sábado, 26 de noviembre de 2005

Historia viva

La historia está viva; y se nos aparece a cada instante. Este axioma, que puede sonar a perogrullada u obedecer a una cierta necesidad de auto justificación, es rigurosamente cierto, a pesar de los intentos de torpedearla que, incluso desde los planes de estudio, se vienen produciendo en los últimos años. La historia es muchas cosas... se nos puede presentar como el relato de acontecimientos pasados, y de cómo estos influyen en nuestro futuro; la historia es además un estupendo medio para conocernos, y conocer nuestros miedos, filias, aprehensiones y sentimientos en general, ya que los hombres modernos solemos repetir los mismos errores y la mismas emociones que los terrícolas de muchos siglos atrás. Pero además, lo mejor del pasado, es que cuenta historias de “personas”... quiero decir: cualquier acontecimiento histórico, ya haya sido una gran batalla, una reforma política, un cambio social... está protagonizado por hombres y mujeres, y ha sido su carácter, sus sentimientos, su impronta como ser humano... la que ha intervenido para que ese acontecimiento, fuera uno y no otro. En sentido contrario, podemos decir que allí donde participa o media un ser humano, por nimio que nos parezca el incidente, se está produciendo un hecho histórico. Y por eso lo mejor de la historia se nos suele aparecer según nos vamos alejando de los grandes y pesados manuales, para acercarnos más y más a las personas.

Si no he conseguido dormiros con este pié, respirad tranquilos ¡ha pasado lo peor! De ahora en adelante, y hasta el final del post, nos vamos a concentrar en la cantidad de sucesos interesantes que están ahí, en el mundo, esperando a que alguien los haga suyos, los viva... y los disfrute.

Soy un enamorado de Cáceres. Es una tierra radiante y franca, con un matiz de hermosura proporcionada por sus tremendos contrastes, y por la serenidad que trasmiten sus gentes, seguramente a raíz de una trayectoria histórica que han dejado el alma plagada de heridas y moratones, pero también, seguro que producto de la paz que disfrutan aquellos que no le deben nada a nadie. De las tierras cacereñas, el Valle del Jerte y la zona de La Vera, son dos parajes verdes y exuberantes, que parecen transplantados allí desde otras latitudes. En medio de ese oasis, un tanto descolocado, está el Monasterio de Yuste, el lugar donde el Emperador Carlos pasó los últimos años de su vida, en medio de intensos dolores producidos por la gota que arrastraba desde hacía tiempo, solo mitigados por las ocasionales visitas que le hacía su hijo natural, Don Juan de Austria, al que su venerable padre, ya anciano, llamaba “Jeromín”. Cuando, después de la visita obligada al monasterio, nos dirigimos a los coches, caímos en la cuenta de que aún era mediodía, con lo que disponíamos de un rato para visitar algún lugar con encanto antes de comer... así que, inquirí al taquillero del lugar, sobre la posibilidad de sacrificar el aperitivo por algún lugar cercano e interesante que pudiese verse en un vistazo...

- Vaya usted al Cementerio alemán – me replicó

Con el ceño fruncido hasta el límite, y pensando que, como mínimo, aquel lugareño lo que quería era “cachondearse” de un madrileño, pensé que un camposanto no sería la mejor manera de abrir el apetito, así que me reuní con el grupo, cogimos los vehículos y enfilamos la carretera de bajada dispuestos a hacer tiempo hasta la comida... ¡comiendo!. Pero, cuando habíamos completado la mitad del descenso, me pareció distinguir una entrada, una especie de reja, al lado de la cual había una placa, de metal oscuro y con una especie de inscripción.

- ¡Parad! – grité

Creo que abrí la puerta antes de que el coche se detuviera por completo. Me acerqué a la reja, que tenía la forma típica de aquellas que guardan la entrada de los cementerios y puede leer la inscripción de la placa que colgaba a su lado:

“En este cementerio descansan los restos de 28 soldados de la Primera Guerra Mundial y de 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que fueron derribados sobre España, submarinos u otros buques de la Armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allá donde el mar los arrojó a la tierra, o allí donde cayeron los restos de sus aviones. El volkbund reunió sus cadáveres entre 1980 y 1988, y sus restos fueron aquí depositados, en una solemne ceremonia el 1 de junio de 1988, en presencia del Canciller de la República Federal de Alemania. Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad”.

Quedé francamente impresionado, aparte de por la atmósfera de infinita tranquilidad que envolvía el lugar, por la extrema pulcritud que presentaban las lápidas cruciformes que identificaban a los muertos. En ellas, mientras paseábamos por el cuidado césped de aquella inesperada necrópolis, pudimos leer el nombre, el rango, y la edad de todos lo que allí descansaban. Rápidamente advertí que muchas de las tumbas, presentaban la misma fecha de inhumación; en total, en 38 de las estelas figuraba el 28 de marzo de 1943. Evidentemente, debía tratarse del hundimiento de un buque, así que decidí que, cuando llegara a Madrid, iba a intentar conocer el suceso que motivó aquellas 38 muertes.

Internet es una herramienta fascinante. Aquel lunes por la mañana, no me llevó más de 10 minutos encontrar varios sitios, en los que se mencionaba la curiosa circunstancia del hundimiento de un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial, a muy pocas millas del Peñón de Ifach y que durante décadas todos los barcos pesqueros trataban de evitar para no “engancharse” las redes en sus restos. Incluso circulaban por la red algunas teorías peregrinas sobre la existencia en sus bodegas de un tesoro en lingotes de oro. El sumergible en cuestión era el U77, un submarino germano tipo VIIC, bastante típico entre aquellos que durante mucho tiempo fueron imbatibles y estaban acostumbrados al éxito en casi todas sus misiones. Su táctica, con la que causaron el pánico y enomes dolores de barriga a los aliados durante la primera parte del conflicto, era bien sencilla. Mientras era posible navegaban en superficie, tratando de avistar a su presa de modo visual. Durante la noche trataban de acercarse, ponerse a tiro y emergían para atacar.

Uno de los lugares preferidos de actuación de estas “manadas de lobos” era el Mediterráneo, donde se ofuscaban en hostigar el tráfico mercante británico que era imprescindible para mantener los alejados territorios egipcios, la isla de Malta y, en último término, para que los tanques de Montgomery tuviesen gasolina para algo más que para aparcar. Debido al gran peligro que representaban los submarinos para los convoyes aliados que surcaban el Mare Nostrum, los ingleses destacaron en su base del peñón de Gibraltar varios escuadrones de aviones antisubmarinos para patrullar las agua hispanas. Un avion de uno de estos escuadrones fue el responsable del hundimiento del submarino que nos ocupa. El día 28 de marzo de 1943, un A-28 Hanson localizó al submarino en superficie y le lanzó cuatro cargas de profundidad, sin resultado aparente. El caso es que, al día siguiente, a los marineros del barco Peñón de Ifach que se encontraba faenando por aquellas aguas, les pareció oir gritos pidiendo auxilio; cuando llegaron al lugar de los hechos, encontraron a nueve hombres ateridos de frío, sujetos alrededor de una balsa salvavidas que estaba volcada. Rápidamente los izaron a bordo pesquero donde les proporcionaron algo caliente. El patrón del pesquero inició la maniobra para ver si había más supervivientes con vida pero no encontraron a nadie. Días más tarde, la Armada española certificó la muerte de 36 hombres, dio a 2 de ellos como desaparecidos y contabilizó 9 sobrevivientes.

