Ayer, laboralmente hablando, fue un día para olvidar. Y eso, para lo que pagamos la hipoteca gracias a algo que sabemos hacer pero que no nos gusta en demasía, solo puede dignificar la peor de las combinaciones posibles, esto es… trabajar mucho… para que adelantes poco y te luzca nada: el teléfono sonando sin parar, la mesa llenándose de papeles e informes a cada instante, Microsoft Outlook “escupiendo” rabiosamente mensajes, mis compañeros entrando y saliendo como de una cafetería… Si a esto le unimos que, al menos, el 90% de la gente entiende el viernes como la antesala lógica del fin de semana pero que, a un servidor, suele ser el día que más le cunde, no os sorprenderá que acabara saliendo del trabajo como de unos toriles y destilando un “cabreo” monumental. Así que, con una poco forzada cara de malas pulgas encaminé mis pasos hacia al autobús, confiando en que no hubiera demasiado tráfico que retrasara mi vuelta a casa y, sobre todo, rogando a Dios para que no sentara a mi lado algún paisano con ganas de conversación y me arruinara el último capítulo de “La Catedral del mar”, mi libro de las dos últimas semanas… Desgraciadamente para mí, el altísimo tenía cosas más importantes que hacer que facilitar la vuelta a casa de este pobre contable…
Al principio, cuando se sentó a mi lado y comenzó a castigarme las meninges con su monocorde verborrea, no reparé en su aspecto pero, unos minutos más tarde, una vez decidí hacer un alto en la lectura para descansar la vista y lanzarle una mirada furibunda, a ver si así se decidía a salir de mi mundo para no volver y fijé mis ojos en él, confieso que no pude dejar de mirarlo hasta que se bajó, seis o siete paradas más tarde. Permitidme aclarar que, generalmente, no soy tan maleducado… Me gusta pasar desapercibido, más aún en los transportes públicos; como mucho, me permito aguantar la mirada de cuando en cuando en alguna bella señorita y tan solo en dos o tres ocasiones me he decidido por acompañarla de una tímida sonrisa, pero es que mi eventual compañero de viaje del viernes era… espectacular. No por su físico, más o menos normal, sino por la cantidad de abalorios, cachivaches y achiperres que colgaban de su cuello, brazos y muñecas y que, aún a riesgo de dejarme alguno, procedo a enumerar: En su cabeza, un par de gafas, unas graduadas - espero... - y otras de sol, a modo de diadema para el pelo; en sus orejas, variados y llamativos pendientes, al menos cuatro en cada una de ellas; en el cuello tres collares, uno de conchas, otro metálico y un tercero de cuero, rematado con signo tribal que le tapaba medio pecho. En sus brazos, media docena de pulseras incluyendo la roja, de apoyo a la selección española de futbol, la amarilla, esa que popularizó Amstrong, la blanca y negra contra el racismo, y la verde, que no se muy bien lo que significa ni me importa... Podría decirse que no había causa en el mundo que no encontrara en los brazos de este hombre una valla de publicidad gratuita; En sus pantalones, decenas de chapas de aquellas que estuvieron de moda en los años ochenta, algunas de ellas irreconciliables, como el símbolo de la paz y la calavera que identificaba a los hombres de las temibles SS. Aparte, portaba dos móviles en su cinturón, una funda para las gafas, una bolsa de estas que se llevan en bandolera, una mochila, un reloj Casio con calculadora - un hermoso detalle retro :-) - y un llavero con el que hubiera podido abrir hasta las puertas del cielo... ¡Éste hombre tenía más accesorios que un Madelman! Una vez superado el "shock" inicial y sonriendo para mis adentros, pensando en las horas a que se tendría que levantar este buen hombre para salir equipado de casa, pensé en que sin duda, se habría sentido como pez en el agua en las antiguas legiones de Roma...
