¿Quién podría pensar que la depresión de Wall Street tuvo su primer precedente en la Roma antigua?... Pues sí; a principios del año 28 a.C. Augusto, recién regresado de Egipto, puso en circulación el inmenso tesoro que traía debajo del brazo. Sus intenciones no podían ser mejores: pretendía revitalizar la economía y el langideciente comercio que llevaban un buen puñado de años estancados, a causa de los encarnizados enfrentamientos civiles de aquellos años, y de la falta de numerario consecuencia de la ausencia de guerras de conquista. Esta política inflacionista, efectivamente estimuló las transacciones comerciales en todo el Imperio, pero ocasionó tal subida de precios, que Tiberio, ministro de economía in pectore tuvo que intervenir interrumpiendo bruscamente la moneda circulante, incluso por la fuerza.
¿El resultado?... aquel que se había endeudado a lo loco confiando en la continuación de la inflación, se encontró, de súbito, falto de líquido, y tuvo que correr a las entidades financieras a retirar el dinero. La de Balbo y Olio, una especie de "Grupo Santander" de la época, tuvo que hacer frente en un solo día a reintegros de trescientos millones de sestercios y cerró las ventanillas. Como consecuencia, las industrias y comercios no pudieron pagar a sus proveedores y cerraron también. Cundió el pánico. Todo el mundo corrió a retirar su dinero de los bancos. La cosa estaba tan mal que una especie de Caja de Ahorros de la época, la Caja de Pettio, que estaba participada por el Estado e incluso por el Emperador, recibió instrucciones claras para apoyar con sus reservas las peticiones de reintegro de cualquier ciudadano de Roma. Pettio, algo azorado, accedió con la condición de que la guardia pretoriana protegiera sus instalaciones, y se preparó para abrir. A la mañana siguiente miles de personas se apiñaban nerviosas en las escalinatas del banco, con la intención de sacar sus últimos ahorros y poder comer caliente. Pettio, que se olía el pastel, se puso aún más nervioso, y una conversación suya con un pretoriano fue malinterpretada por sus compañeros, parte de los cuales corrieron a ponerse de lado del cliente, en vez de proteger al pobre Pettio. Lo que siguió fue un aquelarre: clientes contra clientes, clientes contra pretorianos, y estos últimos contra sus hermanos de armas, a navajazo limpio…
Al caer la tarde, decenas de cadáveres se amontonaban en los alrededores del banco. Cuentan que Augusto, timorato como era, lo único que preguntó al conocer la noticia fue… ¿el palacio está a salvo? Días después, el primer emperador de Roma pudo comprender la interdependencia de las variadas economías provinciales, cuando conoció los simultáneos asaltos de los bancos de Lyón, Cartago, Alejandría y Bizancio. Estaba claro que una oleada de desconfianza en Roma repercutiría inmediatamente en la periferia. También entonces hubo quiebras en cadena y suicidios. Muchos pequeños propietarios, cargados de deudas, no pudieron esperar a la nueva cosecha y tuvieron que malvender sus pequeñas parcelas, en provecho de los latifundistas, los únicos con capacidad de sobrevivir… y volvieron a florecer los usureros, que con la difusión de los bancos habían mermado. Los precios se derrumbaron espantosamente y Tiberio, a punto de la dimisión y tan harto de la situación como de Augusto, aprendió en sus propias carnes lo mismo que ahora, dos mil años más tarde, se intenta enseñar a las nuevas generaciones de economistas: que la deflación no es necesariamente mejor que la inflación; y con muchos suspiros distribuyó cien millones a los bancos para que volviesen a ponerlos en circulación, a lo Montilla, es decir, prestados a tres años sin intereses...
