sábado, 12 de noviembre de 2005

Recuerdos

El hombre que aún era Rey de Aragón y de Navarra, que lo había sido hasta hacía bien poco de los campos castellanos, aquel que incluso había llegado a hacerse llamar Emperador, yacía ahora, casi inerme, en el espantoso catre que una familia de labradores, mis padres, le había cedido por orden de los caballeros que lo acompañaban. Habían llegado de madrugada, en medio de una intensa neblina; primero un par de jinetes, haciendo preguntas y observando con cara de circunstancias la extrema pobreza de la aldea que los iba a acoger aquella noche. Más tarde, llegaron más caballeros, unos diez, que rodeaban, y seguro protegían, a un hombre que daba la impresión de no poder valerse por sí mismo. Recuerdo como le cogieron en vilo entre dos de ellos y, con ciertas dificultades a causa de su corpulencia, le introdujeron con cuidado en nuestra casa, mientras otros dos salían a galope tendido en dirección contraria, creo que a la búsqueda de un fraile de los que habitaban en la abadía de Montearagón.

La cota de malla que le protegía presentaba un gran desgarro. Sus hombres, con gran cuidado, procedieron a quitársela. Después, recuerdo que uno de ellos, con aspecto grave y preocupado, apartó los jirones que, hechos a base de camisas, hacían las veces de vendas, sólo para descubrir una enorme herida que sin duda había sido provocada por la acometida de una lanza; presentaba un color morado y tumefacto, y olía mal. Con cada estertor del Rey, su torso se contraía de dolor, e incluso juraría que a través de sus carnes abiertas se podían adivinar las costillas. Pero él, no mostraba la menor emoción, ni se quejaba; permanecía con la mirada perdida, fija en algún punto que sólo él conocía…

Mi madre, dominada por el pánico, trajo varias jofainas de agua caliente, con las que el personaje que atendía al todavía Rey, procedió a lavar su cuerpo; gracias a ello, pude observar otros tajos y cortes, bien es verdad que menos graves, y multitud de cicatrices más antiguas, que daban al herido un aspecto mortecino. En ese momento irrumpió en el cuarto un hombre al que los demás llamaban García Ramírez, miró por un momento a Alfonso, conocido como "el Batallador" por su bravura, e hizo entrar en la estancia a un joven religioso, de aspecto apocado, que posiblemente aún se estaba preguntando por qué Dios le tenía reservado para semejante trance.

El fraile, mostrando un desasosiego que lindaba ya con el temor, se acercó a Alfonso y, cuando estuvo a poco más de un metro, el Rey cambió repentinamente el semblante, le asió violentamente del cuello con su brazo derecho, y apretando los dientes masculló…

- ¡Confesión!... ¡confesión!...

El religioso, ahora ya muerto de miedo, se sentó en un pequeño taburete que había junto al lecho, tan torpemente que habría caido al suelo si uno de los soldados no le hubiese agarrado el hábito; acercó su cara a la de Alfonso y susurró…

- de…decidme, hijo mío

El Rey, aún con el cuello del joven fraile preso fuertemente en su mano, le miró con cierto aire despectivo, quizás lamentando tener que acabar sus días así, sin posibilidad de incorporarse por si mismo, malherido, acompañado de unos pocos caballeros en un pueblo perdido y abocado a enjuagar su alma con la ayuda de un jovenzuelo mal tonsurado que bastante tenía con no orinarse encima…pero, súbitamente, su faz se serenó, relajó la expresión de sus labios y empezó a hablar despacio, con voz grave…

- Señor Todopoderoso… yo… Alfonso I, llamado el Batallador, Rey de Aragón y de Navarra, que lo fue de Castilla, de Toledo, de Sobrarbe y de Zaragoza, vencedor en Egea, en Valtierra, en Cutanda, Belchite y Bayona… hijo amadísimo tuyo, guardían celoso de tu fé, protagonista de mil batallas y autor de mil pecados, implora tu misericordia…y tu comprensión; no me abandonéis en la muerte, como lo hicisteis en vida.

