sábado, 6 de octubre de 2007

Y los cuarenta ladrones

Dos navíos de línea, peleándose por aparcar...
Yo creo, que el hombre pasa la mayor parte de su existencia viviendo situaciones manifiestamente antinaturales; Si uno observa la morfología humana, estar sentado delante de un ordenador es, ergonómicamente, un disparate... No sé para que estará hecho un trasero pero no, desde luego, para aguantar 8 horas con las piernas dobladas. Antinatural podría ser también trabajar, si hacemos caso a Aristóteles y extraño me resulta que se le ponga de ejemplo de sabiduría excepto para eso. Y antinatural nos parece, a veces, la vida en pareja, o al menos la monogamia, ya que son escasos los animales que se emparejan para toda la vida... por más que alguno de nosotros tenga que dar gracias a Dios, cada mañana, porque alguien amanezca al lado de lo que está reflejado en el espejo...

A mí, que nada me parece más antinatural que llegar a fin de mes con 900 euros, me maravillan enormemente los imposibles de carácter técnico; el que a uno le pongan una víscera de otro y no reviente, me parece obra del mismísimo Diablo, y el que a algún otro paisano le perforen las córneas con un láser en una clínica de la Castellana y salga viendo las señales de tráfico del otro extremo de la calzada, me resulta ciertamente de locos. Otros éxitos de la humanidad, como que los aviones lleguen al otro extremo del globo de una pieza o que un barco no se hunda por más millonarios gordos que en él se alojen, me dejan igualmente perplejo pero ¡que le voy a hacer si soy de letras puras!

Hablando en serio, si bien que un barco flote es, en el fondo, mucho más lógico de lo que parece, me parece una proeza dotarle de la estructura adecuada para que navegue, maniobre, vierta su fuego sobre el enemigo y aguante al mismo tiempo sus cañonazos - si es que hablamos de un navío militar - y consiga terminar su carrera envejeciendo en un dique y no en el fondo de alguno de los ¿siete? mares. En esto de la construcción naval, los españoles hemos sido desde siempre unos auténticos artistas; nuestra tradición marinera es tan antigua como nosotros mismos y barcos botados en astilleros españoles conforman las listas de muchas armadas y líneas comerciales del mundo. La lástima es que alcanzamos nuestro cénit creativo en mal momento, cuando en España había aún menos dinero de lo normal... me explico:

Entre 1796 y 1800, los avezados diplomáticos españoles, poseedores del título CEAC de “mano izquierda negociadora”, cayeron en los brazos de la Francia Imperial y, por los tratados de San Ildefonso - curioso nombre... sería porque se veía que nos iban a tocar las bolas -, se comprometieron a ayudar a los fransuas, no sólo económicamente, sino poniendo a disposición gabacha los barcos de nuestra Armada para combatir a la flota inglesa que se entretenía molestando a las posesiones francesas en el Caribe.

Dinero, no había y sobre cómo es posible que una España pobre, pelín acomplejada y bastante más atrasada que el resto de naciones europeas tuviera unos buques decentes, ciertamente... no tengo la menor idea. Seguro que ayudó la proverbial improvisación hispana, una bullente imaginación y nuestra reconocida capacidad de hacer de nuestra capa un sayo. El caso es que maravillas como el Santísima Trinidad, el Rayo, el Príncipe de Asturias o el San Juan Nepomuceno fueron puestos al servicios de los franceses a cambio de casi nada, al servicio de ideales o entuertos que en nada nos favorecían. Y ¡ojo! Cuando hablo de ceder un buque, no penséis que es como si de pronto te llama tu cuñado y te pide las llaves del coche; aunque en el fondo moleste lo mismo, el esfuerzo para poner en el agua uno de esos navíos de línea – que así se llamaban – era sobrecogedor...

