En el año 73 de nuestra era, Flavio Silva, legado romano de la X legión, entraba en la fortaleza judía que hasta ese mismo momento había representado el más severo obstáculo para el completo sometimiento de la provincia romana de Judea . El último símbolo de la resistencia judía se desmoronaba por fin bajo la arremetida de las águilas romanas pero, ¿cómo empezó todo?.
Tres años antes, en el marco de las terribles guerras que asolaron Judea, Jerusalén caía por fin. Vespasiano, una vez asegurada la capital, partió hacía Roma para presentar sus credenciales a la sucesión del Imperio y dejó a sus legados para que remataran, militarmente hablando, la faena. Tras el derrumbe de la resistencia en la capital, los romanos tomaron otras fortalezas como Herodium o Maqueronte. Pero 967 zelotes, seguidores de la secta más fanática del judaismo, consiguieron atrincherarse en una meseta de unas diez hectáreas de superficie, y rodeada de escarpadas rocas. Su nombre era Masada.
Flavio Silva llegó al pie de la colina y, al primer vistazo, concluyó que tomar Masada iba a ser prácticamente imposible. La fortaleza se alzaba en lo alto de una colina delimitada por altos acantilados, con la cima prácticamente plana, y con tan solo dos accesos viables de escalada; uno al sur, que estaba bien defendido por los zelotes y otro al norte, prácticamente un camino de cabras, por donde los hombres deberían ascender en fila de a uno. Militarmente, cualquiera de las dos opciones era un autentico suicidio. Silva, intentó trasmitir a sus superiores en Roma la conveniencia de rendir el asentamiento por hambre. Pero a conocimiento de los romanos llegó la noticia de que los sitiados tenían reservas casi ilimitadas de alimentos y agua, lo que complicaba aún más el asedio. Además, no sentaría muy bien al prestigio imperial el cerco prolongado de un núcleo insurgente enemigo. Eso podía interpretarse como una derrota parcial, y puede que hiciera creer a los judíos que aún tenían una oportunidad de liberarse del yugo romano. Había que tomarla al asalto.
Pero ese asalto representaba, técnicamente hablando, un desafío colosal. Los romanos, excelsos ingenieros, estaban acostumbrados a construir rampas para superar los fosos que solían rodear a las fortificaciones, pero ahora se planteaba el problema contrario: Había que construir una rampa para ascender, no para rellenar. Flavio Silva cercó Masada con un muro y comenzó los trabajos de la rampa. Flavio Josefo, que fue uno de los más significados jefes judíos en Jerusalén y que luego se convirtió en colaborador de los romanos e historiador de gran renombre, cuenta que no quedó un árbol en pie en 17 millas a la redonda, y que las piedras para reforzar la estructura se traían a lomos de asnos que expiraban extenuados a causa del esfuerzo. 7 meses después, cuando por fin se terminó la colosal rampa, el primer legionario romano que puso el pie en la cima de Masada, no vio sino cadáveres. De 967 personas, se habían suicidado todas menos 7 (2 viejos y cinco niños) que estaban escondidos en una de las cisternas del agua.
El jefe de los Zelotes, Eleazar, fue al parecer el que propuso la idea del suicidio colectivo; “Nos aguarda la esclavitud y el tormento si el enemigo nos atrapa vivos. Considerar que nos asiste la fortuna, pues el destino nos permite aún ser los dueños de nuestra propia muerte”. Se eligieron 10 personas por sorteo que se encargaron de matar a los demás. Cuando sólo quedaron ellos, un nuevo sorteo decidió quien sería el que, tras ayudar a morir a sus compañeros, se suicidaría ya sólo…
En 1963 empezaron excavaciones en la zona para comprobar que había de verdad y cuánto de mito en las historias de Flavio Josefo. Se encontraron armaduras, espadas, amuletos, catorce pergaminos con citas prácticamente iguales a algunas contenidas en el antiguo testamento…y once trozos de cerámica, en cada uno de los cuales había escrito un nombre; en uno de ellos aún puede leerse “ELEAZAR BEN YA’IR”.
Hoy, veinte siglos más tarde, los reclutas del ejército de Israel suben a Masada para manifestar su juramento de lealtad al estado judío. Una vez en la cima, el soldado mira hacía los restos de la rampa y afirma solemnemente “Masada, no volverá a caer”...
