martes, 14 de marzo de 2006

Blas de Lezo, "el medio hombre"

Blas de Lezo nació en el muy guipuzcoano pueblo de Pasajes, el 3 de febrero de 1689. Poco podemos indicar a ciencia cierta sobre su niñez, salvo que probablemente aprendiera a nadar antes que a andar, ya que la mar le entusiasmaba. De su adolescencia, mejor ni hablar, porque realmente no tuvo; a los quince años, mientras “curraba” de guardiamarina en una fragata, se vio involucrado en un terrible refriega frente a las costas de Málaga, y una bala de cañón le desgarró la pierna izquierda; Un año más tarde, defendiendo el fuerte de Tolouse contra los franceses, una esquirla se le incrustó en el ojo izquierdo dejándolo tuerto… y lo peor aún estaba por llegar: En 1712, también en Barcelona, una bala de mosquete le destrozó la articulación del codo, dejándole inútil del brazo derecho; A los veintitrés años, Blas, al menos físicamente, era una sombra de sí mismo, la antítesis de lo que se suponía debía ser un marino de guerra… y su luz parecía condenada a extinguirse en algún villorrio, aterrorizando a los niños con su apariencia o contando sus historias en posadas y mesones a cambio de media jarra de vino. Pero Blas no era un hombre “normal”….

Habló con sus subordinados, recavó el apoyo de sus compañeros y convenció a sus superiores para que le dieran un mando. Estos, puede que con la intención de quitárselo de encima, le destinaron al verdadero mar del Sur, ese que baña las costas peruanas, con la orden de realizar una "chapucilla": combatir a los corsarios y piratas que amargaban la existencia de los navegantes españoles que se aventuraban por aquellas aguas. Tardó bien poco; año y medio más tarde estaba en España, recibiendo un más que merecido ascenso de manos de un, seguramente, sorprendido Ministro de Marina, que no acertaba a explicarse como aquel tullido había tenido “arrestos” para dejar el océano pacífico más tranquilo que en estanque del Retiro. Durante los siguientes diez o quince años no cesó de recibir los más penosos y peligrosos encargos, lidiando con moros, bucaneros, italianos, ingleses y turcos, y siempre con éxito: capturó más de dos docenas de buques, reconquistó la fortaleza de Orán a los musulmanes e incluso ejerció de improvisado “cobrador del Frac”, reclamando a la ciudad de Génova más de dos millones de pesos que adeudaban a la Corona española en concepto de intereses de un préstamo… Cuentan que su fama era tal, que cuando los genoveses acertaron a ver su pabellón ondeando en los barcos españoles, convocaron una improvisada reunión en la principal plaza de la ciudad, intentando recabar dinero de donde fuere. Había que pagar sí o sí…

Nada se le resistía a este marino, salvo el reconocimiento de aquellos a los que servía. Los españoles encendimos la máquina de criticar y una legión de jerifaltes, ignorantes del significado de términos como esfuerzo o respeto, destinaron todas sus energías a desprestigiar a Lezo y a los hombres que con el sirvieron. Cuando Blas zarpó de nuevo para defender Cartagena de Indias de los cada vez más frecuentes ataques ingleses, casi se había convertido en un personaje de feria, muy a su pesar. Algún ministro incluso se refería a él como “el medio hombre…

Pero cuando llegó a las costas del territorio de Nueva Granada a nuestro amigo se le pasaron todas las preocupaciones de golpe, puede que del susto. Inglaterra estaba decidida a decapitar el tráfico español de metales preciosos y mercancías, de manera que más de ciento ochenta de sus navíos se aproximaban a Cartagena con intenciones nada amistosas. Lezo desplegó su habitual energía y consiguió casi dos mil hombres susceptibles de empuñar un arma, los distribuyó por los fuertes españoles con instrucciones claras y precisas y, cuando un tal Virrey Eslava intentó inmiscuirse en sus preparativos cegado por la inquina, a punto estuvo de estrangularle… no nos cabe duda de con qué mano…