Hace muchos siglos, cuando los romanos empezaban a sentirse como los amos del mundo y sus ejércitos conquistaban lejanísimos países de los que nunca nadie había oído hablar, alguien percibió que lo que se había revelado bueno hasta entonces, estaba a punto de dejar de serlo y que, si Roma deseaba además conservar sus nuevas provincias, necesitaba un ejército más rápido, más móvil y, sobre todo más profesional. Y no es que los legionarios que se encontró Cayo Mario, tío de Julio Cesar, fuesen malos ¡todo lo contario! El problema es que eran, en cierto modo, soldados a tiempo parcial pues, como propietarios de tierras, debían dedicar la mitad del año a cuidar sus cosechas y atender a sus familias. Esto significaba dos cosas: Una, que aquellos hombres estaban deseando acabar la campaña para volver con sus mujeres y dos, que empezaban a concebir la milicia como una carga pues, si conseguian mantenerse con vida hasta llegar a viejos, poco a nada recibían a cambio. Mario se dió cuenta y, en una medida que sus contemporáneos apenas entendieron, dio entrada en el ejército a los capite censi, a aquellos que nada tenían y, por tanto, a aquellos que estaban dispuestos a darlo todo por retirarse un poco menos pobres de lo que se alistaron. La medida fue un éxito, pues permitió mantener hombres en armas durante todo el año, algo imprescindible si lo que se quería era mantener lo conquistado y, además, al esteblecer la obligatoriedad de "premiar" a aquellos que llegaran a viejos con una parcela de tierra cultivable, propició que se aprovecharan para la agricultura terrenos hasta ese momento considerados baldíos.
Más el cambio fundamental no fue ese. Mario tambien se dio cuenta de que, en un ejército que confiaba su destino a su infanteria y que debía custodiar fronteras de cientos y cientos de kilómetros, la rapidez con que consiguiera moverse era fundamental. Por aquellos días los legionarios romanos se acompañaban de un tren de bagajes que podía representar dos o tres veces la longitud del ejército mientras marchaba. Detrás de los soldados avanzaban miles de acemilas, que cargaban los pertrechos e incluso las armas de aquellos, mujeres de dudosa reputación, buhoneros, curanderos, adivinos y toda suerte de rufianes que se aprovechaban de una cierta laxitud en las normas para sobrevivir a base de engaños e incluso participar en saqueos y botines. Mario, con buen criterio, acabó definitvamente con todo esto, arrojando a patadas de los campamentos a todo aquel que no fuera personal combatiente y, sobre todo, prescindiendo de de burros y asnos y obligando a sus hombres a que, de ahora en adelante, cargaran diariamente con la totalidad de su equipo. Tan solo permitió un animal por cada contubernium o grupo de ocho legionarios.
En un principio, le medida fue aceptada a regañadientes por sus hombres pero, a la mañana siguiente, cuando fueron realmente conscientes del volumen de equipo que debían transportar sobre sus hombros, seguro que más de uno se tuvo que hacer el dormido. Cada legionario, además de su casco, su gladius, su escudo y su cota de malla debía acarrear además una capa, un poncho, un cazo metálico donde comer, una cesta de mimbre, un pico, un hacha, un cortacésped, una correa, una sierra para madera llamada honcejo, una cadena, dos estacas de maderas con las que formar una empalizada y una dolabra. Me apuesto a que, durante las marchas, el asno del cortubernium sonreía de soslayo, complacido de tener que acarrear, "tan solo", la tienda donde dormir y los utensilios que conformaban una pequeña cocina de campaña. Pero muy pronto, los legionarios se acostumbraron, se endurecieron y fueron capaces de cubrir enormes distancias cargados hasta las trancas de armas y herramientas... y de golpear con dureza al enemigo sin solución de continuidad, cansados o descansados, al levantarse o al anochecer, con sol o con lluvia...y eso, por aquellos días, no estaba al alcance de nadie.
A partir de entonces, los soldados de infatería, los miles romanos, serían conocidos por sus enemigos como los Mulus Marianus... o las mulas de Mario, soldados capaces de caminar treinta kilómetros con treinta kilos en las espaldas...
Para una época en la que los hombres aún andaban con sandalias, no estaba mal.
