lunes, 14 de noviembre de 2005

Érase una nariz sayón y escriba


Guapo... lo que se dice guapo...no era, la verdad..

Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid en septiembre de 1580. Su padre fue secretario de María, la hija de Carlos V, y luego de Doña Ana de Austria, que acabaría ejerciendo de cuarta esposa de Felipe II. Su madre, mientras tanto, aprobó la siempre difícil oposición para dama de la reina, por lo que la vida de “Paquito” transcurrió en su mayor parte entre los muros de palacio con lo que, desde muy pequeño, pudo adquirir una gran experiencia sobre la vida cortesana. De joven, estudió con los Jesuitas, con quienes desarrolló una sorprendente capacidad de lectura en diferentes lenguas. Se cuenta que colocaba diferentes ejemplares del mismo libro, en dos, tres o cuatro idiomas, en varios atriles, a los que se acercaba alternativamente según le apeteciese continuar el texto en castellano, francés, italiano o latín… seguramente sea una exageración, pero solo un medido aprovechamiento del tiempo puede explicar el pequeño milagro de que, entre tantas idas y venidas y tantas intrigas políticas, pudiese Francisco adquirir el conocimiento de tantas y tan diferentes materias, y que pudiese parir la magnifica obra literaria con la que luego se acabaría descolgando.

Empezaría probando suerte como poeta; en 1605 publicó "Poderoso caballero es Don dinero" que se convirtió en un pequeño éxito de ventas. De esta misma época data el inicio de su correspondencia con el humanista Lipsio o con Miguel de Cervantes… y también en estos días se inició su famosa antipatía con otro santo señero del siglo de Oro: Luis de Góngora. Un año más tarde, Quevedo decidió renunciar a las órdenes menores que había recibido, con lo que de hecho renunciaba a dedicarse al sacerdocio, regresando a Madrid en 1606, ya con una copia manuscrita del primero de sus famosos "Sueños", que no pudo publicar porque los Dominicos, que se acababan de comprar una maquina de censurar nuevecita, se lo impidieron; De todas formas su popularidad era tal, que a los talleres donde se copiaban subrepticiamente sus obras, llegaban las órdenes de pedido por docenas...

Esta popularidad dio origen a numerosas leyendas, en las que Francisco aparece como galán protagonista de un sinfín de lances caballerescos. Solo unas pocas de estas han podido constatarse, como el episodio en el que, el famoso maestro Luis Pacheco de Narváez, después de discutir sobre la bondad de los fragmentos de una de las obras del escritor, se vio desposeído de su sombrero de un botonazo…y es que, con Quevedo, era conveniente andarse con cuidado: era uno de los mejores esgrimidores de la capital del reino.

En 1610 se integra en el séquito del Duque de Osuna, a la sazón Virrey de Sicilia, que pronto aprovechara las inagotables virtudes de Francisco, enviándole a Venecia… ¡de espía! En aquellos días, la antigua República se erigía como gran instigadora de la política contra España en el mediterráneo, y Paco se tuvo que “comer” la famosa conjura veneciana de la noche del 19 de mayo de 1618, en la que la policía de la ciudad del amor liquidaba muy finamente a todos los sospechosos de ser enemigos de la señoría veneciana. Quevedo escapó, vestido de mendigo, gracias a su perfecto acento Milanés…

Con la llegada al poder de Felipe IV y el Conde Duque de Olivares, al de Osuna no le dio tiempo ni a recoger la mesa del despacho, ya que resultó encarcelado ese mismo día; La onda expansiva que siguió a esta catarsis política motivó que Quevedo diera con sus huesos en la torre de Juan Abad. Desde allí intentó ganarse el favor del nuevo valido real con algún éxito, pero las relaciones entre ambos fueron muy contradictorias. En 1624 le dedico su famosa epístola satírica “No he de callar, por mas que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo” pero tres años después compuso la comedia “como ha de ser el Privado” una pieza asquerosamente adulatoria que, atendendiendo a como le fueron las cosas después, más le valiera no haberla escrito jamás.

