lunes, 20 de marzo de 2006

El sacrificio de Leónidas

"Leónidas en las Termópilas" , de Jean Luois David
Pocos acontecimientos desencadenan más consecuencias que un enfrentamiento militar. La mayoría de ellas son negativas y acarrean muerte y sufrimiento: la gente pierde a familiares y seres queridos, poblaciones enteras se ven forzadas a dejar aquellos lugares en los nacieron y se criaron, los territorios cambian de mano una y otra vez, se atesoran riquezas y se profanan propiedades…e incluso ideas o convicciones que para algunos serían inequívocos frutos de un delirio o de una enajenación, son impuestas por la fuerza a colectivos enteros, ascienden a la categoría de dogma y se honran sin solución de continuidad, sin que los principales actores de esos tragicómicos homenajes tengan muy claro el porqué. Todo esto, aparte de derivar en cientos y cientos de acontecimientos históricos que no acertamos a recordar ni muchos menos a respetar, genera un corolario todavía más obsceno y mucho más perceptible por nuestros corazones… un mundo al revés… aquel en el que los padres se ven obligados a enterrar a sus hijos.

Y en todas esas guerras hay una característica común: por lo general las desencadenan los grupos, los gobiernos, los países, pero las acaban sufriendo los hombres, las mujeres y los niños… personas que sueñan a diario con disfrutar de las bondades de un “mundo tranquilo” pero que son candidatos perpetuos al sufrimiento desencadenado por la sociedad a la que pertenecen y que les debería proteger. Y ante tamaña desvergüenza, en ocasiones, aquellas ideas superlativas que viajan en las conciencias de los hombres de todas las generaciones que en el mundo han sido, la igualdad, la justicia, la solidaridad, el sacrificio… deciden liberarse de las cárceles de papel o de piedra que las contienen y se rebelan indómitas contra la indiferencia de aquellos que deberían honrarlas siempre, apoderándose de los cuerpos y las conciencias de unos elegidos, para recordarnos que aún están ahí… alumbrándonos.

En el 480 a.C, el emperador persa Jerjes, se propuso conquistar Grecia. El antagonismo y la rivalidad entre los primeros griegos y sus enemigos del otro lado del mar era tan salvaje y venía de tan antiguo que, cuando en Atenas se enteraron de los propósitos de Jerjes, toda persona comprendió que aquel enfrentamiento no iba a ser uno de tantos otros: estaba en juego la propia supervivencia de Grecia, de sus hijos y puede que de su civilización. Quizá por eso aceptaron llamar a Leónidas, el orgulloso Rey espartano al que hasta poco identificaban más como un enemigo que como una ayuda. Y éste, quizá recordando que seguía teniendo más cosas en común con un tebano o un tegeo que un persa y convencido del destino que les aguardaba a todos en caso de derrota, asumió una responsabilidad de la que podría haber escapado, y aceptó tirar del carro y comandar los ejércitos griegos.

La empresa era todo menos sencilla. Los persas, demográficamente muy superiores a sus adversarios, habían movilizado un ejército descomunal que ni aún hoy los estudiosos se atreven a cuantificar en estado sobrio. Leónidas, sabedor de que la formación sólida y compacta de una falange era la óptima para retener a fuerzas superiores siempre que fuera en un paso estrecho, se las ingenió para, avanzando a marchas forzadas, interceptar a los persas en el paso más angosto que conocía… el desfiladero de las Termópilas. Sus hombres, a los que les hacía muy poca gracia hacer de tapón de corcho para la gigantesca botella de espumoso que se les venía encima, le advirtieron sobre el gran número de arqueros que poseía Jerjes, y de que cuando disparaban, "sus flechas cubrían el sol". Leónidas, entrenado a la manera espartana pero bastante buen psicólogo, intentó animar a los suyos "...pues entonces pelearemos a la sombra".

Cuando Jerjes apareció con sus miles de hombres y se topó con el pequeño contingente de soldados griegos, supuso que éstos volverían grupas al ver la magnitud de su ejército. Pasaron cuatro días en los que los persas gritaban contra las descomunales paredes del desfiladero lo que harían con las esposas y los hijos de aquellos que osaban interponerse en sus ambiciones y Jerjes, impaciente, envió un emisario exigiendo a los griegos que entregasen sus armas inmediatamente porque “no tenía sentido morir en vano”. Leónidas respondió: "Ven tú a por ellas y gánatelas".

