Miniatura de un centurion romano apoyado en su vitis.
El sistema disciplinario del ejército romano ya era severo cuando las legiones se reclutaban de entre ciudadanos ricos que servían por un sentido de lealtad al estado. Cuando el ejército se convirtió en una fuerza profesional, los castigos no hicieron sino aumentar su brutalidad. Existe un manual bizantino, el Strategikon, cuya fecha es ampliamente posterior al periodo Imperial, pero que preserva órdenes en latín que probablemente habían cambiado muy poco desde el principado. Se destacan constantemente el silencio y la disciplina más rígida: por ejemplo, los optiones que caminaban tras la última fila útil de la formación llevaban grandes garrotes con los que golpeaban a cualquiera que se saliese de su sitio o hablase con un compañero. El vitis, la vara de un centurión hecha del sarmiento de una parra, se utilizaba frecuentemente para azotar a los culpables de las faltas mas leves. Como una "falta leve" podía ser practicamente cualquier cosa a los ojos de los centuriones, raro era el soldado que mantenía la espalda yerma de cicatrices.
Parece que los castigos corporales se infringían según el capricho de los oficiales, con lo que tales déspotas eran el primer objetivo en caso del levantamiento de un motín. Tácito nos cuenta que en el año 114 D.C. las legiones del Rhin habían linchado a un centurión, apodado cedo alteram, literalmente "tráeme otro": el sobrenombre se debía a su costumbre de calentar la vara en los lomos del legionario de turno mientras pedía a gritos otro soldado para no perder el ritmo. El autor de "Caballo de Troya", J. J. Benítez no ha tenido ningún reparo en copiar el nombre del centurión de este episodio y adjudicárselo al que supuestamente se encargó de aplicar los latigazos a Jesús de Nazareth en el poste del patio de la fortaleza Antonia, en Jerusalén…
La pena de muerte, sin embargo, requería la aprobación de oficiales de mayor rango; en cualquier caso se aplicaba en ocasiones diversas. Los soldados que se quedaban dormidos durante una guardia era apaleados hasta la muerte por sus propios compañeros cuya vida habían puesto en peligro; el truco de los soldados viejos era apoyar el largo escudo en el pilum para descansar sobre el y dormitar de pie. Los soldados que huían del combate eran crucificados o arrojados a las bestias salvajes. Pero probablemente el castigo más famoso era el diezmo, impuesto a la unidad que abandonase la batalla ignominiosamente. Una décima parte de los soldados eran seleccionados para su ejecución a suertes. El 90 por 100 superviviente tenía una pena más simbólica: debían disponer sus tiendas en el exterior del campamento, fuera de las murallas, y dormir allí. Además se les asignaba cebada en lugar de trigo.
Los soldados no tenían la oportunidad de apelar contra la pena impuesta contra ellos. En el siglo IV D.C., el soldado e historiador aficionado Amiano Marcelino sostiene que la razón más común para una deserción era evitar el castigo. Esto puede perfectamente haber sido cierto para el periodo del principado. Efectivamente nuestras fuentes testimonian que la deserción era un problema constante de las legiones profesionales. Se dice que muchos líderes militares enemigos como Yugurta o Decebalus, reclutaban a sus mejores hombres de entre las filas romanas, pagando cantidades astronómicas por los servicios de ingenieros o artificieros. Ante esta verdadera "fuga de cerebros", en el siglo I, el general romano Corbulón, reconocido por su seriedad disciplinaria, ejecutaba rutinariamente a los hombres que eran capturados tras desertar por primera vez. La dureza de esta política se volció contra él, ya que hizo que el desertor ni se planteara la posibilidad de volver, así que para recuperar a sus especialistas, estableció que sólo serían ejecutados aquellos que resultaran apresados ¡tras desertar por tercera vez!.
PD: El sorteo de "los Euromillones", el "Gordo" de Navidad o el tachado de los números de un cartón de "Bingo" carecen de todo interés comparados con...¡EL GRAN JUEGO DEL DIIIIIIIIIEZMO!. Menos mal que sólo hay evidencias de su aplicación en tres ocasiones; una de ellas delante de las murallas de una pequeña ciudad soriana llamada Numancia.
8 comentarios:
La disciplina es consustancial al Ejército. Sin disciplina no puede superarse el caos y el horror del combate. A veces, ní aun así..
