En la antigüedad, el dominio del mar mediterráneo era más importante de lo que cabe imaginar en nuestros días. Suponía un medio rápido y relativamente cómodo de mover contingentes de tropas de un lado a otro del mare nostrum, sin tener que desplazar penosamente grandes ejércitos bordeando la costa. Por otra parte, la lucha marítima requería no sólo de una gran pericia sino también de un cierto grado de avance tecnológico y científico; había que construir barcos manejables y rápidos, y también era necesario saber orientarse y navegar, ya fuese a vela como a remo. En esto, como en otras tantas cosas, fueron los antiguos griegos los precursores, aunque consideraban las batallas navales como poco heroicas y, más tarde, los cartagineses les cogieron el relevo. Lo lógico hubiese sido que los romanos fueran el siguiente gran pueblo de la antigüedad en apuntarse a ejercer el dominio de los mares pero sus avances fueron lentos, costosos y en cierto modo, estuvieron a punto de claudicar; ¿por qué…?
Pues porque, a pesar de ser un pueblo costero y peninsular, los romanos tenían auténtico pánico al mar en general y a la navegación en particular. Su temor llegaba a tal extremo, que eran capaces de realizar penosísimos viajes por carretera, por caminos infestados de bandidos y en las peores condiciones climatológicas imaginables, para no tener que pisar la cubierta de un barco. Es posible que este temor reverencial trajera causa de su carácter supersticioso, que hacía que imaginasen los mares como un universo poblado de peligros, pavorosas tormentas y seres mitológicos ávidos de embarcaciones con las que saciar su ira.
En realidad, el desasosiego que invadía sus corazones cada vez que embarcaban también era debido al dominio absoluto que las naves de Cartago ejercían sobre todo el mediterráneo; En aquellos días, las naves Púnicas eran las más rápidas, maniobreras y bellas y sus marineros no tenían rival en cuanto a valentía, preparación y conocimientos; además, al contrario que Roma, Cartago siempre había concebido su proceso de expansión a través del mar, y desde el primer momento se dedicó a crear una marina de guerra numerosa con la que proteger sus rutas comerciales. Esta situación permaneció estable mientras Roma fue poco más que un villorrio de casas de adobe en medio de la nada pero, en cuanto que los romanos empezaron a dominar a pueblos de aquí y de allí, formando algo parecido a un floreciente Imperio, los cartagineses se empezaron a poner “moscas”: no le hacía ni puñetera gracia la idea un vecino casi tan fuerte como ellos en lo que antes era su lago particular.
De todas maneras, como ambos se respetaban y se temían lo suyo, las cosas no pasaron de medidas provocaciones y un par de escaramuzas sin importancia en las que los romanos se dieron cuenta de dos cosas: primero, que los marineros cartagineses seguían estando un par de peldaños más arriba que los propios y segundo, que mientras ellos se manejaban con el siempre fiable trirreme de guerra, la armada púnica encuadraba cientos de naves mucho más grandes, rápidas y seguras, y que alineaban cinco filas de remeros por costado, el quinquerreme. La visión de aquellos monstruosos barcos debió causar en los romanos una impresión parecida a la que generó el tanque T-34 ruso en los batallones acorazados alemanes en el frente del este en 1941 y, al igual que los germanos, intentaron copiarlo sin mucho éxito, hasta que varias bolsas de oro consiguieron que un capitán cartaginés se olvidara de a quien servía, entregando un ejemplar nuevecito que procedieron a clonar con la ayuda de las ciudades marítimas aliadas.
Aún con todas estas mejoras, fruto del espionaje industrial, los cartagineses seguían siendo los “galácticos” del mar y no tuvieron muchos problemas para destrozar a una flota romana en las costas de Sicilia alrededor del año 271 a.C, gracias a su superior manejo del rostrum o espolón metálicos con el que los pilotos trataban de arremeter contra la nave enemiga para desgarrar su costado y provocar su hundimiento. El cónsul Cayo Duilio estaba desesperado... ¡cómo iban a vencer a los cartagineses si estos eran superiores en cualquier enfrentamiento naval y rehuían sistemáticamente la pelea en tierra firme! Y en esto andaba cuando se le encendió la bombilla: para ganar, los romanos debían convertir la lucha entre naves en algo parecido a un enfrentamiento terrestre…y así nació el Corvus; esta invención no era otra cosa que un puente móvil con un garfio para clavarse en la cubierta enemiga y así permitir un abordaje en el que la superior infantería legionaria inclinaría la balanza del lado romano. Y así, con la ayuda de este artefacto, los cartagineses fueron sucesivamente caneados en Milazzo (260 a.C.), Cabo ecnomo (256 a.C.) y las Islas Egadas (241 a.C.); el dominio púnico tocaba a su fin y el ingenio romano triunfaba, una vez más.
