En 1843 una niña apocada, de aspecto bonachón y poco lúcido, y de nombre Isabel, fue declarada mayor de edad... con solo trece años. En realidad, la pobre ya era Reina desde hacía unos diez ya que fue coronada con solo tres primaveras; hija del marrajo de Fernando VII y de María Cristina de Nápoles, desde su nacimiento fue protagonista de las más salvajes intrigas del juego político español, derivadas de la pragmática sanción que acabó motivando que fuera Isabel la que ocupara el trono de las Españas y no el infante Carlos María Isidro... y, ulteriormente, dando lugar a eso que está en boca de muchos pero que casi nadie sabe explicar... el Carlismo. El caso es que una sucesión de intrigas, veleidades, odios, mentiras y medias verdades acabaron colonizando las meninges de la clase dirigente nacional, tocando las narices a la inmensa mayoría de los españoles y, de paso, dando lugar a los veinticinco años más farragosos de la historia de nuestro país... así que vamos a ver si somos capaces de explicarlo... sin volvernos del todo locos.
Como ya he dicho, Isabel era y fue, durante mucho tiempo, una niña. Es un dato de partida, mánido y evidente pero importantísimo porque su condición marcó el comportamiento de todos aquellos que tuvieron la oportunidad o la cruz de relacionarse con ella y porque, desgraciadamente, su formación fue la que cabía esperar: un auténtico despropósito. De su infancia, poco hay que merezca la pena reseñar; aparte de tener el conocimiento justo para pasar el día, los pocos que se acercaron con la sana intención de aportar algo positivo a la personalidad de la reina se apartaron bien pronto a causa del consabido nulo interés de la monarca por nada que no fuera manifiestamente inútil. De este modo pasó sus primeros años, apuntalando la nada, entretenida en menesteres que no correspondían a su condición mientras que Espartero – el del caballo... – ejercía la regencia, mandaba a la madre de Isabel a freír espárragos a Francia, liquidaba el primer asalto del Carlismo y revolvía media Europa – la pobre apenas decidió nada en su vida... – con el sano propósito de buscarle marido.
Y como España ya hacía tiempo que había dejado de pintar nada en el continente, todas las potencias - muy especialmente Francia - se las arreglaron para que no surgiera ningún pretendiente que amenazara sus intereses. Por eso, todo aquel que merecía medianamente la pena salió por piernas en cuanto que pudo y también por eso el único que se quedo útil para comerse el marrón fue un pobre desgraciado, primo suyo para más inri, que atendía al nombre de Francisco de Asís y que acabaría siendo conocido en España como “la Paca”. ¿Qué porqué resultó elegido? Pues, aparte de por todo lo ya indicado, se le tenía por hombre apocado y de poco carácter, seguramente poco dado a los tejemanejes palaciegos, resultando poco esperable que de pronto le diera por interferir en el política.
El matrimonio fue un desastre desde el principio. Francisco, que según la mayoría de los autores era homosexual, quedó muy pronto fagocitado por la personalidad fútil y vivaracha de su ya marchosa mujer y, a pesar de que ésta no era mala persona, le cogió tal odio que en palacio se temía por la misma consumación del matrimonio. Isabel, con un disgusto tremendo, se dedicó a pasarse por la piedra a todo lo que llevara pantalones de manera que con sus amantes no es que se pueda hacer la alineación de un equipo de fútbol... sino la Eurocopa entera... Y mientras tanto, en España ¿qué?...
Pues más de lo mismo... solo que peor: para el periodo con que le tocó lidiar, hubiera sido necesario, como mínimo, un Winston Churchill y la pobre, aunque intentó – parece.. – ceder más poder al parlamento para montar algo parecido a una auténtica monarquía parlamentaría, en el fondo solo consiguió poner aún más trabas a una verdadera participación ciudadana. A Espartero, de lo más cabal que había en España en aquel momento, no hizo más que ponerle zancadillas y el poco crédito que le quedaba se lo fusiló en los trágicos acontecimientos que desencadenaron una insurrección en Barcelona y que acabarían motivando su caída. Ya sin Espartero y con isabel funcionando – es un decir... – plenamente como reinona, empezó a mandar el general Narváez, moderado solo de nombre, que consiguió “parir” algo parecido a una constitución en 1845 y acabó, a base de palos, arrinconando a cualquier movimiento político de corte “liberal” esto es, algo más progresista. De la corrupción existente puede dar idea el hecho de que, durante este periodo, ni un solo partido que hubiera organizado una elecciones resultó perdedor. En cuanto a Isabel, fácilmente manipulada por la camarilla de la corte, especialmente por una religiosa llamada Sor Patrocinio a la que mejor hubiera sido ahogar en la pila bautismal, la Reina interfirió con frecuencia en la política de la nación pero su nula preparación y sus malos modos iban a granjearla un odio que se haría patente incluso en los momentos en que la pobre intentaba mostrar un pizca de buen corazón...
