domingo, 4 de diciembre de 2005

La Armada Invencible, Agosto de 1588

Los españoles somos la leche… en las cumbres europeas, nos ningunean porque los políticos que nos representan negocian fatal; en los mundiales, nos eliminan en el partido clave, siempre por culpa del árbitro o de la mala suerte; y, en 1588, para una vez que nos decidimos a conquistar Inglaterra, nos derrotan los elementos… ¡si es que somos unos pupas!... nos pasa de todo… ¿o no? Vamos a ver… lo primero de todo, tranquilidad. No hay que dramatizar en exceso, ni tampoco dejarnos llevar por los nervios, que al final vamos a acabar viendo fantasmas donde no los hay, y hablando de contubernios judeomasónicos como lo hacía el militar este tan famoso de El Ferrol. Dejemos de una vez de echar la culpa de todo lo que nos pasa al vecino del 5º, y asumamos que, en la mayoría de las circunstancias que nos afectan, nosotros no somos actores de reparto sino los principales responsables del resultado, para lo bueno y para lo malo. Lo contrario, nos abocaría sin remedio a seguir la peligrosa tendencia hispana de considerarse el ombligo del mundo y, quizás, a que el país entero se hiciera socio del Atlético de Madrid. Un magnífico remedio para este mal es apagar el televisor, sentarse delante de unos buenos libros y disponer la mente para analizar el mayor fracaso español después del fallo de Julio Salinas en Italia’90…EL DESASTRE DE LA ARMADA INVENCIBLE.

Lo primero que hay que tener claro, es que durante treinta años, Isabel de Inglaterra y Felipe de España habían sido enemigos íntimos, pero guardando siempre una falsa apariencia de relaciones normales. Felipe tenía como uno de sus principales ensueños el restablecimiento del catolicismo en las Islas, pero seguía considerando a Francia como su enemigo tradicional y temía perder el eficaz aliado de otros tiempos. Por su parte, Isabel mantenía un concepto elevado del poder militar de España y temía una intervención de su otrora cuñado a favor de los católicos irlandeses… y temía sobre todo la posición española en los Países Bajos, “pistola apuntada al corazón de Inglaterra”. En resumen: españoles e ingleses se hacían la puñeta más o menos descaradamente… pero eso no impedía que en recepciones y saraos, los embajadores de ambos estados se echaran unos buenos bailes para celebrar “las excelentes relaciones de nuestros dos países”.

Pero una serie de circunstancias hicieron declinar la balanza definitivamente a favor de la guerra. Felipe se preparaba para afrontar los últimos años de su reinado, quizá con la sensación de haber fracasado en sus principales empresas; tres décadas de intenso reinado, no habían servido más que para vaciar las arcas de la hacienda… y raro era el campo de batalla de Europa o el mediterráneo donde no se pudiera encontrar la tumba de un soldado español. Además, Isabel se empezaba a sentir fuerte, y pasó de un apoyo más o menos encubierto a la causa flamenca, al envío descarado de hombres y dinero para reforzar a los regularmente caneados regimientos protestantes. Cuando Felipe, que resistió cuanto pudo la idea de atacar a Isabel, se enteró de la ejecución de María Estuardo, la muy católica reina de Escocia, a manos de los protestantes, ya no tuvo dudas… y se decidió contra la opinión de buena parte de sus consejeros a lanzar un ataque brutal contra Inglaterra.

