lunes, 10 de octubre de 2005

85 kilómetros de retención.

Si, por arte de magia, pudiésemos desenredar y colocar una tras otra todas las calles de Roma, que Vespasiano midió y censó en el año 73 d.C, seguramente cubrirían una distancia aproximada de 60.000 pasos, o lo que es igual, unos 85 kilómetros. Semejante grandeza cuantitativa, realmente, no generaba más que problemas. Tan magno número de vías públicas, más que contribuir a hacer más fluido el tráfico de la capital del mundo, generaban tal desorden, que circular por la urbe debió presentar parecidos problemas que los que sufre el consumidor moderno al intentar llegar, con un carrito del Carrefour, del lineal de textil a los cartones de leche, un sábado por la tarde. En teoría, la red viaria de Roma se dividía en tres categorías: los itinera o caminos para peatones, los actus o caminos por donde podía pasar un carro y las viae propiamente dichas o aquellas en las que podían cruzarse dos carros o incluso, ir a la par. Lo lamentable del caso es que, de las innumerables calles de la Urbe que constituían su casco urbano, solo dos merecían el calificativo de viae, la via sacra y la via nova. Si añadimos al centro de la ciudad el área “residencial” que la rodeaba, el número aumenta hasta 19… ¿suficiente? Más bien, no.

Imaginad… una incalculable anarquía de calles angostas, retorcidas, rodeadas de edificios cuya magnitud no hacía sino complicar aún más las cosas; una marabunta de bloques de pisos de hasta 6 alturas, con multitud de balcones incluso en las plantas más bajas, que creaban en el conjunto de calles un universo oscuro e intransitable: los barberos afeitando a sus clientes en mitad de la calzada, los figoneros, enronquecidos a la fuerza de pregonar a los cuatro vientos sus humeantes salchichas, los buhoneros del trastevere intercambiando sus cajas de pajuelas por abalorios, los maestros de escuela desgañitándose con sus alumnos, caldereros, funcionarios, batidores, esclavos…

Si Gallardón hubiera nacido veinte siglos antes y un poco más al este, el asunto se habría solucionado con media docena de túneles, un intercambiador y un par de radiales de pago pero, con la tuneladora sin inventar y los nervios de la gente a flor de piel, tuvo que ser Julio César mediante una Lex póstuma el que intentase poner un poco de orden en el tráfico de la ciudad más poderosa del mundo.

Dicha ley establecía una serie de normas de obligado cumplimiento, que regulaban el deambular de los ciudadanos por las calles de Roma mediante variadas disposiciones. Ojalá se hubiese cumplido alguna. Por ejemplo, se establecía la obligatoriedad para el propietario de mantener libre de desperdicios la zona de la vía pública que lindaba con los muros de su vivienda; si esta norma ya parece de difícil cumplimiento hoy en día, en tiempos de César debía parecer casi de cachondeo. También se restringió el tráfico rodado, es decir de carros, durante las horas diurnas, lo que nos parece una dura y acertada medida, pero lo que se consiguió fue poner en pie de guerra a todo el ramo de los transportistas y, en última instancia, hacer de las noches romanas un continuo trajinar de carretas arriba y abajo de la ciudad, con lo que dormir pasó a ser un privilegio de ricos. El cabreo debió de ser de tal calibre, que hubo que levantar la prohibición a diversos colectivos, entre ellos las comitivas fúnebres, los carros que transportaban material de la construcción y los portadores de pescado. Tampoco parece que esta ley lograra dotar a todas las calles de empedrado (sternendae) y aceras (margines) aunque lo preveía. Al final la situación degeneró en el caos… eso sí ¡perfectamente organizado!

PD: Si vais de visita a la ciudad eterna y alrededores, son varias las vías que se conservan, prácticamente, en su estado original; diversos tramos de la vía Apia, la vía Salaria y otras son susceptible de recorrerse a pie o en bicicleta, en ocasiones por espacio de varios kilómetros. Pero seguramente, lo que no sabéis, es que dichas calzadas son los cementerios más grandes del mundo. Con la prohibición de practicar inhumaciones dentro de la ciudad, los márgenes de las vías romanas se convirtieron en un lugar la mar de cómodo para dar el último adiós a familiares y amigos.

Abrazos

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigues consiguiendo mi atracción por la curiosidad de tus palabras.
Algunas de estas normas deberían de ser aplicadas aunque sea por unas horas en las grandes ciudades.
Un besito y sigue con este ritmo.

Anónimo dijo...

Si miramos hacia atras podemos decir: ¡Que antiguos somos los modernos!

Anónimo dijo...

Mmmm...Roma ciudad eterna. Recuerdo la Via Apia, cuando estuve allí hace ya años...
Besos de Andrea

Luis Caboblanco dijo...

El tema del "atasco perpetuo" en las calles de la urbs, llegó a tener tintes dramáticos. Cómo quiera que la ciudad eterna reposaba sobre siete (en realidad más...) colinas, los carros y carretas mal "aparcados" tenían tendencia a despeñarse por las calles de la ciudad, llevándose por el camino tenderetes, otros carros... y ciudadanos.

¡carro vaaaaa!

Turulato dijo...

