lunes, 4 de julio de 2005

Las Guerras Cántabras

Recreación de un poblado cántabro

En el año 28 a.C, recién terminada la guerra civil que había dado con Octavio Augusto en el trono, sus más cercanos asesores estaban preocupados por la inestable posición que el nuevo y primer Emperador ocupaba al frente del incipiente Imperio romano; comparada con la personalidad deslumbrante del que fue su rival, Marco Antonio, la forma de ser de Octavio no podía resultar más gris y, como en otras épocas más tardías, la solución propuesta para aumentar la popularidad de éste entre sus súbditos fue buscar un acontecimiento bélico de pequeñas dimensiones, una guerra que pudiese resultar fácil y corta, para que el sobrino de Julio César se luciese y se mostrara ante sus súbditos como un comandante lleno de gallardía y carisma, virtudes ambas de las que, desde luego, no andaba sobrado.

El “comité de sabios” del Palatino se reunió, seguramente con carácter de urgencia y, ante los mapas que representaban hasta el último confín todas las regiones del Imperio, alguna cabeza pensante cayó en la cuenta de que, en el norte de Hispania, varias tribus resistían tenazmente los intentos de conquista de las armas romanas, apoyadas en sus pequeñas y casi inexpugnables fortalezas, construidas al abrigo de unas impresionantes montañas que hoy conocemos bajo la denominación de Cordillera cantábrica. Bajo los criterios del nuevo Augusto, la empresa no parecía excesivamente difícil; la porción de terreno a conquistar era más bien reducida, se contaba con la colaboración de algunas etnias hispanas que tenían pactos y alianzas con Roma y además, el enemigo carecía de posibilidad de escape alguna, ya que a sus espaldas se encontraba el Oceanus atlanticus…en fin, ¡que así se las ponían a Felipe II! Octavio Augusto se trasladó inmediatamente a Hispania para organizar sobre el terreno, en dos años de estancia (años 26 y 25 a.C) la nueva administración y dirigir la campaña personalmente. Para llevar a cabo esta obra se instaló en Tarraco (Tarragona), donde trasladó el gobierno de la península desde Cartago Nova (Cartagena).

El objetivo de Augusto eran los Astures (en las provincias de Asturias y León) y, sobre todo, los Cantabros (en Santander y la parte Occidental del País Vasco), ambas etnias bastante emparentadas con los celtas, de marcado carácter belicoso y con un desarrollo económico extremadamente pobre que hacía que, para subsistir, no tuvieran más remedio que realizar correrías por las tierras de sus vecinos, con el fin de distraer unos rebaños de cabras, ovejas y vacas, y volver a la carrera a sus refugios de las montañas. De entre estos vecinos suyos, los que estaban más cabreados eran los Vacceos, expertos ganaderos, aliados de antiguo con Roma y establecidos en tierras que lindaban directamente con las de los cantabros; estos pobres desgraciados eran de todo menos guerreros, así que año tras años esperaban pacientemente a que los salvajes de las montañas bajasen a cobrar el impuesto revolucionario y se contentaban con que, aparte del ganado, no se les llevaran también a sus mujeres o a sus hijos. Pero como no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, se pusieron tan contentos al ver aparecer a las legiones de Roma, que aceptaron gustosos que las base de las operaciones se emplazara en su territorio, e incluso muchos de sus jóvenes se alistaron como tropas auxiliares con la esperanza de tener la oportunidad de vengar tantos años de afrentas.

Pero la guerra no fue bien. Tanto cantabros como astures eran maestros de las tácticas de guerrillas y, a la vez que evitaban a los romanos en campo abierto, se dedicaban a hostigar sus convoyes de avituallamiento y sus campamentos de retaguardia. Muchos legionarios se acostaban cada día con la impresión de que esa noche podía ser la última; se restringieron al máximo los movimientos de tropas fuera de las rutas conocidas, e incluso una legión perdió su aquila y otra fue completamente desbandada en un ataque nocturno. Augusto, hipocondríaco de por sí, caminaba por el palacio del gobernador como un alma en pena, afectado por repentinos ataques de furia que le hacían explotar con el primero que se cruzara en su camino y, al más puro estilo Bush, ofreció 250.000 sextercios a aquel que le entregara la cabeza del caudillo Astur más molesto, de nombre Corocotta. Para terminar de empeorar las cosas, mientras daba un paseo por las calles de Tarraco, un rayo impactó en su litera, que era metálica, y mató a dos de sus sirvientes. Eso fue la gota que colmó el vaso. Estuvo varias semanas sin salir de la habitación ya que consideraba el episodio del rayo como un mal augurio (que se lo cuenten a sus esclavos...) así que llamó a su mejor general, Marco Agripa, y él se marchó a Roma “...lejos de esta tierra de salvajes que no trae más que desgracias a mí y a los míos”.