El principal problema de este peliagudo asunto, es que lo que se pretendía no era vencer a los ingleses en el mar, cosa que ya se presentaba suficientemente difícil, sino desembarcar en las Islas, y pelear en suelo inglés. Cuando Felipe expuso la idea a sus generales, probablemente a estos se les debió de poner cara de póquer, pero cuando pasó a exponer su plan – que por cierto no admitía discusión – a más de uno seguro que le sentó mal la cena. Resumiendo, la idea era acumular en los puertos españoles una enorme cantidad de barcos de toda especie, reunirlos en algún lugar cercano a las costas francesas, proseguir la navegación esquivando a la escuadra inglesa, recoger a los Tercios de Alejandro Farnesio en algún puerto de Flandes, y desembarcarlos en la costa inglesa sufriendo el menor daño posible. El plan, que a decir verdad era sorprendentemente difuso en sus aspectos fundamentales, sin embargo especificaba claramente “que se debía evitar el enfrentamiento con las naves inglesas a cualquier precio… y que si este se revelaba inevitable, había que vencer en un rápido enfrentamiento”... la pena es que no se decía nada de cómo hacer esto último... Cuando los pormenores del plan llegaron a Alejandro, este se atrevió a decirle a su tío lo que otros no habían tenido el valor de decirle a su Rey, y en el reverso de la misma carta que acababa de recibir, el Duque de Parma aconsejó a Felipe centrarse en liquidar definitivamente la rebelión en Flandes. También argumentaba, con acierto, que excepto el puerto de Flesinga – a la sazón, en manos rebeldes – no había otro en los Países Bajos con capacidad de acoger a los barcos que habían de llegar desde España; y por último, concluyó indicando el enorme peligro que representaba dejar aquellas tierras holandesas yermas de soldados españoles.


Además a Felipe se le acumulaban los problemas; el hombre destinado a mandar sobre aquella flota, Álvaro de Bazán, vencedor de Lepanto, murió en enero de 1588. Para sustituirle, y contra todo consejo, decidió guiarse por criterio nobiliarios en vez de por el de la idoneidad, lo que hizo que “el gordo” recayese en el Duque de Medina sidonia, que dicho sea de paso, no se había subido en un barco en toda su vida. Este pobre hombre llegó a escribir una carta al Rey, reconociéndole que era ajeno a las cosas del mar y de la guerra, y suplicándole que le permitiera renunciar, pero Felipe “el prudente” volvió a mostrarse como lo contrario y siguió en sus trece. Así que, mientras los hombres de Alejandro se dejaban las manos construyendo un canal artificial para transportar a la costa las cerca de 300 barcazas construidas para el desembarco, en Lisboa se concentraba la mayor flota de guerra que se había visto nunca por un puerto luso: más de 130 buques de guerra. Sin embargo, cuando el Duque de Medina Sidonia apareció por los muelles para la primera inspección de sus fuerzas, se le cayó el alma a los pies: a las naves les faltaban aparejos de todas clases, centenares de soldados habían desertado, la comida almacenada en los barriles llevaba semanas podrida y cada barco, apenas tenía 8 disparos por cañón…

Y en estas circunstancias el de Medina sidonia no solo no se desesperó, sino que se la arregló para manejar la situación de tal manera, que las cosas se encauzaron hasta cierto punto. La pena fue que Felipe interpretó como una señal divina lo que solo era una leve mejoría de la situación, y obligó a la flota a dejar Lisboa el 20 de mayo de 1588. Alonso de Guzmán, que no gozaba del aprecio de ninguno de sus subordinados, se las arregló para cumplir a rajatabla las órdenes de su Rey, de modo que tras varias semanas de travesía sin incidentes contorneando la península, se acercó a aguas inglesas sin haber sufrido ninguna pérdida de importancia. Pero su carácter servil le estaba preparando una mala pasada. Por uno de esos extraños azares del destino, varias de las mejores naves inglesas que esperaban el ataque español advirtieron que una pinaza española navegaba por la costa, posiblemente recabando información entre pescadores nativos. En la persecución que siguió, las naves inglesas se mostraron imprudentes y no advirtieron al grueso de la flota española, situada frente a las costas de Plymouth. Un lobo de mar se hubiera beneficiado de la situación y habría mandado al infierno a esa docena de naves protestantes pero el almirante no lo era. Asustado ante esa pequeña presencia inglesa inició una maniobra evasiva que, unida al mal tiempo que se iba apoderando del Canal, desencadenó un inmenso desorden en las naves españolas.

