En cierta ocasión le preguntaron al escritor y filósofo Elías Canetti qué era, a su juicio, aquello que el hombre era incapaz de soportar... Elías respondió sin dudar... “Aquello que no es capaz de conocer”. Y tiene razón... Desde que el primer simio bajo del árbol, se irguió sobre sus patas traseras y tuvo la primera lumbalgia, los humanos nos hemos concentrado en conocer, en descubrir, en indagar... Naturalmente, ni nuestro afán de superación ni nuestra soberbia, nos permiten aceptar que tenemos límites, así que, en un primer momento, inventamos un curioso colorario por el que, si algo no lo entiendo, es porque no lo veo, y si no lo veo, es porque no pertenece a este mundo... ¿Qué a cual entonces? Pues la verdad, tampoco lo sabemos; en un primer momento, inventamos el mundo llamado de las fuerzas sobrenaturales, ya sabéis: los bosques, el trueno, las aguas, el fuego, hacienda... En realidad, no quedaba otra: los hombres vivíamos a salto de mata, dormíamos en nidos situados en las copas de los árboles y más tarde en húmedas y lúgubres cuevas y no conocíamos más que los disgustos que nos daba la madre naturaleza cuando se ponía caprichosa. La situación cambió cuando nosotros mismos nos percatamos de que, en comparación con los demás animales, éramos muchos más listos, más altos y más guapos y que podíamos someterlos a ellos y, si nos lo proponíamos, incluso a otros hombres, ocupación que desde entonces nos viene reportando infinito placer.
En ese preciso momento, el hombre decidió, henchido de orgullo, que lo sobrenatural no podía ser tan distinto y que, casi con total seguridad, aquello que sin duda dominaba el universo debía de tener apariencia humana. A esa invención, la llamó “Dios” y, aunque en principio nos hizo una tremenda ilusión, según empezamos a explicarnos el mundo que nos rodeaba, la fuimos dejando de lado. Los hombres inventábamos ruedas, estribos, imprentas, armas de fuego, bombillas, teléfonos y además...¡lo hacíamos nosotros solos! Ya no nos preguntábamos si estaba bien o no hacer tal o cual cosa: solo nos preguntábamos si éramos o no capaces de hacerlo. El que el hombre acabara poseyendo todos los secretos imaginables no era ya una cuestión de capacidad, sino de tiempo... “Dios” era cada vez menos necesario...
¿o no es así? Semejante capacidad de hacer y deshacer, de reinventarnos continuamente a nosotros mismos, se nos ha hecho difícilmente soportable. Es probable que nunca en la historia de la humanidad, hayamos sido más conscientes de nuestro poder pero también posiblemente nunca nos hemos sentido tan solos, tan desamparados... Esta soledad tan mal llevada nos ha castigado tanto que el hombre ha realizado dos últimos y postreros esfuerzos para sentirse más acompañado y más querido... Uno lo ha llamado Internet y el otro, consiste, básicamente, en auto - convencerse de que “Dios” está en todas partes...
En ese preciso momento, el hombre decidió, henchido de orgullo, que lo sobrenatural no podía ser tan distinto y que, casi con total seguridad, aquello que sin duda dominaba el universo debía de tener apariencia humana. A esa invención, la llamó “Dios” y, aunque en principio nos hizo una tremenda ilusión, según empezamos a explicarnos el mundo que nos rodeaba, la fuimos dejando de lado. Los hombres inventábamos ruedas, estribos, imprentas, armas de fuego, bombillas, teléfonos y además...¡lo hacíamos nosotros solos! Ya no nos preguntábamos si estaba bien o no hacer tal o cual cosa: solo nos preguntábamos si éramos o no capaces de hacerlo. El que el hombre acabara poseyendo todos los secretos imaginables no era ya una cuestión de capacidad, sino de tiempo... “Dios” era cada vez menos necesario...
¿o no es así? Semejante capacidad de hacer y deshacer, de reinventarnos continuamente a nosotros mismos, se nos ha hecho difícilmente soportable. Es probable que nunca en la historia de la humanidad, hayamos sido más conscientes de nuestro poder pero también posiblemente nunca nos hemos sentido tan solos, tan desamparados... Esta soledad tan mal llevada nos ha castigado tanto que el hombre ha realizado dos últimos y postreros esfuerzos para sentirse más acompañado y más querido... Uno lo ha llamado Internet y el otro, consiste, básicamente, en auto - convencerse de que “Dios” está en todas partes...
