lunes, 26 de enero de 2009

La ropera

Ropera con guarnición de lazo
Propietario: Rorro González

Ahora que parece que los deportistas españoles campan a sus anchas por un montón de disciplinas, ganando torneos a cholón y acumulando trofeos y titulares periodísticos, justo es reconocer sin embargo que, de los principales deportes que uno puede disfrutar cualquier domingo por la tarde en la televisión, prácticamente ninguno ha sido inventado por españoles. Si acaso, haciendo un ejercicio de identificación algo forzado, quizá podamos razonar la españolidad de la moderna esgrima en cualquiera de sus disciplinas, a pesar de que la primera medalla española no ha “caído” hasta hace bien poco... extrañamente, por cierto.

... y es que, si algo se nos ha dado bien a los españoles de ayer y hoy ha sido reñir, disputar y pelearnos, fundamentalmente entre nosotros mismos; y, no siendo la espada un invento español ni mucho menos, si es posible reclamar la paternidad de su uso, entendido éste no como la habilidad de dar un espadazo a otro y salir corriendo, sino de la invención y perfeccionamiento de un determinado modo de usarla, muy ligado al estilo de vida de nuestros abuelos de los siglos XVI y XVII, y que exigió, nada menos, que el desarrollo de un tipo especial de arma... la verdadera espada española... la espada ropera.

A ver... en aquellos días, era posible, como ya he dicho, identificar dos habilidades presentes en el español medio: jugar a los naipes y batirse a espada... y lo normal era, qué le vamos a hacer, usar ambas el mismo día; para ello se utilizaban, además de la baraja, las mencionadas espadas roperas, llamadas así porque eran tan habituales que se cargaban como un aditamento de la vestimenta. Como arma, era virguería pura... Bien estabilizadas y realizadas con los mejores aceros toledanos, eran tremendamente manejables a pesar de su peso, y su estilizado pero contundente filo era ideal tanto para usarlo de punta (estoquear) como de filo (tajar). Para completar el diseño, se solían dejar sin afilar los primeros cuatro o cinco centímetros del filo, debido a la costumbre española de apoyar allí el dedo índice en el momento de la pelea dejando, además, la mano diestra protegida por floridas y trabajadas guarniciones.

En cuanto a su técnica, si bien es cierto que algunos comentaristas de la época escribieron complicados tratados, el español medio aprendía lo necesario en la calle, o en Flandes... si le daba tiempo, claro. A pesar de su peso, una buena espada, de aquellas que costaban un jornal, tenía un equilibrio perfecto que hacía que al apuntarla a la cara de tirador contrario, funcionase como una prolongación del propio cuerpo, obligando además a su dueño a colocarse de lado y así presentar menor blanco al adversario. Muy pronto, en Europa intentaron copiar las armas españolas pero, vaya usted a saber por qué, la ropera no triunfó de igual modo, quizá porque más allá de los pirineos la posibilidad de batirse por dos cervezas no fuera tan acusada...

En España si lo era, llegando al extremo de que escritores como Quevedo fueran auténticos virtuosos de su empleo u otros, como Calderón o Góngora, escribieran acerca de su uso “que aquel varón que por la calle sin ella, seguro que fraile sería...” o que “se acabaron de pronto los fríos...” aludiendo a la costumbre patria de enrollar la capa en el brazo izquierdo al empezar una pelea, a modo de protección. Semejante pasión por atravesar al vecino, a los monarcas españoles les venía de perlas; podría decirse que, acostumbrado el hispano a su uso de tal modo, la primera parte del entrenamiento militar sobraba y, revisando escritos, he podido comprobar de primera mano cartas de los mejores generales europeos, como Gustavo Adolfo de Suecia, quejándose amargamente de la pericia española en el uso de la ropera.

De hecho, los reyes españoles debían de confiar en sus portadores de tal manera que la escolta más cercana e íntima del monarca, la que custodiaba sus aposentos durante la noche, estaba compuesta únicamente por espadachines; se trata de los Monteros de Espinosa, ancestral cuerpo de guardaespaldas – puede que su origen se pueda calibrar alrededor del año 1.000 d.C. – que dominaba de tal manera la espada que acabó renunciando al uso de la armadura, el escudo o cualquier protección adicional. Estos “valientes” se agrupaban en una compañía de medio centenar de hombres, solo se relacionaban entre ellos y estaban obligados a, mientras no estaban de servicio, vivir recluidos en la villa, claro, de Espinosa de los Monteros.

