jueves, 12 de febrero de 2009

Tengas hijos...


...y te salgan como Carlos.

Así debería rezar alguna maldición de gitana malpgada a tenor de la mezcolanza de debilidades físicas y taras variadas que tenía Carlos de Austria y Avis, enfermizo hijo de Felipe II de España y María de Portugal. Y en este caso, avisados iban..., porque ambos consortes eran primos... ¡por partida doble! Así planteado el asunto, no debe sorprendernos que en el momento de su nacimiento, se mirara al pobre crío con el ceño fruncido, como quien busca el ticket de un extraño regalo con la intención de devolverlo.

Carlos, en ausencia total de su padre, funcionario a tiempo completo y estadista solo a ratos, se crió en la más absoluta de las desmesuras en compañía de sus tías, y fue consentido de tal manera, que cuando su padre volvió de uno de sus viajes se horrorizó al ver que el cabr... perdón, que el heredero disfrutaba cociendo a libres vivas o dejando ciegas a cabalgaduras ayudado de un hierro candente. Viendo el percal, Felipe le intentó arrimar a Juan de Austria, hermanastro suyo pero de edad más cercana a la de sobrino, pero ni siquiera la influencia de aquel gentil hombre pudo disipar las dudas que se cernían en una persona que, por encima de todo, estaba enferma.

Porque, quede claro que ni su brazo más largo que otro, ni su pierna más corta que otra, ni su joroba ni su labio caído eran el principal problema del muchacho... El problema es que estaba como un cencerro y, para complicarlo todo, una caída por las escaleras de palacio le dejó más tocado aún... Con el chico se probó de todo, menos la acupuntura: Se le llevó ante varios curanderos, se le hizo dormir con la momia de un santo – lo cual, pensándolo un poco, no creo que le haga bien a nadie – e incluso se le trepanó el cráneo con la esperanza de aliviar sus humores, nombre con el que se conocía entonces a la hidropesía. Pero nada se consiguió, salvo empeorarle de modo que los estados de mediana lucidez de que disfrutaba eran cada vez menos frecuentes... y empezó la teoría de la conspiración...

Sí... Carlos empezó a notar, primero, que casarle iba a ser como acertar la ruleta de fortuna con un disléxico y dos, que su padre le mantenía al margen de cualquier asunto que afectara al interés de la corona... y Carlos empezó a calentarse; culpa de ello tuvo el Conde de Egmont, líder crítico – o algo así... – de las Países Bajos, con quien Carlos llegó a pensar en escapar gracias a vanas promesas y la esperanza de eludir el dominio paterno pero el príncipe que era aún más bocas que tonto, le cascaba sus planes a cualquiera con el que se encontraba con lo que, prácticamente, forzó a su padre a confinarle en sus aposentos... eso sí, sin cuchillos ni tenedores, no fuera cosa de le diera por suicidarse...

El 28 de Julio de 1568, tras un tiempo de confinamiento, una huelga de hambre, otra huelga de hambre a la japonesa – comiendo como un tordo – y cientos y cientos de desvaríos, Carlos murió, muy posiblemente ni envenenado, ni decapitado, ni nada por el estilo... ya que Felipe podría haberlo mantenido vivo, a coste cero, en cualquier monasterio o palacio de su elección.

Empezaba la leyenda negra.

3 comentarios:

Rafa Garzó dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rafa Garzó dijo...

Excelente comentario sobre uno de los oscuros episodios de nuestro tan denostado Felipe II, probablemente el mejor rey que ha tenido este país.

Pero claro, en un mundo dominado desde hace dos siglos por los anglosajones, qué se puede esperar de la historiografía al uso: Que nos pongan de vuelta y media por haber sido Imperio antes que ellos.

Y si no, que comparen la colonización española de América, que está claro que fue bastante bestia, con la de los ingleses de Norteamérica, donde no sólo no se mezclaron razas sino que se dedicaron a exterminar sistemáticamente a los pueblos indígenas. Pero los españoles somos, siempre, los peores. Para ellos, claro.

Gracias por tu estupendo artículo, Webmaster.

celebrador dijo...

Yo mismo soy hijo de primos hermanos (necesitaron dispensa papal), que eran a su vez también cuñados entre sí, y creo que más cosas

No quiero profundizar en esos aspectos de mi "pedigree", curiosamente la genética y la mejora veghetal se me dieron particularmete bien en la carrera (matrículitas de honor y todo eso), así que siempe he tenido plena consciencia de que cualquier cosa que me "ocurra" puede tener una eplicación de puritito libro.

Bueno, se sobrevive