Y en todas partes no sé, pero por Peñalara, seguro que se pasa de ven en cuando. Peñalara es una zona de la Sierra de Madrid que acumula una enorme cantidad de cortados, desfiladeros y roquedales, y estos son de tal belleza y porte, que resulta un misterio el que solo se maten dos o tres personas de cuando en cuando. Hace un par de días tuve la oportunidad de pasar allí la mañana y amén de desollarme manos y pies, tengo la certeza de que al menos en tres ocasiones, estuve cerca de matarme. Dos de ellas tuvieron como escenario uno de los tramos más complicados, el conocido como “Pico de los Claveles” y no me molestó tanto la posibilidad de dejar de estar empadronado en el mundo de los vivos, como la algarabía con que mi compañero de ¿paseo? se tomaba tanto sufrimiento. Aparte de andar por aquellas cortantes piedras con la facilidad de un rebeco, mi amigo se giraba a cada paso, al parecer muy divertido con mi estilo de escalada, no tan elegante como el suyo y más parecido al de otro ilustre ungulado... el hipopótamo. Y no con hipopótamos pero sí con elefantes un hombre consiguió, hace muchos siglos, hacer algo parecido a lo que intentábamos hacer mi amiguete y yo... llegar al otro lado de una montaña.
En aquellos días se libraba en el mediterráneo una guerra no declarada entre la potencia que no quiere dejar de serlo, Cartago y el nuevo rico que te mira con cara de que en muy poco tiempo se va a quedar con todo lo que ahora es tuyo, la República romana. Los sufetes o senadores cartagineses eran, mayormente, partidarios de contemporizar con el nuevo y peligroso enemigo, y forzar determinados acuerdos económicos y militares que le permitieran esperar tiempos mejores. Aquella estrategia de esperar acontecimientos chocaba frontalmente con las intenciones de los Bárcidas, una familia perteneciente a la aristocracia militar que tenía grandes intereses económicos en Hispania y, en especial, de Aníbal, el pequeño de la familia, un inteligente y brillante joven que había sido educado por sus padres en el marco de la "tolerancia" y el "respeto" de lo ajeno, gracias sobre todo a modernas técnicas como hacerle jurar, con poco menos de cinco años, odio eterno a todo lo romano.
Con semejante bagaje emocional no debe sorprendernos que Aníbal dedicara las veinticuatro horas del día a pensar la forma de fastidiar a aquellos engreídos hijos de la loba que cada ver eran más prepotentes… y más poderosos. En primer lugar, se decidió por asegurar su retaguardia, y penetró en Hispania con un palo en una mano y una zanahoria en la otra. Con el palo, se dedicó a “calentar” a todas esas tribus que no habían acabado de someterse del todo, y con la zanahoria, consiguió que aquellas más predispuestas a colaborar consintieran en entregarles más soldados con los que reforzar su no demasiado poderoso ejército. Después de tomar la levantina ciudad de Sagunto, continuó ascendiendo por la costa y recogiendo apoyos entre los abuelos de los actuales catalanes. Por fin, después de comprar unos botes de colonia en Andorra, se aprestó a cruzar la frontera, al mando de unas fuerzas que deberían rondar los 75.000 hombres.
Tras salir del valle del Tet, Aníbal se desvió hacia el este acampando junto a la población de Iliberis. Los galos, advertidos ya del avance del ejercito púnico que había sometido a sus vecinos del otro lado de los Pirineos, unieron sus fuerzas con la intención de devolver a los invasores al otro lado de los pirineos pero los cartagineses, que no deseaban perder tiempo o tropas en enfrentamientos que no fuese imprescindible llevar a cabo, se echaron mano de la cartera y repartieron monedas de oro a discreción, consiguiendo que el avance por territorio galo fuese rápido y sin contratiempos.