El fraile, aún desazonado, masculló…

- Hijo mío... no es momento para la soberbia...

Alfonso cerró por un momento sus ojos, y tomó aire violentamente, lo que motivó que de la herida volviera a manar una catarata de sangre.

- Padre, tened compasión de mí… de aquel que casi no tuvo tiempo de conocer a su padre Sancho Ramírez, siempre enredado en la lucha con moros y con cristianos; tened compasión de quien no iba destinado a ser rey, y tuvo que lidiar con tan difícil encargo, y con las sospechas de todos aquellos que me relacionaron con la muerte de mi hermanastro, Pedro… Compadeceos de quien no deseando reinar, tuvo que beber de ese cáliz… sin la ayuda de nadie…

Alfonso tuvo que volver a parar. Recuerdo que pidió un poco de agua, y continuó con tono lastimero.

- Por qué… Altísimo… no concedisteis el don del amor sincero, de la mujer soñada, a quien llevó siempre vuestros estandartes a la vanguardia de sus ejércitos… a quien cogió un reino y lo dobló en extensión y fuerza…¡a quien os honró siempre por encima de todas las cosas!...no… en cambio, me hicisteis renunciar al amor a la fuerza, cuando el destino… vuestro destino… me hizo coincidir con esa arpía de Urraca, la malcriada hija del rey de Castilla, que no me dio más que disgustos, amargura y pesadumbre… que hizo que me acostara en los campos de batalla de toda España, sufriendo por saber si aquella noche… en mi cama… yacería una esposa… o una cortesana… ¿Por qué?...

El fraile intentó calmarlo pero el Rey estaba decidido a aprovechar su último desahogo.

- Padre… si acepté aquella pantomima fue por la gloria de Dios… y, si la mandé a las mazmorras de Castellar fue para que pudiera daros cuenta de sus infinitos pecados, y de las miserias y las humillaciones que me hizo pasar a causa de aquel hijo suyo, fruto de la intervención del demonio… ni siquiera nos concedisteis un hijo, Dios mío… ¡ni siquiera quisisteis evitar que se me tachara de impotente!... si pegué alguna vez…sin duda lo merecía… y si la repudié…sin duda fue por no matarla… ¡No esperéis que os pida perdón por ello!.. Vos lo dispusisteis y yo, como hijo amadísimo vuestro lo acepté…mí único pecado fue convertirme en instrumento vuestro…y esa ha sido también mi penitencia… ¡Acoged en vuestro seno a aquel que hizo vuestra voluntad!

Alfonso clavó su mirada en el fraile y le espetó...

- ¿Quién podría decirme que estará pasando por la cabeza de Urraca?... ¿Quizás LEODEGUNDIA?


18 comentarios:

Ana María dijo...

Quizá esté pensando: "Jódete que te vas y yo me quedo" o ¿eso es lo que yo pensaría? :))).

Turulato dijo...

¡Me encantan tus relatos!.
En cuanto a la cuestión, y a la espera de doña Leo, estoy "perdidico"..
"El Batallador" falleció como consecuencia de las heridas sufridas en el sitio de Fraga, en 1134.
Pero doña Urraca había fallecido en 1126...
"Usea" que pensar, no sé yo que pensar...

Luis Caboblanco dijo...

¡No se te escapa una amigo mio! se trata de una licencia literaria inofensiva, que no ha habido más remedio que utilizar para darle un poquito de "vidilla" al texto. Efectivamente, la muerte de Alfonso I fue posterior a la de su "ex". Murió, como bien dices, a causa de las heridas recibidas en el sitio de Fraga, un 17 de Julio de 1134. POr cierto, el sitio de Fraga también tuvo su aquel... ¿te atreves a contarlo?

Anónimo dijo...