Y aunque una mañana empezaron a caer flechas como lanzadas por el mismo demonio, fila tras fila de persas se estrellaba contra las lanzas y escudos espartanos sin que éstos cedieran apenas ni un centímetro. Así, a pesar de la grave desventaja numérica, el muro humano que construyeron Leónidas y sus hombres detuvo a las oleadas de soldados enemigos a un mínimo coste, mientras que las pérdidas de Jerjes, aunque minúsculas en proporción a sus fuerzas, supusieron un golpe al corazón de la moral de sus hombres. Y durante las escasas horas horas nocturnas en las que ambos bandos intentaban descansar, Leónidas solía pasear entre los hombres que montaban guardia frente a los persas para susurrarles al oído: "Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado."

Jerjes, desesperado por el desarrollo de los envites, envió al frente a sus diez mil Inmortales, su último y más preciado recurso, pero los resultados siguieron siendo los mismos: Los persas caían a cientos ante las larissas griegas, la moral del ejército estaba por los suelos y entre los griegos no se apreciaban signos de cansancio… y así un día y otro y otro… Fue entonces cuando el soberano persa recibió una inesperada ayuda: Un griego llamado Efialtes ofreció mostrarle un paso alternativo para rodear el desfiladero y solucionar el asunto por un módico precio, y Jerjes, en cuanto sus exploradores le confirmaron la veracidad del hallazgo, destacó lo mejor de las fuerzas que le quedaban para flanquear el paso.

Cuando Leónidas detectó la maniobra del enemigo, se apresuró a ordenar la retirada de todos sus aliados griegos, con la esperanza de que acertaran a retroceder en orden y organizaran la defensa de las ciudades, quedándose él y los trescientos espartanos que le quedaban con la intención de presentar batalla hasta el final, de hacer perder tiempo a sus enemigos, de sacrificarse... Al despuntar el alba del cuarto día Leónidas dijo a sus hombres: "tomad un buen desayuno puesto que hoy no habrá cena". Fue tal el ímpetu con el que los espartanos lucharon que Jerjes decidió abatirlos de lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres. Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron intentando recuperar su cuerpo.

El sacrificio de los espartanos tuvo amplias repercusiones en la Grecia de la Antigüedad; tal fue su fama y la repercusión de su empresa, que hasta el día de hoy es considerada como uno de los ejemplos máximos de sacrificio ante una tarea imposible, en la cual unos pocos se opusieron a la maquinaria de guerra más poderosa de su época y ofrecieron sus vidas para preservar el honor de su tierra y la existencia de aquellos a los que más querían. Al pié del desfiladero, se conserva un placa que transcribe un verso escrito, premonitoriamente, por el poeta Alceo más de cien años antes de la batalla... "Viajero, ve a Esparta y diles que hemos muerto por obedecer sus leyes".
Las leyes se pueden obedecer de varias maneras. Apuesto en que en sus últimos momentos estaban obedeciendo a sus corazones...

21 comentarios:

Anónimo dijo...

...No hay lección ni pago más caro, por supuesto. A estas alturas tampoco nos faltan ejemplos, pero deberíamos aprender de la historia y evitar que ningún gobierno lleve a las gentes a situaciones caóticas o de desastre. Instructivo, Caboblanco... SALUDANDO:
LeeTamargo.-

Anazia dijo...

Dos veces he visto hace dos días lo que comentas en el Canal Historia...

Por lo que he visto, Leónidas se sacrificó por lo que le dijo un oráculo: "En la guerra o muere un rey espartano o morirá toda Grecia".

Ahora mismo estoy leyendo un libro sobre celtas, y ante el reportaje que ví y el libro que estoy leyendo, hay terribles similitudes entre los celtas y los espartanos, teniendo en cuenta que los celtas llegaron hasta oriente medio sin guerras, únicamente con sus creencias...

Bueno, jamás podré simularte en una explicación y por eso ni lo intento. Sólo puedo decirte que me encanta volver haber vivido el reportarje desde tu punto de vista.

Un besote

Anónimo dijo...

