lunes, 27 de marzo de 2006

¡Qué he hecho yo para merecer esto!

Amadeo, en plan torero...

La revolución de 1868 creo una corriente de simpatía hacia España en toda Europa, puede que porque, a diferencia de otras naciones, nuestro país había demostrado por una vez, ser capaz de cargarse de forma incruenta a toda una reina. Más la situación distaba mucho de poder considerarse tranquila. Los enemigos de la ex – reina Isabel II podían coincidir en aborrecerla pero muy poquito más y, desde luego, entre esas escasas coincidencias no estaba la de contar con un candidato común al goloso trono que acababa de quedar vacante. Mientras el general Prim se desgañitaba en las Cortes gritando que los borbones no regresarían al trono español “…jamás, jamás, jamás!”, los presuntos candidatos iban siendo "nominados" sin especial dificultad, ya sea por deficiencias propias o por inconvenientes derivados del complejo juego de alianzas que campeaba entonces por Europa.

Al final, casi por eliminación, se decidió por apostar por Amadeo, Duque de Aosta, curiosamente el único que había manifestado a los cuatro vientos que no tenía ningún interés en emigrar a nuestro país, quizás porque se olía el regalo envenenado que le aguardaba en el solar patrio. Pero, Amadeo tenía un padre de aquellos de “categoría”, el monarca italiano Víctor Manuel, que estaba como loco por presumir de hijo y luchaba por colocarlo en un puesto de trabajo acorde con su rancio abolengo… así que, después de algunas llamadas a las principales cancillerías europeas, consiguió el apoyo de Alemania y Gran Bretaña a la candidatura de Amadeo, y ésta fue aprobada sin demasiados problemas en las Cortes Españolas, que estaban deseando poner fin a esta cuestión para poder irse a tomar el aperitivo…

El caso es que de Amadeo se puede decir de todo, menos aquello de que llegó con un pan debajo del brazo. Un par de días antes de su llegada, a Prim, su principal y prácticamente único valedor, le volaban la cabeza de un trabucazo en la Calle del turco (hoy, Marques de Cubas). El nuevo rey recibió la noticia nada más bajar del barco en el que viajaba, y se dirigió inmediatamente a rezar ante el cadáver de su "cicerone" pero la frialdad del ambiente que se encontró fue tal, que le costó incluso cruzar palabra con algunos de los que más tarde iban a ser sus ministros. Amadeo estaba cargado de buenas y sinceras intenciones más, sin embargo, no iba a conseguir granjearse el cariño de los españoles, que estaban acostumbrados a un enorme distanciamiento del poder y criticaban, por ejemplo, que su nuevo Rey saliera a pie por las mañanas a desayunar al Café Suizo, o que se le viera paseando tranquilamente por La Castellana. Y aquellas muestras de sorpresa por lo inesperado y “moderno” de su conducta, pronto se iban a convertir en actitudes de mala educación e incluso abierta hostilidad.

La gota que colmó el vaso fue la llegada de María Victoria, su mujer. “Mariví” era culta, elegante, no guapa pero si atractiva y tenía un corazón que no le cabía en el pecho… ¿conclusión?... sí, efectivamente… la nueva reina cayó aún peor que su marido. Mientras que las familias de alcurnia de la capital se negaban a acudir al palacio, los nuevos ricos que habían entrado a formar parte de la nobleza casi de rebote, como el general Serrano, sí que iban, pero solo para comportarse con una inmensa soberbia. Tan escasas y desagradables eran las visitas que se recibían en el Palacio del Pardo, que hubo que cerrarlo en sus tres cuartas partes porque la mayoría de las estancias no se utilizaban. Amadeo y Sra. Acabaron viviendo en seis habitaciones, lo que comparado con la licenciosa vida de las clases altas de Madrid, equivalía en realidad a que los reyes se comportaban como una familia de clase media.

Y así pasaban los días, entre la indiferencia del pueblo al que habían venido a representar y los nauseabundos intentos de manipular la figura real sin reparar en el daño que estos políticos sin escrúpulos hacían a la institución clave del Estado español. Si Amadeo y Mariví no se habían marchado ya, debía de ser a su sincero sentido del deber que, desde luego, no fue apreciado por la mayoría de los españoles. Un día, los reyes decidieron cenar fuera de palacio y al terminar se dirigieron al Parque del Retiro donde se celebraba un concierto. A la llegada del monarca todas las sillas estaban ocupadas y, a pesar de que embarazo de la Reina era más que evidente, ni una persona se levantó para ofrecer su asiento a Victoria. A la vuelta, el carruaje que les transportaba fue rodeado por un grupo de personas que abrió fuego contra los reyes, con el milagroso resultado de tan solo un caballo muerto. Y hubo varios días muy parecidos a éste.