El asalto de los ingleses, al mando del Almirante Vernon fue fortísimo y al poco, las tropas españolas tuvieron que empezar a recular, mientras varias banderas de la “pérfida Albión” empezaban a ondear ya en varios conventos e iglesias de la ciudad. Pero la legendaria astucia de Lezo iba a aparecer, una vez más: despachó un par de falsos desertores que convencieron a los ingleses de la necesidad de atacar por cierto punto… punto que ya estaba protegido con una estudiada trinchera y rodeado por un enorme foso excavado por los españoles. Cuando los ingleses llegaron al pie de la muralla, destrozados tras una complicada ascensión, y comprobaron que a sus escaleras les faltaban tres metros para coronar el muro, casi les da algo. Los desconcertados ingleses dieron media vuelta, y emprendieron el camino de vuelta sorteando el fuego de artillería de los fuertes españoles y caminando penosamente por la trinchera, que en algunos puntos se había llenado de agua… ¿y los barcos ingleses?... tranquilos: Blas había conseguido provocar el ataque por el Castillo de San Felipe… único lugar fuera del alcance de la artillería naval inglesa. Eso si que es “conocimiento del medio”… Aún así, la última carga inglesa, a la desesperada, a punto de estuvo de tener éxito de no ser porque a Blas se le había ocurrido preservar a cuatrocientos hombres que, bien descansaditos, entraron en acción en el momento justo, e inclinaron definitivamente la balanza del lado hispano. Cartagena y por ende todo el Imperio Americano Español estaba a salvo.

Inglaterra calló sus pérdidas; con su estrella de la fortuna rumbo a su cenit, no convenía que la difusión de semejante acontecimiento pudiera hacerla sombra. Incluso una emisión de monedas conmemorativa de la presumible victoria tuvo que ser requisada antes de puesta en circulación y se quemaron los partes y los diarios de a bordo de los buques que participaron en aquella empresa. España, en cambio, olvidó a Lezo, lo destituyó merced a las falsas acusaciones del Virrey Eslava – el cuasi estrangulado – y ordenó su inmediata repatriación a España… ¡por traidor! Afortunadamente, la peste llegó antes que la carta y evitó un despropósito aún mayor.

Vernon, el almirante inglés, fue recompensado con una pensión vitalicia y su cadáver descansa en el Panteón de Héroes de la Abadía de Westminster; Blas de Lezo murió en 1741 y no se sabe donde reposan sus restos.

Curiosamente, el tal Vernon realizó el más sincero y sentido homenaje al hombre que le derrotó; En su diario escribió… “Ya se porqué el altísimo privó a aquel hombre de ojo, pierna y brazo… sin duda alguna, lo hizo para que estuviésemos igualados”.

Saludos.


14 comentarios:

Turulato dijo...

"Leo" escribía hace poco sobre Caín.. Parece que España ha sido y es el Caín de muchos de sus hijos.
Pero ní la ignorancia ní el desprecio deben impedirnos cumplir nuestras obligaciones y responsabilizarnos de nuestros actos.
Es la manera de estar en paz con uno mismo.

Luis Caboblanco dijo...

Pues sí Turu... ¿Cúal es el verdadero triunfo.. vencer a los ingleses o vencer al odio, al resentimiento y la inquina? Yo creo que si duda lo segundo, porque aquel que lo consigue una vez, posiblemente lo hará para siempre.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Por muy fuerte que sea una persona, tanto física como psíquicamente,la envidia, el odio,el orgullo, el resentimiento,de la gente que te rodea pueden llegar a minar la naturaleza humana y dejarte marcado para toda la vida, que fue lo que le ocurrió a de Lezo. Muriendo al parecer en Cartagena de Indias,(no se sabe con certeza) y algunos años después le concedieron un título nobiliario por su brillante carrera y ahí queda todo el reconicimiento a su esfuerzo.

Anónimo dijo...

...El precio de la historia se viste de ingratitudes con algunas heroicidades. Y es que estamos acostumbrados a pasarnos de papistas... SALUDANDO:
LeeTamargo.-

Anónimo dijo...

Quizas el unico homenaje que su tierra le ha dado sea el sello que ilustra el post, que pertenece a una serie llamada "Forjadores de America", en ella se pueden encontrar otros grandes hombres tambien olvidados.

Anónimo dijo...