En reconocimiento a su labor de salvamento, los 9 marineros del Peñón de Ifach recibieron del Agregado Naval de la Embajada Alemana varios detalles, como un reloj y mil pesetas de las de entonces a repartir entre la tripulación. El Patrón, Andrés Perles García, recibió a través del Cónsul alemán la Condecoración de la Orden del Mérito del Águila Alemana y el armador del barco un diploma en reconocimiento por el gesto de su tripulación. La Armada española no recibió condecoración alguna, al parecer porque el propio Franco las rechazó, ya que España estaba en esos momentos intentando salir del área de influencia germana.

Y todo esto gracias a Internet... Pensaba que ya estaba “más que servido” y que la red apenas podía darme algo más de información, pero casi por inercia, navegando por varias páginas alemanas, fui a parar a un magnífico sitio de un historiador naval alemán, perfectamente Dtraducido al inglés. dicha web, aparte de contener magníficas fotografías, contenía información sobre todos los sumergibles hundidos durante la Guerra. Localizar la reseña del U77 no fue difícil, pero viendo la lista de bajas que acompañaba al buque, leí... “U77...37 bajas...” Algo no cuadraba, las demás páginas y las placas del mismo cementerio daban un total de 38, así que me puse a comprobar la lista de fallecidos. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que el nombre que faltaba era el del capitán, Otto Hartmann, de 26 años. Lo siguiente que hize fue comprobar la lista de desaparecidos y la de supervivientes, en las que curiosamente, tampoco figuraba. ¿Qué fue del comandante del U77...?

Me decidí a dar el paso lógico cuando uno se encuentra atascado... preguntar. Escribí un correo electrónicol al autor de la web solicitándole información y esto, a grandes rasgos, es lo que me contestó:

Mi querido amigo, la lista de bajas del sumergible U77 está, desde mi punto de vista, correcta. Hace tiempo, tuve la oportunidad de hablar con un sobrino de Otto Hartmann; en dicha conversación me aseguró que en 1961, la familia del comandante desaparecido, llegó a Alicante con la intención de rendir tributo al cadáver de su hijo en el cementerio de la ciudad. Después, decidieron dar una vuelta por el pueblo de Calpe, para dar las gracias por los esfuerzos a las familias y descendientes de los españoles que participaron en el rescate (...) En el domicilio de una de ellas le entregaron varias cartas de supervivientes que no se llegaron a entregar al agregado militar alemán. Una de ellas es una misiva manuscrita del comandante Hartmann... perfectamente cerrada... ¡con fecha 26 de junio! (...) Durante las tres conversaciones que tuve la oportunidad de mantener con el sobrino de Hartmann, me dejo caer en muchas ocasiones que su tío no comulgaba, ni con la ideología de Hitler, ni con el modo en que se estaba llevando la guerra (...) que lo mejor que se podía hacer por Alemania era separar el destino del país, del de su Furher (...) y que el lo haría a la primera oportunidad (...) La familia ha decidido no exhumar los restos... si es que lo que está bajo esa lápida son los restos de Otto Hartmann...

Durante la Segunda Guerra Mundial, más de 40.000 personas sirvieron en algún momento en la Marina Alemana, como tripulantes de un sumergible. De ellos, 30.969 perdieron su vida. Se trata del mayor porcentaje de bajas sufrido por unidad alguna en la historia de la guerra moderna. La Kriegsmarine fue, de las tres armas alemanas, la que menos se identificó con el nazismo, y donde eligieron servir la mayoria de aquellos a los que, aún repugnadoles la idea de luchar al lado de Adolf Hitler, se sintieron obligados a unir su destino al de Alemania... y algunos de ellos descansan en un pequeño pueblo de Cáceres...

...pero puede que no todos.

Un abrazo

jueves, 24 de noviembre de 2005

La doncella de Orleans

Una de las imágenes de Juana más hermosas...

Juana de Arco nació el 6 de enero de 1412 en el pueblo de Domrémy, en la Lorena francesa. Hija de un campesino acomodado, era la menor de cinco hermanos y, desde pequeña, demostró un inaudito fervor religioso, puede que bastante cercano a la obsesión, así como una gran bondad y generosidad. Famosas en el pueblo eran sus confesiones con las que, en número de diez o doce diarias, castigaba al pobre cura del pueblo por los pecados más nimios que imaginarse pueda, como matar a un insecto, o no dar gracias a Dios por cada amanecer. Puede que la niña no estuviera loca, pero casi sorprende más que aquel pobre hombre no acabara como una “maraca”…Por lo demás, era un cría menudita y de aspecto frágil, a quien le gustaba trabajar en el campo, y que nunca aprendió ni a leer ni a escribir.

Fue a los trece años cuando Juana comenzó a oír la llamada de Dios o al menos, eso creía ella; primero se le revelaron unas voces que reconoció como las del Arcángel San Miguel y las mártires Santa Catalina y Santa Margarita. De cómo las identificó no nos consta nada, pero dichas voces la acompañarían el resto de su vida. El “problema” es que las vocecillas no se andaban con medias tintas: la joven debía liberar la ciudad de Nueva Orleáns, expulsar a los invasores ingleses de Francia y llevar al delfín Carlos a Reims, donde sería coronado como legítimo Rey de los galos. En resumen, Juanita debía de terminar con la guerra de los cien años…Una persona normal, por muchas voces que inundaran su cabeza, se habría metido en la cama con dos nolotiles y a esperar… pero Juana era cualquier cosa menos convencional; aceptó la misión, abandonó Domrémy y puso rumbo a su destino.

Cuando llegó a Chinon, descubrió que la mayor parte de la corte Francesa estaba allí matando el tiempo, tras haber perdido el control de la práctica totalidad de las grandes ciudades del país. Cuando el delfín se enteró de que una niña que era portadora de un mensaje divino quería verle, seguro que pensó… “lo que me faltaba…” pero más tarde decidió ponerla a prueba y cambió su sitio y sus ropas por las de otro cortesano. Más Juana, al entrar en la habitación, se dirigió sin dudarlo al verdadero heredero de Francia y, en medio del estupor de todos, le espetó “He sido enviada por Dios, para ayudar a mi Rey y a Francia”. El monarca y su consejo de teólogos idearon varias pruebas destinadas tanto a certificar la ortodoxia como la virginidad de Juana, se la dieron armas – que nunca uso – y un caballo, y se la autorizó a acompañar a las tropas que se dirigían a la sitiada Orleáns.

Todo esto había nacido de un “por si acaso”, como aquel que se confiesa en su lecho de muerte o como el portero que sube a rematar un corner en el minuto noventa, pero el caso es que la llegada de Juana al frente, tras un lógico desasosiego, produjo un efecto positivo sobre las tropas que pensaban que al fin Dios estaba de su parte. Llegó el 29 de abril, y en tan solo 9 días, la ciudad fue liberada a espadazos, lo que supuso la recuperación de todo el valle del Loira. La campaña continuó de forma triunfal, ganando múltiples batallas y conquistando pueblos y ciudades hasta llegar a Reims, donde el 17 de Julio. Carlos VII fue proclamado rey de Francia. Juana de Arco estuvo al lado del monarca durante su coronación, lo que atrajo la envidia de muchos, que no veían con buenos ojos ni el prestigio que había obtenido una cortesana como Juana, considerada ya una heroína nacional, ni la influencia que ejercía sobre el Rey. Si criticar es el deporte nacional español, el francés es conspirar…y algunos empezaron a tramar la caída de la joven.

Aunque casi toda Francia estaba ya liberada, Juana debía expulsar por completo a los ingleses para concluir su misión divina y así cumplir con su destino, así que pidió al Rey que atacase París, aún en manos enemigas. Aparte de que era una insensatez militar, Carlos VII, que al fin estaba en posición de negociar con los ingleses, prefería la diplomacia a las armas y, siguiendo las recomendaciones de sus consejeros retiró su apoyo a Juana. Sin embargo, por determinadas circunstancias aún no del todo claras (quizás una aparición…), parte de las tropas y la misma Juana, atacaron Compiegne sin autorización real, el 23 de mayo de 1430, fecha en la que fue herida en una pierna y hecha prisionera por los Borgoñones, que a la sazón eran aliados de Inglaterra.