Tras llegar al Ródano, Aníbal puso todo su empeño en hacerse con cualquier tipo de embarcación posible y a tal efecto compró a los lugareños todas las barcas de que estos disponían. Cuando los cartagineses se disponían a subir a ellas, un tropel de galos se fue agrupando al otro lado del río y en pocos minutos ya era todo un ejército el que esperaba al otro lado de la caudalosa corriente. Sin pérdida de tiempo, el cartaginés envió a un fuerte contingente de caballería al frente del cual puso a Hannón con la orden de cruzar el río aguas arriba y atacar a los celtas para facilitar así el cruce del río al resto del ejército. Hannón cumplió con las ordenes con gran celeridad y, ayudado por guías locales, zurró a los galos con tal saña, que el resto de las fuerzas cartaginesas cruzaron el río sin problemas.
A partir de aquí, entramos sin dilación posible en el terreno de la conjetura. Sabemos que Aníbal cruzó los Alpes, más que nada, porque tenemos constancia de su presencia a un lado y a otro de la famosa cordillera y también sabemos que llevaba con él 36 o 37 elefantes, ya que los utilizaría semanas más tarde en los dos primeros enfrentamientos armados con las legiones romanas, la escaramuza del Tesino y la batalla del río Trebia. En cambio, desconocemos por completo cual fue la ruta que siguió hasta las fértiles tierras del norte de Italia y también ignoramos buena parte de los acontecimientos que provocaron que solo llegase con 27.000 hombres, menos de la mitad de los que tenía cuando emprendió el camino. Solo nos consta que, una vez en lo alto del último puerto, se asomo al mirador que formaba un pequeño despeñadero y con algunos de sus hombres contempló a lo lejos el espectacular valle del Po y les dijo... "Señores, delante de ustedes pueden ver a su destino". Era el año 218 a.C.
De todas formas, todos estos datos no nos resultan imprescindibles para atisbar la importancia que tuvo su gesta. En cualquier enfrentamiento enquistado en el tiempo, y aquel lo era, es imprescindible trasmitir al contrincante una férrea voluntad de vencer; Aníbal lo entendió así y, con su decisión de trasladar la guerra a Italia, dejó claro desde el principio que la finalidad de aquella campaña no era ganar tiempo ni firmar nuevos tratados, sino que el objetivo era aniquilar a la misma civilización romana… el problema es que los romanos también se percataron de ello.
Curiosamente, Aníbal estuvo a punto de matarse en el descenso, cuando una ladera se desprendió al paso de unos jinetes y una docena de hombres se precipitó al vacío a ambos lados del general. Afortunadamente tuvo suerte y consiguió asirse a las riendas de un caballo o a los aparejos de un carro.
Dios está en todas partes.
14 comentarios:
Espero impaciente...
Biko.
Has regresado sano y salvo que no es poco...
...No inventamos las fuerzas sobrenaturales sino que se perdió el contacto con ellas. Llegaremos alto, aunque... ¿a qué precio?. ¡Feliz ascenso, Caboblanco!...
SALUDANDO: LeeTamargo.-
Fantástico tu relato de hoy, la introducción con tu aventura montañera contada con ese estilo que te caracteriza que mantiene la atención y produce una sonrisa, da pie a una parte de la historia que no por conocida es menos interesante y en la que aparecen todos los ingredientes que acompañan a cualquier campaña de conquista:
Deseo de aniquilar a cualquier precio al vecino.
El palo y la zanahoria que todo invasor utiliza.
Los pagos en efectivo para frenar oposiciones y si esto no funciona “leña al mono” hasta conseguir el objetivo.
Lo raro es que después de tantos trabajos y sufrimientos y de las victorias obtenidas, Aníbal, inexplicablemente, no haya atacado Roma después de su victoria en Cannas.
Un placer el pasar por tu casa pues siempre se encuentra una visión especial de la Historia.
Un abrazo
Interesantísimo comienzo. Digno tema de análisis.
Porque.., seguro que el proceso anímico que permitió que el Hombre llegase a concebir lo sobrenatural fue, más o menos, como lo narras.
¿Pero eso excluye la existencia de la Divinidad, sea cual sea?. ¿O la reafirma?.
Por otro lado, creo que la actuación geopolítica y geoestratégica de Anibal no puede comprenderse sin el conocimiento de lo ocurrido en las mismas áreas a sus mayores.
Y la voluntad de vencer, quizá el máximo principio doctrinal, debe estar presente en el ánimo de todo aquel que se enfrenta, a si mismo, en cualquier conflicto.