En primer lugar, agradecerte la visita a mi blog...en segundo lugar...Cómo no conocía todavía un blog tan interesante...bueno procuraré enemndarlo en lo sucesivo.

Leónidas de Esparta es uno de los más grandiosos héroes de la antiguedad a mi modesto entender, su sacrificio no fue en vano, ya que despues, en la batalla naval de Salamina, la flota ateniense destrozó la flota persa de Jerjes.

Un canario que tuvimos en casa le pusimos de nombre Leónidas, despues de ver en la "tele" la película "El León de Esparta", un "peplum" si quieres pero que impresionó a un crío al que le gustaba la historia.

Saludos.
Adrià Urpí

Anónimo dijo...

Nunca sé si las grandes gestas bélicas son por heroísmo y sentido del deber o porque simplemente han intoxicados por campañas publicitarias de sus gobernantes, nunca lo sé.

Conclusión debo leer mas Historia y menos periódicos...

En cualquier caso lo cuentas de tal modo que es un placer leerlo. ¡Gracias!

Juan Antonio del Pino dijo...

Otro comentarista se me ha adelantado con lo de "El León de Esparta", que recuerdo como peplum pero de los buenos. Me impresionó esa peli cuando la vi de niño y de ahí recuerdo lo de las Termópilas y los 300 espartanos.
Por cierto, un magnífico cómic sobre el tema lo ha hecho el señor Miller (el de "Sin City" y muchas otras cosas más ,mucho mejores)y el título, obviamente, 300.

Y sobre los desastres de la guerra que comentas y su obscena manipulación por los que mandan...totalmente de acuerdo.

saludos

Lunarroja dijo...

En ocasiones, las leyes, están precisamente para no cumplirlas...

Turulato dijo...

Permíteme amigo...
Mi padre tenía aquel día 82 años... Siempre discutiamos..
Él, quizás, nunca entendió mi rebeldía, que yo podía ejercer gracias a lo fácil que era vivir -materialmente- siendo su hijo.
Yo no asimilé nunca su... ¿subordinación?..

Veíamos un reportaje histórico en la TV; narraba hechos de guerra. Los reducía a "todo malísimo" y a "los que combatían lo hacían porque les obligaban".
El anciano lo veía en silencio.., hasta que estalló: "¿¡Es qué no pueden entender que para arriesgar la vida hasta la muerte durante tanto tiempo es preciso creer en aquello por lo que se lucha!?".
El reportaje describía la batalla donde ganó su segunda Medalla Militar Individual, donde le hirieron, cuando mandaba su Agrupación.

Efectivamente, la guerra, cualquiera, es mala en si misma.
Y también estoy convencido que hay ocasiones en que la única manera de defender un rastro de verdad es peleando.
Lo he vivido. Ya lo tratamos.
Y aseguro, tras comprobarlo, que, después de un genocida, la mayor cantidad de sangre derramada corresponde al pacifismo a cualquier precio.

Y como en España tenemos sobrados ejemplos de quienes se sacrificaron, poniendo en riesgo su vida, ante el peligro que corría la de sus compañeros, recordemos al Teniente Coronel don José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna, Marqués de Cavalcanti, nacido en Cuba y casado con una hija de doña Emilia Pardo Bazán.
El 20 de septiembre de 1909, al mando de un escuadrón de Cazadores de Alfonso XII, cargó en Taxdirt sobre la Harka que había rodeado al Batallón de Cazadores de Cataluña, rompiendo el cerco.
Las fuerzas moras pueden estimarse en unos 1500 hombres, alrededor de 10 veces el número de soldados españoles de Caballería.
Sin pensárselo, cargó de nuevo contra el grueso de la Harka, a la que causó numerosas bajas, sufriéndolas también su escuadrón, lo que le obligó a una tercera carga -prácticamente "al paso", al estar agotados los caballos- para retirar las bajas, ocupando seguidamente una posición, que defendió y sostuvo hasta la llegada del Batallón de Cazadores de Tarifa, que finalmente aseguró el repliegue.