Los días que siguieron fueron un verdadero infierno para los españoles. Los buques ingleses, mucho más modernos y maniobreros que los propios, estaban equipados con artillería de más largo alcance, lo que les permitía batir a los barcos de la Armada y escapar luego a gran velocidad. Nuestras naves, aún equipadas con armas de más grueso calibre, nunca podían acercarse lo suficiente para hacer fuego y poco a poco se iban desangrando ante al ataque inglés. Además, un intento español de refugiarse en Calais, fue abortado por Drake, que consiguió desorganizar aún más a las naves españolas lanzando brulotes en llamas contra ellas. En esta situación, Medina sidonia se consumía, y no conseguía entablar batalla al estilo antiguo, como era su intención. La situación se puso tan tensa, que varios capitanes intentaron hacer cambiar el signo de la batalla por su cuenta, e incluso se cuenta que Oquendo y el Almirante llegaron a las manos. Ante la imposibilidad de recoger a Farnesio, que por otra parte no tenía la menor intención de embarcar, y temerosos de retornar por el canal de la Mancha, se decidió intentar bordear Escocia e Irlanda, y allí fue donde varias enormes tempestades destrozaron definitivamente la flota española. Miles de hombres se ahogaron y no hubo piedad para los que consiguieron llegar a nado a las playas. Tan solo los que consiguieron navegar hasta Noruega o los pocos centenares que amanecieron tras el temporal en la católica Irlanda, consiguieron ser repatriados. Únicamente 66 barcos consiguieron arribar a España. Inglaterra perdió tres naves... Fue en este momento, y no antes, cuando el humor hispano decidió bautizar aquellos maltrechos barcos, como "La Armada invencible".

Si bien la derrota no significo el fin del poderío español en el mar – al igual que Lepanto no significo el final del poderío turco – si que es cierto que afianzó definitivamente el régimen isabelino. Pero hay que hacer notar que tan solo tres años más tarde, una flota española destrozaba a otra inglesa en las Azores y que España seguía siendo un motivo de enorme preocupación para Isabel de Inglaterra. Si Felipe II acusó el golpe, sobre todo fue en lo psicológico: meditó repetir la operación e incluso se hicieron algunos preparativos pero hubo que abandonar, afortunadamente, por falta de recursos económicos, y Felipe "el prudente" debió resignarse a contemplar la ascensión de una potencia nueva, jóven y destinada a convertirse en la dueña de los mares en muy poco tiempo: Inglaterra.

PD: La frase de Felipe II... "yo no mandé a mis naves a luchar contra los elementos" se sigue considerando apócrifa, aunque es cierto que "pega" tremendamente con su caracter premonitorio y taciturno. De todas formas... ¿que tiempo se esperaba encontrar en el Canal"?... quizás el anticiclón de las Azores...

Un abrazo.

15 comentarios:

almena dijo...

¿si? ¿se considera apócrifa esa frase de Felipe II? ¡yo me la creía a pies juntillas! jajajaaa ingenua yo.
Por cierto, lo de "...guiarse por criterios nobiliarios en vez de por el de la idoneidad...", sigue siendo muy actual y muy español :-) ¿o seré yo una pesimista?
Bueno, no voy a ponerme reiterativa y decirte cómo "atrapa" tu forma de contar la historia. Pero así es.
¿Sabes? me encantaría que, alguna vez y si te atrae el tema, pusieras un post sobre los avatares de los Comuneros de Castilla.
Un beso!

Turulato dijo...

¡El mundo al revés!.
Por un real, responda por una vez:
¿Le gusta "er furbo" a Vuesa Merced?: ¿por un casual, le apasiona el "Atlieti"?.
Eso explicaría ese delicioso estilo narrativo, pleno de fina ironía y desesperanza, que utiliza en sus artículos.
Y sobre lo que cuenta, una duda tengo..
Creí haber leido que donde trataron con más saña a los náufragos españoles fue en la católica Irlanda..
Y me admiro siempre..
De lo bien que conoces "nuestro ambiente", pues aunque "de casta le viene al galgo" no todos los galgos "cazan" por igual..
Y matizo..
No es malo utilizar la aristocracia -más bien lo contrario- sino no anteponer a cualquier otra consideración la profesionalidad y la competencia
Creo que, entonces y ahora, ese es el mal de España. No es un país que viva de la profesión y la certeza, sino que se guía por el sentimiento y la intuición.
Un país de trapecistas..
(Disculpe por intentar convertir esta su casa en una tertulia)

Anónimo dijo...