Al principio, cuando se sentó a mi lado y comenzó a castigarme las meninges con su monocorde verborrea, no reparé en su aspecto pero, unos minutos más tarde, una vez decidí hacer un alto en la lectura para descansar la vista y lanzarle una mirada furibunda, a ver si así se decidía a salir de mi mundo para no volver y fijé mis ojos en él, confieso que no pude dejar de mirarlo hasta que se bajó, seis o siete paradas más tarde. Permitidme aclarar que, generalmente, no soy tan maleducado… Me gusta pasar desapercibido, más aún en los transportes públicos; como mucho, me permito aguantar la mirada de cuando en cuando en alguna bella señorita y tan solo en dos o tres ocasiones me he decidido por acompañarla de una tímida sonrisa, pero es que mi eventual compañero de viaje del viernes era… espectacular. No por su físico, más o menos normal, sino por la cantidad de abalorios, cachivaches y achiperres que colgaban de su cuello, brazos y muñecas y que, aún a riesgo de dejarme alguno, procedo a enumerar: En su cabeza, un par de gafas, unas graduadas - espero... - y otras de sol, a modo de diadema para el pelo; en sus orejas, variados y llamativos pendientes, al menos cuatro en cada una de ellas; en el cuello tres collares, uno de conchas, otro metálico y un tercero de cuero, rematado con signo tribal que le tapaba medio pecho. En sus brazos, media docena de pulseras incluyendo la roja, de apoyo a la selección española de futbol, la amarilla, esa que popularizó Amstrong, la blanca y negra contra el racismo, y la verde, que no se muy bien lo que significa ni me importa... Podría decirse que no había causa en el mundo que no encontrara en los brazos de este hombre una valla de publicidad gratuita; En sus pantalones, decenas de chapas de aquellas que estuvieron de moda en los años ochenta, algunas de ellas irreconciliables, como el símbolo de la paz y la calavera que identificaba a los hombres de las temibles SS. Aparte, portaba dos móviles en su cinturón, una funda para las gafas, una bolsa de estas que se llevan en bandolera, una mochila, un reloj Casio con calculadora - un hermoso detalle retro :-) - y un llavero con el que hubiera podido abrir hasta las puertas del cielo... ¡Éste hombre tenía más accesorios que un Madelman! Una vez superado el "shock" inicial y sonriendo para mis adentros, pensando en las horas a que se tendría que levantar este buen hombre para salir equipado de casa, pensé en que sin duda, se habría sentido como pez en el agua en las antiguas legiones de Roma...
Hace muchos siglos, cuando los romanos empezaban a sentirse como los amos del mundo y sus ejércitos conquistaban lejanísimos países de los que nunca nadie había oído hablar, alguien percibió que lo que se había revelado bueno hasta entonces, estaba a punto de dejar de serlo y que, si Roma deseaba además conservar sus nuevas provincias, necesitaba un ejército más rápido, más móvil y, sobre todo más profesional. Y no es que los legionarios que se encontró Cayo Mario, tío de Julio Cesar, fuesen malos ¡todo lo contario! El problema es que eran, en cierto modo, soldados a tiempo parcial pues, como propietarios de tierras, debían dedicar la mitad del año a cuidar sus cosechas y atender a sus familias. Esto significaba dos cosas: Una, que aquellos hombres estaban deseando acabar la campaña para volver con sus mujeres y dos, que empezaban a concebir la milicia como una carga pues, si conseguian mantenerse con vida hasta llegar a viejos, poco a nada recibían a cambio. Mario se dió cuenta y, en una medida que sus contemporáneos apenas entendieron, dio entrada en el ejército a los capite censi, a aquellos que nada tenían y, por tanto, a aquellos que estaban dispuestos a darlo todo por retirarse un poco menos pobres de lo que se alistaron. La medida fue un éxito, pues permitió mantener hombres en armas durante todo el año, algo imprescindible si lo que se quería era mantener lo conquistado y, además, al esteblecer la obligatoriedad de "premiar" a aquellos que llegaran a viejos con una parcela de tierra cultivable, propició que se aprovecharan para la agricultura terrenos hasta ese momento considerados baldíos.
