domingo, 21 de mayo de 2006

¿Unas cartas?


La afición que despertaron los juegos de cartas en la Edad Moderna fue enorme… ¡y eso que aún no había sucursales de Cajamadrid que regalasen las consabidas barajas verdes con motivo de la Navidad o la apertura de una nueva libreta! El gusto por este pasatiempo, que en Europa tuvo sus altibajos, debió de alcanzar en la península tintes disparatados, hasta el punto de que los naipes tuvieron que ser expresamente prohibidos en los cementerios y las cercanías de palacios y en las plazas. De la baraja española se dice que la inventó un tal Vilma, cuyo nombre no era más que la contracción de “Vil hambre”… por las desgracias que a tantas familias acarreó su perniciosa ocurrencia. Tenía entre cuarenta y cuarenta y ocho cartas, agrupadas en cuatro palos, como la italiana, aunque las barajas de ambos países se distinguían por los dibujos. Los bastos italianos no son las gruesas porras nudosas españolas sino bastones de mando, y las espadas son largos sables recurvados que se presentan cruzados sobre el naipe, a diferencia de las ibéricas, que son cortas dagas que no se cruzan jamás.

Hay que explicar que el juego de cartas no es pernicioso en sí mismo; Al igual que cuando se efectúa un disparo, en el que no es la bala misma la que mata sino la velocidad a la que se mueve, el problema de los juegos de cartas es que en España siempre han viajados a lado de una inseparable compañera: la apuesta. Jamás el intelecto humano funciona con tanta perfección, como cuando cavila sobre las formas de desplumar al vecino: flux, rentoy, primera, quince, treinta, flor, pollas, reparola, pintas, triunfos, capadillo, tenderete, siete y media, cartera, vueltos, presa y pinta… y así, hasta que ustedes quieran; la lista de maneras de quedarse sin blanca ayudado por una baraja es más amplia que la de fracasos españoles en Eurovisión. Esto, unido al más que tradicional “mal perder” patrio, hacía que se tirara de espada mucho más de lo necesario, y que tranquilas partidas entre compañeros y amigos acabaran en vertiginosas carreras por tejados y terrazas, en las que ya era la propia vida la que estaba en juego.

Si tahúres y jugadores eran personajes fáciles de encontrar en tabernas y mesones, no lo eran menos los tramposos y "fulleros". Estos últimos, auténticos paradigmas de la España del XVI, trabajaban en ventas y locales de mala nota, y entre ellos no faltaban militares que usaban sus habilidades para completar sus ingresos o mejorar sus pertenencias a costa de cualquier incauto que se pusiera a tiro. Había los que usaban barajas “apañadas” llamadas en España “naipes hechos”, o los que trabajaban en equipo, con “apuntadores” que indicaban distraídamente al fullero las cartas que tenía el “bueno”, esto es, el pobre ingenuo al que pensaban menguar. Otros personajes típicos de la fauna carteril eran las “mazas”. El nombre les venía dado por los maceros o guardias que custodiaban la persona del Rey… y que no tenían mucho más que hacer. Al igual que estos, se pegaban a los jugadores que estaban en buena racha, jaleando sus triunfos, y comiendo y bebiendo a su costa y sin soltar un maravedí.

El juego se prohibió además en monasterios, ayuntamientos y en campamentos militares. En este segundo caso, la explicación es bien sencilla: no parece muy recomendable permitir envites en un lugar en el que abundaban la espada, la daga, y el arcabuz. La medida fue tal mal tomada por los soldados, que hubo que revocarla en parte, permitiendo al menos jugar en el cuerpo de guardia, lugar en el que siempre había vigilancia, y en el que una pelea posiblemente pudiera ser controlada antes de ocasionar un disgusto. También se permitieron las apuestas, quizás porque sin lo uno no tenía sentido lo otro, pero se castigó con la muerte envidar las armas, no fuera cosa de tener que ir a pelear a la mañana siguiente armado de una espumadera…

¡Ah!... durante la conquista de América, Hernán Cortés fue un poco más allá y, seguramente movido por su descomunal inquina a los juegos de naipes, prohibió la mera tenencia de barajas y castigó con la horca a aquel que osara contravenirle. En principio se respetaron las ordenanzas y no hubo cartas en la expedición, pero un soldado llamado Pedro Valenzuela se daba la suficiente maña como para pintar los naipes sobre cuero de tambor y endurecerlos al sol… Cuando terminó su obra, la ofreció al mejor postor y acabó entregándosela a uno de los capitanes a cambio de su caballo.