Tras cuatro largos meses de cautiverio, en los que Carlos no hizo ningún intento serio por recobrar su libertad, fue vendida a los ingleses y llevada a Rouen, la capital de la Francia anglosajona, donde fue procesada por bruja y hereje. El largo y vergonzoso proceso se inició el 21 de febrero de 1431. Judicialmente fue una farsa, pues un tal Cauchon, que fue nombrado fiscal y juez al mismo tiempo – lo que va contra uno de los principios más elementales del Derecho - carecía de competencia para efectuar juicios en Rouen, y además decenas de testigos negaron la relación de la cautiva con la brujería. Juana, que no contaba con abogado, se declaró sistemáticamente inocente, reiteró lo genuino de sus voces así como su misión divina y exigió ser juzgada por el Papa. Evidentemente no le sirvió de nada… fue condenada a morir en la hoguera por relapsa, es decir por hereje reincidente, la mañana del 30 de mayo de 1431…

No dejo de rezar mientras se consumía.

La contradictoria personalidad de esta chica, aún motiva desencuentros más allá de los pirineos. Tanto la derecha como la izquierda se la han atribuido como icono, e incluso Le Pen ha llegado a declarar que si Juana volviera a nacer…sería de los suyos… ummm... quizás deberían limitarse a dejarla descansar.

Un abrazo… ¿sabéis de quienes es patrona Juana de Arco…?

domingo, 20 de noviembre de 2005

El puerto de Herodes

Uno de los logros arquitectónicos más importantes de toda la antigüedad, y a la vez uno de los más desconocidos, fue el puerto artificial que Herodes el Grande, Rey de Judea, mandó construir allá por el año 10 a.C. Herodes, si no le juzgamos según criterios del siglo XX, no fue un mal gobernante; reunía más vicios que una garrota pero como de tonto no tenía un pelo, las oportunidades, sobre todo las que implicaban negocio, las pillaba al vuelo, y de eso se acabó beneficiando todo su pueblo en mayor o menor medida. Por eso se empeñó, contra el consejo de todos sus jerifaltes, en crear un enorme puerto de clara vocación comercial, en un lugar inhóspito al que incluso resultaba difícil llegar a lomos de una mula. Pero muy pronto, los hechos le dieron la razón a Herodes; gracias por un lado a su espléndida situación, a medio camino de las rutas comerciales entre el este y el oeste, y por otra parte, a su inconfundible aire grecorromano, se convertía en una especie de oasis en medio de ese polvorín nacionalista que era por entonces la región de Judea. Y como el Rey de los Judios le debía muchos favores a Augusto, el nombre del nuevo y maravilloso puerto estaba claro... Cesarea.
El puerto en sí, tenía la enorme extensión de 20 hectáreas, y estaba delimitado por unos espigones artificiales de 70 metros de ancho, lo que en aquella época, era una barbaridad. Dentro de este perímetro, había una segunda dársena de parecidas dimensiones, que en su día había formado parte del primitivo asentamiento de la población. Según Flavio Josefo, el espigón nuevo contaba con diversas torres a cierta distancia, y a ambos lados de la bocana había tres estatuas colosales que descansaban sobre un podio de enormes dimensiones. Es posible que el complejo contara con uno o varios faros que guiaran las embarcaciones hasta la entrada del puerto. Lo más seguro es que el más alto de esos faros fuera la torre de Druso (un popular familiar de Augusto en aquellos tiempos) que Flavio describe como el edificio más alto y espléndido de todo el complejo portuario. La tecnología de la construcción también era importada. Según Flavio, en la obra se emplearon bloques de piedra de 15 x 3 x 2.5 m. aproximadamente, cifras estás que los excavaciones submarinas realizadas hasta la fecha han confirmado en parte, ya que los bloques más grandes no eran de piedra sino de cemento. Gracias a la peculiar composición del agua de las costas judías, se han conservado hasta hoy algunos de los armazones de madera que se usaron para modelar los bloques, lo que nos ha permitido desentrañar el complejo proceso de construcción que se siguió. De hecho, el propio armazón ya es un logro de la arquitectura, ya que se ensamblaba con un complejo sistema de pernos, muescas y vueltas, y además estaba hecho de pino y abeto, de los que, por entonces, no había ni uno en la región. Varios científicos se han "entretenido" en buscar árboles con madera de similar composición, y los más cercanos están... ¡en las costas croatas!.
La complejidad del armazón es pareja a la sofisticación del proceso de fabricación del cemento. El mortero que se uso, contiene una variedad de arena de origen volcánico conocida como pozzolana, que es precisamente el ingrediente que permite que el cemento se solidifique bajo el agua. Además se utilizaban dos tipos de mezclas, la interior más blanda, y la exterior que rodeaba el núcleo, más dura, para favorecer un rápido endurecimiento. Una vez seco, el cemento era tan ligero que podía flotar en el agua por breve tiempo. Una vez remolcado hasta la orilla y arrastrado al lugar donde se le quería colocar, el bloque absorbía el agua y, a la vez que se hundía se solidificaba… ¿resultado?... cuando llegaba al fondo ya era una superestructura cementil dura y fiable.

La pozzolana era importada y costaba, aproximadamente, un huevo y la yema del otro. Lo más probable es que la usada en Cesárea procediera de Pozzuoli, en la bahía de Nápoles, de donde tan peculiar material tomó su nombre. Curiosamente, su manipulación no era fácil, ya que había que añadirle cierta cantidad de cal para que el material adquiriera sus maravillosas propiedades. Demasiada cal hacía que la mezcla perdiera consistencia, y quedarse cortó hacía un cemento demasiado duro y pesado. Vitrubio, celebre arquitecto romano, posiblemente compungido por la cantidad de maestros albañiles que, al no dar con la proporción correcta perdían algo más que el empleo, nos dejó escrito el ratio correcto… 6 partes de cal por cada 11 de arena…

Hay dos escenarios en los que el hombre despliega todo su potencial: el positivo, cuando quiere someter a la naturaleza, el negativo... cuando quiere someter a un semejante... (F.Bacon)

Un abrazo.

jueves, 17 de noviembre de 2005

¡Porque yo lo valgo!


Unos "discretos" lansquenetes...

Un día de 1487, Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Felipe Juan Froi... desde el año anterior, escudriñaba con aire preocupado el horizonte que se abría más allá de la ventana de sus aposentos. Maxi, apenas disponía de soldados para llevar a buen puerto la enorme cantidad de empresas militares que exigía el vasto territorio que gobernaba. Jorge Von Frundsberg, uno de sus vasallos más fieles, al verle cabizbajo y en extremo compungido, le espetó, con una enorme sonrisa… “no temáis Señor. Os procuraré la mejor tropa que nunca haya guerreado por vuestros dominios”. Jorge, bajó las escaleras como alma que lleva el diablo, montó en su corcel y flanqueó la puerta de Palacio a galope tendido, en medio del estupor de los guardias que estaban de servicio en la entrada. Varias semanas más tarde se presentó con varios miles de hombres pobremente vestidos, en su mayoría gente de campo de origen tudesco, que se habían alistado bajo el compromiso de ser equipados y pagados…y comer caliente de cuando en cuando... Como quiera que los instructores del Emperador ya habían empezado a adiestrar a un contingente de suizos o “gente de la montaña”, para distinguirlos, apodaron a los nuevos los Landsknecht o “la gente del campo”… y así nacieron los lansquenetes, la mejor infantería mercenaria del siglo XVI.