Pero una cosa es la disciplina y otra la arbitrariedad, que termina siendo un cáncer de la primera.
En cuanto a "diezmar".. El último ejemplo que conozco diréctamente-y estoy seguro que hubo más- se produjo en el Alcázar de Toledo, estando como alumnos, entre otras promociones, la 33B de Infantería, allá por 1928 ó 29.
Hubo un "plante" -creo que por la comida- y mandaron formar a los cadetes.
Los profesores iban contando "1, 2, 3,..." y cada "décimo" fué expulsado de la carrera allí mismo, sin más circunloquios.
Mi padre me dijo que ní durante la guerra sintió algo tan atroz...
Lamentable uso de la potestad disciplinaria de oficiales y mandos, aunque a veces, esta se usaba con un fin diametralmente opuesto. En las fuerzas de piqueros de los Cantones Suizos o en los Tercios de Flandes españoles, los jefes tenían que aplicarse sobre todo, a que a sus hombres no les pudiese el “ardor guerrero” y atacaran antes de tiempo, echando a perder la táctica preparada para la batalla. Además, en algunos de esos Tercios, como el de Idiaquez, el peor castigo posible era ser obligado a ponerse tras las últimas filas de los cuadros de infantería ya que se consideraba un deshonor.
Igual que un disparo lo que mata no es la bala, sino la gran velocidad a la que va, la disciplina no es mala en si misma, pero la necesidad de su existencia es una oportunidad para que cualquier desalmado que piense que el mundo entero tiene algo contra él, la transforme, como tú dices, en arbitrariedad.
Numancia por Escipion Emiliano.
Craso en la guerra contra Espartaco y Cesar por el motin de la IX al principio de la Guerra Civil.
Solo esos tres casos?. Me da que hubo mas, pero no los recuerdo.
Conoceis algun caso mas de diezmo?.
I Augusta durante las guerras cántabras, aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si efectivamente se diezmó o solo se le despojó de su apelativo.
III Gemina con Julio César, después de la retirada de Bribacte. No es seguro que fuera la III.
En el siglo III, la legion tebana, llamada así por la procedencia de la mayor parte de sus hombres. Parece que no se la diezmo sino que se la "quinteo"
No, no, no.
Hablando del centurión llamado Cedo Alteram, no es que JJ Benitez tomara ese nombre para adjudicáraselo al que azotó a Jesús en la Torre Antonia. Lo q el autor manifiesta es que el Mesías retaba a los guardias a que le siguieran golpeando, p mostrarles que su espíritu era más fuerte que el odio de los romanos, por eso les dice con frecuencia: "cedo alteram", que significa en latín "dame otro" o "dénme otro", refiriéndose a que estaba dispuesto a recibir otro golpe.
E.S.
De hecho hay más de 3 casos conocidos de decimatio (diezmo) en la Historia de Roma:
- Apio Claudio, antecesor del emperador Tiberio, diezmó a garrotazos (fustuarium) una unidad que había desertado durante la batalla.
-Un general romano llamado Aquilio también diezmó a una unidad desertora por decapitación.
-Craso diezmó a una unidad que huyó ante Espartaco.
-Marco Antonio diezmó a dos cohortes que no defendieron bien unas máquinas de asedio.
-En el 18 d.C. la Legio III Augusta fue diezmada mediante fustuarium tras huir de los númidas en África...
Todos son ejemplos de decimatio (Fuente: Philip Matyszak. Legionario, manual del soldado romano)
Sergius, optio Cohortis Primae Barcinonensis (Barcino Oriens, grup de recreació i reconstrucció romana de Barcelona))
Te recomendaría releer el episodio de la flagelación de Jesucristo en el patio de la Torre Antonia del libro Caballo de Troya de J.J. Benítez. La expresión "cedo alteram" no la pronuncia Jesucristo en ningún momento. Incluso tiene bastante con sufrir ese cruel castigo y seguir vivo, cuanto menos estaba para vacilar a los romanos con que le dieran otro golpe. "Cedo alteram" parece ser el apodo del tal centurión Lucilio, que debido a su gran fuerza rompía su vitis en la espalda de los condenados y pedía otra para seguir con el castigo.
El centurión apodado Cedo alteram, no lo era porque pidiera otro soldado para golpearle, sino que pedía otro bastón (vitis) porque el primero lo había roto dando golpes en la espalda del desafortunado legionario de turno.
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