Agripa no era un portento militar, al estilo de un Pompeyo o un Escipión, pero conocía su oficio. Rodeó completamente el teatro de operaciones, se aseguró la neutralidad o el apoyo de todas las tribus limítrofes y, cuando estuvo listo, avanzó hacía sus enemigos en tres columnas, al mando de un total de siete legiones. Su plan era sencillo: llegaba a un pueblo, mataba a todos los varones con pinta de poder levantar una espada, vendía a las mujeres y los niños como esclavos y, por último, quemaba todo, asegurándose de que algunos quedaban con vida para ir a contarlo al pueblo de al lado. Posiblemente no acumuló demasiada gloria militar con ello pero los efectos eran demoledores ya que cada vez había menos poblaciones dispuestas a compartir el destino de sus vecinos. Además, cuando las tribus unidas se decidieron a atacarlo en una batalla de verdad, Agripa les salió al paso en un lugar indeterminado conocido como Mons Vindius y les exterminó. Los supervivientes se refugiaron en cumbres y peñascos y, cuando no tuvieron más de comer, bajaron arrastrándose, suplicando clemencia y un trozo de pan; varias docenas de ellos fueron despedazados por los perros de las legiones, perros que, por cierto, son antecesores de nuestros modernos Rottweilers, y el resto fueron vendidos como esclavos en Aquitania. Una pequeña parte de los que se habían rendido a las primeras de cambio fueron autorizados a trasladar sus campamentos al llano, donde fundaron asentamientos que acabaron dando lugar a las modernas Villasalariegos o Briviesca. Corría el año 19 a.C.

PD: La tradición dice que Corocotta se preséntó el mismo a cobrar la recompensa, a cambio de que los 250.000 sextercios fueran entregados a su tribu. Augusto, maravillado por la inocencia o audacía de Corocotta, le puso libre, con la condición de que no volviera a empuñar las armas contra Roma.

¡Eso si que es político al servicio del pueblo!

7 comentarios:

Ana María dijo...

No es que presume de conocer a fondo la historia de España, pero jamás había oido hablar de Corocotta y dá la impresión de ser un héroe importante, seguro que tuvo una vida digna de ser estudiada. Aunque también es verdad que se sabe muy poco de las guerras cántabras aquí en Andalucía :(.

Luis Caboblanco dijo...

No te preocupes. Es bastante improbable que hayas oido hablar de Corocotta si no has leido algo de bibliografía especializada y te aseguro que es muyyyyy especializada. Viriato es más conocido y, aunque desarrolló sus campañas militares por todo la península ibérica, en esencia era portugués. Te recomiendo, humildemente que, si quieres conocer a grandes rasgos la vida de un personaje singular, relacionado con la Hispania romana, leas el artículo sobre Quinto Sertorio titulado "La cierva Blanca" en este mismo Blog.

Un abrazo.

Turulato dijo...

Don Luís, dos matices:
El primero es que siempre oí que a quién se las ponían "a huevo" era a Felipe el Hermoso, aunque estoy plénamente convencido que a Felipe II -y a cualquiera que haya mandado algo- sus colaboradores procuraban hacerle la vida más facil, que no hay que identificar con solucionarle los problemas.
Y el segundo se refiere a los vascones. ¿Conoce al profesor Fatás de la Universidad de Zaragoza?. http://155.210.60.15/HAnt/Hispania/vascones.html
Los Vascones se correspondían con los actuales navarros y aragoneses, y tuvieron tendencia a "colaborar" con los poderosos.. romanos.
En cuanto a los Cántabros. Buena gente. Corocotta existió, aunque no puede asegurarse que ní él ní los romanos fuesen tan ¿elegantes?.
¡Sí ya lo dice la canción: Somos de Santander y aquí no hay más que hablar!.
Gracias y visita mi tierra.

