miércoles, 16 de marzo de 2005

Pablo

Su obra misional se desarrolló en principio sólo en Palestina y comarcas vecinas, donde estaban radicadas colonial hebreas. Pero en un primer momento se convino que Jesucristo era el redentor, no de todos los hombres, sino solo del pueblo hebreo. Fue después de uno de los viajes de Pablo a Antioquía y del éxito que cosechó entre los gentiles de aquella ciudad cuando se planteó el problema de la universalidad del cristianismo.

Pablo fue, para la nueva ideología, la fuerza de ventas y Pedro, el director financiero y de medios. Era un hebreo de la ciudad de Tarso, hijo de un burgués que poseía el tesoro más preciado del mundo antiguo: la ciudadanía romana. Sabía latín y griego y había tomado lecciones con el gran Gamaliel, el presidente del Sanedrín. Era inteligentísimo y algo desconfiado y taimado, al más puro estilo hebreo. Su primera reacción ante Cristo fue de sincera antipatía. Cuando se enteró de que uno de sus prosélitos, Esteban, estaba condenado por infringir la ley, colaboró con entusiasmo en su lapidación. Un día se enteró de que los cristianos estaban reclutando fieles en Damasco. Pidió al Sanedrín que le permitiese ir a detenerlos y durante el viaje fue derribado por un rayo de luz y oyó una voz que le decía “Pablo, ¿por qué me persigues?” “¿Quién eres?” preguntó espantado. “Soy Jesús”. Quedose ciego tres días, después fue a hacerse bautizar y se convirtió en el más hábil propagandista de la fe.

Empezó a viajar por Arabia y Antioquia en compañía de Bernabé, y Pedro le perdonó sus anteriores felonías con el cristianismo, pero cuando se enteró de que los dos misioneros no exigían la circuncisión y también convertían a gentiles, les mandó llamar para pedirles explicaciones. Pablo se dio cuenta de que, si no extendía la fe a todos aquellos que estuvieran dispuestos a escuchar la palabra, se corría el riesgo de convertir al cristianismo en una herejía hebraica. Sostuvo sus tesis públicamente y estuvo a punto de ser linchando por una multitud, pero gracias a su ciudadanía romana, se ganó un pequeño respiro que aprovechó para meterse en la bodega de un barco y viajar a roma.

En la urbe le escucharon con paciencia pero sin entenderle ni jota. Se limitaron a ponerle bajo la custodía de un solo soldado en una casa de las afueras, donde se le permitía recibir todo tipo de visitas y aprovechó para redactar sus famosas epístolas a antiguos amigos de Corintio, Salónica y Efeso. Pablo invitó a su morada a los notables de la colonia hebraica más no logró persuadirles. Hasta los pocos que eran ya cristianos rechazaron horrorizados sus ideas de que el bautismo era más importante que la circuncisión y prefirieron a Pedro, que llegó poco después y encontró una acogida más calurosa. No sabemos porqué ni cuando le procesaron de nuevo pero es sabido que trataba de rey a Jesús y con un emperador como Nerón en el poder, eso no era cuestión baladí. Le prendieron y le procesaron. Una leyenda dice que, de camino al patíbulo, se encontró con Pedro, su íntimo enemigo, y se abrazaron en signo de paz. Difícil me parece. Como quiera que Pablo era ciudadano romano, se libró del Circo y de sus leones y "solamente" fue decapitado. Y allí donde se supone que reposan sus restos, la Iglesia, dos siglos después, fundó la basílica que lleva su nombre: San Pablo Extramuros.

Durante siglos, la teología cristinana ha "potenciado" la imagen de Pedro como piedra angular de la Iglesia. Por algún motivo interesa que Pablo aparezca como una especie de viajero apostólico o un simpático gentil convertido. Pero fue precisamente su amplitud de miras, su inagotable energia y su capacidad de crecimiento intelectual, lo que facilitó que el cristianismo saliera de la oscuridad y su mensaje no fuera distorsionando por la intolerancia de sus primeros años. La Iglesia moderna quizás debería encontrar un momento para hacerle justicia.

Cuando era más jóven, y estudiaba religión en un colegio de los Padres Escolapios, tenía por profesor a un religioso de la vieja escuela, de nombre Fidel. Él, tenía el gran don de explicar cualquier cosa estupendamente y yo tenía el dudoso mérito de ser la única persona que le sacaba verdaderamente de quicio. Un día empezó a preguntar con solemnidad las Cartas de San Pablo...Fulano, los Efesios...Zutano, los Filipenses...y cuando llegó mi turno espetó - Caboblanco, los Corintios... - Yo le contesté ¿Todos...? Fue la primera expulsión de la que tengo recuerdo. Estuve una semana en mi casa y tuve que preparar un trabajo sobre San Pablo, que parece que aún reposa en mi cabeza.

Este texto está dedicado a Fidel Gómez, excelente maestro y uno de los culpables de que no lea solo el "AS". Yo le ayudé, sin saberlo, a ganarse un trocito más de cielo...

1 comentario:

Turulato dijo...

Acabas de abrir un nuevo camino... Más difícil, más "aéreo" como decimos en escalada, muy bello..
Pero sigue con Roma.
Hace mucho que hicimos desaparecer las tertulias; ya nadie sabe que es una rebotica ní el charlar pausado en la trastienda de una libreria.
Yo he recuperado aquí algo de esos ambientes. Gracias.
Y sobre todo porque puedo paladear en silencio, a ritmo quedo.. Leyendo despacio y comulgando con las ideas.