Sin ella, no hay victoría.. militar.
Y para terminar. Hablo de memoria, pero creo recordar que los Pirineos se han cruzado en la historia militar 3 veces, mientras que los Alpes no han sido nunca mayor obstáculo.
Las explicación reside en el coeficiente de paso de una divisoria. Sí A es la cota -altura- de la cima aledaña a un collado -el paso- y H es la de este último:
El cociente H/A nos expresa la dificultad que presenta la travesía.
Las cimas pirenaicas son de menor altura que las de los Alpes, pero sus collados de paso están mucho más altos.
Cuanto mayor es el coeficiente, más difícil es atravesar la divisoria.
Creo que yo no hubiera podido llevar una vida como la de Anibal. Me hubiera faltado valentía y ambición. De hecho, aunque siento uan gran simpatía por su figura, no puede dejar de estremcerme al pensar que su camino a la grandeza (igual que el de muchos otros) está cimentado en la guerra. Y a él le correspondió una lucha muy dura, tal vez por eso se hizo grande... (y como uno siempre va por el que lucah contra el imperio, así sea otro imperio en potencia...)
Hola a todos.
Leo, creo no errar en demasía si te digo que Aníbal no atacó Roma simplemente porque no pudo. ¿Sabes cuántos años permaneció en la península itálica?... ¡14! Y en catorce años ni contempló la posibilidad de hacerse con la capital del Imperio ¿Por qué? pues básicamente, porque ni tenía hombres suficientes, ni un control del mar que le permitiera recibir refuerzos de una manera constante, ni maquinaria adecuada para atacar una ciudad que, por aquel entonces, debía ronda ya los 150 o 200.000 habitantes.
Aún así, durante siglos, las matronas romanas amenazaban a los críos cuando estos se portaban con mal con la frase "Aníbal ad portas", algo así como que viene el coco.
Turu, con este tema creo que avanzamos irremediablemente hacia el más irremediable desconocimiento. Para mí, sin entrar en demasiados detalles, la religión es básicamente una manifestación cultural. Distinto caso es el de la fé que, ni todos los hombres somos capaces de mostrar, ni tampoco todos los hombres sienten de la misma manera. Lo sobrenatural, por inexplicable, está claro que existe. Para unos, ya digo, se configura como la fe... para mi representa la esperanza.
Raúl, en términos puramente militares, Aníbal no ha tenido parangón en la historia. Y no penseís que mancillo con ello el honor de un Alejandro o un Julio César... Ni mucho menos. Sin entrar en las virtudes de ambos, puedo decir que Aníbal condujo durante más de una década a un ejército que se configuraba como una amalgama de nacionalidades y estilos de lucha, lo hizo durante más de una década, contra la potencia más importante del mediterráneo y siempre en inferioridad númerica.
En términos militares, grande no... enorme.
Veamos... Anibal para cruzar los pirineos tuvo varios problemas...
Uno de ellos, sus propios hombres, que, en el fondo, no eran sino campesinos o gente muy territorial. Al ver los Pirineos, pensaron eso de.. "Ni de coña". Dicen que Anibal tuvo que dejar partir a 20000. Tampoco es verdad, porque con esos hombres, reforzó su ejercito peninsular, pero en fin. Luego... tuvo que pasar los Pirineos, porque, el camino mas facil, el de la Costa, lo tenia bloqueado. Primero por los Galos, que eran Aliadas de Marsella. Y esta, que era aliada de Roma.
Lo de odio eterno a Roma... si, pasó, pero fue mas una jugada politica de su padre que otra cosa.
Vereis... en ese momento, la politica cartaginesa, se dividia en "Barcidas" y "Viejos". Esto, aparte de complicaciones politicas, derivadas de la guerra romana, y de la de los mercenarios despues, implicaba diversos puntos de vista.
Los Barcidas, querian el comercio, la apertura de nuevos mercados. Y si eso derivaba de pegar una paliza a Roma pues, adelante. De ahi la conquista de Hispania.
Los Viejos, comandados por Hannon el Grande, querian la "paz a toda costa". Y seguir con lo suyo. No entendian que, Roma, o era sometida, o sometia. No habia un Status Quo posible con ella.