Es curioso por tanto, comprobar de qué manera tan curiosa se formó una unidad de élite que resultaría alquilada a precio de oro por emperadores, reyes, príncipes, rebeldes y hasta caballeros particulares. Como estarían de desarrapados los primeros reclutas, que Maximiliano, en el momento de completar la primera leva, tuvo que disponer que “se proveyeran trescientos zapatos y quinientos jubones (…) ya que no es conveniente que un soldado ande por ahí en taparrabos…” Decenas de años más tarde, la vestimenta se constituyó en la principal seña distintiva de estos soldados, quizás para contradecir aquello de que, cualquier tiempo pasado, fue mejor…

Con lo que es seguro que no se comían la cabeza era con los nombres de los rangos. Al soldado raso, equipado con pica y espada corta, le llamaban onesöldner que, en alemán rancio significa “un sueldo”…que curiosamente es lo que efectivamente cobraba ese gañán. A su inmediato superior, una especie de “cabo” que iba armado con un gigantesco mandoble y cobraba dos sueldos le llamaron… sí… efectivamente…doppelsöldner ó, lo que es lo mismo “doblesueldo”. Al siguiente en el mando, algo parecido a nuestro moderno teniente que, para más guasa cobraba un 50% más que el anterior, debió parecerles excesivo llamarle triplesöldner… y se quedó con Locotenet. A partir de ahí la cosa se normalizaba, dando lugar a capitanes, coroneles e intendentes, a la manera de las fuerzas militares que les eran contemporáneas, como los Tercios españoles o los Regimientos suizos. Mención aparte merecen dos honrosos pero poco deseados destinos: los puestos de Freiman y Rumormeister; si se quería ejercer de lo primero, el freiman debía ser hombre de anchas espaldas y fuertes brazos, en parte para arrastrar el gigantesco ancha con el que debía cumplir su trabajo, a saber, separar limpiamente la cabeza del cuerpo a los compañeros condenados a muerte. Las funciones del segundo eran menos sangrientas pero tanto o más desagradables; el Rumormeister era una especie de consejero matrimonial que mediaba en las frecuentes disputas en las que se veían involucradas las esposas de los soldados… con las numerosas meretrices que acompañaban a la tropa. Si por mí fuera… a este pobre le habrían llamado Milsöldner porque su trabajo no estaba “pagao".

En combate, los lansquenetes se mostraban arrojados, fieros y valerosos, con tendencia a ocupar los lugares más peligrosos en primera linea, pero también con cierta querencia al individualismo y a pasarse por el arco las órdenes que recibían. Semejante gusto por el libre albedrío, motivó que fueran utilizados siempre en grupos compactos y un poco alejados de las fuerzas que les acompañaban, pues actuaban de igual modo en el ataque que en la defensa, con lo que solían convertir las retiradas en auténticos desmadres. En cualquier caso, cuando estaban centrados eran temibles, gracias a su táctica sencilla pero demoledora: formaban fuertes cuadros, en ocasiones reforzados por ballesteros y arcabuceros y, apoyados en su tremenda potencia (la mayoría eran altísimos…) se lanzaban contra la vanguardia enemiga, en medio de feroces alaridos, manteniendo a sus rivales alejados gracias a las largas y pesadísimas espadas que manejaban.

Los lansquenetes pronto ganaron justa y reconocida fama, aunque fue su propio y desmedido ego lo que contribuyó a acelerar su final. Como eran tropa muy solicitada y segura de sus propias fuerzas, soportaban mal los retrasos en la paga, que en aquella época no eran, precisamente, la excepción. Pronto empezaron a negarse a pelear si no era “a mes adelantado”, lo que soportaban mal otros compañeros de armas como los españoles e italianos, a los que no era extraño que se les debieran ocho o diez mensualidades… o incluso más. De ahí que Alejandro Farnesio relatara a Felipe II que, en el asedio de Amberes “algo me dice que habrán muerto más alemanes por la espalda, que por el frente”. Por otro lado, su desmedida atención por el atuendo se convirtió en obsesión, y hacía que siempre tuvieran el bolsillo “en barbecho”. Su vestimenta llegó a ser tan ostentosa que Juan de Austria se quejó amargamente a su hermanastro de que “con semejantes calzas tan anchas e hinchadas (…) no hay sitio humano donde apoyar la pica”. Ni siquiera el Papa se libró de sus caprichos; Julio III solicitó sus servicios en 1552 para proteger sus Estados, y los lansquenetes se comportaron tan bien que decidió recibir a sus capitanes para felicitarles. Cuando empezó a pasarles revista, observó escandalizado el desmedido tamaño de las coquillas en forma de concha que cubrían sus atributos y, pudoroso como era, decidió retirarse de la escena por la parte posterior… ¡solo para comprobar que, además, los germanos iban con las nalgas al aire!

PD: ¿No sabréis, por casualidad, cual fue el mayor retraso en la paga soportado por tropas españolas durante los Austrias…?

lunes, 14 de noviembre de 2005

Érase una nariz sayón y escriba


Guapo... lo que se dice guapo...no era, la verdad..

Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid en septiembre de 1580. Su padre fue secretario de María, la hija de Carlos V, y luego de Doña Ana de Austria, que acabaría ejerciendo de cuarta esposa de Felipe II. Su madre, mientras tanto, aprobó la siempre difícil oposición para dama de la reina, por lo que la vida de “Paquito” transcurrió en su mayor parte entre los muros de palacio con lo que, desde muy pequeño, pudo adquirir una gran experiencia sobre la vida cortesana. De joven, estudió con los Jesuitas, con quienes desarrolló una sorprendente capacidad de lectura en diferentes lenguas. Se cuenta que colocaba diferentes ejemplares del mismo libro, en dos, tres o cuatro idiomas, en varios atriles, a los que se acercaba alternativamente según le apeteciese continuar el texto en castellano, francés, italiano o latín… seguramente sea una exageración, pero solo un medido aprovechamiento del tiempo puede explicar el pequeño milagro de que, entre tantas idas y venidas y tantas intrigas políticas, pudiese Francisco adquirir el conocimiento de tantas y tan diferentes materias, y que pudiese parir la magnifica obra literaria con la que luego se acabaría descolgando.

Empezaría probando suerte como poeta; en 1605 publicó "Poderoso caballero es Don dinero" que se convirtió en un pequeño éxito de ventas. De esta misma época data el inicio de su correspondencia con el humanista Lipsio o con Miguel de Cervantes… y también en estos días se inició su famosa antipatía con otro santo señero del siglo de Oro: Luis de Góngora. Un año más tarde, Quevedo decidió renunciar a las órdenes menores que había recibido, con lo que de hecho renunciaba a dedicarse al sacerdocio, regresando a Madrid en 1606, ya con una copia manuscrita del primero de sus famosos "Sueños", que no pudo publicar porque los Dominicos, que se acababan de comprar una maquina de censurar nuevecita, se lo impidieron; De todas formas su popularidad era tal, que a los talleres donde se copiaban subrepticiamente sus obras, llegaban las órdenes de pedido por docenas...

Esta popularidad dio origen a numerosas leyendas, en las que Francisco aparece como galán protagonista de un sinfín de lances caballerescos. Solo unas pocas de estas han podido constatarse, como el episodio en el que, el famoso maestro Luis Pacheco de Narváez, después de discutir sobre la bondad de los fragmentos de una de las obras del escritor, se vio desposeído de su sombrero de un botonazo…y es que, con Quevedo, era conveniente andarse con cuidado: era uno de los mejores esgrimidores de la capital del reino.