¿Y los guardias?, porque seguro que los había..
¿Y sancionaban?. ¿Y algo así como la grúa?.
¿Y algún edil "jodiendo la marrana"?.
¡Por favor caballero, no me hable de ciertas cosas, que pierdo la compostura y la decencia!.

Luis Caboblanco dijo...

"y algún edil..." ¡bien que lo sabes truhán! efectivamente, sobre los ediles recaía el peso de mantener a la ciudad en orden. cada uno tenía un barrio asignado y eran de su competencia el control de la limpieza, tráfico, venta de bienes, control de las patrullas de vigilantes y alguna cosita más.

Anónimo dijo...

Prefiero no recordar la Vía Salaria, no me trae precisamente buenos recuerdos. Lo de los enterramintos no lo conocía, así que me marcho de este post con un poco mas de cultura.
Si la circulación en Roma era caótica entonces, la de ahora no está mucho mejor, conducir en esa ciudad es dejar a uno estresado para el resto de sus días.
¡Salve Caboblanco!

Luis Caboblanco dijo...

En cuanto al regalito, a ver si a algún alma caritativa se le ocurre ayudarme porque no tengo ni idea de cómo se pone...

Lunarroja dijo...

Como siempre, es un placer aprender a través de tus palabras.
Y coincido con otro comentario, aunque por una vez, supiéramos la historia... Sigue así.

Briseida dijo...

En fin, que los atascos actuales no son tan novedosos. Pues... no ha cambiado mucho el tráfico callejero!
Claro, claro, no tenían a Gallardón...
;-)
Un abrazo!

El Séneca dijo...

parece ser que la evolución del hombre en 20 siglos, no ha servido para aligerar el trafico en las vías, no ?...es, quizás un tema a estudiar...

Gracias por tu visita y un saludo :)

Raúl dijo...

Bogotá cuenta con un tráfico bastante desordenado, con todo y tuneles y puentes.
Algunos problemas de la humanidad, al parecer evolucionan, pero no desaparecen.
No conocía nada del tema, y me parece un aporte del mayor valor.
Saludos,

Anónimo dijo...

El tráfico ....es algo que no se ha podido solucionar con el paso del tiempo, pero siempre es un gusto viajar de la mano de las palabras.

Gracias por tu visita...sin duda volveré...a "conocer" más!

Biko.

Nepomuk dijo...

Cuando visité Segóbriga recuerdo que me impresionó mucho los restos de tumbas a un lado de la calzada.

Lo que no entiendo es... ¿por qué tumbas a los lados del camino en lugar de cementerios propiamente dichos? al menos las tumbas de Segóbriga se pueden ver muy dispersas unas de otras.

Anónimo dijo...

¡Qué curioso! Con la boca abierta me quedo leyendote, no sabía nada de esto que cuentas y jamás hubiese sospechado que en tiempos de Julio César ya existian los caos urbanos.

Un abrazo

Anónimo dijo...

¡Por un momento pensé que hablabas de Ciutat Vella! (casco antiguo de Barcelona), con las vias peatonales, las de tráfico restringido y la Via Laietana (jejeje) ¡Suerte que aquí tenemos a Clos y las 'zonas verdes' al ataque de nuestros bolsillos! Parece que hay cosas que no cambian (ni las calles llenas de basuras ni vecinos sin dormir).
Me apunto tu aportación sobre Roma... ¡voy a final de mes!

Un abrazo

Portobello dijo...

que curioso, era el estrés de la época, me imagino todo ese alboroto; que curioso en nada hemos cambiado! gracias por tu visita a mi blog, te doy la bienvenida. Espero que sigamos en contacto.

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos de nuevo. Primero de todo, deciros que últimamente, estoy blogeando por la red, y visitanto un montón de bitácoras la mar de interesantes, quizás más "sentidas" e íntimas que la mía, ¡pero cada uno es como es!

Nepomuk, en cuanto al culto a los muertos, los romanos pensaban que las almas de los difuntos salían como sombras de los cuerpos inermes para después partir hacia el fondo de los abismos, sin comunicación con el mundo de los vivos. La religión romana dictaba para los difuntos la necesidad de incineración, pero poca gente lo hacía.

El cementerio es, en cierto sentido, un concepto de caracter cristiano. Frente al culto que nuestra generación practica en los camposantos, al romano medio le bastaba con postrarse ante determinadas imagenes, generalmente colocadas en un pequeño altar, en casa. Por tanto, el lugar físico en el que estuviera inhumado el cuerpo era lo de menos. Al contrario, si era más o menos importante que figurase una estela con el nombre del difunto, su ocupación y sus logros o acontecimientos.. pero tan solo era por el interés ¡los romanos creían que si a un muerto se le trataba mal, volvería de los abismos para hacer la vida imposible a sus deudos! por eso, si enterrar en la ciudad estaba prohibido, que mejor sitio para que la gente leyera la esquela que el margen de la carretera...

Grial dijo...

Roma es una de las ciudades que adoro, por muchas y variadas razones ;)
Coincido con Roberto Zucco, el tráfico continua siendo caótico :s
Siempre es un placer leerte, un beso :)
Pd. Muy cierta la frase de Consumidor irritado (¡Que antiguos somos los modernos!)