Como ya he dicho, Isabel era y fue, durante mucho tiempo, una niña. Es un dato de partida, mánido y evidente pero importantísimo porque su condición marcó el comportamiento de todos aquellos que tuvieron la oportunidad o la cruz de relacionarse con ella y porque, desgraciadamente, su formación fue la que cabía esperar: un auténtico despropósito. De su infancia, poco hay que merezca la pena reseñar; aparte de tener el conocimiento justo para pasar el día, los pocos que se acercaron con la sana intención de aportar algo positivo a la personalidad de la reina se apartaron bien pronto a causa del consabido nulo interés de la monarca por nada que no fuera manifiestamente inútil. De este modo pasó sus primeros años, apuntalando la nada, entretenida en menesteres que no correspondían a su condición mientras que Espartero – el del caballo... – ejercía la regencia, mandaba a la madre de Isabel a freír espárragos a Francia, liquidaba el primer asalto del Carlismo y revolvía media Europa – la pobre apenas decidió nada en su vida... – con el sano propósito de buscarle marido.
Y como España ya hacía tiempo que había dejado de pintar nada en el continente, todas las potencias - muy especialmente Francia - se las arreglaron para que no surgiera ningún pretendiente que amenazara sus intereses. Por eso, todo aquel que merecía medianamente la pena salió por piernas en cuanto que pudo y también por eso el único que se quedo útil para comerse el marrón fue un pobre desgraciado, primo suyo para más inri, que atendía al nombre de Francisco de Asís y que acabaría siendo conocido en España como “la Paca”. ¿Qué porqué resultó elegido? Pues, aparte de por todo lo ya indicado, se le tenía por hombre apocado y de poco carácter, seguramente poco dado a los tejemanejes palaciegos, resultando poco esperable que de pronto le diera por interferir en el política.
El matrimonio fue un desastre desde el principio. Francisco, que según la mayoría de los autores era homosexual, quedó muy pronto fagocitado por la personalidad fútil y vivaracha de su ya marchosa mujer y, a pesar de que ésta no era mala persona, le cogió tal odio que en palacio se temía por la misma consumación del matrimonio. Isabel, con un disgusto tremendo, se dedicó a pasarse por la piedra a todo lo que llevara pantalones de manera que con sus amantes no es que se pueda hacer la alineación de un equipo de fútbol... sino la Eurocopa entera... Y mientras tanto, en España ¿qué?...
Pues más de lo mismo... solo que peor: para el periodo con que le tocó lidiar, hubiera sido necesario, como mínimo, un Winston Churchill y la pobre, aunque intentó – parece.. – ceder más poder al parlamento para montar algo parecido a una auténtica monarquía parlamentaría, en el fondo solo consiguió poner aún más trabas a una verdadera participación ciudadana. A Espartero, de lo más cabal que había en España en aquel momento, no hizo más que ponerle zancadillas y el poco crédito que le quedaba se lo fusiló en los trágicos acontecimientos que desencadenaron una insurrección en Barcelona y que acabarían motivando su caída. Ya sin Espartero y con isabel funcionando – es un decir... – plenamente como reinona, empezó a mandar el general Narváez, moderado solo de nombre, que consiguió “parir” algo parecido a una constitución en 1845 y acabó, a base de palos, arrinconando a cualquier movimiento político de corte “liberal” esto es, algo más progresista. De la corrupción existente puede dar idea el hecho de que, durante este periodo, ni un solo partido que hubiera organizado una elecciones resultó perdedor. En cuanto a Isabel, fácilmente manipulada por la camarilla de la corte, especialmente por una religiosa llamada Sor Patrocinio a la que mejor hubiera sido ahogar en la pila bautismal, la Reina interfirió con frecuencia en la política de la nación pero su nula preparación y sus malos modos iban a granjearla un odio que se haría patente incluso en los momentos en que la pobre intentaba mostrar un pizca de buen corazón...