El tema de la Armada Invencible estuvo mal planeado desde el principio, desde poner al mando a una persona que no había subido a un barco en su vida hasta no contar con que no era suficiente invadir y vencer sino que al querer mantener lo conquistado tendrían que contar con el apoyo de los católicos ingleses que lo único que querían era quitarse a Isabel de encima, pero en ningún momento pensaron en cambiarla por Felipe.
Tengo entendido que hasta cuatro veces mandó la orden Felipe II al marqués de Santa Cruz para que saliera de una vez por todas de Lisboa, hasta que el rey se enfadó y pensó en su destitución (el marqués ya estaba muy enfermo y murió) poniendo en su lugar al duque de Medina-Sidonia y así fue pasando el tiempo y al final eligieron la peor época para acercarse a Inglaterra; todo esto añadido a lo que tú ya cuentas sobre el estado de los barcos y de los alimentos, las enfermedades y deserciones del personal, logró que la empresa fuera uno de los mayores fracasos de nuestra historia.
Un saludo

Luis Caboblanco dijo...

¡Hola Turulato!

En las costas de Irlanda se ahogaron seguramente muchos españoles. Y la suerte de los que consiguieron llegar a tierra tampoco fue envidiable, pero la historia contada por los ingleses sobre cómo los irlandeses asesinaban inmediatamente a los naúfragos para despojarlos de dinero y joyas, creo que es un mito. Es cierto que los Irlandeses eran harto brutales y pelín atrasados, pero sólo se tiene noticia de una matanza de españoles en suelo irlandés, realizada además por naturales a sueldo de Inglaterra. Por lo general, a los españoles se les trató bien, y centenares de ellos consiguieron llegar a Escocia. Y si quieres leer algo hermoso y apasionante, busca por ahí lo que ocurrió con la nave "La rata coronada" mandada por D.Antonio de Leyva (¡ojo!.. no confundir con el Antonio leyva vencedor de Pavía).

Leo, para que te hagas un idea de la desorganización que campaba en la Armada, te cuento una anécdota. Cómo te figuraras, en aquella época, cada cañón tenía sus propias balas ya que, a pesar de existir cierta organización, aún se manejaban multitud de calibres. Por el muelle se corrió la noticia de que tal día iban a llegar cañones nuevos para todos (los españoles eran de bastante baja calidad, por abaratar el precio) y cada capitán se apresuró a cargar las balas todas las balas que pudo, por miedo a quedarse sin munición en caso de ser agraciado con nuevas armas. Los cañones nunca llegaron... y las balas nunca se reasignaron. Conclusión: parte de la munición que cada barco español llevaba a bordo, era imposible que pudiese ser disparada.

El milagro fue que consiguieran llegar a Calais...

Anónimo dijo...

Parece que algunos españoles seguimos teniendo más en cuenta de que familia provienes, que las propias capacidades. Pero eso creo que pasa en casi todo el mundo.
Y también continuamos con la manía de echar las culpas a los demás. Aún y cuando nos metemos en camisas de siete varas. Esto, junto con la envidia, es bastante característico de nuestro estado.

Parece ser que Felipe II se llevó algunas lecciones, aunque dudo que aprendiese de ellas.
Un abrazo

Verso dijo...

Fascinante tu estilo para contar la historia, la haces amena e interesante, cuentas además con dos comentaristas de lujo. Bravo por el primer triunvirato.
Imprimo todos tus post para leerlos y conservarlos.Gracias.
Besín.

Captain Blood dijo...

Muy amena e interesante visión de la Armada Invencible. Gracias por decubrirme tu blog. Me apunto la dirección para volver de nuevo.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

... Sigo aprendiendo.El símil futbolístico es muy acertado.La Grande y Felicísima Armada sufrió una derrota más moral y psicológica que real.Y eso que los franceses nos hicieron propaganda,considerándonos ganadores.Al final, si no nos consolamos es porque no queremos.
Un abrazo

Portobello dijo...

Hola, gracias por tu visita, creo que me visitaste anteriormente y te perdí la pista. Me alegro encontrarte de nuevo. Me gusta la historia y te voy a leer con detenimiento luego en casa. Un abrazo

Anónimo dijo...