El navío se línea más común, vamos, el modelo bajo de la gama, era un monstruo de 74 cañones, pesaba 1.700 toneladas y requería de 2.000 robles para su construcción, árboles que se talaban en su mayoría en los bosques cántabros y asturianos. En España, aún había bosques para aburrir pero países como Inglaterra tenían que importar más de la mitad de la madera que necesitaban a un precio que quitaba el hipo. También se probaron las maderas de abeto o de cedro pero no existía material que igualara al corazón del roble a la hora de resistir el tremendo castigo de una batalla o los embates de una tormenta atlántica. Para poner los palos y vergas, había que volver a rascarse el bolsillo, ya que solían ser necesarios enormes abetos noruegos, mientras que la verga mayor, de 32 metros de alto era coto privado de los grandes árboles de Norteamérica. Por último, si se le quería añadir algún “extra” como una buena quilla de olmo o unas planchas protectoras para el casco, que salvaguardaran la nave de los ataques de moluscos o caracoles marinos, había que volver a hipotecarse.

Bien, pues todo esto, se nos daba francamente de miedo. Los constructores españoles eran reconocidos como los mejores de Europa y periódicamente les sonaba el móvil con sugerentes cantos de sirena, frecuentemente expresados en Libras; como quiera que la movilidad laboral no estaba inventada y, en este caso, cambiarse de trabajo por las buenas podía garantizarle a uno un bonito collar en forma de soga, los hijos de... Inglaterra optaban por métodos más expeditivos como intentar apoderarse de planos de maestros patrios y copiar el buque de arriba abajo, en plan bolso de Louis Buitton. Pero a los perros – nombre con el que los marineros españoles identificaban a sus homólogos británicos – no sólo le fallaba la imaginación, sino también el procedimiento: sus barcos a menudo eran lentos, armaban demasiados cañones y solían ser muy “celosos”... término con el que se denomina a la nave que no absorbe bien el viento y se tumba demasiado.

Entre los peores barcos de la historia anglosajona hay que nombrar a los “cuarenta ladrones”, esto es, cuarenta navíos de línea construidos en astilleros particulares por contratistas corruptos a base de copiar un modelo español, gracias a unos planos robados en Laredo. Bien porque no entendían bien nuestro idioma o porque pusieron los planos boca abajo, el caso es que esas cuarenta naves fueron consideradas desde el principio ataúdes flotantes y hasta se pagaban sobornos con tal de no embarcar en ellas. Cuando nos enteramos en nuestro país – gracias a agentes encubiertos, que de esto también había... – se montó un auténtico despelote y empezaron a circular chistes de todo porte hasta que terminó por adoptarse el mote de “the forty thieves” incluso por los británicos.

Sin embargo, aunque sus barcos eran una pena, su artillería era soberbia, sus suboficiales enormemente profesionales, sus marineros de notable para arriba y, para colmo, pasaban la mayor parte del año en el mar, no como sus compañeros de la piel de toro que, por falta de dineros – y de interés – apenas estaban fuera de dique 45 días al año.

Por esto y por otras cosas una buena generación de españoles tuvo que vivir la “antinatural situación” de ser sucesivamente caneado en San Vicente o Trafalgar, a pesar de tener las llaves del mejor barco; sus mandos, o más bien sus políticos, no cayeron en la cuenta de que detalles entrenar, motivar o pagar a tiempo y lo convenido, son imprescindibles si queremos que alguien consiga hacer algo en condiciones; En estas lamentables circunstancias tan sólo queda espacio para la temeridad o la heroicidad, generalmente dos caras de la misma moneda. En Trafalgar los españoles – y los franceses – lucharon bravamente contra un enemigo cualitativamente superior, hasta el límite de lo humanamente imaginable: En 5 de los 15 navíos españoles, no se pudo “formalizar” la rendición correctamente... porque no quedaba un solo oficial vivo que pudiera hacerlo.

Un saludo.

10 comentarios:

EntreRenglones dijo...

...Siempre hemos sido unos artistas, pero a piratas hay que reconocer que nos ganan.
Me alegra leerte y saludarte, Caboblanco...
SALUDO: LeeTamargo.-

Leodegundia dijo...