PD: En un principio, las naves romanas cargaban legionarios para efectuar los abordajes pero pronto las necesidades en las fronteras hicieron que estos abandonaran sus funciones navales para ser sustituidos por un cuerpo específico, también profesional, pero con ciertos conocimientos náuticos. Para distinguirlos de la infantería tradicional, los llamaron marines, literalmente “los del mar”
Saludos
4 comentarios:
Ha hablado usted de táctica -que "casa" con el sentido del tacto, de lo inmediato- y poco de estrategia, que juega "a distancia".
Como sé que es usted, don Luís, un espíritu inquieto y que acabará doctorándose, en lugar de comentar le planteo una cuestión..:
Efectívamente, el Mar Mediterráneo fué el escenario donde se encontraron los intereses de Cartago Y Roma.
¿Qué hubiese sucedido sí hubiese habido más escenarios y todos hubieran estado separados entre si por el mar?.
¿Como hubiera resuelto Roma el enlace y el apoyo entre sus dominios sí sus fuerzas y su logística no hubiesen podido utilizar otro camino que el marítimo?.
Eso suena al Imperio Japonés durante la Segunda Guerra mundial ¿o no?. Pues imagino que Roma hubiese intentando acciones similares; a ver que te parece esto:
1) Alianzas estratégicas con otros pueblos para garantizarse el suministro de materias primas, alimentos o simplemente, su no intervención.
2) Una red de bases navales/astilleros donde las unidades de la propia flota pudiesen rearmarse o repararse.
3) Unidades mercantes o de aprovisionamiento agrupadas en grandes convoyes, más fácilmente defendibles.
4) Una potenciación de las fuerzas de infanteria y caballería ligeras, menos costosas y más rápidamente proyectables.
5) Una política dilomática inteligente, tendente al apaciguamiento de su prinicpal rival, al menos, hasta que se esté dispuesto para reaccionar militarmente.
En cuanto a qué hubiese sucedido con una multiplicidad de escenarios no unidos continentalmente...es difícil saberlo o sugerirlo siquiera. En aquel entonces, Roma aún no tenía muchas posesiones que defender y pudo concentarse en un único escenario. En la primera y segunda guerras púnicas Roma alivió la presión sobre el frente efectuando desembarcos anfibios en las costas españolas, a fín de desviar la atención cartaginesa hacia ese punto y obligarle a empeñar fuerzas considerables en su "patio trasero". Es posible que, en un escenario más atomizado, con muchos territorios ultramarinos, Roma hubiese tenido que subcontratar poder marítimo, quizás a los griegos o a los egipcios, pero esto es pura elucubración. Sin duda el quid de la cuestión hubiese sido asegurar las rutas de aprovisionamiento y esto solo hubiese sido posible con grandes fuerzas navales y una red de puntos fuertes en la costa, para apoyarse en los momentos críticos. En el fondo, así lo hicieron. Uno de estos puntos fuertes era SAGUNTO.
Suena a que en la Historia Geoestratégica ha habido dos tipos de potencias: Unas, que llamaremos oceánicas y otras, continentales.
Las primeras son cláramente expansivas y dinámicas, mientras que las segundas, más "cachazudas", buscan "blindar" su territorio.
Las primeras terminan siendo grandes potencias marítimas y las segundas terrestres.
¿En qué tipo clasificaríamos al Imperio Romano?. ¿Y a Cartago?.
Aparéntemente, Cartago parecía tener primacía en la mar, pero desarrolló las batallas decisivas en tierra.
(Por el contrario, creo que en el Teatro del Pacífico en la 2ª Guerra Mundial la guerra se decidió en la mar, aunque el momento final viniese de la mano del sufrimiento atómico).
Roma, cuya fuerza militar se basaba en sus legiones, se expandió por tierra, quizás porque sus dominios rodeaban al Mediterráneo y le bastó hacerlo así. Las Islas Británicas fueron una excepción.. y creo que no llegaron a dominarlas del todo, especiálmente más alla del Muro de Adriano.
En cuanto a los cinco puntos que planteas, creo que están muy bien pensados, pero me gusta más el párrafo final.
Sólo con él me hubieses contestado; Roma posíblemente aniquiló a Cartago porque mantuvo la iniciativa estratégica, sin que los cartagineses supiesen, o pudiesen, abrir el conflicto a escenarios en que los romanos las hubiesen pasado "canutas".
No modificamos la Historia don Luís, pero ¡pensar es tan agradable!....
Efectivamente, Cartago terminó desarrollando sus acciones militares en tierra firme, posiblemente porque entendió que llevar la guerra a territorio itálico era su única posibilidad frente una Roma pujante, demograficamente superior, y más cohesionada politica y socialmente.
Ya hablaremos de Anibal...ya hablaremos
Publicar un comentario