Así se puede dormir a pierna suelta.

3 comentarios:

Turulato dijo...

No es que yo sepa mucho, que nada se, pero alguna cosa viví, que es buena forma de saber.
Mi sable, como el de mi padre, sigue sin filo en donde explica, aunque ignoraba la razón que dice. Ambos van acompañados de fiador, por si desafortunadamente se soltase el arma de la mano.
Puede ser interesante recordar lo que ya apunté un día en estas páginas, en relación a la acanaladura que tienen en la hoja, cuyo fin es la de permitir que esta no se ajuste a la carne y pueda entrar aire, lo que facilitará la gangrena.
En cuanto a la esgrima, me explicaron cuando practiqué la de combate que la había de tres estilos: la francesa, muy florida, con medias vueltas y desplazamientos, y que creo que es la base de la actual; la italiana, con la guardia en alto y recta hacia los ojos del contrario; y la española, sobria y que solía apoyarse en el empleo de la vizcaina (pronunciar siempre acentuando la a y no la i), daga corta para ciertas paradas y ataques en corto.
Por cierto.. Para ir seleccionando buenos tiradores, contaba mi padre que los maestros de armas solían dar mucha importancia a saber danzar con galanura.

Luis Caboblanco dijo...

Hola Turu.

la parte a la que hago referencia, sin afilar, recibe el nombre de recazo. Por otro lado, no conocía lo de la acanaladura o mejor dicho, lo conocía de otra manera: pensaba que era un "truco" para aligerar el peso del arma. Desde luego lo tuyo parece más razonable.

Conozco la guardia italiana por los tratados de la época y efectivamente se basaban en la guardía alta, aunque están pensadas más para utilizar con espadas de tipo "tizona", anteriores a las descritas y usuales en la baja edad media. Es estilo español se apoyaba, como dices, en la utilización de la daga de mano izquierda o "sinistra" incluso para rebanar el cuello mientras las espadas permanecían trabadas.

Saludos.

Miguel Ángel García Baute dijo...

Ante todo buenas tardes y felicidades por sus artículos, interesantes en todo caso.
Quería comentarle que, a mi parecer España tuvo poco o nada que ver con la creación de la
esgrima deportiva moderna. La esgrima deportiva nace a finales del siglo XIX En los Juegos Olímpicos de París, se implanta como deporte olímpico, aunque sólo en categoría masculina; el florete femenino aparece a partir de 1924, también en París.
Algunos datos erróneos han llevado a difundir el mito de que la esgrima es el único deporte olímpico de origen español. La realidad es que ésta ya era una disciplina olímpica en los Primeros Juegos de la Era Moderna de 1896, donde no hubo ningún participante español; un único esgrimidor español se incluye entre los 156 participantes de los Juegos de 1900, aunque no jugó ningún papel relevante, y lo hizo a título personal ya que el Comité Olímpico Español no fue fundado hasta 1905. En todo caso, las normas se negociaban entre la federación francesa y la italiana (no se tenía en cuenta a los españoles); de hecho, un desacuerdo entre franceses e italianos fue lo que provocó que la esgrima fuese suprimida del programa de los Juegos Olímpicos de Roma en 1908. En relación al origen de la denominada "espada ropera", el término si es de origen español pero no el tipo (o más bien tipología) de espada en cuestión. Los estudios pormenorizados del origen de la guarda de lazo demuestran que Las guardas de las espadas largas del Renacimiento fueron reforzadas con anillos protectores de la mano, una iniciativa que aparece en el norte de Italia (s. XV). Posteriormente dichos anillos eran dobles (uno por cada lado de la cruz) y así hasta que los anillos dieron paso a los lazos (caso por ejemplo de la schiavona). Está muy claro que su origen es Italiano pues el proceso se inició en dicho país. Otra cosa es que haya sido continuado con diseños propios en otros lugares de Europa, como España y Francia. En España conocemos bien los modelos de espadas árabes, y no tienen nada que ver con el estoque renacentista, basta con observar una espada árabe. La ropera española es posterior en su aparición al modelo italiano (no antes del siglo XVI), es decir, el modelo de espada española de la época consta de una guarnición de taza generalmente montada sobre arriaces salomónicos, un tipo de ropera posterior a los modelos italianos de lazo del siglo XVI. la influencia italiana que dió como resultado la creación de un modelo de ropera propiamente español ocurrió a través del contacto de España con Nápoles en esa época.