jueves, 3 de marzo de 2005

El primer encuentro


Guerrero de Osuna - Museo Arqueológico Nacional


Los primeros romanos que pusieron el pie en Hispania, lo hicieron en Emporion, la actual Ampurias, en el mes de agosto del 218 A.C. pero ¿qué se encontraron cuando desembarcaron? Difícil pregunta, si no fuera por la solícita ayuda que nos prestó Estrabón, geógrafo griego que, cual labordeta, se tomó la molestia de patearse a conciencia la península ibérica y escribir una descripción de todos los pueblos hispanos, que fue de gran ayuda para los romanos de entonces y también lo es para nosotros ahora.
Iberia, o Hispania, según se haga referencia a la península por un griego o por un romano, era una enorme extensión con forma de piel de toro, en la que los íberos se asentaban en el litoral mediterráneo y los celtas en las zonas del interior. Los íberos no formaron nunca una unidad política, y su sociedad estaba basada en ciudades autosuficientes (al estilo de las polis griegas), entendiendo como tales, núcleos de población generalmente pequeños que a su vez se unían formando tribus o pueblos. Tenían predisposición por la agricultura y el comercio, y fueron la primera civilización indígena que conoció la escritura. Al igual que no había una cultura política unitaria entre los distintos pueblos ibéricos, tampoco existía una unidad en sus ritos culturales, religiosos o funerarios. Algunos de ellos incineraban a sus muertos, otros los enterraban, algunos de ellos trabajaban la cerámica, otros no… Los grupos íberos más importantes eran los turdetani en Andalucía, los bastetanos en el levante murciano, los edetanos o primitivos valencianos y los ilergetes que habitaban la Cataluña actual.
En el centro y norte, se asentaban poblaciones de origen celta, primos lejanos de los gálatas de Turquia, los caledonios de Escocia o los britannos de Inglaterra, que habían entrado por los pirineos alrededor del siglo VII A.C. Culturalmente, los pueblos celtas penínsulares pasaron por las mismas etapas que sus parientes europeos: La cultura de los túmulos, la de los campos de urnas, la cultura de Hallstatt y la de la Tené. Para variar, estos pueblos no formaban un grupo homogéneo sino que existían diferencias notables entre ellos. Lo único que compartían era que quedaron fuera de la acción colonizadora fenicia y griega que tanto aportó a los iberos y que, mayoritariamente pastores y venadores, preferían las zonas boscosas y verdes praderas de las mesetas centrales a las costas peninsulares. Entre los más fuertes pueblos celtas tenemos a los astures en el Principado, carpetanos en la meseta central, vacceos en el valle del Duero o lusitanos en extremadura y el centro de Portugal.
Y entre ellos, los celtiberos, los pueblos que más resistencia opusieron a los romanos. Como quiera que la mayor parte de los textos que han llegado hasta nosotros incluyen acontecimientos bélicos, conocemos bastante bien a dichos pueblos. Como decía mi profesor de historia (pobre hombre; hizo la mili con 18 años y luego conmigo) “Caboblanco, los celtiberos son los Arevacos, Pelendones, Belos, Titos y Lusones...”. Ocupaban las actuales provincias de Soria, Teruel y Cuenca y como su nombre indica, eran una especie de tercera vía entre celtas e iberos propiamente dichos, con características de ambos grupos étnicos. Vivian en ciudades fortificadas y comerciaban regularmente con poblaciones iberas pero su modo básico de subsistencia era el pastoreo y la caza.
Pues bien, este es el panorama con que se toparon los legionarios romanos que llegaron a la península con la misión de parar los intentos de expansión cartaginesa y responder a la toma de Sagunto, ciudad levantina que tenía un tratado de Amistad con Roma. Con el paso de los siglos, Hispania se convertiría en inagotable fuente de riquezas para las arcas romanas y pero también en un quebradero de cabeza para los mandamases itálicos a causa de la interminable sangría de hombres y material para sus ejércitos.
PD: I-Saphan, el vocablo fenicio de donde procede Hispania, significa etimológicamente "costa de conejos"; pero en Fenicia no existía este animal. Al desembarcar en sus primeros viajes, los mercaderes más famosos de la antiguedad confundieron a nuestros simpáticos conejillos con daimanes, una especie de rata grande que habitaba el oriente medio...¡hay que tener mala vista!.
Buen fin de semana.

1 comentario:

Turulato dijo...

Por favor, siga escribiendo...
No sé cuantos lectores tendrá pero le aseguro uno fiel.
Muchas gracias por esta página.
Y no me tome muy en serio... Mr. Whitecape