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos. Los celtas son un pueblo curioso, sin duda; la máxima de que hay que acercarse al hecho histórico concreto sin ideas preconcebidas y con la mente abierta, es más cierta aún cuando se refiere a éste pueblo, vital, supersticioso y sobre todo, diferente. Efectivamente, llegaron hasta Oriente Medio, e incluso algunos contingentes suyos llegaron a estar al servicio de faraones egipcios, como mercenarios.

Adriá, encantado de "conocerte". Leónidas fue un nombre muy común en España durante la segunda mitad del siglo XIX, en pleno áuge del romanticismo español.

Juan, confieso que he puesto a "bajar" el comic de la red. Me pica la curiosidad.

Luna, mi formación - o deformación, según se mire - en Derecho me impide convenir contigo en que las leyes están para no cumplirlas. Si acaso, tenemos la obligación de interpretarlas al hacerlo, y cualquier persona que acostumbre a empezar a vestirse por los pies no dañará a nadie aplicándola. El problema es la otra inmensa minoria...

Turu, bien sabes que España es una enorme fuente de ejemplos de heróicas historias y sacrificios más o menos futiles. A ello nos han condenado nuestros gobernantes y, en menor medida, nuestra historia y nuestro caracter. Ójala tantas muestras de sincera vocación de servicio no fueran necesarias, pero algo me dice que no será así. No conocía la historia pero creo que Marruecos o Ifni tienen muchas historias que contar. Aquí estaremos.

Un abrazo.

Verso dijo...

Gracias por acercarnos la historia.

Me permites poner la nota de humor ante tanta guerra?

Leonidas son bombones belgas elaborados con las mantequillas y natas mas frescas, consiguiendo unos chocolates deliciosos que harán las delicias de los más exigentes paladares.
Doy fé de que están buenísimos, me los mandan desde Bruselas :-O

Saludos.

Mayte dijo...

Sin duda la historia da precedentes que ignoramos y no aprendemos...

Un placer seguir disfrutando de la historia y sus pasajes a través de tus letras.

Bikiños :)

Anónimo dijo...

Para defender el Paso de las Térmópilas, como nos explica Cabo- blanco,El Consejo federal griego envió a Leónidas con trescientos espartanos a defenderlo y seguros de su muerte celebraron sus propios funerales con juegos solemnes junto a sus familiares.
Esta persona tiene espíritu espartano, que se caracteriza por su conducta sobria y severa.
Para hacer lo que hicieron , su formación tuvo que ser muy fuerte.
Un abrazo NIna

Anónimo dijo...

Para defender el Paso de las Térmópilas, como nos explica Cabo- blanco,El Consejo federal griego envió a Leónidas con trescientos espartanos a defenderlo y seguros de su muerte celebraron sus propios funerales con juegos solemnes junto a sus familiares.
Esta persona tiene espíritu espartano, que se caracteriza por su conducta sobria y severa.
Para hacer lo que hicieron , su formación tuvo que ser muy fuerte.
Un abrazo NIna

Juan Antonio del Pino dijo...

La formación espartana era eso,mu fuerte. Empezando por despeñar a todos los niños con alguna presunta tara física, siguiendo con un adiestramiento militar rigurosísimo, y una sociedad esclavista y más bien cruel.
Sin embargo, sus éxitos militares tampoco parecen estar a la altura de las espectativas (quizá eran demasiado guerreros y poco políticos y no supieron aprovechar sus ventajas cuando las tuvieron.)
En la Guerra del peloponeso se las vieron negras para derrotar a los atenienses (una plaga diezmó a Atenas y eso les ayudó bastante). Más tarde surgió otra potencia haasta entonces desconocida, Tebas, (por cierto que los tebanos bien merecen un buen post) que resultó ser todavía más fuerte que Atenas y los derrotó por completo (ante el pasmo y el asombro del resto de los griegos, que ya empezaron a perderle el respeto a Esparta). Una revuelta de sus esclavos, los ilotas, les costó Dios y ayuda sofocarla...
Muy militaristas pero, a la hora de la verdad, lo que se dice siempre, Esparta es hoy en día un puñao de ruinas y de Atenas surgió nuestra civilización.


P.D. Cabo Blanco, ya me contarás que te parece el cómic de Miller.

Anónimo dijo...