Lo del juramento ante Baal de Anibal "Siervo de Baal", fue una maniobra politica, para contentar a los viejos... y de paso a Hannon. (En fenicio antiguo, Hannon Baal, siervo de baal tambien).
El ejercito de Anibal... bueno, en realidad fue el de Amilcar y demas. Diversos pueblos, cada uno con su estilo de lucha, con armamento similar, y con tacticas militares coordinadas. Algo muy simple, pero que hasta ese momento solo Roma y los Griegos habian entendido. Y muy efectivo. El Genio de Anibal fue como utilizarlo. Por ejemplo, tenia en gran estima a la caballeria, que utlizaba para atacar, atraer y emboscar. A los romanos, gente de infanteria, esto les volvia locos.
Luego, sabia utilizar los grupos. Por ejemplo, en Cannas, sabia que los Galos, al ver a 80000 romanos juntos, volverian grupas. Asi que, los puso en primera fila, y con ellos atrajo a los romanos a una emboscada.
Esa es otra... ataques a la retaguardia, a las provisiones, liberacion de prisioneros no romanos para atraerse a los aliados de Roma...
Y si a eso sumamos una gran movilidad de sus tropas, tenemos a un genio. Al contrario que los romanos de la epoca, salvo Escipion, claro, Anibal entendio que, por muy grande que fuera el ejercito, la movilidad de sus partes era la clave. Escipion lo entendio años despues, y Mario y Cesar eran de la misma escuela...
El resto... vendrá despues.
Perdona no haberte contestado antes, pero he estado pachucho y me tenian limitado el ordenador.
Luego miraré datos para el articulo.
Edem
Cabo no se por donde empezar... se reune una serie de detalles todos importantes para mi. Enhorabuena por el continente y contenido de tu blog , le has dado un giro de 360 grados.
La entrada me fascina, es amena, no entras serio y circunspecto como lo hacías antes. ahora un poquito de anécdotas y empalmas con el tema Anibal que fue lo que yo te pedi que ampliaras, lo has escrito si no por mi por quien sea, pero ahí está y me ha gustado mucho. Un detalle que no sabia es el significado del palo y la zanahoria y no lo tengo muy claro.
Cuando cruzó los Alpes las tempestadas de nieve y frio mermaron el ejército,aún asi venció a los romanos en Tresino, Trebia,Trasimeno y la famosa victoria de Cannas, pero no se atrevió a sitiar Roma por no haber recibido refuerzos, fijando en Capua su cuartel de invierno.Un abrazo.Nina
Aníbal fue un personaje fascinante.
Hay escrita, al menos, una novela histórica sobre él. Me refiero a la de Gisbert Haefs, que por cierto no recomiendo a nadie porque me resultó nefasta en cuanto a valores literarios y narrativos, pero adecuada,creo, en cuanto a los hechos. Si se soporta, se puede leer entre líneas la epopeya de los Bárcidas, con Aníbal a la cabeza de todos ellos.
Por lo demás, magnífico post, como de costumbre
Hola Caboblanco:
Me alegro que tu aventura montañera acabara bien y así podamos seguir leyendo tus amenos artículos sobre la Historia; artículos tan bien documentados como amenamente expresados.
En cuanto al contenido poco puedo aportar más alla del reconocimiento al genio de Anibal.
Un abrazo
José
Hola Caboblanco.... la gesta de Anibal es una de las más grandes que un humano haya realizado.
Y subir al risco de claveles sin sentir vértigo también lo es.
Si te consuela, yo también lo paso fatal cada vez que subo allí, prefiero quedarme en la laguna de los pájaros disfrutando del aire de la sierra a confundirme entre las cabras de Guadarrama, aunque algunos me digan que también estoy como una cabra.
Salud
No hay nada mas lindo que sentir el vertigo de la altura, descubrir que Dios si está en todos lados, desde arriba se ve toda su creacion y no solo se ve, sino se siente en las venas, lo insignificantes que somos en el mundo y a la vez, todo lo que podemos hacer por y en el mundo.
Lastima que vivamos encerrados entre 4 paredes, y nuestros viajes son virtuales. Cada vez hay menos como Anibal, lamentablemente.
Felicitaciones, estas mas cerca de Anibal que yo.
qué arte el tuyo para unir historia, experiencias propias, reflexiones...
¡me ha ecantado!
:)
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