¿El resultado?... aquel que se había endeudado a lo loco confiando en la continuación de la inflación, se encontró, de súbito, falto de líquido, y tuvo que correr a las entidades financieras a retirar el dinero. La de Balbo y Olio, una especie de "Grupo Santander" de la época, tuvo que hacer frente en un solo día a reintegros de trescientos millones de sestercios y cerró las ventanillas. Como consecuencia, las industrias y comercios no pudieron pagar a sus proveedores y cerraron también. Cundió el pánico. Todo el mundo corrió a retirar su dinero de los bancos. La cosa estaba tan mal que una especie de Caja de Ahorros de la época, la Caja de Pettio, que estaba participada por el Estado e incluso por el Emperador, recibió instrucciones claras para apoyar con sus reservas las peticiones de reintegro de cualquier ciudadano de Roma. Pettio, algo azorado, accedió con la condición de que la guardia pretoriana protegiera sus instalaciones, y se preparó para abrir. A la mañana siguiente miles de personas se apiñaban nerviosas en las escalinatas del banco, con la intención de sacar sus últimos ahorros y poder comer caliente. Pettio, que se olía el pastel, se puso aún más nervioso, y una conversación suya con un pretoriano fue malinterpretada por sus compañeros, parte de los cuales corrieron a ponerse de lado del cliente, en vez de proteger al pobre Pettio. Lo que siguió fue un aquelarre: clientes contra clientes, clientes contra pretorianos, y estos últimos contra sus hermanos de armas, a navajazo limpio…
Al caer la tarde, decenas de cadáveres se amontonaban en los alrededores del banco. Cuentan que Augusto, timorato como era, lo único que preguntó al conocer la noticia fue… ¿el palacio está a salvo? Días después, el primer emperador de Roma pudo comprender la interdependencia de las variadas economías provinciales, cuando conoció los simultáneos asaltos de los bancos de Lyón, Cartago, Alejandría y Bizancio. Estaba claro que una oleada de desconfianza en Roma repercutiría inmediatamente en la periferia. También entonces hubo quiebras en cadena y suicidios. Muchos pequeños propietarios, cargados de deudas, no pudieron esperar a la nueva cosecha y tuvieron que malvender sus pequeñas parcelas, en provecho de los latifundistas, los únicos con capacidad de sobrevivir… y volvieron a florecer los usureros, que con la difusión de los bancos habían mermado. Los precios se derrumbaron espantosamente y Tiberio, a punto de la dimisión y tan harto de la situación como de Augusto, aprendió en sus propias carnes lo mismo que ahora, dos mil años más tarde, se intenta enseñar a las nuevas generaciones de economistas: que la deflación no es necesariamente mejor que la inflación; y con muchos suspiros distribuyó cien millones a los bancos para que volviesen a ponerlos en circulación, a lo Montilla, es decir, prestados a tres años sin intereses...
¡Qué poco hemos cambiado...!
17 comentarios:
Clientes contra clientes. Desde luego, ¡¡no hemos cambiado nada!!
Curiosos tus paralelismos entre el pasado y el presente.
mil gracias Caboblanco, me encanta disfrutar de tus conocimientos económico-financiero de uno y otro imperio. Lo peor de este imperio norteamericano es que los romanos al menos intentaban asimilar, sincretizar de alguna forma la cultura del pueblo al que dominaban, creo eran algo más inteligentes; incluso en sus albores la cultura romana tenía como un complejo de inferioridad con respecto a la cultura griega, sabían de la importancia que los griegos le daban a las letras e intentaron aprender, por eso los primeros escritos romanos son en griego y muchos poemas que han pasado a la historia de la cultura romana son pastiche o meros calcos, por ejemplo el poema LI de mi muy estimado Catulo, está prácticamente copiado de un poema de Safo.
En cambio estos nos conquistan con la coca-cola y los Macdonals.
¡Claro que no hemos cambiado! Se nota a la legua que la civilización occidental bebe directamente de las fuentes de Roma (no sólo la Imperial, sino también la Republicana), sólo hay que hacer comparaciones como ésta -o como otras que se podrían hacer- para darnos cuenta de lo poco que han cambiado las cosas en más de 2000 años. ¡Y a muchos les sorprenden algunas cosas que pasan en la actualidad! Tendrían que leerse algún libro de historia, al fin y al cabo, todo es un ciclo que se repite (o eso te enseñan muchos profesores en la Facultad,y no van muy desencaminados :P).
Pues sí; en cierto modo tienes razón. Los romanos asimilaron partes concretas de la cultura o los conocimientos de la civilización con las que tuvieron relación: de los griegos su retórica y sus estilos artísticos, de los etruscos parte de sus ceremonias religiosas y funerarias, de las civilizaciones orientales parte de su gastronomía, de los celtas su poderosa orfebrería... lo que está por ver es si esta asimilación vino dada por un espíritu globalizador (que creo que no...) o por la convicción íntima de que lo del vecino es mejor que lo propio. Pero si, Ariadna... lo bueno de Roma es que cualquiera podía llegar a ser romano si era un hombre libre. Por ejemplo, el mejor general de Trajano era un hombre negro... Al igual que en la actualidad, el más poderoso racismo que había en Roma era a causa del dinero.
Cuando digo que el género humano no cambia, que lo que cambia es la puesta en escena, me miran como si estuviera un poco ida y hoy tú haces esta magnífica demostración comparando la depresión de Wall Street con la de Roma que viene a corroborar mi visión de la Historia.
Puede que la asimilación de los romanos de otras culturas fuera porque creyeran que lo del vecino era mejor, pero eso tampoco cambia, ahora sucede lo mismo y si hablamos del dinero, este sigue siendo el “gran motivo” para todo.
Te felicito por el enfoque que le diste al tema, siempre logras encontrar un punto de vista diferente aunque los temas sean ya conocidos.
Un abrazo
Feliz navidad y muy buen año nuevo, amigo. He disfrutado mucho de tu blog. Y lo he recomendado a más de un conocido que dice que la historia es aburrida.
Saludos desde Colombia,
Asombroso paralelismo nos planteas, es un placer leerte.