Caboblanco, permíteme dejar hoy nada más que la firma, pienso volver a leer el artículo con más detenimiento y quizás sea tarde para poder aportar nada nuevo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Morir por unos ideales, por unas convicciones. Derroche de valentias y de vidas. Quizzá sin esta gesta Grecia no sería como tal a conocemos.

Interesante siempre. Un abrazo

Luis Caboblanco dijo...

Vamos al lío...

Incondicional, no conocía esa otra “faceta” de Leonidas, mucho más dulce en cualquier caso. Bueno es saberlo.

Nina, la falange, una de las formaciones militares más famosas de la historia, tenía sus pros y sus contras, pero para una situación como la de aquellos espartanos era sencillamente la mejor de las posibles. Una centena de hombres empuñando sus larissas o lanzas de unos cinco metros de longitud unos sobre otros, representan un obstáculo muy difícil de superar si no se puede flanquear. Curiosamente no fue la caballería la que condenó al olvido a la falange sino la Legión romana... y casi sin quererlo: En la batalla de Pidna (188 a. C.) los romanos se arrojaron contra una falange y salieron muy perjudicados; en la retirada subsiguiente, los legionarios buscaron la protección de una montaña y los macedonios, en la persecución, se dispersaron convirtiéndose en una presa fácil. Conclusión: la falange necesita un terreno plano y una perfecta sincronía para ser efectiva.

Juan P, posiblemente sea cierto; una sociedad con buenos guerreros no tiene porqué prevalecer si no está bien comandada. Esparta era bastante extremista en sus comportamientos y pronto se ganó la animadversión del resto de ciudades griegas. Por cierto, los Ilotas no fueron exactamente esclavos sino siervos, pues estaban “encadenados” a la tierra que cultivaban y no a su dueño. Si se vendía la tierra, se vendía con ellos dentro... en cierto modo, un precedente del feudalismo. La guerra que desencadenaron se desarrolló en forma de enfrentamiento de guerrillas y duró más de 10 años. En cuanto al comic, te contaré...

En contra de lo que pueda parecer, la dureza de la educación espartana no estuvo, en realidad, motivada por su belicismo. Se fue incrementando con el paso de los siglos y el máximo grado de violencia e irracionalidad se alcanzó precisamente bajo la Pax Romana, en pleno siglo II d.C. cuando Esparta no era ya sino una pequeña ciudad sin importancia. Las gentes de Roma hacían verdadero turismo para verlo, y se empezó a cobrar entrada por ver, por ejemplo, flagelar a niños de 8 o 10 años. Y esto parece totalmente verídico...

Saludos

Leodegundia dijo...

Después de leer el artículo y los comentarios, yo sólo quiero destacar un detalle que parece que todos pasaron por alto, algo muy común en las guerras y de lo que yo ya escribí hace tiempo. El traidor. ¿Qué hubiera pasado si no hubiese aparecido el traidor de turno?, es posible que la guerra hubiese tenido otro final muy diferente, pero el traidor es un personaje que siempre hace su aparición logrando en muchos de los casos dar un giro a lo que podría haber sido.
Una delicia tanto el artículo como la tertulia.

Anónimo dijo...

La introducción me ha parecido brillante.Y las aportaciones, estupendas... y puedo decir más entre estornudos...
El abrazo para cuando mejore, no vaya a ser :(

Raúl dijo...

Tengo tantos nombres y tantas historias en mi cabeza, que a veces no sé ni que sé. Lo que tengo claro, es que nombre que veo en tu blog, nombre que queda tatuado en mi memoria para siempre.

Saludos,

Maz dijo...

Leo tiene razón: si no hubiese un traidor (como en muchas historias de la historia) tal vez todo hubiese sido distinto. ¡Quién sabe si nos acordaríamos de Leónidas del mismo modo!
De todas formas, es uno de mis héroes (y mis bombones, que yo también los conozco y los compro :P) favoritos.

Anónimo dijo...

Se dice que sobrevivieron dos de los trescientos hombres en el combate. Uno de ellos, se suicidó al llegar a su casa, y el otro cayó en la batalla de Platea, redimiendose.
La verdad es que eran combatientes muy buenos. Pero claro, la falange lo que tiene es que en un espacio cerrado puede defenderse de tropas muy superiores. Tubo que aparecer la legion (que requiere espacio, pero puede maniobrar mejor) para eliminarla.
Edem