Luis Caboblanco dijo...

¡Es correcto! efectivamente, los primitivos vascones son las antepasados de los modernos navarros y oscenses, con Pompaelo (actual Pamplona) como centro urbano más importante. Su caracter recio, su belicosidad y su facilidad para moverse por terrenos de difícil acceso, hizo que Roma los utilizara como infantería de exploración, cometido en que se mostraron excelentes. A cambio de sus servicios los dejó, relativamente, en paz.

El excelente enlace que me envías, ofrece un mapa con las distribución de estas tribus en los tiempos en que Roma se enredó en las llamadas Guerras Celtíberas, y muestra a los vecinos de los vascones, identificados con las letras A(Autrigones), V(Vardulos) y C(Caristios), todos ellos ascendientes de Ibarretxe por parte de padre y madre.

En cuanto al dicho, se pueden usar dos versiones: la protagonizada por Felipe II, al que sus ayudantes le espantaban las presas convenientemente para que pudiera cazar sentado o la que hace referencia a "obligación" que tenían los cortesanos de perder disimuladamente al billar con su Rey, Fernando VII, azote de liberales; parece ser que era tan torpe que no ganaba ni a la de tres, y sus oponentes golpeaban "por error" sus bolas, para ayudarle, JE JE... Por cierto este pobre hombre solo hizo dos cosas bien en su vida: Fundar el Mueso del Prado y dejar un manual completísimo sobre todo lo que no se debe hacer gobernando. Los políticos actuales solo tienen que hacer justo lo contrario y serán felices por los siglos de los siglos ¡Amén!

Por cierto, Turulato...cada vez que puedo me escapo a Liérganes, un sitio verdaderamente encantador.

Turulato dijo...

¿Te gusta el chocolate con picatostes?. ¿Conoces la leyenda del "Hombre pez"?.

Luis Caboblanco dijo...

Sí, si...magnifico cocholate el de liérganes. Lo tomaba en una terraza al pie de un balneario que hay en el pueblo. Y la leyenda también la conozco claro.

Esto es para quien no la sepa
http://66.102.9.104/search?q=cache:Pi-ITl9Fw80J:www.faq-mac.com/bitacoras/cajon/%3Fp%3D63+leyenda+del+hombre+pez&hl=es

Anónimo dijo...

Agripa era bastante buen general. Vale, quizá no fuera Cesar, pero hasta el mismo quedó impresionado por su comportamiento con la caballeria en la batalla de Munda.
El acierto de Augusto fue conseguir que Agripa no le hiciera sombra o que le hubiera entrado ganas de quedarse con el Imperio.
Veamos... a Hispania fueron legiones de elite mas alguna de nuevo cuño.
Las legiones fueron I Augusta, II Augusta, III Augusta, X Gemina, IX Hispana, V Alauda y la otra creo que fue la XIV Gemina.
La IX, X y la V alauda se habian reconstituido sobre el 41, creo que la XIV tambien, basadas en antiguos veteranos de Cesar mas reclutas hispanos, y estaban consideradas de elite.
Las I, II y III eran de nuevo cuño, pero fue su primera "campaña oficial". De las 3, solo la II Augusta dio la talla. La Primera perdió el Aguila, a manos de los cantabros, y con ello su honor y el titulo de Augusta, (cosas de Agripa). La tercera fue vencida en combate, aunque no llegó a perderse. Por ello fue relegada durante el Imperio a africa, y finalmente a egipto.
Y aun y todo no consiguieron romanizar la zona.
Por cierto, muchos de los prisioneros cantabros, unos años mas tarde, se rebelaron contra sus dueños, los mataron y se volvieron a sus tierras.
Una cosa mas...
Los antiguos textos, se refieren a los pueblos del norte como Vascones. No era exacto claro. Solo las tribus.... "vascas", ya eran muchas. Vardulos en Guipuzcoa, Austrigones, Aquitanos... hablar de un pueblo por la zona geografica actual podria dar lugar a confusiones.
Si es verdad que se alistaban en las legiones romanas. Sobre todo en la IX. Y hay bastantes datos sobre cohortes auxiliares vasconas en el muro de Adriano durante generaciones. Claro, eran montañeses como los pictos, y tenian una forma de vida y comportamiento similar. Asi que era logico enviarlos a luchar contra gente similar.
Un saludo de Edem