Quizás uno de los defectos más grandes de los españoles es su falta de planificación, digamos que somos los reyes del parche, se hacen las cosas de cualquier manera y luego se van modificando a golpe de parche y aunque hay personas que si planifican y que si ven las cosas con una gran perspectiva no se las escucha y además y por si esto fuera poco, vamos de quijotes por la vida y todo el mundo nos toma el pelo y se aprovecha de nosotros.
España no tuvo nunca mucha suerte con sus dirigentes, a mi entender, la política empleada tanto para asuntos internos como externos casi nunca mira los intereses importantes para nuestro país, si no el quedar bien con los demás y así no se va a ninguna parte.
Aprendí mucho de barcos hoy, así que la visita fue además de placentera, fructífera.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Me alegra que estés de nuevo por aquí con bríos renovados.
Sugerente post.
Por lo que he leído los grandes navíos de línea son aún considerados una obra de ingeniería insuperable. No sé si en todo el barco habría siquiera un tornillo (clavos sí pero tornillos de los que conocemos nostros, metálicos, con cabeza de estrella, pa mi que no.)
Quería puntualizar un par de asuntos. Los barcos que se nos hundieron en Trafalgar fue como quien gasta todos los intererse acumulados de un plazo fijo fabuloso en una ruleta de Las Vegas: Fue la obra continuada de renovación de la flota emprendida por los Borbones (los grandes, desde felipe V hasta Carlos III)la que se nos fue,toita,toa a pique.
Efectivamente, disponíamos de barcos renombrados y la oficialidad era, en muchos casos, de sobresaliente y matrícula. No así la marinería (y no por culpa suya). No había dineros para mantener como es debido al personla necesario para tan descomunales barcos
Los españoles también fuimos espías: antes que nos copiaran los ingleses les copiamos nosotros a ellos, que me parece que fue eso lo que hizo Jorge Juan por encargo del marques de la Ensenada
(http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Juan)

Anónimo dijo...

La corrupción administrativa y militar, la prepotencia, y la incapacidad de aprender de los errores.
Contra eso no hay barco que aguante. Si hubiéramos aprovechado nuestro momento de gloria...

ariadna dijo...

vaya, eres d letras puras como yo. M gustan tus textos, los dotas de un estilo muy humano.

Danielo dijo...

Se ha de tener en cuenta que el objetivo de las batallas era muchas veces el apresamiento...para poder usar los buques en provecho propio.
Generalmente se cambiaban los nombres y se pasaba a optimizar el barco...mejorando casi siempre por la pericia y la codicia de los oficiales ingleses.
www.pitxorras.com

Anónimo dijo...

" bastante más atrasada que el resto de naciones europeas"

Ay, ay , ay con los tópicos. Vamos poquito a poco.

¿España más atrasada que la mayoría de una Italia que todavía no existía como tal? Ummm... creo que no. Sólo había que echarle un vistazo.

¿España más atrasada que Irlanda, Escocia o Gales?

¿España más atrasada que la gran mayoría de lo que luego sería Alemania (exceptuemos Prusia)? Ummm... no opina eso, precisamente, el Instituto Goethe (el Cervantes alemán).

¿España más atrasada que casi todos los territorios balcánicos, ocupados por el Turco o sin ocupar?
Ummm... desde luego que no.

¿Y más atrasada que la Ominosa Puerta? Jojojo... creo que no.

¿Más atrasada que el 90% de todas Las Rusias occidentales? jeje... ni de coña...

¿Más que Polonia? ¿Más que...

La lista es inacabable.

¿España más atrasada que casi todas las naciones europeas?

Topicazo y olé. Dato objetivo: el Imperio Español (el propio, no las herencias dinásticas) alcanza su máxima extensión NO con Felipe II o Felipe IV. La alcanza con Carlos III.

Más datos objetivos: el esfuerzo por reconstruir la Armada fue constante y titánico desde Felipe V, frustrándose sólo con la llegada de Carlos IV al trono y sobre todo con la "privanza" de Godoy, que odiaba la Marina. Estamos hablando de un siglo entero de tiempo.