En 1610 se integra en el séquito del Duque de Osuna, a la sazón Virrey de Sicilia, que pronto aprovechara las inagotables virtudes de Francisco, enviándole a Venecia… ¡de espía! En aquellos días, la antigua República se erigía como gran instigadora de la política contra España en el mediterráneo, y Paco se tuvo que “comer” la famosa conjura veneciana de la noche del 19 de mayo de 1618, en la que la policía de la ciudad del amor liquidaba muy finamente a todos los sospechosos de ser enemigos de la señoría veneciana. Quevedo escapó, vestido de mendigo, gracias a su perfecto acento Milanés…

Con la llegada al poder de Felipe IV y el Conde Duque de Olivares, al de Osuna no le dio tiempo ni a recoger la mesa del despacho, ya que resultó encarcelado ese mismo día; La onda expansiva que siguió a esta catarsis política motivó que Quevedo diera con sus huesos en la torre de Juan Abad. Desde allí intentó ganarse el favor del nuevo valido real con algún éxito, pero las relaciones entre ambos fueron muy contradictorias. En 1624 le dedico su famosa epístola satírica “No he de callar, por mas que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo” pero tres años después compuso la comedia “como ha de ser el Privado” una pieza asquerosamente adulatoria que, atendendiendo a como le fueron las cosas después, más le valiera no haberla escrito jamás.

Visto lo relatado, no resulta fácil explicar como pudo cambiar tan repentinamente la situación. Estando Quevedo en Madrid, en la noche del siete de diciembre de 1639, fue detenido tan bruscamente, que ni siquiera le dio tiempo a vestirse del todo y, tras ser conducido a León, fue encarcelado en el Convento de San Marcos, en condiciones lamentables, durante más de 5 años ¿la explicación? Bueno…en muchas de sus obras de los últimos tiempos se aprecian ataques contra la política del valido pero eso era algo que los políticos se tomaban casi a bien. Algo más tuvo que haber. No fue liberado hasta 1643, cinco meses después de la caída de Olivares. Como quiera que abandonara la celda con la salud quebrantadísima, penó en su cama durante un par de años más, hasta que el 8 de septiembre de 1645, murió.

Intentar glosar la obra de Quevedo sería como poner límites al campo. Escribió multitud de poemas de todo tipo, obras filosóficas, satírico morales como “los sueños”, comedias, obras de pensamiento político como “la política de Dios” o “Marco Bruto” ensayos y una sola novela, “Historia de la vida del Buscón, llamado Pablos”…aunque no hubiera escrito nada más, solo por ella hubiera pasado a la historia de la literatura.

Aún con todo, a mí, personalmente, Quevedo se me aparece como poeta. Francisco permaneció soltero toda su vida. Tuvo relaciones con varias mujeres, incluso hijos, con una tal Ledesma y, en varias ocasiones le intentaron casar, sin conseguirlo. A los 54 cedió, por fin, y se desposó con Esperanza de Aragón, que le duró pocos meses ya que, tras infinitos disgustos, se separó de ella. Probablemente Quevedo adorara a LA MUJER, pero le fastidiaran enormemente LAS MUJERES. Seguramente, la Lisi a la que consagró sus mejores versos no existió jamás y fue una idealización de la mujer de su inspiración… una idealización que motivó el soneto de amor más hermoso de la literatura española.

Amor constante más allá de la muerte
Cierra mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera

Más no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria en donde ardía;
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, más tendrán sentido;
Polvo serán, más polvo enamorado.

Un abrazo

sábado, 12 de noviembre de 2005

Recuerdos

El hombre que aún era Rey de Aragón y de Navarra, que lo había sido hasta hacía bien poco de los campos castellanos, aquel que incluso había llegado a hacerse llamar Emperador, yacía ahora, casi inerme, en el espantoso catre que una familia de labradores, mis padres, le había cedido por orden de los caballeros que lo acompañaban. Habían llegado de madrugada, en medio de una intensa neblina; primero un par de jinetes, haciendo preguntas y observando con cara de circunstancias la extrema pobreza de la aldea que los iba a acoger aquella noche. Más tarde, llegaron más caballeros, unos diez, que rodeaban, y seguro protegían, a un hombre que daba la impresión de no poder valerse por sí mismo. Recuerdo como le cogieron en vilo entre dos de ellos y, con ciertas dificultades a causa de su corpulencia, le introdujeron con cuidado en nuestra casa, mientras otros dos salían a galope tendido en dirección contraria, creo que a la búsqueda de un fraile de los que habitaban en la abadía de Montearagón.

La cota de malla que le protegía presentaba un gran desgarro. Sus hombres, con gran cuidado, procedieron a quitársela. Después, recuerdo que uno de ellos, con aspecto grave y preocupado, apartó los jirones que, hechos a base de camisas, hacían las veces de vendas, sólo para descubrir una enorme herida que sin duda había sido provocada por la acometida de una lanza; presentaba un color morado y tumefacto, y olía mal. Con cada estertor del Rey, su torso se contraía de dolor, e incluso juraría que a través de sus carnes abiertas se podían adivinar las costillas. Pero él, no mostraba la menor emoción, ni se quejaba; permanecía con la mirada perdida, fija en algún punto que sólo él conocía…

Mi madre, dominada por el pánico, trajo varias jofainas de agua caliente, con las que el personaje que atendía al todavía Rey, procedió a lavar su cuerpo; gracias a ello, pude observar otros tajos y cortes, bien es verdad que menos graves, y multitud de cicatrices más antiguas, que daban al herido un aspecto mortecino. En ese momento irrumpió en el cuarto un hombre al que los demás llamaban García Ramírez, miró por un momento a Alfonso, conocido como "el Batallador" por su bravura, e hizo entrar en la estancia a un joven religioso, de aspecto apocado, que posiblemente aún se estaba preguntando por qué Dios le tenía reservado para semejante trance.

El fraile, mostrando un desasosiego que lindaba ya con el temor, se acercó a Alfonso y, cuando estuvo a poco más de un metro, el Rey cambió repentinamente el semblante, le asió violentamente del cuello con su brazo derecho, y apretando los dientes masculló…

- ¡Confesión!... ¡confesión!...

El religioso, ahora ya muerto de miedo, se sentó en un pequeño taburete que había junto al lecho, tan torpemente que habría caido al suelo si uno de los soldados no le hubiese agarrado el hábito; acercó su cara a la de Alfonso y susurró…

- de…decidme, hijo mío

El Rey, aún con el cuello del joven fraile preso fuertemente en su mano, le miró con cierto aire despectivo, quizás lamentando tener que acabar sus días así, sin posibilidad de incorporarse por si mismo, malherido, acompañado de unos pocos caballeros en un pueblo perdido y abocado a enjuagar su alma con la ayuda de un jovenzuelo mal tonsurado que bastante tenía con no orinarse encima…pero, súbitamente, su faz se serenó, relajó la expresión de sus labios y empezó a hablar despacio, con voz grave…

- Señor Todopoderoso… yo… Alfonso I, llamado el Batallador, Rey de Aragón y de Navarra, que lo fue de Castilla, de Toledo, de Sobrarbe y de Zaragoza, vencedor en Egea, en Valtierra, en Cutanda, Belchite y Bayona… hijo amadísimo tuyo, guardían celoso de tu fé, protagonista de mil batallas y autor de mil pecados, implora tu misericordia…y tu comprensión; no me abandonéis en la muerte, como lo hicisteis en vida.

El fraile, aún desazonado, masculló…

- Hijo mío... no es momento para la soberbia...

Alfonso cerró por un momento sus ojos, y tomó aire violentamente, lo que motivó que de la herida volviera a manar una catarata de sangre.