Visto lo relatado, no resulta fácil explicar como pudo cambiar tan repentinamente la situación. Estando Quevedo en Madrid, en la noche del siete de diciembre de 1639, fue detenido tan bruscamente, que ni siquiera le dio tiempo a vestirse del todo y, tras ser conducido a León, fue encarcelado en el Convento de San Marcos, en condiciones lamentables, durante más de 5 años ¿la explicación? Bueno…en muchas de sus obras de los últimos tiempos se aprecian ataques contra la política del valido pero eso era algo que los políticos se tomaban casi a bien. Algo más tuvo que haber. No fue liberado hasta 1643, cinco meses después de la caída de Olivares. Como quiera que abandonara la celda con la salud quebrantadísima, penó en su cama durante un par de años más, hasta que el 8 de septiembre de 1645, murió.

Intentar glosar la obra de Quevedo sería como poner límites al campo. Escribió multitud de poemas de todo tipo, obras filosóficas, satírico morales como “los sueños”, comedias, obras de pensamiento político como “la política de Dios” o “Marco Bruto” ensayos y una sola novela, “Historia de la vida del Buscón, llamado Pablos”…aunque no hubiera escrito nada más, solo por ella hubiera pasado a la historia de la literatura.

Aún con todo, a mí, personalmente, Quevedo se me aparece como poeta. Francisco permaneció soltero toda su vida. Tuvo relaciones con varias mujeres, incluso hijos, con una tal Ledesma y, en varias ocasiones le intentaron casar, sin conseguirlo. A los 54 cedió, por fin, y se desposó con Esperanza de Aragón, que le duró pocos meses ya que, tras infinitos disgustos, se separó de ella. Probablemente Quevedo adorara a LA MUJER, pero le fastidiaran enormemente LAS MUJERES. Seguramente, la Lisi a la que consagró sus mejores versos no existió jamás y fue una idealización de la mujer de su inspiración… una idealización que motivó el soneto de amor más hermoso de la literatura española.

Amor constante más allá de la muerte
Cierra mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera

Más no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria en donde ardía;
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, más tendrán sentido;
Polvo serán, más polvo enamorado.

Un abrazo

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Un texto...con un fondo especial y romántico, quizás es la música de fondo, quizás el polvo de amor...me llega desde lejos...pero me ha encantado!!

Bikos ;)

Anónimo dijo...

Lo que siempre me ha asombrado de Quevedo es su popularidad mas allá de la literatura. Me explico, mis recuerdos de infancia estan plagados de anecdotas de la vida de este personaje las contaba mi abuelo. Para aclarar el tema dire que mi abuelo no era hombre de letras, sino un albañil en un pequeño pueblo de la España profunda.

Anónimo dijo...

Creo que los dos nombres con los que lo describes (sayón y escriba) son el mejor resumen de lo que Quevedo significó en su época y el interés que suscita.
Muy interesante que me hayas acercado a partes de su vida mortal y ajetreada que desconocía.
Un saludo

Anónimo dijo...

Dado su carácter y su afición a la crítica que le granjeó muchos enemigos, fue desterrado no una, si no varias veces a su posesión de La Torre de Juan Abad (Ciudad Real), posesión que los del pueblo no admitían que fuera suya y también estuvo en la cárcel de Uclés por un breve periodo. Sus enemigos escribieron un libelo en su contra titulado "Tribunal de la justa venganza".
Hay que reconocer que el hombre no se hacía querer, pero su fama llega a todos los rincones.
Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias por visitar mi blog

Turulato dijo...

Don Luís, aún no he leido este artículo -ya lo haré más tarde-.
Sólo vengo a comunicaros que recogí el guante de la Batalla de Fraga y lo tenéis a vuestra disposición en mi "campo"..
Vuestros deseos, señor, son órdenes..

almena dijo...

Cierto, ya solo con "La vida del buscón..." habría demostrado su altura para las letras...
Sayón y escriba, como la nariz protagonista.

Un abrazo

Turulato dijo...

¡Jesuítico y mujeriego!.
Y cojitranco, que por el cariño que le profesáis no citáis..
Ahora entiendo esa sutil y delicada mala leche, que de cuando en cuando me domina...

Anónimo dijo...