Una mañana, con Amadeo hasta los coj… y su esposa al borde de un ataque de nervios, diversos acontecimientos en el seno del ejército desencadenaron una fuerte crisis, que motivó que una delegación del Arma de Artillería consiguiera llegar hasta el Rey y le aconsejara suspender las garantías constitucionales como paso previo a reinstaurar el orden… o más bien “su” orden. Amadeo, hastiado, se levantó de forma pausada, miró a los presentes firmemente y en su mal español dijo “yo…me opongo”. Acto seguido se dirigió a los despachos de Ruiz Zorrilla, Jefe de Gobierno, y le espetó aquello tan socorrido de "ahí te quedas".

El lunes 10 de febrero de 1873 se celebró el último consejo de ministros. Los miembros del partido radical aprovecharon para someter a la firma de Amadeo diversos decretos en los que, básicamente, se les concedían títulos, honores y propiedades, decretos que el todavía Rey firmó con una media sonrisa, comentando a su secretario… “hagámoslo y aseguremos el pan de sus hijos… ya que los padres no saben hacer otra cosa”. El 13, en un destartalado vagón de tren sin calefacción, partían Amadeo y Mariví hacía Lisboa, sin comida, ni agua. Afortunadamente, uno de los 5 parlamentarios que les acompañaban aceptó compartir un bocadillo de jamón con su todavía soberana.

Amadeo y su mujer hubieran podido ser magníficos reyes constitucionales, al menos al estilo del siglo XIX. En todas sus acciones se mostró mesurado, justo y, sobre todo, jamás firmó nada en contra de la Constitución que le habilitaba como soberano

Propongo un magnífica e innovadora tesis para cualquier estudiante de sociología… ¿Cómo es posible generar tanta animadversión y odio, sin hacer absolutamente nada mal?

15 comentarios:

Mayte dijo...

Ir contra la corriente siempre es dificil...más aún cuando se trata de un Rey que contaba con poco apoyo y estando bajo la mirilla de todos...interesante siempre Cabo.

Un biko y buena semana.

Silvia dijo...

Interesante la historia de Amadeo. ¿Adónde habríamos llegado si le hubieran dejado gobernar?
En cuánto a tu pregunta del final, no soy socióloga, pero creo que la respuesta es por envidia. Nuestro 'deporte nacional' hace que odiemos y despreciemos lo que nos muestra nuestras carencias, porque es más cómodo y fácil que intentar mejorar.
Un abrazo y buen lunes

Maz dijo...

Yo creo que, si le hubiesen dejado, Amadeo hubiese sido un rey maravilloso. Pero claro, un rey que se comportaba como persona en vez de como noble... no era muy bien visto. Y si encima era justo, comedido y constitucional, pues peor todavía.

Anónimo dijo...

...Tal vez porque no se admitía que fuese designado "a dedo". El descontento del pueblo se dejaba notar, aunque aún andaba lejos la democracia. Además tampoco el horno estaba para bollos, se arrastraba una decadencia durante todo el siglo y faltaba poquito para el desastre de 1898. Gracias, Caboblanco, siempre interesante...
SALUDANDO: LeeTamargo.-

Anónimo dijo...

Ya se sabe que poner a los españoles de acuerdo para cualquier cosa es algo imposible, la llegada de este rey no fue diferente, la mayoría estaban en contra, los carlistas, los alfonsinos, los republicanos y las organizaciones obreras y la burguesía que podía haberle ayudado mostró una actitud muy vacilante, así que sólo le quedó el partido progresista, pero esto no sería todo, este partido se dividió en dos, constitucionales y radicales, lo que acabó por dejar al rey con un apoyo mínimo y en realidad no muy fiable, así que optó, con toda la razón del mundo, por regresar a Italia y volvió a tomar posesión del ducado de Aosta.

En cuanto a tu pregunta creo que la respuesta es bastante sencilla: porque los españoles menos pararse a pensar, cualquier cosa. El carácter apasionado lleva a la gente a tomar partido sin conocer siquiera si el partido que toman está bien o mal, o si es bueno para el país o no, nada importa, se lanzan a formar parte de una posición igual que los toros arremeten contra la muleta y el resultado es el mismo, muerte y destrucción. ¿Algún día utilizaremos la cabeza para algo más que para peinarnos?.

Un abrazo

Turulato dijo...