Más el cambio fundamental no fue ese. Mario tambien se dio cuenta de que, en un ejército que confiaba su destino a su infanteria y que debía custodiar fronteras de cientos y cientos de kilómetros, la rapidez con que consiguiera moverse era fundamental. Por aquellos días los legionarios romanos se acompañaban de un tren de bagajes que podía representar dos o tres veces la longitud del ejército mientras marchaba. Detrás de los soldados avanzaban miles de acemilas, que cargaban los pertrechos e incluso las armas de aquellos, mujeres de dudosa reputación, buhoneros, curanderos, adivinos y toda suerte de rufianes que se aprovechaban de una cierta laxitud en las normas para sobrevivir a base de engaños e incluso participar en saqueos y botines. Mario, con buen criterio, acabó definitvamente con todo esto, arrojando a patadas de los campamentos a todo aquel que no fuera personal combatiente y, sobre todo, prescindiendo de de burros y asnos y obligando a sus hombres a que, de ahora en adelante, cargaran diariamente con la totalidad de su equipo. Tan solo permitió un animal por cada contubernium o grupo de ocho legionarios.
En un principio, le medida fue aceptada a regañadientes por sus hombres pero, a la mañana siguiente, cuando fueron realmente conscientes del volumen de equipo que debían transportar sobre sus hombros, seguro que más de uno se tuvo que hacer el dormido. Cada legionario, además de su casco, su gladius, su escudo y su cota de malla debía acarrear además una capa, un poncho, un cazo metálico donde comer, una cesta de mimbre, un pico, un hacha, un cortacésped, una correa, una sierra para madera llamada honcejo, una cadena, dos estacas de maderas con las que formar una empalizada y una dolabra. Me apuesto a que, durante las marchas, el asno del cortubernium sonreía de soslayo, complacido de tener que acarrear, "tan solo", la tienda donde dormir y los utensilios que conformaban una pequeña cocina de campaña. Pero muy pronto, los legionarios se acostumbraron, se endurecieron y fueron capaces de cubrir enormes distancias cargados hasta las trancas de armas y herramientas... y de golpear con dureza al enemigo sin solución de continuidad, cansados o descansados, al levantarse o al anochecer, con sol o con lluvia...y eso, por aquellos días, no estaba al alcance de nadie.
A partir de entonces, los soldados de infatería, los miles romanos, serían conocidos por sus enemigos como los Mulus Marianus... o las mulas de Mario, soldados capaces de caminar treinta kilómetros con treinta kilos en las espaldas...
Para una época en la que los hombres aún andaban con sandalias, no estaba mal.
25 comentarios:
Me imagino que lo mas parecido que hay en la actualidad son algunos bolsos femeninos capaces de contener todo lo necesario para largos periodos....
A partir de ahora, en vez de utilizar "mula de carga", me acordaré de tu lección y diré: Parezco una "Mulus Marianus".
Bicos.
Tus post tienen la ventaja de que nos haces sonreir con la intoducción y aprender con la historía que todos esperamos llegue acontinuación.
Un placer leerte siempre.
PD:Y quién no quiere ver la vida desde fuera, al menos una hora al día?...
Un abrazo
Buena, como siempre, la introducción.
Sorprendente, por lo extraña fuera del oficio, la distinción entre movilidad y rapidez, aunque no quede explicada la primera.
En cuanto a la dolabra, salvando las distancias, me atrevería a llamarla zapapico.
Un abrazo efervescente
Para llevar todo lo que llevaba ese buen hombre, habrá que tomar complementos alimenticios, ¿no? Y no me quiero imaginar lo que tenían que tomar los legionarios...
Una pregunta, ¿la miniatura de la foto la has pintado tú? Porque si es así, mi más sinceras felicitaciones.
Un abrazo
Es cierto Turu; movilidad y rapidez nos suenan parecido aunque no quieren decir exactamente lo mismo, sobre todo militarmente hablando. La movilidad vendrían a ser la facilidad de algo o alguien para ser actuar en un lugar distante con la misma facilidad que lo haría en su lugar habitual y al menor coste posible. La rapidez sería la capacidad de hacer lo anteriormente descrito en un tiempo corto. Aquellas fuerzas que posean las dos tendrán asegurada una superioridad estratégica total, pues podrán cubrir más frontera con, en principio, menos fuerzas desplegadas... ¿Acierto amigo?
Las legiones de Roma "entrenaban" marchas de 30 kilómetros tres veces a la semana y una, más larga, de 50 kilómetros, una vez al mes. Esto es, una fuerza respetable de digamos, 2.000 o 2.500 hombres, una Vexilatio de cuatro o cinco cohortes, podría salir de Madrid un lunes a primera hora y golpear a unos supuestos bárbaros en Guadalajara, el martes, a última hora de la tarde. Cansados, muy cansados... pero acostumbrados a hacerlo. La mayoría de los ejércitos modernos - corrígeme Turu, por favor - no serían capaces de hacer algo semejante sin sus elementos motorizados.