Cuentan que a la mañana siguiente, cuando el humilde soldado se presentó a formar a lomos de un hermoso caballo tordo, Cortés se quedó de piedra…

17 comentarios:

Anónimo dijo...

...La baraja española tiene amplio repertorio: el mus, la flor, el tute, la brisca, etc. Eso sí, mejor irse de paseo cuando empiezan a embargar las propiedades... SALUDANDO:
LeeTamargo.-

Anónimo dijo...

Pues yo sólo sé jugar al solitario y al cinquillo ya ves, sosa para todo hijo...

Besos muchos.

Anónimo dijo...

En Vitoria se encuentra el museo del Naipe de Heraclio Fournier, el mayor (si no el único) fabricante de naipes de España. Os lo recomiendo si aún no lo habeis visitado.

Lunarroja dijo...

Desconocía tantas historias sobre la baraja y los juegos.
No soy muy jugadora, pero prometo contar alguna de estas historias en mi próxima partida!!!!!

Anónimo dijo...

Aitor se ha adelantado a mi recomendación, os dejo un enlace que no hace justicia al magnifico museo, del que no he encontrado una pagina "decente".

http://www.vitoria-gasteiz.org/we027/http/html/es/020205.shtml

Anónimo dijo...

Existen noticias pintorescas y míticas sobre la invención de las cartas.
Según Covarrubias en su "Tesoro de la Lengua castellana" (1611), el inventor de las barajas fue un tal Nicolás Pepín- un sevillano, por más señas-; en las primeras puso sus iniciales N y P, y con el tiempo "degeneró" en la palabra "naipe". También la tradición literaria castellana atribuye a los naipes origen barcelonés y la paternidad al ya citado Vilhan o Villán.
A finales del s.XVI la mayoría de los garitos eran propiedad de grandes señores y la "fauna" de las casas de juego ( coimas, mandrachos, palomares o leoneras)era muy curiosa por el grado de especialización. Así estaba el "enganchador" que reclutaba incautos, el "pedagogo"que ofrecía sus servicios y malas artes a disposición de los jugadores ricos, "apuntadores","mirones", "maulladores", "modorros"( que fingían estar dormidos pero que espabilaban pasada la medianoche y desplumaban a los rezagados) y para terminar,el más vil de los parásitos que según palabras de Quevedo en "El Buscón", se afana y "despabila velas o trae orinales, mete naipes y solemniza las cosas del que gana: todo por un triste real de barato". Lo de los orinales era por lo visto para los que no se levantaban de la mesa ni para hacer un pis... ¡Qué vicio!.


Un abrazo

Leodegundia dijo...

Hay quién opina que los naipes en su origen están basados en el ajedrez debido a la analogía de las figuras principales, rey, caballo, dama. En el “Libro de los Juegos” de Alfonso el Sabio no se mencionan, pero si en el estatuto de Juan I que los prohíbe lo que puede que sitúe su aparición hacia el siglo XIV.
Muchos opinan que nacieron en España y que su difusión fue muy rápida desde aquí a Italia y a Francia. Desde el primer momento se dividieron en cuatro palos, oros, copas, espadas y bastos en España e Italia y trébol, corazón, pica y diamante en Francia e Inglaterra.
:-))) Bueno, estos son datos sacados de la Enciclopedia Larousse ya que yo de los juegos de cartas no se nada, las pocas veces que jugué, siempre perdí.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Me encanta jugar a las cartas, pero sin dinero real con pesetillas rubias, te lo pasa en grande.Me ocurre una cosa curiosa,siempre gano las primeras manos despues ni las gracias.
En el diccionario Espasa me he encontrado una serie de frases relativas a los naipe y ma han parecido interesantesy he seleccionado unas cuantas:
DAR BIEN EL NAIPE.Ser favorable la suerte.
DAR MAL EL NAIPE.Ser contraría la suerte.
ESTAR COMO EL NAIPE.Estar muy flaco y seco.
FLOREAR EL NAIPE.Disponer la baraja para hacer fullerías.
JUGAR UNO CON DOS NAIPES.Proceder con doblez.
Y como me gustaba CLAR GABLE en Lo que el viento se llevó" en su papel de fullero

Silvia dijo...