Jajaja, no me equivoqué, el Sr. Turulato efectivamente pasó por aquí y de nuevo le veo "perdidico", pero aquí llega Leodegundia para enseñarle el camino.
La reacción de Alfonsín "el Peleón" es normal, las heridas que le están conduciendo a toda velocidad hacia el otro mundo, le produjeron alta fiebre y una gran pérdida de sangre y en este estado, su mente desvaría y ya ni se acuerda de que su "ex" cría malvas desde hace unos ocho años, como verá la explicación es bien sencilla. Imaginación, Sr. Turulato, imaginación.

Anónimo dijo...

Ahora me doy cuenta de la colaboración,había pasado antes por el espacio de Leo y me parece estupendo este pequeño capricho(en el sentido imaginativo de la palabra)con el que nos habeis sorprendido.Enhorabuena a los dos.
Y gracias por tus palabras...con lo que he leido hoy, no estoy de acuerdo en que no seas capaz de escribir lo que te propongas.

Anónimo dijo...

Me ha encantado, parto velozmente hacia los pagos de Doña Leodegundia para ver que nos depara el destino en ellos.

Briseida dijo...

jajajajaja genial "simbiosis" de post "cabo-gundia".

Besos!

Anónimo dijo...

Vengo del blog de Leo....y me han hecho sonseir ambos...una delicia para quienes leemos y disfrutamos de sus blogs...que siempre dan algo más. ;)

Bikiños.

Anónimo dijo...

Alianza de titanes. Podéis con todo!!!....A ver si siguen las sorpresas, la fantasía y la historia real. Besucos

Anónimo dijo...

Se me olvidada. Te he llamado Whitecape en el blog de Leo I. Menuda capa de sabiduría tienes, amigo.

Luis Caboblanco dijo...

La sabiduría habita a un par de manzanas más allá de mi casa. Mi receta la componen un poco de corazón, varios buenos libros, treinta minutos de tiempo y una pizca de sentido común

pero MUCHAS GRACIAS...

Anónimo dijo...

Tanto le marco doña Urraca que fueron para ella sus últimos pensamientos. Lo mismo le hacía méritos a su nombre. Por que tiene tela el nombrecito.
Un beso Caboblanco.

Verso dijo...

Este comentario es para las tres personas que hacen que la historia sea divertida, amena, interesante, etc, me refiero a tí Leodegundia, Caboblanco y Turulato: los dos primeros con su exposición y el tercero con sus comentarios, creais adicción a la historia, cosa que en mi caso nunca consiguieron mis profesores.
Gracias, sois un lujo.
Para mí formais el primer triunvirato de la blogosfera.
Como soy tan vaga para escribir, copiaré y pegaré el comentario en vuestros blogs.
Tres besos :-)

Anónimo dijo...

Pues sí, Leo sabe muy bien que pasa por la cabeza de doña Urraca y yo allí le he dicho ¡pobre reina Urraca! y ahora aquí no vas a ser menos tú y te digo ¿Pobre rey Alfonso! Y es que esto de los casamientos por conveniencias...si son los de por amor y...

UN abrazo Luis, fuera d ebromas, es un placer leerte

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos... Urraca, que ahora nos suena tal, fue uno de los nombres más usuales entre la clase media castellana durante el Medioevo. Posiblemente tiene un origen germánico (raiz ur - uro) y lo que es seguro es que se trata de un hipocorístico (apelativo cariñoso) de María.

Sin embargo, Urraca como apellido si es típicamente castellano y tiene un origen burgalés.

Saludos

Anónimo dijo...

El pobre Alfonso el Batallador, tengo entendido que no tuvo la suerte de ver cumplido su testamento, en el que dejó su reino a las órdenas militares; Aragón y Navarra quedaron, pues, divididos otra vez.
Ha sido un artículo realmente interesante, gracias.

Anónimo dijo...

Si ya es dificil mantener un matrimonio que ha sido fruto de un amor, puedo imaginarme el calvario que ha tenido que pasar este pobre hombre con uno concertado.
Lo que es la vida, tanto batallar por tierras lejanas cuando la peor de las batallas la tenia en su propia casa.

Ogigia dijo...

Gracias, Caboblanco por tu "curiosa" visita