Poco hay que añadir a lo que tú ya relataste, sólo pequeñas notas como estas:
En 1710 se le ascendió a capitán de fragata y al mando de una embarcación hizo once presas a los británicos, entre ellas la del navío Stanhope, al que lleva a remolque con la bandera española izada sobre la británica. Existe un cuadro en el Museo Naval de Madrid que representa este momento.
En 1725 contrajo matrimonio en Perú.
Parece ser que murió en Cartagena de Indias en 1741, meses después de la retirada de los ingleses.
Sobre el mal comportamiento de España con este personaje, no es raro, la envidia en este país es algo endémico y siempre que alguien con valía destaca, no falta quien llevado por su envidia procura hundirlo y suele lograrlo. Triste pero cierto, este no es el único caso.
Un abrazo

Juan Antonio del Pino dijo...

Impresionante post sobre un personaje, para mi, completamente desconocido y de apasionante vida.

Verso dijo...

Un gran personaje al servicio de unos incompetentes, que rabia me da leer cosas así, lo peor es que sigue ocurriendo ante nuestras narices, cuanto mas alto subes, más grande es la envidia que generas, porca miseria !!!!

Anazia dijo...

Un personaje a tener en cuenta a quien ignorarle sería una blasfemia.

Gracias por ilustrarnos ;)

Anónimo dijo...

Es increible que se silenciara un fracaso más rotundo que el de nuestra "Armada invencible" y el pago a un auténtico héroe (parece que de profesión y corazón)fuera tan mezquino.
"Los ingleses contaban con la segunda armada más grande de todos los siglos, después de la que atacó Normandía en la II Guerra mundial.Edward Vernon contaba con 23.600 soldados, entre ellos 2.700 hombres de las colonias norteamericanas, comandadas por Lawrence Whashington, hermano del furuto libertador de Estados Unidos, y 3.000 piezas de artillería. Las posesiones españolas estaban defendidas por 2.800 hombres y seis navíos". Este desequilibrio de fuerzas les dió tal seguridad a los ingleses, que ya tenían preparado el "merchandaisin". En las monedas conmemorativas para celebrar el "triunfo" se leía "La arrogancia española humillada por el almirante Vernon" y "Los héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741; en ellas aparecía el almirante recibiendo la espada de Blas de Lezo, quien arrodillado, la entrega a su conquistador.
Me ha gustado como has expuesto nuestro complejo de inferioridad, sólo así se entiende el escaso reconocimiento que se ha hecho de este héroe olvidado que humilló a la "otra" Armada.
Un abrazo

Raúl dijo...

Que gusto leer algo tan cercano a mi país en tu blog. En Cartagena de Indias recuerdan mucho a Blas de Lezo, y le llaman "el tezo" (colombianismo por fuerte o valiente).

No sabía mucho de la vida de Don Blas, antes de llegar a Cartagena, pero si conocía en detalle su defensa de "La heroíca" (remoquete de Cartagena) de los ataques ingleses.

Recibe un saludo desde la 'vieja' Nueva Granada.

Anónimo dijo...

Quizá, cuando te ves falto de un miembro hay gente que en vez de lamentarse de por vida, desarrollan un poder especial que los hace diferentes (para mejor) al resto que, si tienen todos sus miembros íntegros.
Como suele pasar, espero que, como sólía pasar... en este país, ahora que se habla tanto de racismo y marginación, hemos de confesar, que siempre se ha sentido cierto rechazo y se ha marginado a los "incapacitados" que quizá no lo fueran tanto, como en este caso que nos narras. Quizá fue envidiado por otros hombres "enteros" de cuerpo, pero mancos y tuertos de mente y alma.

Besos muchos.
PD: A veces te metes en un circulo cerrado y te preguntas que haces allí y por qué no sales. Entonces te das cuenta de que te has tragado la llave... Eso por tu comentario en mi post.

Anónimo dijo...

Significativo...un vasco universal completamente olvidado por los vascos actuales. Gracias por recordármelo :)

Anónimo dijo...

Te felicito por tu posteo sobre Blas de Lezo, aporta nuevos datos y curiosidades sobre sus acciones. ¿Que fuentes has utilizado? Un saludo.