Dudo que pueda hacer comentarios tan precisos como los que me anteceden, pero te dejo mi huella para decirte que me encanta como nos dejas esos trocitos de historia que para mí son un regalo.

Un besito y gracias :) feliz día¡

Anónimo dijo...

No se como te las arreglas para desliar entuertos,mira que tiene follón el "amor tierno" que Isabel I de inglaterra sentia por Felipe II de España y viceversa.
Y es que la señora sabe hacerle cosquillas en la nariz, si Felipe defendia la religión católica, Isabel la protestante,favorece a los protestantes de los Paises Bajos,arma caballero al pirata Drake, le corta el pescuezo a la ex reina de Escocia, la prima de FelipeII,María Estuardo, hecho que aprovechó Felipe para organizar una poderosa escuadra"La Invencible" al mando de don Álvaro de Bazán , pero se le muere ,pone a la cabeza dela escuadra uno que no había visto el mar ni en pintura, el Duque de Medina Sidonia,las tempestades y las brumas le juegan una jugarreta, si es que lo teníamos perdido desde el principio. Esto es un escorzo de la realidad Es emocionantísimo y más con la claridad con que está es puesto. Caboblanco te doy la razón en toddo pero me ha llammado la atención una recomendación que has hecho para solucionar los problemas de los españoles: que se apague la TV y se coja un buen libro y a leer y no ver esa bazofia de tv (esto es mio). No me gusta el futbol ni en brroma pues pongo un partido antes que las chorradas que echan.
No sabia que la frase fuera apócrifa, de todas maneras queda bonita
¿Te importaría escribir sobre piratas? me encantan y no dejes atrás los amorios. Un abrazo Nina

Juan Antonio del Pino dijo...

Siguiendo con el símil futbolero...se apeló,como siempre, al último recurso:
la "Furia española"
y eso, sin barcos en condiciones, ni Almirante experimentado, sin balas en los cañones....
estaba cantado.
Por lo menos no pudieron embarcar los de Farnesio que si no, me imagino una catástrofe sin paliativos.

Magnífico blog, de verdad, cada vez que entro me sorprendes con un artículo igual o mejor que los anteriores.

Anónimo dijo...

Pero bueno: ¿Qué tienes tú en contra del Atlético de Madrid? Y bromas aparte, me lo he pasado en grande leyendo este pasaje de la historia. Ojalá muchos de los profesorcillos que pululan por hay aburriendo a las piedras tuvieran unos pocos gramos del ingenio con el que abordas tú estos temas.

Un saludo muy cordial

Hannah

Anónimo dijo...

Me encanta tu página y la historia de España, y me gustaría contribuir a esta magnífica narración con unos pequeños apuntes:
-los barcos modernos de la marina inglesa a los que haces referencia fueron construidos con los parabienes de Felipe II, pues fué él el que reorganizó la maltrecha armada inglesa despues de su boda con Maria Tudor, a la sazón Reina de Inglaterra, éste resurgimiento de la armada inglesa se produjo entre los años 1.554 y 1.558 con la inestimable ayuda española;
-la desorganización que reinó en la Armada española con respecto a las balas de los cañones llegó al extremo de que algunos barcos no tenían balas del calibre de sus cañones, esto tambien sucedió porque se utilizó toda la artillería que se encontró por muy antígua e inservible que fuese;
-con respecto a ostentar el mando de la invasión, hubo múltiples peleas entre Alvaro de Bazán y Alejandro de Farnesio que se decantaron a favor de éste último al darle Felipe II más importancia a las fuerzas terrestres, que de conseguir desembarcar no habrían encontrado resistencia reseñable hasta llegar a Londres;
-la flota inglesa podría haber sido aniquilada, por la armada española, pues fué localizada atracada en el puerto de Plymouth donde facilmente podría haber sido bloqueada y destruida sin que hubiese causado daños importantes en nuestra armada.
Perdonarme por extenderme demasiado, pero es que me emociono y me fallan los frenos.
Un saludo a todos de un Infante de Marina.

Anónimo dijo...
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