A Numa, le sucedió en el año 673 A.C. un tal Tulio Hostilio, cuyo carácter no tenía mucho que ver con el de su predecesor. No sabemos mucho de él; más preocupado de los asuntos terrenales que de los religiosos, parece ser que predominaba en su personalidad la faceta guerrera: Era tanto o más belicoso que el fundador Rómulo. Durante su reinado, Roma se extendió hasta una cuarta colina, el monte Celio.
Por aquel tiempo, Roma estaba empezando a destacarse entre las ciudades del Lacio. Su posición a orillas del Tíber, estimulaba el comercio, que a su vez engendraba prosperidad. Al norte del asentamiento romano estaba una etnia, de raíz indoeuropea, que influiría de modo importantísimo en nuestros protagonistas en años venideros: los Etruscos; pero de momento nos vamos a olvidar momentáneamente de ellos. Por ahora, es suficiente saber que la presencia de esta cultura, muy superior a la romana, tan cerca de sus fronteras, los benefició en gran manera, ya que la proximidad de un enemigo tan fuerte acalló muchas de sus disputas y los mantuvo unidos contra el peligro exterior. Por añadidura, los romanos debieron prepararse para su autodefensa y constituyeron un primitivo ejército permanente a partir de los Céleres, un cuerpo de guardaespaldas del Rey, fundado por Rómulo.
Este ascenso paulatino de Roma, era visto con recelo por la ciudad de Alba Longa, acostumbrada a dominar el Lacio. Con cierta regularidad estallaban hostilidades entre las dos ciudades y parece que el 667 A.C. estaba a punto de empezar una batalla de cisiva. La tradición romana nos dice que, en vísperas del enfrentamiento, se decidió dirimir la contienda con un gran duelo. Los romanos elegirían a tres guerreros y los romanos harían lo mismo, de manera que los seis héroes combatirían, tres contra tres, y las dos ciudades acatarían el resultado. Los romanos eligieron tres hermanos de la familia de los Horacios, colectivamente conocidos por el plural latino de la palabra: los “Horatii”. Los albanos también eligieron tres hermanos, los “Curiatii”. En el combate que se produjo, dos de los Horacios fueron muertos en los primeros envites, pero el Horacio que quedaba vivo estaba intacto, mientras que los Curiatos estaban heridos y sangraban de forma abundante. Horacio, entonces, decidió emplear una estratagema: Fingió huir, con lo que los Curiatos, viendo la victoria a su alcance, le persiguieron furiosamente; el más ligeramente herido se adelantó, mientras quedaban atrás los que tenían heridas más serias. Horacio entonces se volvió y luchó separadamente con cada uno de ellos a medida que llegaban. Los mató a todos y obtuvo para Roma la victoria sobre Alba Longa.
La leyenda de los Horacios tiene un horrible epílogo. El Horacio victorioso, al volver a Roma a festejar su triunfo, fue recibido por su hermana, Horacia, que estaba comprometida con uno de los Curiatos y no compartía en modo alguno la alegría por la muerte de su prometido. Al expresar sonoramente su pena a su hermano, este, lleno de ira, la apuñaló hasta matarla gritando: “¡Así perezca toda mujer romana que llora a un enemigo!”.
Alba Longa se sometió después del duelo, pero, al parecer, aprovechó la primera oportunidad que se le presentó para rebelarse, y en 665 a. C. fue atacada brutalmente por Roma y destruida, aunque se acogió a los supervivientes, dándoles el derecho de ciudadanía romana.
Según cuenta la leyenda, el carácter aguerrido y provocador de Tulio Hostilio desagrada sobremanera al Dios Júpiter, que le mató lanzándole un rayo. Sin embargo, para el historiador Tácito, su fin fue mucho más prosaico; dos nobles que estaban incómodos con su mandato le asesinaron en su propio palacio.
Ya hemos llegado al 642 A.C…
1 comentario:
Gracias por la visita. Recojo tu comentario y me atrevo a rogarte que escribas sobre los etruscos.
Seguiré tus artículos con interés.
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