- Padre, tened compasión de mí… de aquel que casi no tuvo tiempo de conocer a su padre Sancho Ramírez, siempre enredado en la lucha con moros y con cristianos; tened compasión de quien no iba destinado a ser rey, y tuvo que lidiar con tan difícil encargo, y con las sospechas de todos aquellos que me relacionaron con la muerte de mi hermanastro, Pedro… Compadeceos de quien no deseando reinar, tuvo que beber de ese cáliz… sin la ayuda de nadie…

Alfonso tuvo que volver a parar. Recuerdo que pidió un poco de agua, y continuó con tono lastimero.

- Por qué… Altísimo… no concedisteis el don del amor sincero, de la mujer soñada, a quien llevó siempre vuestros estandartes a la vanguardia de sus ejércitos… a quien cogió un reino y lo dobló en extensión y fuerza…¡a quien os honró siempre por encima de todas las cosas!...no… en cambio, me hicisteis renunciar al amor a la fuerza, cuando el destino… vuestro destino… me hizo coincidir con esa arpía de Urraca, la malcriada hija del rey de Castilla, que no me dio más que disgustos, amargura y pesadumbre… que hizo que me acostara en los campos de batalla de toda España, sufriendo por saber si aquella noche… en mi cama… yacería una esposa… o una cortesana… ¿Por qué?...

El fraile intentó calmarlo pero el Rey estaba decidido a aprovechar su último desahogo.

- Padre… si acepté aquella pantomima fue por la gloria de Dios… y, si la mandé a las mazmorras de Castellar fue para que pudiera daros cuenta de sus infinitos pecados, y de las miserias y las humillaciones que me hizo pasar a causa de aquel hijo suyo, fruto de la intervención del demonio… ni siquiera nos concedisteis un hijo, Dios mío… ¡ni siquiera quisisteis evitar que se me tachara de impotente!... si pegué alguna vez…sin duda lo merecía… y si la repudié…sin duda fue por no matarla… ¡No esperéis que os pida perdón por ello!.. Vos lo dispusisteis y yo, como hijo amadísimo vuestro lo acepté…mí único pecado fue convertirme en instrumento vuestro…y esa ha sido también mi penitencia… ¡Acoged en vuestro seno a aquel que hizo vuestra voluntad!

Alfonso clavó su mirada en el fraile y le espetó...

- ¿Quién podría decirme que estará pasando por la cabeza de Urraca?... ¿Quizás LEODEGUNDIA?


miércoles, 9 de noviembre de 2005

Las Navas, 16 de julio de 1212

La Madrugada del lunes 16 de julio de 1212, en una colina de Jaén conocida como la Mesa del Rey, las espadas temblaban al fuego de las hogueras. Al mando de los reyes Alfonso VIII de castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, más de 13.000 hombres contaban las horas que quedaban hasta el amanecer. Los prelados repartían las absoluciones con largueza, oficiaban misas y confesaban a los hombres, y los escuderos pertrechaban a los caballeros. A las seis de la mañana, el cuerpo dirigido por Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, inició el ataque, saludado por la vanguardia enemiga con una lluvia de flechas. A menos de 2 kilómetros de allí, el ejército almohade aguardaba; Todo estaba listo para una batalla que iba a cambiar el curso de la Historia de España... menos de lo que hubiera podido hacerlo.

Pero ¿Quiénes eran los almohades? El termino deriva de Al-muwahhidun, que significa algo así como los unitarios, y sostenían una versión del Corán pelín "talibán". Habían conseguido constituir un Imperio en el norte de África y sus primeras incursiones en España databan de 1147. En Sevilla erigieron, entre otros monumentos, la Giralda y la Torre del Oro, pero como consecuencia de su integrismo, personalidades como Averroes y Maimonides tuveron que coger las maletas y salir por piernas. Además, ahora se encontraban en la cima de su poder, pues en 1195, Al Mansur, había calentado soberanamente a los tropas de Alfonso VIII en Alarcos. Ahora 17 años más tarde, su hijo Al Nasir estaba a punto de pagar la humillación con creces.

Por el bando cristiano, la gravedad del asunto había conseguido juntar a tres de los cinco reyes cristianos de la península. El Rey Alfonso de Castilla era un hombre maduro y experimentado que frisaba los sesenta. Tuvo una infancia tremendamente difícil, sobrevivió a varios atentados y vio como su querido hijo mayor, Fernando, moría a causa de unas fiebres contraidas mientras tomaba un baño. Su mujer, Leonor, le dio 11 hijos, pero sus constantes luchas intestinas debilitaron el poder de Castilla, para regocijo de Navarra y de León, que intentaban sacar partido territorial a su costa. Sancho el fuerte de Navarra, se unió a la coalición gracias a las gestiones personales de Alfonso y era así llamado por su corpulencia y altura, ya que medía casi dos metros. El tercer rey que cabalgó hacia Sierra Morena fue Pedro II de Aragón, primo hermano del monarca castellano y al igual que Sancho, hombre bravo y fornido que, a diferencia del anterior, solo se unió a la coalición en el último momento.

Por tanto, sabida la histórica animadversión de Portugal a mezclarse en los asuntos hispanos, solo quedaba por apuntarse Alfonso IX de León, enemigo impenitente de su tocayo castellano, y un autentico jeta se mire por donde se mire. En cuanto que se enteró de la intención de los otros reyes, se apresuró a desplazar tropas en la frontera con Castilla, presto a rebañar las sobras en caso de fiasco castellano. Su mala fe era tan evidente, que el Papa le amenazó con la excomunión si osaba “tocar a los cristianos”. La advertencia, no obstante, cayó en saco roto pues al Leonés le falto tiempo para atacar las fronteras castellanas en el mismo momento en que quedaron desguarnecidas.

Una vez que las fuerzas vivas de la península se habían puesto de acuerdo, solo faltaba una buena excusa para lanzarse a destrozar el Inperio Almohade, y Al- Nasir se la ofreció en bandeja cuando conquistó la fortaleza del Salvatierra, el septiembre de 1211. Dicha fortaleza estaba en manos de la Orden de Calatrava, que tenía "linea directa" con el Papa Inocencio III, que a su vez quedó conmovido por la resistencia de los caballeros de Cristo en los últimos momentos del asedio, con lo que no costó demasiado que se apresurara a apoyar a los reyes hispanos y a conceder la remisión de los pecados para todos los que lucharan en el bando de los “buenos”... en una palabra ¡CRUZADA!.

Los cruzados se congregaron alrededor de Toledo en mayo de 1212, junto a un buen número de caballeros franceses y valones. Turulato convendrá conmigo en que un ejército desocupado es lo peor que le puede venir encima a una ciudad; cuando los soldados se cansaron de oír misas, tomaron las calles y convirtieron la ciudad y sus juderías en un auténtico aquelarre. Como sería de grave el asunto, que el obispo tuvo que salir a las calles y los militares castellanos tuvieron que defender a los judíos a espadazos. Los mandos militares comprendieron que el asunto no podía esperar más, y salieron de Toledo tomando Benavente, Piedrabuena, Carauel, Salvatierra y Calatrava. La toma de esta última vino acompañada por la deserción de buena parte de los extranjeros, al parecer contrariados por la negativa de Alfonso a degollar a los musulmanes vencidos.

El 13 de julio los cristianos acamparon cerca de despeñaderos pero quedaron inmovilizados porque el único paso practicable, el de la Losa, aguantaba firmemente en manos musulmanas. Los tres reyes y los arzobispos se reunieron para tratar este grave problema pero la providencia que suele acompañar a todos y cada uno de los grandes sucesos de la historia, dispuso que un pastor que pasaba por ahí les revelara un paso más bueno, más bonito y más barato (hoy llamado puerto del rey) Una vez pasado el puerto, los reyes dispusieron dos días de descanso para las tropas, muy castigadas por la falta de agua y el fuerte calor de aquel verano.