Elo, alguna vez hablaremos de los comían los legionarios. Por ahora, te adelanto que dependía mucho de si había o no caza cerca pero, en cualquier caso, en circunstancias normales, leche de cabra, queso, gachas, repollo, aceitunas y carne seca.
La figura no es mía... ¡La he robado de Internet! Algín día colgaré alguna de las mías, si es que encuentro alguna de parecida calidad, claro.
Una abrazo a todos.
...Así que los viernes habrá que andar más y trabajar menos, no vaya a ser que los "compañeros" se molesten. Si es que ya venimos todos muy cargados desde antes de los romanos... SALUDANDO:
LeeTamargo.-
No sé si me hacen más gracia las historias de romanos, o las notas costumbristas que les pones delante... (más bien estas últimas). O estoy muy equivocado, o creo que puede interesarte este libro que acaba de aparecer:
http://www.editorialcaballodetroya.es/catalogo/catalogo_ficha.asp?lib_id=37
La movilidad -que puede ser estratégica, operacional o táctica- osaría explicarla aquí como la posibilidad que tenemos de transportarnos, primero, y emplearnos, luego, con eficiencia, sin que circunstancias ajenas a nuestra voluntad puedan influir en nuestra acción.
Hago lo que quiero donde quiero.
Sólo recordemos como actuaba el Tshal.
A lo que te refieres es más bien a la estratégica, a la proyectabilidad
En cuanto a hoy, carece de sentido especular sobre sí nuestras unidades podrían moverse a pie tantos o cuantos quilómetros, ya que el combate actual obliga a una extrema movilidad y a actuar con gran rapidez, lo que es imposible a paso ordinario.
Porque la cuestión no es sí estoy en condiciones físicas de trasladarme a pie sino mi capacidad de combate posterior.
Joaquín, gracias por el enlace. Esperaba otro tipo de obra pero es igualmente interesante.
Turu, tienes razón; especular sobre movimientos a pie hoy en día es en cierto modo absurdo. Pero sí que viene relacionado con la capacidad de actuar posterior. Los los legionarios romanos construían un campamento donde pasar la noche todos los días, nada más terminar su marcha... ¡Eso si que es capacidad de actuar porque malditas las ganas que debían de tener! :-)
Un abrazo
Estupendo el libro que estás leyendo... también va de "porteadores", unos por obligación y otros por devoción.
Un abrazo.
Me ha sorprendido tu post. No sueles hacer tanta mención a tus vivencias.
A la quinta o sexta línea, pensaba ¿Dónde están los griegos, o los romanos, o los cartaginenses, o los soldados, o los alemanes...?
Después de reírme un rato con tu compañero de viaje, ha quedado todo aclarado ;)
Pues vaya con los romanos. ¿Y el cortacesped para que lo necesitaban? Yo siempre llevo uno en el bolso, junto con el monedero, el móvil, la libreta, la pluma, los pañuelos, los cosméticos, las gafas de sol, la lima, el traductor english/spanish, un libro y el cocodrilo.
Paso a explicar lo del cortacésped. Los legionarios romanas levantaban un pequeño campamento de marcha, cada dia, y lo rodeaban de una trinchera y de un pequeño terraplén que se construía con la tierra que se sacaba de aquella. Naturalmente, cuando llovía, a la tierra le pasaba lo mismo que hoy en día, esto es, que era arrastrada por el agua. Los legionarios arrancaban tepes de césped con esa herramienta y la colocaban encima del terraplén para evitar la erosión y el corrimiento de tierra.
Pero aclaro que esto no son sino suposiciones...
Pues yo llevo muchas más cosas en el bolso y no voy presumiendo por ahí de "machote". Ya lo compararemos un día de estos con esa bolsa que sueles llevar tú; No te pega!!! :-)
¡vaya! fue al menos un viaje en autobús distinto ¿no?
:-)
Genial. Me ha gustado mucho.
