lunes, 20 de junio de 2005

Hic Habitat Fecilitat

Azulejo a la entrada de uno de los locales de alterne de Pompeya

Los romanos, que gustaban de que las leyes rigieran sus vidas por completo, no reconocieron ningún privilegio a la prostitución. A pesar de la libertad sexual con la que tradicionalmente se relaciona al Imperio, variadas disposiciones legales regulaban todo lo relacionado con el oficio más antiguo del mundo, hasta el punto de definirse minuciosamente tanto la vestimenta de las profesionales del ramo hasta, por ejemplo, los diferentes locales en los que se podía ejercer, y el funcionamiento de estos.

Para que os hagáis una idea de hasta que punto el Estado intervenía en el negocio, en el año 1 d.C. Octavio Augusto ordenó censar a la prostitutas de Roma, con la sana intención de cobrarlas un impuesto que aliviara, en parte, el paupérrimo estado de las arcas públicas. Cual no sería la sorpresa de Augusto cuando el funcionario de turno le comunicó que tan exquisito padrón arrojaba la enorme cantidad de ¡32.000 profesionales! recogidas, por lo general, en burdeles llamados lupanares, locales ubicados cerca de anfiteatros, termas o aquellos lugares donde el sexo era un complemento de la actividad principal; además, para su explotación era necesario disponer de la correspondiente licencia municipal y liquidar, como no, el pertinente impuesto. Las cercanías del Coliseo era la zona donde se registraba la mayor densidad de prostíbulos, mientras que los más elegantes se ubicaban en la cuarta región, señalados con una gran lámpara en forma de falo que se iluminaba por la noche y, al igual que en el moderno Amsterdam, era normal que las trabajadoras exhibieran sus encantos a la entrada del local. Tampoco era extraño que, en las puertas de las habitaciones, colgaran pasquines con la oferta de servicios disponibles; de estos, la felación solía ser el más caro ¡a causa de las deficientes condiciones de higiene en que se presentaban la mayoría de los parroquianos!

Las prostitutas se dividían en varias clases, según el lugar donde ejercieran su actividad o el perfil del cliente que las frecuentara. Las meretrix eran las “legales”, es decir, las que figuraban inscritas en el censo mientras que las prostibulae eran las que realizaban sus servicios a salto de mata, para intentar evitar el pago del tributo. Las delicatae eran las prostitutas de alta categoría, teniendo entre sus clientes a senadores, grandes comerciantes o generales. Las famosae tenían la misma categoría pero pertenecían a la clase patricia, y en muchas ocasiones acababan dedicándose a estos menesteres para intentar solucionar las deudas contraídas por sus maridos, aunque no eran pocas las que lo hacían meramente por placer. Entre ellas destaca la famosa Agripina la menor, madre del futuro emperador Nerón o Julia, la disoluta hija del emperador Augusto.

Las conocidas como ambulatarae recibían ese nombre porque trabajaban exclusivamente en la calle mientras que las lupae frecuentaban los bosques cercanos a la ciudad y las bustuariae, los cementerios. A partir del siglo II d.C. los baños públicos se consagraron como el lugar favorito para las relaciones sexuales, ofreciendo sus servicios en ellos, tanto hombres como mujeres; incluso conocemos la existencia de algunos prostíbulos frecuentados por mujeres de la clase elevada donde podían utilizar los servicios de apuestos jóvenes, que eran denominados spadoni, - del latín “spatha” – posiblemente por el tamaño de sus "armas".


Una curiosidad: la palabra prostíbulo es de origen clásico pero “prostituta” es un término moderno que deriva del verbo latino prostatuere (literalmente “colocar delante”). Parece que los mercaderes de esclavos, al llegar a exponer su género a los campamentos legionarios, tenían la costumbre de colocar a las jóvenes más hermosas delante, para animar a los soldados a adquirirlas. Tiempo más tarde, como consecuencia de las bajas en combate, algunas de ellas quedaban sin dueño y, por ende, sin posibilidad de comer todos los días. Para la mayoría, la única salida era vender lo único que tenían...

3 comentarios:

Turulato dijo...

Hay unos pocos comportamientos humanos que se mantienen prácticamente inmutables a lo largo del tiempo.
Este es uno. Se afronta desde la moralidad, desde la sociología, desde... Siempre he tenido la sensación de que todo lo que me han explicado es sólo "hueca palabrería".
¿Donde está la respuesta?.

Luis Caboblanco dijo...

¿Quien sabe? sospecho que para empezar a comprender algo del fenómeno en cuestión hace falta ser mujer. En cualquier caso, lo que sí tengo claro es que hay que distinguir la prostitución por necesidad, la que practican el 98% de las profesionales, de la venta corporal con factura que practican unas pocas "privilegiadas".

Ana María dijo...

Siempre hemos estado al servicio del público :))

¡Menudo estudio! Es un placer aprender tantas cosas de esta forma tan fácil.