El 16 de Julio se dispuso al ejército en tres cuerpos: el del centro, las tropas castellanas, a la sazón las más potentes; A la derecha Pedro II de Aragón con 200 caballeros escogidos al mando de Garcia Romero y a la izquierda, los navarros de Sancho. Reforzando las partes más débiles del despliegue cristianos estaban los caballeros hospitalarios, los templarios (que perderían a su maestre en la batalla; los calatravos; y los caballeros de Santiago, cuyo Maestre también moriría en la batalla. Al lado estos hombres de guerra, también se alineaban servidores de Dios como los obispos de Sigüenza, Ávila o Burgos, este último una auténtica fiera repartiendo "hostias" sin consagrar, y que moriría dos días después a causa de las heridas recibidas en el campo de batalla.

La batalla en sí, fue el paradigma de los enfrentamientos medievales en suelo hispano. Al inicio, lafuerza de la carga castellana destrozó la débil avanzadilla musulmana pero los cristianos pronto se adelantaron demasiado, y quedaron más o menos cercados y en medio de una lluvia de flechas en una zona hoy conocida como Llano de las Américas. Los caballeros intentaron escapar de la trampa pero alcanzar la salida resultaba imposible y, en poco tiempo, el trabajo de arqueros y honderos hizo que los jinetes tuvieran que echar pie a tierra. El ataque relámpago con el que se pretendía decidir el enfrentamiento, se transformó en una salvaje contienda cuerpo a cuerpo. El Rey de Castilla, viendo que se le escapaba la victoria, cargó personalmente contra los almohades y consiguió llegar al núcleo de resistencia castellana. Así hicieron también las alas de Pedro II y Sancho el fuerte que rodearon a su vez a los que cercaban a los castellanos, quebrantado de manera decisiva los efectivos musulmanes.

Solo quedaba tomar el palenque de Al Nasir y fue Sancho el Fuerte quien lo hizo, según la leyenda, a lomos de una testaruda mula y repartiendo golpes a diestro y siniestro, logrando romper las últimas defensas almohades, que consistían en cientos de etíopes encadenados a la tienda del Miramamolin. La lucha dejó paso al Te Deum Laudamus y la matanza de los musulmanes moribundos se prolongó hasta altas horas de la noche. Alfonso y Sancho resultaron milagrosamente ilesos pero Pedro de Aragón estuvo varios días atacado por las fiebres que le causó una herida en el pecho, más sobrevivió. Al Nasir logró escapar a Sevilla, y de ahí pasó a Marrakech donde murió envenenado a finales de 1213. Lamentablemente la alianza de los tres reyes no se prolongó mucho tiempo ya que, en 1214 murió Alfonso VIII, su principal valedor, y el espíritu de cruzada desaparecio. Casí como consecuencia de la inercia de la victoria, se tomaron Baeza y Úbeda, pero incomprensiblemente ni se intentó la conquista de Córdoba, que se encontraba completamente indefensa.

Las Navas fue la batalla más importante del siglo XIII en Europa, confinó el poder musulmán a unas tres cuartas partes de la actual Andalucía, y determinó el final del poder Almohade en la península, pero las circunstancias políticas de los reinos cristianos empezaban a entrar en aguas turbulentas, con lo que los futuros esfuerzos en la mal llamada "reconquista" resultaron débiles, mal coordinados e infructuosos. Habría que esperar aún más de 200 años...

Sancho "el fuerte" era un consumado especialista en el uso de una de las armas más infrecuentes en los campos del batalla del Medioevo... ¿os atrevéis a decirnos cúal?

Un abrazo.

domingo, 6 de noviembre de 2005

El viento del amor

La Hispania antigua es una tierra escasa en leyendas propias. O quizás sería mas correcto decir que, por no haber demasiada abundancia de textos literarios propios, nos han llegado pocas referencias de mitos hispánicos, al contrario de lo que sucede en el caso de la quimérica griega o la romana.

Una de las fábulas menos conocidas es la que versa sobre un fenómeno maravilloso que ocurría en Lusitania: la leyenda de las yeguas a las que, cerca de Lisboa, preñaba el viento Céfiro. Tamaña insensatez, era tomada por los nativos como vera narratio: En las cercanías de Olisipo (Lisboa), las yeguas que se volvían hacia el océano, hacía occidente, podían ser fecundadas por el viento del oeste, el Zephyrus griego, un viento que entre los antiguos, tenía fama de cálido y vivificador. ¿El resultado? potros velocísimos, muy inteligentes pero de corta vida. Gracias a los detalles que nos legaron dos buenos conocedores de Hispania, Varrón y Columela, sabemos que esto “ocurría” en una zona sacralizada, el actual Monsanto, donde en la actualidad existe un bello parque natural.

Este mito, que en principio se nos aparece como una verdadera mamarrachada, es referido con distinto detalle por, al menos, diecisiete escritores antiguos, desde Homero hasta San agustín, pasando por Aristóteles o alguien tan poco dado a la chanza como Plinio el viejo. Especialmente interesante es el texto de Homero, pues nos da detalle de que Bálios o Xhantos, los maravillosos e invencibles caballos de Aquiles, habrían sido el fruto de una inseminación ventosa…

Sin embargo, y como es normal, a pesar de tantos y tan válidos testimonios antiguos, la crítica moderna ha venido considerando la leyenda como un simple bulo (muy lógico por otra parte...) o como la expresión cultural de una estructura social de tipo matriarcal y localización griega. Pero ¿sería posible acercarse a esta famosa leyenda desde una perspectiva científica?

En primer lugar, comparaciones arqueológicas de las representaciones de caballos en pinturas o mosaicos encontrados en Mérida o Monforte, con las actuales razas luso – españolas, y con otras como más minoritarias como la “Garrana” o la “Sorraina”, posiblemente las más antiguas de la península ibérica, han revelado una buena cantidad de coincidencias morfológicas, como una cabeza grande o unos cuartos traseros muy bien desarrollados.

En segundo lugar, hay un hecho cierto: existe un fenómeno muy frecuente en las plantas, la partenogénesis (en griego, literalmente “concepción de una virgen”) que, para que la cabeza no acabe dándonos vueltas a todos, podría definirse como la segmentación de un óvulo como consecuencia de factores ambientales, químicos o descargas eléctricas. Esta anormalidad se da con cierta frecuencia en insectos y anfibios, y su producto, teniendo en cuenta que no existen cromosomas masculinos, será siempre una hembra, que se llama partenote.

Pues bien, en el 1927, un importante grupo de investigadores descubrió la bacteria asociada a esta reproducción asexual y la llamó Wolbachia. Al parecer esta protobacteria sería una verdadera máquina de conseguir clonaciones naturales y tendría una tremenda capacidad para transformar el sistema reproductor del organismo de acogida. Una vez en él, consigue, según convenga a su propia supervivencia, tanto la feminización de machos genéticos como la generación asexual de hembras. Por ahora, solo está probada la presencia de la Wolbachia en peces, insectos, lagartos, sapos y gusanos, pero desde hace 2 años, la revista Nature subvenciona un programa para hallarla en mamíferos.

Si la aplicación de las modernas técnicas de estudio permitieran conocer que algunos grupos de equinos lusitanos pudieran haber conservado en su seno, una infectación de la wolbachia, dando lugar a la procreación de hembras sin intervención del macho, la leyenda del “Dios del viento” adquiriría veracidad, y además se restauraría el buen crédito de nuestras antiguas fuentes literarias; Y quizás, esta metodología nos ayude a entender otros prodigios de nuestro pasado remoto que actualmente se siguen considerando como fantásticos.