Semejante escenario no podía durar, y en 1854 se produce una verdadera insurrección, comandada mayormente por Leopoldo O´donnell, honrado posteriormente con una parada de metro. En principio, el movimiento solo pretendía corregir las desviaciones de los años anteriores, arrimando un poco más el ascua política a su sardina pero, quizá pensando en el “ir pa na es tontería” la cosa se les va algo de las manos, generando una gran cantidad de legislación más bien “rojilla”, un intento de nueva Constitución – la de 1856... - cabreando a base de bien al Vaticano y a varias potencias Europeas y mandando a parís de la Francia a María Cristina – y vas dos veces...
...Y la cosa sigue igual e igual y lo peor, termina por pasar: Con toda la familia real cuestionada perennemente a causa, aparte de su nulidad, de ciertos procedimientos poco claros de licitaciones ferroviarias – procedimientos en los que el Marqués de Salamanca se forró sacando lo suficiente para proyectar el barrio que lleva su nombre en Madrid... -, con la Universidad por los suelos, mal pagada y considerada... sin casi bibliotecas ni dispensarios médicos de calidad... con una industrialización mal enfocada que dependía del capital extranjero y que hacía más ricos a los de allá gracias a los de acá... a Marruecos – o mejor dicho, a lo que era Marruecos hace ciento cincuenta años... – le da por atacar Ceuta y Melilla. Con O´donnell retirado del juego político y Narváez con pocas ganas de ná – estaba hasta las narices de Isabelita... - los políticos, corruptos pero no tontos, saben que una guerra fuera de nuestras fronteras es la manera de mantener ocupado al populacho con lo que al poco, unos cuarenta mil hombres mal entrenados y peor equipados son enviados a combatir al norte de Africa... Es nuestra primera Marruecada.
Allí, lamentablemente para ellos, dan la talla. A pesar de ser aprovisionados de forma lamentable, de ser abastecidos con alimentos en mal estado... a pesar de las estúpidas órdenes recibidas, como atacar en plena época de lluvias, de la propagación de una espantosa epidemia de cólera que acabó con las vidas de más de cinco mil de ellos, atacan furiosamente en el valle de Castillejos al mando del molón general catalán Juan Prim y su cuerpo de voluntarios catalanes; semanas más tarde, repiten hazaña a pecho descubierto en Wad ras y vencen definitivamente, eso sí, no se sabe muy bien para qué... Con las potencias – otra vez las potencias... – recelososas de los éxitos españoles, se procede a malmeter a base de bien y consiguen - sí, consiguen... - que apenas haya más consecuencias tangibles para nuestro país que los dos leones que adornan la entrada del parlamento español y que fueron realizados a base del bronce fundido de los cañones que capturamos en la batalla (y que eran de fabricación inglesa).
El sistema moderado se hundía y arrastraba consigo a la monarquía.... y volvieron los pronunciamientos. Mientras un nuevo gobierno liberal intentaba atraer de nuevo a los progresistas con una tímida reforma, Prim, el héroe de Marruecos, se pronunciaba en plan torero en 1866. Los meses pasan y la reina va perdiendo aliados: con Narváez muerto ya no le queda nadie a quien recurrir y la práctica totalidad de las fuerzas políticas empiezan a exigir su destronamiento. La conspiración pronto rebasa los círculos militares y cala en el pueblo, harto de mentiras y de necesidad. El 18 de septiembre de 1868, un barco de la Armada – curiosamente, uno de los sectores que menos había sufrido la crisis pues aún era la quinta del mundo... - fondeado en la bahía de Cádiz, se pronuncia al grito de «¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!». Tras el triunfo de la revolución, Isabel II, que se encontraba de vacaciones en Guipúzcoa, es destronada y marcha al exilio en Francia, iniciándose en España un período de seis años, conocido como el Sexenio Democrático, en el que casi conviven, mire usted, el ninguneado rey Amadeo de Saboya y la Primera República, que Dios tenga en su gloria muchos años...