No conocía la faceta de espia de Quevedo. Ya sé algo más de él.
Un abrazo.
El poema, una maravilla.

barbara dijo...

Que maravilla poder sentir que en tus venas corre un rio de fuego a tal punto de calcinar tu ser.. hasta la médula de tus huesos.
"por que tu mirar me llama a recorrer aquel sendero, que hace en mis venas arder el fuego".
A traves de los siglos es una constante.
Hermoso poema..
Cariños
B

Anónimo dijo...

Me alegra leer esta hermosa semblanza del fino espadachín cojitranco que se servía de una espada un tanto más larga que los demás debido a su dificultad, traía fritos a sus adversario (lingüísticos y de armas). Hay una hermosa obra de teatro sobre el fin de sus días: «El Jinete de las Espuelas de Oro».

Anónimo dijo...

Precisamente hoy lo estuve leyendo
pero comenzaba así:
Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra
que me llevare el blanco día....
Un besito.

Anónimo dijo...

Primero conocí a Quevedo en su faceta irónica y a través de su rivalidad con Góngora (literatura en el instituto). Después fui conociendo más cosas,la facilidad para los idiomas, su fama de buen espadachín... Ahora conozco algunas más (espía), y un belo poema de amor de su autoría.
Un personaje que al principio se me hizo antipático, poco a poco se va conviertiendo en alguien más simpático. Aunque lo que siempre me ha asombrado y gustado de él es que era muy inteligente y polifacético.
Pero claro, educado con los jesuítas, como no!

Un abrazo

Anazia dijo...

Siempre he tenido curiosidad por leer una obra suya, pero es algo que tengo en tareas pendientes, la verdad... Todavía me queda mucho y más por leer.

Lunarroja dijo...

También era conocida su gusto por lo que hoy llamaríamos las copas.
Un tipo arriesgado, provocador, descarado, sensible a pesar de todo... y con una característica cojera.
El mismo que dio nombre a los famosos "quevedos", esas pequeñas gafitas sin patillas que tanto usaba y que se extendieron en aquella época.

Raúl dijo...

Ese poema lo he leído en otras ocasiones, pero nunca lo he disfrutado tanto. Es que ¿puede haber algo más encantador que ver el hombre que vive en cada verso?
Muchas gracias por presentarme a Quevedo,
Saludos!

Raúl dijo...

A propósito, gracias a ti y a Leo por el delicioso paralelo entre Urraca y Alfonso. La verdad, se tan poco sobre la historia española, que no puedo más que asombrarme cada vez que leo sus post.
Saludos,

Ana María dijo...

No puedo decir que no me importa la vida de los grandes personajes de la historia, sea escritores, pintores,...porque sería mentira, siempre hay cierta curiosidad por saber cómo eran, cómo se comportaban,...pero siempre termino arrepintiéndome de hacerlo porque les tomo algo de manía al conocerlos, y sé que se pierde mucho si se deja de leer o de admirar.......por eso creo que nadie es profeta en su tierra y muy poco son reconocidos en su época, por ese conocimiento "personal".
Quevedo tuvo que ser un capullillo, hacía muy buenas críticas pero se cambió de chaqueta varias veces, se peleaba con to bicho viviente y a las mujeres ....pues ya sabes, no había ninguna buena según él....
Lo bueno es que no es de este tiempo y nos puede resultar hasta gracioso.

Anónimo dijo...

Amigo caboblanco:
Me admira tu elocuencia y el acopio de datos que realizas para ilustrarnos la histori.
Hoy te repito la pregunta: ¿Eres historiador, o algo relacionado?
Saludos
José

Luis Caboblanco dijo...

No..no soy historiador, o al menos, ni lo estudié, ni me gano la vida con ello. Mi elocucencia es resultado de la pasión que en mí provoca lo pasado y, el acopio de datos, es fruto de mi único vicio reconocido: gastar en libros... que es la mejor inversión...

Un abrazo

Grial dijo...

Yo leí por primera vez al Quevedo por obligación, hoy en día le leo con el más inmenso placer..
".. Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos..."

¡Gracias por el regalo!
Buen fin de semana, un beso :)