lunes, 25 de diciembre de 2006

Septimio Severo (193/197 - 211 d.C.)

Nuestro protagonista...

El 31 de diciembre del 192 d.C. moría Cómodo, aquel funesto emperador romano que tan poco se parecía a su padre. Los senadores, henchidos de orgullo, actuaron como si ellos hubieran sido los auténticos responsables de la muerte del tirano y eligieron como sucesor a un colega suyo llamado Pertinax. Éste, que se “olía” el percal que se le venía encima, aceptó a regañadientes y se apresuró a enmedar la parcela del gobierno que más había sufrido a causa de las Guerras Marcomanas y de la nula disposición de Cómodo para nada que no fuera matar un tigre antes del desayuno… la economía. Lamentablemente, para poner en orden las finanzas tuvo que recortar gastos, y para recortar gastos tuvo que despedir a muchos aprovechados, entre ellos los pretorianos. Éstos no acabaron de entender muy bien la bondad de aquella medida, se cabrearon tontamente y se aseguraron de que a Pertinax le encontraran muerto una buena mañana para, acto seguido, anunciar, en una medida de gran calado político, que el trono de Roma se encontraba a disposición de la oferta más alta.

En estas, un millonario banquero llamado Didio Juliano, que estaba tranquilamente en su casa jugando a la Playstation, se enteró de aquella convocatoria y se apresuró a descartarla ya que vivía bien, tranquilo y sin apenas preocupaciones pero ¡Ay!... su mujer también se enteró y, decidida a abandonar de una vez por todas el anonimato social, poco menos que obligó a su marido a convertirla en primera dama, costara lo que costara. Costó exactamente 3 millones de sextercios por barba… por barba de pretoriano, se entiende y Didio asumió la púrpura, aún cuando no sabía exactamente que hacer una vez en el cargo.

El Senado, al que apenas le quedaba ya una pizca de hombría, debió de parecerle excesivo todo aquello o quizás consideró ultrajante que a ellos, de entre tantos millones, no les hubiera caído ni la pedrea... pero lo cierto es que se enviaron secretamente requerimientos de ayuda a los generales destacados en las provincias y uno de ellos, Septimio Severo, vino, vio y, prometiendo el doble de lo que hubiera ofrecido Didio, venció. El banquero fue encontrado en las letrinas imperiales, llorando, y fue decapitado en el acto y en cuanto a su mujer, lógicamente quedo viuda, pero conservó la vida y una generosa pensión como ex emperatriz, lo que la convirtió en la reina del "tomate" de la Roma de la época… cría cuervos…

Con Septimio, subía por primera vez al trono de Roma un africano. Roma no lo había elegido; es más, tomó abiertamente partido por otro general, Albino, pero tan pronto como el nuevo rey del mundo llamó a las puertas de la ciudad, y a pesar de que buena parte de la población de la urbe se apresuraba a abandonar sus casas temiendo la violenta reacción del nuevo soberano, los peores temores se revelaron infundados. Septimio, a pesar de su mano de hierro y su firmeza de pensamiento y obra – y ciertamente hacía falta alguien así para enderezar el rumbo... – mostró un cierto sentido común y una buena dosis de mano izquierda, lo que sin duda ayudó a que los habitantes de la ciudad no tuvieran que volver a baldear cubos de sangre. Septimio procedía de una familia acomodada, hablaba latín y había estudiado Derecho en Roma. Es cierto que no tenía la magnificencia de un Trajano, las cualidades morales de un Marco Aurelio o la complejidad de un Adriano, pero atesoraba algunas buenas virtudes que, unidas a una exacta percepción de la realidad, le permitieron identificar los males del enfermo y lanzarse a degüello contra ellos. Roma se lo agradeció mostrándole un masivo apoyo, por más que aquello fuese una dictadura en toda regla.

¡Cómo estarían de hartos!...

Septimio gobernó diecisiete años, la mayoría de ellos metido en la trinchera. Como andaba justo de soldados, introdujo algunas medidas para hacer mas llevadera la vida militar y, sin saberlo, creó un peligroso precentede: el servicio militar obligatorio para todos, excepto para los itálicos, a los que les estaba vedado. Era el reconocimiento facto de la decadencia guerrera de la península itálica y la asunción de que ésta ya no tenía remedio. A partir de entonces, Roma quedó, en su mayoría, en manos de tropas extranjeras. Bien es cierto que Septimio se lo curró, que los mandos siguieron siendo itálicos y que se ocupó de mantener a las tropas ocupadas en guerras que aseguraron provincias y fronteras… pero la brecha entre la sociedad civil y militar, que ya andaba ahondandose en las últimas decadas, se hizo insalvable. En una de estas acciones, contra los recalcitrantes caledonios, Septimio encontró la muerte en el 211 d.C.