Tres años antes, en el marco de las terribles guerras que asolaron Judea, Jerusalén caía por fin. Vespasiano, una vez asegurada la capital, partió hacía Roma para presentar sus credenciales a la sucesión del Imperio y dejó a sus legados para que remataran, militarmente hablando, la faena. Tras el derrumbe de la resistencia en la capital, los romanos tomaron otras fortalezas como Herodium o Maqueronte. Pero 967 zelotes, seguidores de la secta más fanática del judaismo, consiguieron atrincherarse en una meseta de unas diez hectáreas de superficie, y rodeada de escarpadas rocas. Su nombre era Masada.
Flavio Silva llegó al pie de la colina y, al primer vistazo, concluyó que tomar Masada iba a ser prácticamente imposible. La fortaleza se alzaba en lo alto de una colina delimitada por altos acantilados, con la cima prácticamente plana, y con tan solo dos accesos viables de escalada; uno al sur, que estaba bien defendido por los zelotes y otro al norte, prácticamente un camino de cabras, por donde los hombres deberían ascender en fila de a uno. Militarmente, cualquiera de las dos opciones era un autentico suicidio. Silva, intentó trasmitir a sus superiores en Roma la conveniencia de rendir el asentamiento por hambre. Pero a conocimiento de los romanos llegó la noticia de que los sitiados tenían reservas casi ilimitadas de alimentos y agua, lo que complicaba aún más el asedio. Además, no sentaría muy bien al prestigio imperial el cerco prolongado de un núcleo insurgente enemigo. Eso podía interpretarse como una derrota parcial, y puede que hiciera creer a los judíos que aún tenían una oportunidad de liberarse del yugo romano. Había que tomarla al asalto.
Pero ese asalto representaba, técnicamente hablando, un desafío colosal. Los romanos, excelsos ingenieros, estaban acostumbrados a construir rampas para superar los fosos que solían rodear a las fortificaciones, pero ahora se planteaba el problema contrario: Había que construir una rampa para ascender, no para rellenar. Flavio Silva cercó Masada con un muro y comenzó los trabajos de la rampa. Flavio Josefo, que fue uno de los más significados jefes judíos en Jerusalén y que luego se convirtió en colaborador de los romanos e historiador de gran renombre, cuenta que no quedó un árbol en pie en 17 millas a la redonda, y que las piedras para reforzar la estructura se traían a lomos de asnos que expiraban extenuados a causa del esfuerzo. 7 meses después, cuando por fin se terminó la colosal rampa, el primer legionario romano que puso el pie en la cima de Masada, no vio sino cadáveres. De 967 personas, se habían suicidado todas menos 7 (2 viejos y cinco niños) que estaban escondidos en una de las cisternas del agua.
El jefe de los Zelotes, Eleazar, fue al parecer el que propuso la idea del suicidio colectivo; “Nos aguarda la esclavitud y el tormento si el enemigo nos atrapa vivos. Considerar que nos asiste la fortuna, pues el destino nos permite aún ser los dueños de nuestra propia muerte”. Se eligieron 10 personas por sorteo que se encargaron de matar a los demás. Cuando sólo quedaron ellos, un nuevo sorteo decidió quien sería el que, tras ayudar a morir a sus compañeros, se suicidaría ya sólo…
En 1963 empezaron excavaciones en la zona para comprobar que había de verdad y cuánto de mito en las historias de Flavio Josefo. Se encontraron armaduras, espadas, amuletos, catorce pergaminos con citas prácticamente iguales a algunas contenidas en el antiguo testamento…y once trozos de cerámica, en cada uno de los cuales había escrito un nombre; en uno de ellos aún puede leerse “ELEAZAR BEN YA’IR”.
Hoy, veinte siglos más tarde, los reclutas del ejército de Israel suben a Masada para manifestar su juramento de lealtad al estado judío. Una vez en la cima, el soldado mira hacía los restos de la rampa y afirma solemnemente “Masada, no volverá a caer”...
La historia es el esfuerzo del espíritu, para alcanzar la libertad - Friedrich Hegel
2 comentarios:
Me gustaron los textos. Espero que siga escribiendo. Saludos desde Méjico
Percibo emoción en este artículo..
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