España pobre... ¡ay!

Como todos, en todo caso. Pongamos el famoso ejemplo catalán: Cataluña pasa de ser una tierra infrapoblada y conocida por su bandolerismo a finales del XVII a doblar su número de habitantes, capitalizarse y ser el principal proveedor de armas ligeras de toda la Monarquía.

España, en 1800, era un Imperio inmenso, moderadamente rico, con señales claras de preindustrialización desde al menos tres décadas atrás. Quien no tenía un duro era la Armada (hasta el punto de vestir algunos oficiales de forma harapienta), pero eso se debía a la intencionada voluntad del rey, la reina y, sobre todo, el macró de ésta, no a ninguna clase de postración general.

Siempre lo mismo: todo el mundo tiene una Historia de España en la cabeza consistente en esto:

Felipe II-decadencia-decadencia-decadencia-decadencia-Franco(decadencia)- Hoy (decadencia algo menos).

Alucinante.

A España lo que le pasó, al igual que a comienzos del XVIII con la Guerra de Sucesión, fue una cosa [mal] llamada Guerra de la Independencia. Y luego otras dos de nombre Fernando VII y Primera Guerra Carlista. Y ése es todo el hechizo.

Turulato dijo...

Aun en mi actual estado de apatía, creo que se suscita una polémica interesante.
De entrada, ¿bajo que parámetros calificamos o negamos el atraso de una nación, estado o sociedad?; el atraso, o la innovación, ¿son homogéneos dentro de una sociedad?; el patrón de comparación ¿debe ser la nación más avanzada?, ¿parte de su estructura?, ¿su vitalidad política?, ¿su eficacia/eficiencia económica?, ¿su ideología social?, ..
Aunque la polémica es gratuita, pues, como español, se que tengo razón y la verdad es mi verdad.

Luis Caboblanco dijo...

ejTodo es relativo, claro... ¿Es representativo decir que una nación está más o menos adelantada porque sus fronteras aparezcan con nitidez en un mapa? Puede... o puede que no... ¿Debemos compararnos con Rusia, con quien no tuvimos ningún entuerto político ni era adversario ni rival, o con una Inglaterra, una Francia o una Holanda? Yo creo que con los segundos.

En cualquier caso, hay infinitas maneras de medir el desarrollo y la industrialización pero yo, Turulato, me quedo con aquel viejo axioma que defiende que "la nación más desarrollada es aquella en la que hay menos distancia entre su primer ciudadano y el último"... Y en aquellos días entre el Rey de las Españas y el más corriente de sus ciudadanos había un mundo, tanto en lo económico, como en lo referente a los Derechos y libertades.

El que existiera una Cataluña industrializada, el que se repoblara Sierra Morena, el que se iniciaran obras hidráulicas y pantanos es un dato claro y comprobable... tan comprobable como que el analfabetismo era ley, como que Guadalajara, Cáceres y Badajoz estaban igual de despoblabas o más que el norte de Andalucía o que todo lo que fabricaban los reales fábricas era de primerísima calidad... y apenas podía comprarlo alguíen en España.

La ilustración española fue esforzada en muchos casos pero era demasiado amiga de utilizar al pueblo pero sin el pueblo. Eso, y la vieja costumbre real de intentar controlarla hizo que el siglo de las luces en nuestro país, pasara con la luz llendo y viniendo. Prueba de ello fue el descomunal florencimiento de las Academias, la forma más elitista de conocimiento y el estancamiento de las universidades, de que las no se abrió ninguna de abolengo durante el XVIII. La sociedad española quedo fragmentada, una vez más en capas, en compartimentos estancos y, si se estanca una sociedad, se estanca un pais, con barcos o sin ellos.

Un saludo.

Anónimo dijo...

A pesar de todo, no pierdes la soltura... me alegro; vuelvo a disfrutar de magníficas introducciones. No es que el resto del texto no sea digno de lectura, pero me descubro ante tus primeros párrafos.

Besos