LAS CLAVES
- De la relación entre Isabel y su marido se podría escribir un libro. Cuando la pobre conoció que Francisco de Asís iba a ser su futuro marido, se quejó amargamente a uno de sus ayudas de cámara sobre la desdicha de "meterse en la cama con alguien que lleva más volantes y puntillas que yo...". De hecho, Isabel buscó desde el primer momento alternativas afectivas y sexuales de manera que de los 5 hijos y varios abortos y embarazos fallidos de Isabel, solo uno fue, dudosamente, fruto de su relación con Francisco... Por cierto, su hijo, el futuro Alfonso XII fue, casi seguro, hijo del teniente de ingenieros Francisco Puig Moltó...
- En la Corte, el cachondeo era tal que el servicio, mientras trajinaba, canturreaba está canción: "Gran misterio es en la Corte... saber si nuestro consorte... cuando acude al excusado... mea de pie o mea sentado..."
- El Marqués de Salamanca, después de levantar su prospero barrio, murió adeudando unos seis millones de reales a varios acreedores. Atrás quedaban los tiempos en los que, jugando en la Bolsa a la baja en una estrategia aparentemente suicida, ganó 30 millones de reales en un solo día... No fue difícil, puesto que estaba al tanto de todas las conspiraciones militares y, evidentemente, de la que hizo bajar tanto a la bolsa aquel día...
- La guerra en Marruecos levanto tal estusiasmo popular que a los reclutas que debían embarcar les era materialmente imposible llegar al barco, a causa de los abrazos y del alborozo del pueblo. Una vez allí, se comportaron con una dignidad y una valentía casi suicidas, a pesar de que los estudios modernos demuestran que, de cada 100 reales que las cuentas públicas asignaban a la contienda, solo 9 se utilizaban "realmente"... El resto se quedaba por el camino...
- Prim fue famoso por su gallardía... y su crueldad, devolviendo el daño infringido a los españoles multiplicado por diez. Hasta los años cuarenta, en Marruecos, cuando se quería asustar a los niños, se les decía... ¡Que viene Prim!
- Hoy, en honor de aquellos, la mejor unidad de caballería motorizada de nuestro ejército recibe el apelativo de Castillejos y uno de nuestros mejores batallones acorzados, Wad Ras.
4 comentarios:
Gran artículo, sí señor.
Si mal no recuerdo, al pobre Francisco de Asís más de una copla le hicieron...
Había otra que decía:
"Paquito Natillas
es de pasta flora
y mea en cuclillas
como una señora"
Tenga usted súbditos para esto. :P
Desde la primera vez que estudié el periodo que has sintetizado, he sentido la misma inquietud..
¿España ha superado lo que describes?. Y no me refiero a las formas; no seamos simples.
Hola a todos.
Se trata de un periodo complicadísimo en el que la abundancia de fuentes históricas no contribuye a tener una visión clara del asunto. En cualquier caso creo que determinadas perfidias no solo no han remitido sino que se han acentuado. En esa generación se juntaron varios de los peores políticos de nuestra historia y eso me recuerda a la situación que ahora vivimos; curiosamente, una década más tarde surgieron otros que con sus luces y sombras se mostraron mucho más capaces contribuyendo a que Alfonso XII fuera una de los mejores monarcas de la historia patria. De hecho, incluso algunos historiadores manifiestan de manera algo ligera, que si la vida de Alfonso hubiera tenido una duación normal, es probable que muchas de las circunstancias que motivaron la guerra civil no hubieran tenido caldo de cultivo suficiente para prosperar.
En la política de hoy, el momento se parece, como dices, no tanto por las formas sino por la corrupción galopante, el poco cuajo intelectual de la mayoria de nuestros prebostes, la falta de interés en la educación y la escasez de recursos para lo que de verdad hace falta.
Y me dejo cosas, seguro...
Saludos
Maravillada estoy despues de leer este maravilloso artículo.
Por un momento me senti tentada a abandonar la lectura, pero la forma de narrar los hechos me ha mantenido enfrascada.
Este blog es una maravilla.
Besitos
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