Saludos
Bueno, la introducción muy interesante por cierto, que se produce en nuestros días y que quizás al principio despista un poco de a dónde nos quieres llevar, está muy bien escogida para acercarnos a tiempos más lejanos y ver que las cosas no cambiaron mucho, los soldados hoy en día si nos fijamos en las fotos de los que parten a lugares en guerra nos dan una idea de lo cargados que van, sus uniformes parecen llenos de bolsos en los que van los distintos utensilios que van a necesitar y luego unas pesadas mochilas, la verdad es que dan la apariencia de que llevan muchos kilos encima, quizás la diferencia es que ahora los kilómetros a recorrer no los hacen andando, bueno, al menos de la que salen del país, pero cualquiera sabe con cuantos kilos tienen que cargar, esta vez andando, llegados a su destino.
Me encantó este nuevo enfoque que le diste al artículo que como siempre resultó ameno e interesante.
Un abrazo
Interesante tu enseñanza de hoy e interesante su punto de partida ese paralelismo tan actual y literario como las millones de vidas y de historias que confluyen en un autobús.
Quería hacerte una consulta, ¿sabes algo de Temistógenes de Siracusa, el alter ego de Jenofonte en La Anábasis, la famosa marcha de los Diez mil? yo traduje parte de esta obra en su día hace mucho tiempo, no es más que la huída de estos 100.000, venidos cada vez a menos, desde el Lejano Oriente hasta Grecia; recuerdo que su medida de longitud para saber lo que llevaban recorrido o lo que le quedaba para llegar a Grecia era la parasanga.
Conversando con un abrillantador de suelos el otro día, el tío era un especialista en Grecia y Roma me contó que este viaje lo encabezó el propio Jenofonte desde allá porque mataron a todos los mandos de la famosa tropa enviada por el propio Darío II, este tipo el Jenofonte digo yo que era historiador y legionario. ¡Menudo nota!
Saludos y sigue con tus narraciones ludo educativas a muchos nos deleitan.
Me he quedado admirada de tu atÍculo y la forma de enfocarlo.Tenia un concepto equivocado de ti, te creia tímido,pero en estos últimos artículos no vas directo al tema, primero la introducción y despues la trama,me ha gustado mucho,a pesar de sre largo es agil su lectura.
Un beso Nina
Bueno, es que Cayo Mario era alguien especial. Para empezar, era un "hombre nuevo". Es decir, que era el primero de su familia en conseguir el Consulado. Lo cual, a los nobles romanos (y por nobles me refiero tanto a patricios como a los plebeyos), no les hacia ni gracia. Cayo Mario era de Arpinum, un pueblo situado a unos 70 kilometros de Roma... lo cual le hacia "no romano".
Asi que tenia que destacar de alguna manera. De echo, se dice que fue Escipion Emiliano, en Numancia, el que se fijó en el, y le animó para presentarse a cargos politicos. Entendamonos, los cargos politicos para Mario, eran para conseguir cargos militares. Mario era lo que los romanos llamaban un "Vir Militaris". Es decir, un hombre que debia su fama al ejercito. Curioso es, que el mejor romano de todos los tiempos, Julio Cesar, no fuera considerado uno de ellos, sino un politico que tuvo que batallar despues para mantenerse en el poder.
Bueno, a lo que ibamos... No se sabe porqué, pero Cayo Mario tuvo problemas con la familia de los Metelos, de la que se decia que era su cliente. Y esto le cerró el paso al cargo de consul. Un matrimonio con Julia, tia de Cesar, le abrió apoyos entre las clases altas, y Mario los aprovechó para conseguir el mando de la guerra en africa contra Yugurta de Numidia. Que además lo consiguiera denigrando a su anterior comandante, que era un Metelo, denota mala leche. Pero claro, para conseguirlo, tuvo en contra a todas las clases altas, que veian un ataque a Metelo como un ataque a su persona. Mario no tuvo mas remedio que aliarse al partido Popular, que dominaba en las asambleas. Una de sus primeras leyes, fue hacer un ejercito de 4 legiones de censatarios. Algo muy inusual y peligroso al mismo tiempo. Los anteriores soldados, tenian que ser propietarios, capaces de leer, etc. Pero una gran cantidad de derrotas frente a los germanos en la Galia, casi habian agotado este sistema de reclutamiento. Que por cierto, estaba anticuado, ya que estaba pensado para una campaña de 3 o 6 meses en Italia. Y Roma dominaba ya, una buena parte del mediterraneo.