A Septimio, que se le había “llenado la boca” criticando la elección de Cómodo por su padre Marco Aurelio, se le olvidaron de pronto las buenas intenciones y, a falta de uno, designó sucesores a sus dos hijos, Caracala y Geta, dos auténticas “fieras” para el descanso. A uno de sus lugartenientes, que le fue a visitar al que sería su lecho de muerte le confesó… He sido todo lo que he querido y, la verdad, no ha merecido la pena y a sus herederos les recomendó: Llenad los bolsillos de los soldados y reíros de todo lo demás.

La recomendación se reveló innecesaria muy pronto; Caracala y Geta se burlaron tanto de todo, que, incluyendo también a su propio padre, ordenaron a su médico “rematarle”.

Un abrazo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues no sé por qué criticáis a la mujer del sujeto...al fin y al cabo el fin justifica los medios, ¿o no?. Tanto ella como su maridito pasaron a ocupar su sitio en la historia, para bien o para mal. De otro modo, nunca hubiéramos sabido de ellos, y Luis, no tendrías nada que comentar en estas notas...Así que una vez más, hay mucho que agradecer a las lagartas y lagartonas, sean del siglo que sean.
Besos.

Luis Caboblanco dijo...

Septimio batió records en cuanto a longevidad, no tanto teniendo en cuenta a los que le precedieron, sino si apelamos a aquellos que tendrían que sucederle. En cuanto al "banquero", no querría haber dado una imagen demasiado negativa: Había mandado legiones en la orilla del Rhin y defendió con éxito la actual Bélgica de un ataque de pueblos venido de más allá del Elba. Lo que también es seguro es que debieron de calentarle la cabeza a base de bien... Otorgó la dignidad Augustea a su esposa y a su hija y eso cabreó aún más a un pueblo que, de por sí, le detestaba.

Al lado de Septimio se pudieron 15 legiones, a la sazón, las más fogueadas del Imperio y tanto Didio como Pescennius Niger (otro que andaba por allí reclamando su parte del pastel) poco pudieron hacer.

Lagartas habrá siempre ¡Gracias a Dios!... si no, que sería de apuestos hombres en edad de merecer como un serv...

EntreRenglones dijo...

...Qué poco hemos avanzado en lo de ocupar el cargo a toda costa, aunque se siga sin saber qué hacer en él. Aunque eso sí, la zancadilla y la puñalada trapera para rematar ahora adquieren unos tintes más "profesionales". Siempre interesante, amigo Caboblanco... SALUDANDO:
LeeTamargo.-

Turulato dijo...

Interesante, muy interesante entre líneas..
O sea; que estás en edad de merecer..¡Pobriño!.

Raraher dijo...

Un saludo Caboblanco, sigues siendo una fuente inagotable donde acudir a saciar las ganas de conocer la historia de Roma.
Feliz año un abrazo.

Anónimo dijo...

La verdad es que no se que tiene el poder que aún sabiendo que vas a terminar tus días antes de tiempo, pues la gente que te rodea te suele regalar un billete sólo de ida para un rápido viaje, se empeñan en subirse al sillón de mandar.
El antecesor de Septimio fue decapitado, Septimio fue “rematado” por su médico por orden de sus hijos y herederos Caracala y Geta; Caracala mandó asesinar a Geta ya que su amor fraternal era más bien escaso y a su vez Caracala fue asesinado por su prefecto Macrino. ¿Merece la pena?
Buen trabajo Caboblanco, ya tardabas en dar señales de vida.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Te dejo un abrazo y mis mejores deseos para ti en este año que se avecina. Que se cumplan tus ilusiones.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Una historia aleccionadora como todas las de la Historia, y aun así no somos capaces de parender de ella.

Feliz 2007 y espero seguir disfrutando de tu blog.

Anónimo dijo...

Un abrazo y ¡Feliz 2007!

Edem dijo...

Ya, pero... lo que hace la llamada al poder, no?...

Tantos peleandose por la Purpura...
A mi el que me gustaba fue un Emperador que, tras 20 años de trono, lo dejó para cultivar lechugas y coliflores.
Cuando un pretendiente al trono, le pidio ayuda. Dijo que, preferia ver crecer sus plantas... y se quedó alli.
Ese si que fue listo :-).
Un saludo de Edem.

Martín dijo...

Ese emperador fue Dioclesiano, si no me equivoco. Estableció un sistema conocido como la Tetrarquía, dividiendo el Imperio en cuatro partes, cada una con un emperador propio. Y una vez que hizo eso dejó el Imperio en manos de los cuatro emperadores y se dedicó a cultivar su huerto, como Cincinato.