Muy educativo el artículo y los comentarios de los visitantes.
Yo no soy muy jugadora (algún póker ocasional), pero recuerdo las 'movidas' que tenían mi abuela y sus amigas jugando a la brisca. Y si algunas se peleaban por una pela (si hubieran tenido armas, seguro que las habrían empleado), me imagino la que montarían los que perdían toda su nómina.
Un saludo

Isabel Barceló Chico dijo...

Estáis todos muy puestos en esto de la baraja y el juego. Es un placer leeros. Me hubiera encantado entrar en alguno de esos garitos del XVI para ver a todos esos personajes en acción. Pero sólo un ratito, porque verdaderamente debía ser un poco sórdido, no como las partidas de nuestros jubilados, con su cortadito y el mondadientes entre los labios. Saludos

Nicho dijo...

Gracias por su comentario. Realmente me ha permitido conocer su blog y algunos más, muy interesantes, eruditos y de calidad.
Le visitaré con frecuencia, hay mucho para leer y aprender.

Turulato dijo...

Decía Napoleón que cuando las personas son incapaces de intercambiar ideas, intercambian cartoncitos de colores..
¿Apócrifa?. Que más da; como la mayoría.
Nunca tuve paciencia para el juego, quizá porque nunca me jugué algo que exigiese mi atención. Sólo cierto "prestigio", que me importa un bledo.

Sí me permite, don Luís, comentaré una frase del artículo: "no es la bala misma la que mata sino la velocidad".
Nuestro cuerpo tiene un % muy alto de agua (83% en un niño, 60% en un hombre y 45% en una mujer, aproximadamente).
El agua, un líquido, transmite la energía en todas las direcciones por igual y no puede comprimirse.
Sabemos que la ecuación que define la energía cinética -la de un cuerpo en movimiento, no circular- es igual a la mitad del producto de la masa por el cuadrado de la velocidad.
Luego, produce mayor aumento de energía incrementar la velocidad que la masa.
Obteniendo velocidades en la boca de fuego en torno a la del sonido, conseguiremos una energía tal que transmitida a esa masa promordialmente líquida que es el cuerpo humano le haga estallar.

Anazia dijo...

Claro, ¡quién se lo iba a imaginar! Estos españols de aquél entonces...

almena dijo...

a mi me sacan de dos solitarios que me enseñó mi abuelo... y ya no sé más que los nombres de las cartas :-)))

un beso!

Anónimo dijo...

Nunca me ha gustado jugar a las cartas.
Cartas y papeles de don Diego de Borica, año de 1793:
26 de febrero: Borica: al comandante de Janos; carta sobre orden del comandante general sobre jugar a naipes en los puestos militares. (Chihuahua), realmente no sé que es lo que decidieron, pero en su escrito se encontraba el mencionado Pedro Valenzuela.
Saludos

Luis Caboblanco dijo...

Leche Turu... Ya se entonces porque el cuerpo femenino tiene menos porcentaje de agua. Seguro que, con la quemazón con la que circulan a diario, gran parte de ella se evapora :-)

Portobello dijo...

No me gusta jugar a las cartas, y tampoco me gusta apostar, crea adicción eso del juego, sobre todo si vas ganando, porque entonces lo tienes todo perdido ya. Interesante la larga historia de los naipes. No sabía que se usara tanto entonces. Si es que en lo des desplumar, como dices, hay más antiguedad que el mismo hombre. Un saludo me voy a poner con tiempo a leer las tres partes de la conquista que nos has plantado arriba. Eres muy trabajador. (Lo de eurovisión ha sido un punto).