La mercadotecnia, definitivamente, lo ha inundado todo. Al igual que en nuestra frívola existencia en la que uno no es nadie si su coche no es alemán y se llama como mi abuela por parte de padre, o si no tiene un apartamentillo en la playa en el que escapar tres días y pasarse dos y medio en un atasco, en el mundillo vacacional y del turisteo lo que realmente necesita un municipio para aparecer en los créditos es que haya una notable finado en las inmediaciones; Sí, como lo oyen, ni paseo turístico, ni especialidades gastronómicas ni una catarata hermosa ni nada de eso... lo que cuenta es que alguien famoso la haya diñado por allí cerca. Afortundamente para ellos y como demuestran a diario las televisiones, la categoría de “famoso” ha perdido bastante glamour y, hoy en día, puedo serlo casi cualquiera y además, si ni aún así se encuentra un candidato de reconocido prestigio pues va uno... y se inventa una buena historia... que puede ser cierta... o no.
El caso es que esta mañana me he desayunado leyendo una noticia que me ha causado cierta sorpresa. Parece ser que una historiadora especializada en la edad moderna ha llegado a la conclusión – por decir algo... – de que en Wolder (Holanda), concretamente en una de sus iglesias, la de San Pedro y San Pablo, descansan los restos mortales del famoso mosqueperro – perdón, mosquetero... – francés Charles de Batz-Castelmore, Conde de Artagnan. El muerto, que además de protagonista de una serie de dibujos animados fue un muy relativamente famoso mosquetero, murió en el sitio de Mastricht el 25 de junio de 1673 durante una serie encadenada de conflictos bélicos de baja intensidad denominados Guerra Franco Holandesa.
Charles, fue capitán de una de las compañias de mosqueteros de Rey Luis XIV que al parecer, le tenía cierta estima por causa que no nos constan. Apenas sabemos nada concreto de sus andanzas y sus correrías más que el momento y las circunstancias de su muerte pero otro mosquetero, Gatien de Cortilz de Sandras, escribió un libro sobre su vida, ciertamente exagerado llamado “Memorias del señor D'Artagnan, teniente capitán de la primera compañía de los Mosqueteros del Rey”. Dicho ensayo biográfico fue publicado alrededor de 1700 y sirvió de base para que el gran Alejandro Dumas publicara en 1844, su novela “Los tres mosqueteros”.
Si se sospecha que el primer manuscrito ya fue para la imprenta algo “magnificado” – en plan casi currículo vitae... – las hazañas que aparecen en la obra Alejandrina ya son de caerse de culo pero, como en el fondo la literatura nos gusta, pasaremos por alto y casi agradeceremos esas licencias así como las frecuentes inexactitudes que aparecen en las obras de Dumas y que se concretan, en este caso, en errores y licencias como el que D’artagnan no viviera en la época de Richelieu sino de Mazarino, la dislixia galopante que sufre el escritor a la hora de poner edades a los protagonistas – muchos de ellos envejecen y rejuvenecen a discreción... –, el que el desarrollo de la personalidad de el protagonista recuerde en demasía a las primeras páginas del “Quijote” cervantino y sobre todo, el que nos “condenara” después de una buena primera parte – "Los tres mosqueteros" – a sufrir una segunda y una tercera bastante peores – "Veinte años después" y "El Vizconde de Bragelonne".
Pero volviendo al tema principal, la tumba del valeroso mosquetero, sorprende, además de la rapidez y limpieza con la que se ha identificado la tumba – de hecho, aún no se ha puesto el pico en funcionamiento – lo ligero de su justificación: La historiadora Odile Bordaz sostiene que, ya que la mencionada iglesia es la más cercana al lugar donde se situa su muerte, no queda más remedio que el que esté enterrado allí...
Mi apreciada Odile, para tan escaso viaje no hacían falta tanta alforjas... ni tampoco cinco años de carrera. Tu razonamiento es atractivo... por lo rápido... pero ni el pobre mosquetero era tan importante para que su cuerpo fuera traslado en carro varias docenas de kilómetros – te podría enumerar dos docenas de maestres de campos españoles, de los tercios, personajes de mucha mayor trascendencia, cuyos restos descansan en las tierras bajas de Holanda y Bélgica – ni me parece normal que, en pleno mes de junio, con la canícula, y en el desconcierto en que se convierte un campo de batalla después de ella, se pudiera recuperar su cuerpo con la suficiente rapidez para que, perdóneme su viuda, no fuera pasto de buitres o lobos.
El caso es que esta mañana me he desayunado leyendo una noticia que me ha causado cierta sorpresa. Parece ser que una historiadora especializada en la edad moderna ha llegado a la conclusión – por decir algo... – de que en Wolder (Holanda), concretamente en una de sus iglesias, la de San Pedro y San Pablo, descansan los restos mortales del famoso mosqueperro – perdón, mosquetero... – francés Charles de Batz-Castelmore, Conde de Artagnan. El muerto, que además de protagonista de una serie de dibujos animados fue un muy relativamente famoso mosquetero, murió en el sitio de Mastricht el 25 de junio de 1673 durante una serie encadenada de conflictos bélicos de baja intensidad denominados Guerra Franco Holandesa.
