fabricar estas piezas fueron escasos, o que existían artesanos itinerantes que ofrecían sucesivamente sus trabajos a las elites dirigentes de diversos poblados.
La eficacia de la Falcata en combate está más que probada gracias a su notable peso, a su doble filo y a la óptima colocación de su centro de gravedad, lo que la hacía un arma excelente para personas con una altura media de 1.70, es decir, la gran mayoría de los españolitos de entonces. Además, esta espada tenía una marcada connotación simbólica e incluso religiosa, que puede derivar de su propia morfología (la curvatura de su hoja y la empuñadura zoomorfa), de su decoración y de su relación con el ámbito del sacrificio funerario, heredado de los cuchillos de aspecto similar de la primera edad del hierro. Sin duda, la decoración de las armas rodeaba a su poseedor de un aura de poder y de prestigio y, posiblemente, los motivos decorativos no sólo servían como indicadores de estatus social, sino también como elementos de identificación personal o de grupo y, especialmente, como amuletos protectores. Por último, como era un arma difícil de conseguir y carísima, se ha convertido en la pieza más representativa de los ajuares funerarios con armas, lo cual puede deberse a su especial significado, que reflejaría no tanto el carácter del guerrero ibérico, sino la boyantía de su cartera.
La eficacia de la Falcata en combate está más que probada gracias a su notable peso, a su doble filo y a la óptima colocación de su centro de gravedad, lo que la hacía un arma excelente para personas con una altura media de 1.70, es decir, la gran mayoría de los españolitos de entonces. Además, esta espada tenía una marcada connotación simbólica e incluso religiosa, que puede derivar de su propia morfología (la curvatura de su hoja y la empuñadura zoomorfa), de su decoración y de su relación con el ámbito del sacrificio funerario, heredado de los cuchillos de aspecto similar de la primera edad del hierro. Sin duda, la decoración de las armas rodeaba a su poseedor de un aura de poder y de prestigio y, posiblemente, los motivos decorativos no sólo servían como indicadores de estatus social, sino también como elementos de identificación personal o de grupo y, especialmente, como amuletos protectores. Por último, como era un arma difícil de conseguir y carísima, se ha convertido en la pieza más representativa de los ajuares funerarios con armas, lo cual puede deberse a su especial significado, que reflejaría no tanto el carácter del guerrero ibérico, sino la boyantía de su cartera.
Para acabar, el término falcata es un cultismo del siglo XIX derivado del latín falx, que además de diez o doce cosas más, significa "hoz". Desgraciadamente, no tenemos ni idea de como llamaban los íberos a sus armas.
PD: Si quereis conocer museos en los que reposan buenos ejemplares de falcatas pinchad aquí.
4 comentarios:
Las "armas blancas" actúan penetrando y cortando-sajando.
Una estocada "a fondo" es el ejemplo perfecto de lo primero y el corte de degüello de lo segundo.
Cuando el arma penetra en la carne,puede ocurrir que no lesione vasos, nervios, tendones o músculos tan vitales que maten al adversario o lo inutilicen para el combate en el futuro.
Sí, además, la herida en sí, sus "labios", presentan un corte sin desgarramiento, liso y limpio, es relatívamente fácil de curar.
La solución, para lograr agravar las consecuencias, es la acanaladura, que consigue que tanto los labios de la herida como su interior sean irregulares, dejando penetrar aire y suciedad, provocando, probáblemente, gangrenas e infecciones con mayor facilidad.
leche...¡ES CORRECTO!. Esto es un comentario y lo demás, querer y no poder.
Muchas gracias por informarme sobre la apariencia de mi "blog". El problema radicaba en el ancho de las tablas con "scroll".
Como ya se ha corregido, he borrado la petición de ayuda y vengo a agradecer tu amabilidad.
Gracias
Lo cierto es que lo de las acanaladuras en las hojas para dejar pasar el aire y provocar gangrenas e infecciones es un mito,al igual que el de que las espadas medievales pesaban 20 kg.Las acanaladuras en las hojas se hacían para conferir ligereza y resistencia a la espada.Esto es muy sencillo de explicar si lo comparamos con una viga.Una viga lisa se deforma antes que una viga que tenga forma de "I",es decir,que tenga dos grandes acanaladuras en sus flancos.Las acanaladuras en las espadas podían ser de fondo recto o redondeado.El recto le quitaba mas peso pero el redondeado la hacía mas resistente,pues es bien sabido que una estructura curva tiene mas aguante.Por cierto,la falcata no era un arma "pesada" pues su peso oscila entre 1kg. y 1'250 kg.Lo que pasa es que era "cabezona",es decir,que se fabricaba con el punto de equilibrio adelantado para facilitar los golpes de tajo,aunque esto también dificultaba el control de las estocadas.Saludos.
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