Feliz Navidad
Amigo Caboblanco, desde anoche que abrí el eso que siempre se me olvida como se llama, yo le digo tu artículo y creo que me moriré sin apredérmelo, me tienes mosca: 1º te doy la enhorabuena por tu publicación, nunca lo había escuchado ni leido, ya se otra cosa más que escondian los historiadores.
2ºHablamos de mismo Augusto llamado Caius,Julius, Caesar,Octavianus, Augustus, sobrino y heredero de Julio Cesar y que formó el triunvirato con Marco Antonio y Lépido? y tras vencer a sus dos cotrincantes y unificar de nuevo el Imperio romano y recibió el título de Augusto y en política exterior inició una época de paz y prósperidad y que se lo quiso ligar la Cleo bla bla bla , pues te digo una cosa la historia es una Historia
3º A partir de Julio Cesar, que fue coronado con una corona de laurel, todos los demás emperadores optaron la misma costumbre, ser coronados con laurel ¿por qué Cesar implantó esa moda?
4º Por suerte o desgracia, mejor suerte ,Salomón, somos Leo. Un abrazo y no me hagas pensar mucho que encuentras cosas hasta debajo una piedra FELICIDADES Nina.
Hola a todos..
Nina, eres la representación de la catarata de las inquietudes. A ver, efectivamente, hablamos del mismo Cayo Julio Cesar Octaviano (u Octavio) sobrino de Augusto y primer Emperador de Roma. El personaje de Augusto es menos plano de lo que le gente cree. Tenía una idea de Estado bien definida y, aunque era un pelín pusilánime en las cosas de la guerra, en política contuvo con mano firme a sus enemigos y logró morir de viejo (un verdadero triunfo en aquellos días).
En cuanto a la corona, era típico en los ejércitos romanos otorgar coronas a los soldados que se habían distinguido en alguna acción. Esas coronas eran de diferente tipo y diseño, según el logro conseguido (saltar el primero una empalizada, salvar a un ejército entero de ser destruido, alcanzar el primero las almenas de una ciudadela...). Era cosumbre otorgar al general vencedor de una guerra una corona trenzada a base de espigas de trigo o cualquier hierbajo que se encontrara en el campo de batalla. Esta moda no regía en la ciudad pero César se aficionó a utilizarla porque le disimulaba la calvicie (un mal asunto para un romano) y la volvió a poner de moda
Abrazos
Así es, si es que la historia se repite una y otra vez. Y no inventamos nada nuevo, siempre volvemos a lo mismo. Muy interesante, como siempre, tu texto. Por cierto están dando en la cadena Cuatro una serie bastante decente sobre el nacimiento del Imperio Romano y la época de Julio Cesar. Venía también a felicitarte estas fechas. Feliz Navidad. Te deseo un año nuevo 2006 lleno de suerte y lectores. Que te diviertas mucho. Un abrazo
Es un verdadero gustazo leer tus artículos pero también leer los comentarios, ¡sigues aprendiendo con ellos!.
Muchísimas felicidades y que pases una navidades estupendas.
Un abrazo.
¡felices fiestas, cabo!
Nos 'vemos' pronto, pues voy (como siempre) retrasada dos post que estoy deseando leer! Y comentar!
Un abrazo
¿ves como cuandoyo digo que sabes más que lepe es verdad?La pregunta sobre la corona de laurel que te hacía, me la encotré preparando un tema de Tecnología de 5ºde FP, sobre los cosméticos capilares,lo estaba preparando en la sala de profesores hice esa pregunta a los compañeros, nadie sabía nada, y les gustó. Es cierto Cesar era muy coqueto y al coronarlo vió su extensa zona alopécica reducida, o eso pensaba el, ya que llevaba trazas de ser una calvicie hipocrática.
En cuanto a catarata llevas razón de todo el mundo se aprende tenga la edad que tenga y yo soy una esponja,me gusta aaprender de todo y aunque jubilada y separada de la enseñanza,no pierdo el interés por saber y conocer. De ti aprendo unas cosas, los comentarios son otra fuente de aprendizaje y me encanta
decirlo.Pero si en algun momento te hago sentir mal, dilo con claridad que no me molesta. Cuando yo sepa manejar este cacharro ya discutiremos con más profundidad e incluso hacer un resumen de las discusiones y crear una página Web.Abrazos Nina
Caboblanco, que tengas una hermosa Navidad.
un besazo!
...me gusta mucho Roma, en realidad el mundo clásico en general, también las historias bucaneras...
gracias por tu visita
nos leemos
Interesantísimo el artículo, he disfrutado mucho leyéndolo. Gracias.
Y felices fiestas.
Conoces la historia, es saber que cambiamos muy poco y la única oportunidad de aprender de los errores, aunque desgraciadamente muy desaprovechada. Aunque este bog es una ayuda a recobrar la memoria perdida...
Como siempre un placer leerte.
Publicar un comentario