¿Has leido o visto la obra teatral "Los peces rojos", de Jean Anouilh?.
Quizá en sus escenas finales esté la respuesta a tu pregunta...
Dos niños íntimos amigos; uno hijo de un rico empresario, otro hijo de su jardinero.
Cuando son mayores, uno ha pasado a ser empresario y coloca al otro en su empresa, ayudándole todo lo que puede.
Mantienen su amistad, cordialísima, hasta la revolución...
El más pobre se convierte en el máximo jefe revolucionario e inmediatamente ordena la ejecución de su amigo.
Este, antes de morir, le dice: "¿Por qué?. No lo entiendo".
Y el revolucionario le contesta: "Te he odiado siempre. Eres mucho mejor que yo; eres un hombre bueno y noble. Sólo haciéndote desaparecer dejaré de verme cada día tan miserable como soy".

En aquel tren viajaban también los tres hijos de SS.MM. El más pequeño, Luis Amadeo José María Fernando Francisco de Saboya-Aosta, duque de los Abruzzos, ha pasado a la Historia como uno de los más grandes exploradores que ha parido madre.
Aquel fué su primer viaje...
Luis de Saboya se ganó un puesto de honor en la Historia gracias a sus brillantes expediciones desde el Polo Norte al macizo del Ruwenzori en África o desde el Monte San Elías en Alaska al Karakorum en Asia.

Para este viejo montañero, y para cualquiera que se enfrente a si mismo en los "couloirs" de un "ocho mil", resonará siempre su nombre en la vía que descubrió: “el espolón de los Abruzzos”, por donde se ascendió al K2, la montaña, quizá, más bella.

Jose Antonio del Valle dijo...
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Jose Antonio del Valle dijo...

Acabo de descubrir tu blog vía webstats, y me parece cojonudo. A seguir así.

Anónimo dijo...

Un episodio bastante olvidado, ¿por qué siempre recordamos los mismos personajes y olvidamos a otros muchos? Quizá la memoria colectiva tambien es selectiva o...le falta independencia.

Anónimo dijo...

Lo que me estoy perdiendo.Un abrazo Nina

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos. Pues sí, es posible que en el cómo desembocaron los acontecimientos haya parte de envidia, parte de rencor, algo de falta de memoria y una pizca de temor malsano a lo que no se conoce. Amadeo fue ante todo, una oportunidad perdida. Y no solo por lo que él podría representado, sino porque los amantes de la monarquía dejaron escapar a la que podría haber sido una fabulosa reina consorte. Años más tarde, desde Lisboa y también desde Roma, Mariví dilapidó parte de su fortuna personal apoyando causas en España como, por ejemplo, la primera guardería de nuestro país, para los hijos e hijas de las lavanderas del rio manzanares. ¡Ah!... y nunca firmaba las donaciones con su nombre.

Esta mujer no tiene una estatua, simplemente porque no ha matado a nadie.

Turu, es verdad. Sabía que su hijo fue gran escalador pero no conocía tanto sobre sus andanzas. También se cuenta que Amadeo intentó volver a España a título personal cuando enviudó, pero el gobierno de entonces lo desacosejó.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Nuevamente, felicidades por tu artículos. ¿Explicaciones? Creo que tú mejor que nadie, por tus conocimientos de historia, podrías darlas. El ser humano, y más concretamente, el españolito de pro, tiene una natural tendencia a cuestionar a los innovadores y, si puede, a eliminarlos. No interesa demasiado a la sociedad la gente que piensa en exceso, ¿no crees?

Un saludo, Cochise.

Anónimo dijo...

Nuevamente, felicidades por tu artículos. ¿Explicaciones? Creo que tú mejor que nadie, por tus conocimientos de historia, podrías darlas. El ser humano, y más concretamente, el españolito de pro, tiene una natural tendencia a cuestionar a los innovadores y, si puede, a eliminarlos. No interesa demasiado a la sociedad la gente que piensa en exceso, ¿no crees?

Un saludo, Cochise.

Juan Antonio del Pino dijo...

Como siempre, descubriendo personajes de la Historia en este blog.
Pobre Amadeo (y señora), no conocía sus desdichas en este país. Si queremos verle el lado bueno a la cosa, menos mal que se pudo ir tranquilamente.
Lástima de oportunidad perdida (otra más).
Por cierto, (si me lo permite Caboblanco)me permito recomendar el blog de Jose A. Valle, que ha aparecido unos cuanto comentarios antes.
http://vidas-ajenas.blogspot.com/
Vidas Ajenas es un magnífico repaso a las biografías de muchos olvidados de la historia. Y contadas de forma excepcional.
saludos

Anónimo dijo...

Pues vete tu a saber. Porque no era de la tierra. Por envidia como dicen más arriba o por intrigas palaciegas...


PD: Puedes mirar lo que quieras en mi blog. Es bonita la foto verdad???

Besos muchos