jueves, 9 de junio de 2005

El año de los cuatro emperadores


Vitelio, con los mofletes típicos de mojar pan

Los romanos eran tan meticulosos que, cuando se sintieron maduros para su primera guerra civil desde el principado, no les bastó con dos bandos. Nada menos que cuatro Emperadores se sucedieron e incluso alternaron en el breve plazo que va desde la muerte de Nerón, hasta el advenimiento de Vespasiano. Vamos a intentar hacernos una idea general de cómo pasaron las cosas sin perder excesivas neuronas…

Galba, emperador...

Cuando murió Nerón, el nueve de junio del año 68 d.C, Roma se encontraba en la más completa anarquía. Sin un sucesor claro, con graves problemas en el abastecimiento de la mayoría de los productos básicos y con las legiones de las fronteras conspirando sin cesar, aquel que estuviera más cerca de la capital se encontraría en una inmejorable posición para condicionar a su antojo la política imperial. Los pretorianos, que a la postre eran la única guarnición militar de la península itálica, miraron en todas direcciones buscando un títere, un tonto útil, una marioneta fácil de manejar a su antojo. El ganador fue Servio Sulpicio Galba, un antiguo gobernador de Hispania en tiempos de Nerón al que Sabino, prefecto del pretorio, había postulado como nuevo emperador prometiendo en su nombre un fuerte soborno a los pretorianos. Galba, lo que se dice tonto, debía serlo de veras porque, tras coronarse como nuevo césar, se negó a pagar el soborno convenido a los soldados, masacró a los marineros de la flota del Tiber y, en vez de adoptar a Otón, un banquero que constituía el principal apoyo en su carrera hacía la púrpura, ascendió a un tal Pisón, cuyo único mérito probado era su “hiperactividad” en la cama… De la estupidez a la insensatez solo hay un paso, y Galba lo dio cuando ordenó destituir al comandante de la mitad de las legiones del Rhin, un tal Verginio rufo, a quien su servicio de información había adjudicado el título de "conspirador mayor del reino" , sin pruebas por supuesto.

...pero Vitelio también

Los espías de Galba debían de ser becarios, porque en realidad, quienes de verdad querían forzar el golpe de estado eran los soldados rasos y el pobre Rufo era el único que los mantenía a raya, con lo que la tropa, libre ya de la mano firme de su jefe, se rebeló y proclamó emperador a un tal Aulo Vitelio, gobernador de la Germania superior y jefe de la otra mitad de las legiones alemanas. Vitelio debió de ser un figura; tenía más vicios que una garrota: bebía y comía sin conocimiento, dormía hasta bien entrado el mediodía y se pasaba las noches persiguiendo a las esclavas por los pasillos de su palacio gubernamental.

Baja Galba, pero Otón sube

Mientras tanto, en Roma, los pretorianos no se habían tomado nada bien la decisión de Galba de suprimir sus subsidios y, para demostrárselo, le interceptaron una tarde en el foro, le sacaron de su litera, le decapitaron y después de cortarle los brazos y los labios y arrastrar su tronco desnudo por la ciudad, convocaron por segunda vez en tres meses, oposición a Emperador. La plaza la ganó Marco Salvio Otón, porque le sobraba el dinero y, sobre todo, porque era más listo que el hambre. Duplicó el soborno a los pretorianos y lo extendió a las poderosas legiones del Danubio que, hasta ese momento, se habían mantenido neutrales.

Vitelio llega a Roma

Por fín Vitelio, al mando de los ejércitos del Rhin, penetró en la península italiana con intención de desalojar al “usurpador” del trono Imperial. Otón, con fuerzas bastante inferiores, le salió al paso en Bedriacum, cerca de Cremona, donde cosechó una espectacular derrota. Un día después, el 16 de abril del 69 d.C. se quitó la vida por el socorrido método de seccionarse la yugular con un estilete. Una vez en Roma, Vitelio dio muestras de que su imbecilidad era pareja a su apetito: las legiones Danubianas estaban más que dispuestas a apoyarle y ni siquiera habían combatido contra él porque no llegaron a tiempo de participar en la batalla de cremona pero, en vez de incorporarlas a su ejército, crucificó a la mayoría de sus centuriones en el mismo lugar del enfrentamiento y despidió a la tropa con viento fresco, al parecer por no apoyarle desde el principio.

¡Vespasiano reacciona!

Con semejante habilidad para las relaciones públicas, Vitelio había dejado a medio ejército imperial “a punto de caramelo” para aquel que lo quisiera encabezar y la oportunidad la aprovechó Tito Flavio Vespasiano, a la sazón jefe de las legiones de oriente. Vespasiano, antiguo general de Claudio que se había distinguido en Britannia y Germania, era un hombre cabal que pretendía dar estabilidad al Imperio, pero no podía intervenir porque padecia una sempiterna escasez de tropas, y las pocas de que disponía estaban ocupadas en las continuas rebeliones que los judíos desencadenaban cada dos por tres. Pero con el apoyo de las tropas danubianas asegurado, dejo a su hijo Tito para rematar la faena en Judea, recogió a sus nuevas fuerzas de camino a Roma y se enfrentó a las huestes de Vítelo en Cremona, para variar… Vitelio, ni siquiera participó en la batalla porque estaba, como no, comiendo; y cuando recibió la noticia de que los generales de Vespasiano habían vencido, se intentó refugiar con sus íntimos en el Capitolio, pero una muchedumbre logró forzar las puertas, le encontró y le asesinó. Era el 21 de diciembre del 69 d.C.


PD: Según Tácito, con Vitelio ya cadaver, se desencadenaron por las calles de Roma masivos enfrentamientos entre partidarios de aquel y de Vespasiano, durante los cuales se saquearon comercios, se profanaron templos, se asaltaron domicilios y se mató y violó a discrección. Con sus legiones ya al pie de las murallas de la capital del Imperio, el nuevo Emperador rehusó intervenir durante tres días, a pesar de las desesperadas suplicas de su mejor general, Antonio Prisco, al que espetó:

Amantium irae amoris integratio est
("Las peleas de enamorados reavivan el amor")

2 comentarios:

Turulato dijo...

¿Me permites decir una burrada?. Llevo varios días leyendo los hechos y, una y otra vez, me "asalta" un pensamiento....
Hay veces que las gentes lo hacen tan mal que la "limpieza" surge de la propia dinámica social...
Lo diría más crúdamente pero...

Luis Caboblanco dijo...

Voy a decir lo que creo que estas pensando...
Sobre los hechos descritos, Tácito contaba, y cito textualmente: "La gente se apiñaba en las ventanas y en los tejados para asistir a la carnicería (...) entre muerte y muerte los combatientes irrumpían en las tiendas, o desaparecen en los techados entre los brazos de alguna prostituta (...) y mientras yacían con ella eran apulados por esbirros del partido contrario (...) el octavo rey del Roma hacía su entrada triunfal en la ciudad: el ODIO"
Cuando al cuerpo humano, el cerebro le deja de manejar con mano firme, y le permite, digamos, una ingesta de alcohol excesiva, una comida perjudicial, algún medicamento que no debería ser tal, etc... aquel, tras unas horas de euforia y felicidad pasajeras, necesita expulsar lo que le sobra para volver a la normalidad y vomita. Suena fuerte, pero Vespasiano simplemente le dio a Roma la posibilidad de vomitar.