martes, 10 de mayo de 2005

¡Navia aut capita!

Dados Romanos (Museo de Hariben - CORDOBA)

Todos los romanos coincidían en su pasión por el juego; incluso los italianos modernos reconocen que siguen poseídos por ella, si bien posiblemente no de un modo tan tiránico. Como estaría la “cosa” que los emperadores romanos no solo mantuvieron las prohibiciones impuestas en el periodo republicano, sino que las endurecieron. Excepto durante las saturnales, los juegos de azar estaban prohibidos en Roma, bajo multa del cuádruple de la cantidad apostada. Además, una Lex senatorial extendía esta prohibición durante todo el año a las apuestas, aunque dejando abierta la puerta a jugar en el Coliseo, ya que se permitían aquellas a que daban lugar los ejercicios físicos.

Pero, con las leyes, pasa igual en todas las épocas: para el que las cumplió, se revelaron innecesarias en absoluto y, para el que las obvió, sobraron, ya que no consiguieron hacerle desistir de su intención inicial. Sin duda, era una imprudencia organizar en un lugar público una partida de dados (alade) o de tabas (tabi), juego muy similar al nuestro en el que el azar, y no la habilidad de los jugadores, determinaban la fortuna o la ruina, ambas agazapadas en el tablero de juego (alveus) o en el fondo del cubilite (fritillus). Asimismo, creo que en plena calle, hubiera sido tentar a la suerte jugar con un amigo al navia aut capita, es decir, a nuestro tradicional cara o cruz, o al par impar…juego complicadísimo casi críptico, al que dedicaré un post completo un día de estos…(es coña).

El caso es que prohibido, estaba prohibido, pero como para garantizar la observancia de esta ley, habría habido que poner un policía detrás de cada romano, pronto los emperadores se dieron cuenta de que había que optimizar los recursos y, como todo el mundo se las arreglaba para evitar las restricciones en el fondo de una taberna, el final de un callejón o incluso en una casa particular, se empezaron a perseguir solo los casos más flagrantes, como aquel naviero contemporáneo a Tácito, que se jugó la totalidad de sus galeras en una partida de dados…dos días antes de tener que utilizarlas para traer la cosecha de trigo de Egipto, a Roma. Además, para compensar, se legalizó uno de los juegos de más aceptación, la micatio, en el que los jugadores levantaban al mismo tiempo las dos manos mostrando un número de dedos, mientras simultáneamente decían en alto una cifra, intentando acertar el número de ellos que sumaban las cuatros manos. Esta estupidez era tan popular que, según Juvenal, si caminabas por el foro a media tarde, veías tantas manos levantadas, que parecía que media Roma estaba atracando a la otra media.

Otro juego que estaba permitido era el ajedrez romano o latrunculi, ya que el movimiento de los peones solo venía dado por las propias reglas del juego y la habilidad de los jugadores, y no por el azar. Al parecer, el latrunculi empezó a ganar popularidad a partir del siglo I. A.C, pero su ascenso definitivo vino dado por la revelación de que Adriano estaba totalmente seducido por su práctica, hasta el punto de hacerse construir uno portatil para sus viajes.

El único ámbito en que se observaba con rigidez la prohibición era en el ejército, principalmente porque las apuestas y juegos degeneraban las más de las veces en peleas, y los jugadores estaban rodeados de armas por todas partes. Parece ser que se velaba de tal manera por su cumplimiento, que los optiones o lugartenientes de los centuriones tenían entre sus obligaciones la de efectuar inspecciones aleatorias en los barracones, buscando dados. Quince siglos más tarde, en los campamentos de los Tercios españoles, los Maestres de Campo tuvieron que dejar jugar a los naipes en la tienda del cuerpo de guardia porque, al ser el único lugar con vigilancia las veinticuatro horas del día, por lo menos habría alguien para impedir que los jugadores se matasen...

PD: Navia aut Capita quiere decir literalmente, "barco o cabeza". La mayoría de las monedas romanas tienen en el anverso una cara y en el reverso de muchas de ellas, aparece un barco. De ahí la expresión.

Hala.

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