Pero, sobre todo, resultaría muy hermoso...

viernes, 4 de noviembre de 2005

Alguien lo dijo

Un famoso personaje...

“Es muy raro que un gran grupo de personas razone. Se apasionan demasiado pronto…”

“Una revolución, es una opinión que ha descubierto una bayoneta”

“La mujer hermosa deleita la vista; la mujer honesta el corazón… y si la primera es una joya, la segunda es un tesoro”

“El gran acierto de Mahoma fue fundar una religión que prescinde del infierno”

“Solo hay dos palancas para mover a la gente: el miedo y el interés. Los políticos prefieren la primera porque la segunda no suele dar buenos resultados”

“La ciencia militar es el cálculo de las masas en ciertos puntos dados”

“En la guerra, como en el amor, para llegar al final hay que verse de cerca”

“Si tu enemigo se está equivocando soberanamente, asegúrate de quedarte quieto y no molestarle”

“La igualdad solo existe en teoría”

“Hay bribones lo bastante bribones como para comportarse como personas de bien”

...¿Os sentís identificados u os apetece comentar alguno de los aforismos anteriores? Todos pertenecen al personaje de la foto...

martes, 1 de noviembre de 2005

Balbo, el conseguidor


Cesar visita el Templo de Hércules, en Gades

A inicios del siglo I a.C. vio la luz en Gades un niño al que se impuso el nombre de Lucio Cornelio Balbo. Algunos han considerado que Balbo era una derivación de Baal, el nombre del principal dios de los fenicios; otros en cambio, avisan de que Balbo, en latín, significa literalmente “tartamudo” y este apelativo adornaba a algunas de las más conocidas familias romanas… Afortunadamente para nosotros, lo que no nos aclara su apelativo, nos lo revela un censo realizado en su patria chica allá por la época de su nacimiento y en el que su familia, figura inscrita como “no romana” y como el linaje más rico de la provincia de la Baetica, gracias a los negocios relacionados con la pesca, la minería y el préstamo de capitales. Merced a estas inversiones, Balbito pudo crecer tranquilamente, al lado de los mejores preceptores de la época… pero no os engañéis: la virtud de reunir semejante colección de eruditos corresponde al dinero pero el mérito de aprovecharlo fue únicamente del alumno, que sorprendió a propios y extraños por su inteligencia y, sobre todo, por la elegancia y mesura de sus comentarios y juicios… era un diplomático en potencia.

Sin embargo, el mundo que acogió al joven Balbo era conflictivo. El siglo I a.C. en el incipiente Imperio romano, estuvo marcado por una sucesión de guerras civiles que indicaban hasta que punto el sistema republicano estaba dando los últimos estertores. La derrota del partido popular (que curiosamente eran los de “izquierdas”…) en la Urbe no significó el final de los enfrentamientos ya que uno de sus dirigentes, llamado Quinto Sertorio, llegó a Hispania en el 79 a.C. y encendió un foco de resistencia apoyándose en la belicosidad de alguna de las etnias nativas. Cuándo estalló la guerra en la península, la familia Balbo mostró una de sus principales virtudes: su capacidad para elegir siempre el bando vencedor; y para demostrar su compromiso con los “gubernamentales”, convenció a Lucio para que se alistara como soldado en los ejércitos que la metrópoli mandó para aplastar la insurrección. Afortunadamente para él, alguien advirtió que una de las pocas cosas para las que no tenía aptitud era para la milicia y, después de estar a punto de herirse con su propia espada un par de veces, le apartó de las trincheras y acabó de escribiente en el estado mayor del general. Tan generoso traslado fue agradecido por la familia del recluta Balbo con la realización de “activas gestiones”… vamos... sobornos en masa, para que la importante ciudad de Gades no pasara a manos de los enemigos… gestiones que, a su vez, fueron recompensadas por Roma con la inusual concesión de la ciudadanía a la prole balbiana al completo, con lo que, al final ¡todos contentos!

Con la llegada de la paz, Lucio dio tumbos un par de años por las diferentes empresas paternas pero su vida experimentó un vuelco a raíz de su amistad con Cayo Julio Cesar. No sabemos si los dos se encontraron en Roma o, por el contrario, se conocieron en el 62 a.C, cuando Cesar estaba en Gades, pero el caso es que ambos se cayeron bien desde el primer momento, y en muy poco tiempo, se hicieron inseparables. Pronto, la ajetreada vida de César, ofreció a Balbo infinitas posibilidades de mostrar el inmenso talento que atesoraba para salir de las situaciones más difíciles. En el 61 a.C. se llevó a cabo en Roma la sotitio o sorteo de las provincias pretorianas; como Julio andaba acosado por múltiples acreedores e Hispania parecía ser la provincia más rica de las “subastadas”, era vital que a César le correspondiera en el sorteo la piel de toro… cosa que Balbo consiguió desarrollando intensas labores diplomáticas o gastando ingentes cantidades de dinero. Para que os hagáis una idea, el sorteo empezó con un par de horas de retraso y, en tono de chanza, Cicerón lo achacó al peso de los sextercios que inundaban los bolsillos de los funcionarios…

Más tarde, ya en Hispania, César necesitaba una guerra que proporcionase el botín para saldar sus múltiples deudas y provocó descaradamente a Galaicos y Lusitanos. Balbo se encargó de asegurar su “patio trasero”, desarrollando intensas negociaciones con las tribus de la meseta y de la cordillera cantábrica para asegurar que a su “jefe” no se le abrieran dos frentes al mismo tiempo. Julio, dándose cuenta de la valía de su subordinado, le nombró praefectum fabrum o encargado de la intendencia de las legiones. Balbo demostró, no solo ser un magnifico gestor, sino que logró que Gades entregara a Cesar una importante cantidad de embarcaciones indispensables para enfrentarse a los galaicos. Cuando el gaditano arribó a las costas gallegas, Julio Cesar avanzó por la playa a recibirle, llegando a alcanzar el agua la altura de sus pantorrillas; Ese gesto de amistad y reconocimiento sinceros, le iba a traer muchos problemas a Balbo… Se activaron las envidias, las mentiras, las acusaciones sin fundamento, y ni siquiera Julio pudo evitar que Balbo tuviera que comparecer ante un tribunal acusado de asumir ilegalmente los derechos de la ciudadanía romana; pero como el dinero todo lo puede, César y Pompeyo, que ya formaba parte del bando cesariano gracias a artes del gaditano, convencieron al mejor abogado de la época, Cicerón, para que defendiera a Balbo... ¿el resultado? absuelto por falta de pruebas o "no culpable", como dicen los americanos…

Ni siquiera en sus últimos años pudo parar Balbo de acumular méritos ante su señor: problemas financieros, labores de espionaje, compra de votos... parecía que nada se le resistía a este avispado "español" que sin embargo, no pudo hacer nada para recomponer las deterioradas relaciones entre Julio César y Pompeyo, que acabarían enfrentándose violentamente en varias batallas, la última de las cuáles se dio en el año 45 a.C. en Munda (Montilla). Un año más tarde, César murió víctima de los puñales de unos conjurados capitaneados por Bruto y Casio; Balbo volvió a elegir bando, el de Octaviano y, para variar, volvió a acertar, porque el sobrino de César acabaría convirtiéndose en el primer Emperador de Roma.

Octaviano, ya Augusto, acabó nombrando Cónsul a Balbo, aquel hispano que nunca se equivocaba...

PD: Balbo yenía especial animadversión por otro hispano, amigo de César, y comandante de su caballería, que lo acabaría traicionando... Su historia también es muy, muy curiosa...