Lo de peligroso viene porque estos hombres, entrenados para luchar, y que no tenian nada mas, al acabar la carrera militar podrian causar conflictos. Por lo cual se ideó un sistema de recompensas de tierras, o de "donaciones". Pero esto no hizo sino que esas tropas se consideraran ligadas al general que las mandara. Asi, ya no eran hombres de Roma, sino de "Mario, Sila, Cesar, Pompeyo...", que creian que su destino estaba ligado a esos personajes.
Las famosas reformas de Mario hicieron que el ejercito romano mejorara mucho. De echo, sus normas se mantuvieron unos 400 años.
1º- Para empezar, Mario les dotó de las famosas Aguilas de Plata. Porque?. Porque estos nuevos legionarios, la mayor parte de ellos eran analfabetos, y no sabrian leer los estandartes, etc. En medio de la batalla, si alguno se perdia, solo tenia que acercarse al aguila mas cercana y unirse al grupo.
2º- Veterania a los que sabian leer y escribir a cambio de enseñar a los miembros de sus grupos. Mario decia que salvaba vidas igual.
3º- Reforma de movilidad. De manipulos se pasa a pensar en Cohortes. Esto realmente ya se hacia, pero Mario fue el que lo hizo oficial.
4º- Reforma del armamento. Mario recortó el escudo romano (ovalado), hasta convertirlo en un rectangulo. Con esto, conseguia que los romanos pudieran llevarlo a la espalda y caminar con el.
Pilum. Mario fue el que cambió la lanza tipo "Hasta" (la lanza normal), por la de tipo "Pilum". Fue el que inventó la lanza que se partia al golpear al enemigo. Con esto conseguia que el enemigo no la utilizara, y que el peso obligara al enemigo a soltar el escudo.
Llevar el equipo... si, tambien fue echo para dotar de movilidad al ejercito.
5º- utilizó espias, y se preocupaba de conocer al enemigo. Cosa que hasta ese momento los romanos tenian muy descuidados. eso es un error que Cesar no cometeria, por ejemplo.
El resto es historia... pero salve decir que tanto Sila, como Cesar o Pompeyo se aprovecharon de estas reformas... al igual que cualquier militar que le sucedio. A mi entender, Mario ha sido muy infravalorado en la historia. Era un buen general, si bien le costaba tomar fortificaciones, sus tacticas y sus formas de lucha enseñaron a sus generaciones. Pero claro, con Sila, Cesar, Pompeyo y demas generales de esa categoria despues de el, es logico que no se le hiciera caso, pero Mario se merece mas sitio en la historia.
Un saludo de Edem.
Hola Caboblanco:
Realmente a veces te encuentras por estos mundos personajes del estilo de que vistes en el bus.
En cuanto a la historia de los infantes legionarios impre3sionante el equipo que llevaban, no sé si hoy en día deben acarrear tanto, pero a veces los veo por latele, cuando parten a alguna misión, con unos mochilones que asustan.
Un abrazo
José
Encuentras rastros de la historia de la humnaidad en las cosas más cotidianas o en las más extrañas... Es un placer por acá y recordar que no aparecimos simplemente y que somos productos de años y años de costumbres y caminos recorridos.
Saludos,
Hola a todos:
Ese ejercito de soldados - ciudadanos solo beneficio al grupo de los optimates, ya que mientras estaban combatiendo estos ciudadanos, no podian cultivar sus tierras, de tal manera que era estos grupos quienes compraban estas tierras que no podian ser trabajadas. A esto tenemos que añadir que era el grupo que se apropiaba de las mejores parcelas del "ager publicus". Todo estos elementos favorecieron las crisis finales de la Republica.
Esta profesionalizacion de las legiones acabo por implicar que eran a los generales a los que se les debia el exito, el botin y las tierras, como se vera con Mario, Sila, Pompeyo y Cesar finalmente.
Muy buen articulo.
Saludos a todos.
posdata: Se te olvida comentar en el articulo la importancia de los legionarios y su papel de soldados - zapadores y en la "romanizacion", como supongo conoceras por los articulos del profesor Roldan Hervas.
Saludos a todos.
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