Charles, fue capitán de una de las compañias de mosqueteros de Rey Luis XIV que al parecer, le tenía cierta estima por causa que no nos constan. Apenas sabemos nada concreto de sus andanzas y sus correrías más que el momento y las circunstancias de su muerte pero otro mosquetero, Gatien de Cortilz de Sandras, escribió un libro sobre su vida, ciertamente exagerado llamado “Memorias del señor D'Artagnan, teniente capitán de la primera compañía de los Mosqueteros del Rey”. Dicho ensayo biográfico fue publicado alrededor de 1700 y sirvió de base para que el gran Alejandro Dumas publicara en 1844, su novela “Los tres mosqueteros”.
Si se sospecha que el primer manuscrito ya fue para la imprenta algo “magnificado” – en plan casi currículo vitae... – las hazañas que aparecen en la obra Alejandrina ya son de caerse de culo pero, como en el fondo la literatura nos gusta, pasaremos por alto y casi agradeceremos esas licencias así como las frecuentes inexactitudes que aparecen en las obras de Dumas y que se concretan, en este caso, en errores y licencias como el que D’artagnan no viviera en la época de Richelieu sino de Mazarino, la dislixia galopante que sufre el escritor a la hora de poner edades a los protagonistas – muchos de ellos envejecen y rejuvenecen a discreción... –, el que el desarrollo de la personalidad de el protagonista recuerde en demasía a las primeras páginas del “Quijote” cervantino y sobre todo, el que nos “condenara” después de una buena primera parte – "Los tres mosqueteros" – a sufrir una segunda y una tercera bastante peores – "Veinte años después" y "El Vizconde de Bragelonne".
Pero volviendo al tema principal, la tumba del valeroso mosquetero, sorprende, además de la rapidez y limpieza con la que se ha identificado la tumba – de hecho, aún no se ha puesto el pico en funcionamiento – lo ligero de su justificación: La historiadora Odile Bordaz sostiene que, ya que la mencionada iglesia es la más cercana al lugar donde se situa su muerte, no queda más remedio que el que esté enterrado allí...
Mi apreciada Odile, para tan escaso viaje no hacían falta tanta alforjas... ni tampoco cinco años de carrera. Tu razonamiento es atractivo... por lo rápido... pero ni el pobre mosquetero era tan importante para que su cuerpo fuera traslado en carro varias docenas de kilómetros – te podría enumerar dos docenas de maestres de campos españoles, de los tercios, personajes de mucha mayor trascendencia, cuyos restos descansan en las tierras bajas de Holanda y Bélgica – ni me parece normal que, en pleno mes de junio, con la canícula, y en el desconcierto en que se convierte un campo de batalla después de ella, se pudiera recuperar su cuerpo con la suficiente rapidez para que, perdóneme su viuda, no fuera pasto de buitres o lobos.
Por tanto, esto huele a pequeño y casi inocente montaje. A pesar de los esfuerzos de la mencionada estudiosa y del alcalde el pueblo, que seguro atisba una nueva fuente de ingresos, se necesita el visto bueno de la autoridad eclesiástica para empezar a “reformar” la iglesia; al parecer, el parroco, que está a sus cosas, ha dicho que nones... que para que le pongan el ábside como los zorros hace falta algo más que la conjetura interesada de estos dos listos.
3 comentarios:
Vaya por donde!
otro que se apunta a la crítica despiadada de esos científicos que, faltos de pasta y postín, se lanzan a la caza y captura del titular cazaportadas...
Crítico, que eres un crítico!
Desde luego, hay ciertos estudiosos y científicos que por con seguir un poco de notoriedad o lo que sea se "columpian" bastante. Dentro de poco seguro que montan en la localidad un parque temático alrededor de "Los tres mosqueteros.
Lo de que Dumas no respeta en demasía la historia es algo que ya se le recriminaba incluso en su época. Una vez le acusaron de "violar la historia", y el ni corto ni perezoso contesto: "Es cierto, pero le hago hermosos hijos".
A parte de esto el que cometa numerosos errores que afectaran a la consistencia del relato, es normal teniendo en cuenta que siempre trabajaba en mas de una obra simultáneamente y que empleaba de forma masiva el servicio de "negros" en las mismas.
Saludos.
A lo largo de mis mas de tres años con el blog, he seguido muchas noticias, algunas las he publicado diciendo que eran falsas (siempre he referenciado las fuentes de donde las había obtenido) en otros casos no me he molestado en publicarlas.
Virus, imágenes, noticias... las he seguido y cada día creo que internet es la fábrica de los bulos.
Lo triste es que queda constancia por escrito y en ocasiones haciendo determinadas búsquedas nos lo creemos.
Saludos.
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