martes, 3 de febrero de 2009

El elefante Pizarro


Vaya por delante que estoy en contra de la existencia misma de los zoológicos. Desde su más antigua razón de ser, como jardín cuasi privado y exótico de reyes y emperadores, hasta la más moderna, revestida de un aura de conservacionismo y labor social, las cárceles de animales, como diría una amiga mía argentina, "me chupan un huevo". Además, me da igual si el gobierno chino nos alquila un panda, dos o media docena, si a los orangutanes les han puesto un columpio nuevo y si la foca que antes sabía contar hasta dos, ahora sabe contar hasta tres... No dejan de ser un negocio, un buen negocio que se basa en tener puteados a unos centenares de bichos y argumentar, de cuando en cuando, que ha nacido una valiosa cria de tal o cual especie... valiosa no por ella misma... sino porque sera una estupenda moneda de cambio a la hora de adquirir un nuevo especimen de algún otro zoológico... ¡Y que no me calienten con lo de salvar las especies que ya las salvamos todos, si es que se puede, con los impuestos que sufragan centros de recuperación!

...Es que me enervo... El otro día, sin ir más lejos, me convencieron - mentira, es más justo decir, me obligaron - para pasar el día en Faunia, sí, esa máquina de corromper ecológicamente a niños y padres disfrazada de centro de estudio de la naturaleza. Bien, una vez allí, pasándolo desde el principio realmente mal y esquivando a miles de niños persiguiendo a perritos de las praderas, conseguí escabullirme hacía un pabellón en el que se distribuían varias celdas - llamemos a las cosas por su nombre... - que albergaban determinados animales acostumbrados a la vida nocturna... y no, no hablo de Dinio ni de Pocholo. Sigo; al pasar por la tercera o la cuarta de aquellas, se muestra ante mí un cartel explicativo que pone... "Lince Boreal" y digo... "¡leche! ¡Un lince! con lo que a mí me gustan los felinos...."

Al lince, amigos, había que verlo; Aparte de que estaba literalmente ciego gracias a el empleo de decenas de flashes - prohibidos, claro... - y no le quedó más remedio que darse la vuelta de cara a la pared, el pobre empezó a hacer un movimiento de vaivén, al estilo de ese con el que Brad Pitt adornaba su personaje en "Doce Monos" y luego empezó a repetirlo, esta vez de frente al cristal, gopeándose maquinalmente la cara. Daban ganas de llorar.

Al menos, el trato a los animales en los primeros de nuestros zoos mejoraba porque estos estaban menos masificados y porque no había cámaras reflex. Y en aquellos días, aquellos animales eran actores principales de historias, cuanto menos, más simpáticas... Una de ellas es la protagonizada por un elefante índio, de nombre "Pizarro" que después de recorrer el continente americano con su alter ego, de nombre "Cortés", desembarcó en la península a mediados del siglo pasado. Pizarro era la principal estrella de un espectáculo en el que luchaba contra toros y otros animales salvajes en las plazas monumentales de los pueblos, saliendo, para recogijo de nuestros abuelos, casi siempre victorioso. Su momento de gloria le llegó en la Plaza de las Ventas de Madrid, donde una tarde, caneó el solito a seis ejemplares de variadas ganaderias, y no consiguiendo abrir la puerta grande... más que nada porque no podría salir por ella...

Pizarro, ya retirada - pues acabó por verificarse que en realidad era hembra.. - y disfrutando de una especie de jubilación en la antigua Casa de Fieras del Retiro, consumó su más simpática actuación una mañana de mayo... Sintiéndose algo más hambrienta de lo habitual, a pesar de haber consumido su ración diaria, se las arregló para escapar en dirección a la Calle Alcalá, terminando su odisea en una panaderia donde, en medio del estupor de la dueña, dio buena cuenta de varios quintales de pan. Acto seguido, ya más amansada, no puso reparos en acompañar a su cuidador de vuelta a la jaula... :-)

Sería alrededor de 1864...

6 comentarios:

padawan dijo...

Hay algunos zoos que da cosa verlos... Aunque para los animales nunca vaya a ser como estar en libertad, hay algunos parques, como Cabárceno, donde se intenta que para los animales la diferencia sea lo menor posible.

Luis Caboblanco dijo...

Algo de razón tienes, pero soy incapaz de verlo más que como la mejor de las peores opciones posibles...

Javier Andrade (Datrebil) dijo...

Gracias por dejar tu huella en uno de mis blogs, es un placer contar con tu presencia. Pareces una persona comprometida y culta. Tu blog es muy interesante.

Saludos.

Turulato dijo...

¿Recuerdas las escenas de Charlton Heston en la jaula en "El planeta de los simios"?

Nuareg dijo...

Pues sí que te debieron de coaccionar para ir a Faunia, porque es la peor tortura que puedo imaginarme para humanos y/o animales, y si vas en verano ni te cuento (encima hay organismos, como la CAM, que dan entradas a precio reducido en el sobrecito de la nómina veraniega).

Si inicias una recogida de firmas para su cierre y transformación en parque, aunque sea de atracciones, te apoyo.

Moony-A media luz dijo...

No soporto esas situaciones, no puedo entender esa necesidad de encerrar y encerrar lo que nació para ser libre. En nombre de nada.
El que quiera ver animales, que se compre una enciclopedia.

Un gusto conocerte a ti y a Pizarro.

Un beso grande.