martes, 10 de febrero de 2009

Encuesta "¿Cúal de estos conquistadores españoles desarrolló la empresa más impresionante?"


De entre todas las gestas – entendido el mencionado término como conjunto de acciones buenas y malas, que consiguen un resultado duradero y extraordinario – realizadas por españoles en el Nuevo Mundo, la Conquista de México se alza, de forma indiscutible, como la más impresionante. Los motivos son variados: la riqueza y fastuosidad del reino conquistado, el toma y daca constante entre españoles y aztecas, episodios como el del barrenado de los barcos o “La noche triste”, la atractiva personalidad de Cortés... Todo configura un devenir casi novelesco en el que aparecen la emoción, el odio o la intriga sin solución de continuidad, entrelazando personajes extremos e irrepetibles como Doña Marina o Pedro de Alvarado que contribuyen a mitificar la historia, al menos, a los ojos hispanos; sin embargo ¿podría haber sucedido de modo diferente?

Me explico... Los más de nosotros, lectores aficionados, e incluso venerables gurús de la historiografía moderna han relacionado, sin rubor, el resultado de la gesta mejicana con hitos como la superioridad táctica en el campo de batalla de los conquistadores españoles, el uso por éstos de las armas de fuego o la propagación de enfermedades y, lo cierto, es que a mi modo de ver, darlo por bueno en éste caso concreto es un error; Quiero decir que todos sabemos que los españoles tenían la experiencia militar derivada de campañas contra los moros o las desarrolladas en tierras italianas pero no hay táctica que valga cuando la relación es de cien contra uno... Por otro lado, las armas de fuego eran escasas, la pólvora tenía tendencia a mojarse continuamente y en cargarlas se tardaba una verdadera eternidad y las enfermedades... bueno... no cabe duda que tuvieron un impacto brutal pero no en el momento de la conquista sino tiempo después, en el momento, si queréis, de la colonización...

Por tanto, nada de lo anteriormente dicho nos aclara el panorama y es preciso recurrir a otra explicación, más relacionada con las psicologías de ambos bandos y de sus cabecillas... de sus temores y de sus miedos, y para ello es necesario reparar en las dos civilizaciones que se iban a encontrar, y en el momento tan diferente que atravesaban una y otra. Empiezo...

La España pre-imperialcomo a mí me gusta llamarla – era, sin ninguna duda, el producto demográfico e ideológico de aquellos que llevaban luchando más de setecientos años, primero en casa contra el musulmán durante la mal denominada reconquista y después, víctimas de ínfulas universalizadoras, en el norte de África, Italia y, muy pronto, centroeuropa. Esta permanente actividad guerrera generó una enorme cantidad de oportunidades para una clase social que únicamente surgiría en la península, el Hidalgo, entendido éste como aquel con nobleza de sangre pero no de bolsillo. Para el hidalgo, totalmente obsesionado con la idea del triunfo, del éxito sobre los de su propia clase, vetada la posibilidad de enriquecerse vía comercio a causa de prejuicios ligados con la condición de español y de cristiano viejo, solo quedaba la iglesia o la milicia. Y la milicia se practicaba en los tercios que se empezaban a acuartelar en Nápoles o Sicilia pero, y esto es importante, se rentabilizaba en el Nuevo Mundo, de donde llegaban historias casi mitológicas, en labios de infanzones que un día no muy lejano apenas habían tenido que comer y ahora portaban – o eso decían ellos – cubiertos y servicios de oro puro.

Estos navegantes y oportunistas de fortuna, sin nada que perder y sin verdaderos motivos que les impulsaran a volver a España si no era cubiertos de riquezas, acabarían dando lugar a los Conquistadores, verdadero motor ideológico y militar de la conquista en tanto en cuanto el Estado Español no intervenía directamente en ella – tan solo concedía adelantamientos para conquistar – ni con dinero público ni con tropas regulares. Para aquellos, el ideal de victoria o muerte, tan presente en extremismos como el de los espartanos de Leonidas no podía estar más presente aunque éstos últimos pelearan por el ideal que otorgaba sentido a sus vidas y los conquistadores por otro bien distinto, fundamentalmente, la idea de triunfo, tanto social como económico.

Enfrente suyo, el Imperio Azteca, un conglomerado de pueblos de ascendencia méxica que empezó a prevalecer a mediados del siglo XIV y que, en tiempos de Cortés, ocupaba un área de influencia que equivaldría a la mitad del moderno estado de Méjico. Los aztecas eran el pueblo predominante en un suerte de triunvirato de tribus que respondía al nombre de "Triple Alianza" y que, a base de diplomacia en algunos casos y de empuje militar en las más de ellas, controlaban a más de una cincuentena de tribus. Su poder, que solo encontraba resistencia en étnias igual de guerreras que las suyas como la de los Txacaltecas o los Tarascos, les habilitaba para obtener cuantiosos tributos así como para disponer de una ingente cantidad de mano de obra “no voluntaria” que configuraba así una sociedad de corte militar – esclavista... en la que la religión lo controlaba absolutamente todo... constituyendo a la vez, su mayor debilidad.

Veréis... en 1502, casi veinte años antes de la llegada de Cortés, subió al trono Moctezuma, un nuevo emperador, altivo y grave a la vez, gran guerrero, pero aún más obsesionado con la religión que el azteca medio... lo que ya era mucho decir... Y es que, fatalistas en grado sumo, adoradores casi compulsivos de la muerte y con un panteón formado por más de dos mil dioses, cualquier cosa podría ser interpretada como un negro presagio a los ojos de los sacerdotes aztecas; y así, en el periodo inmediatamente anterior a la llegada de los españoles, un cúmulo de sucesos turbaron la imaginación de Moctezuma, desde cometas y cuerpos astrales a extraños pájaros en cuyas pupilas se veían a pálidos hombres barbados. El emperador, aterrorizado, dio por hecho que Quetzalcóatl, el Dios supremo y Señor de los aztecas volvía a reclamar su reino, impresión que quedó aún más confirmada cuando al ofrecer sus emisarios tres vestiduras distintas a Cortés, el hispano, probablemente por casualidad, eligió el atavío de éste último Dios. En ese momento Moctezuma ya no dudó... Cortés era el mismo Quetzalcóatl e intentó complacerlo a base de oro y riquezas... y a partir de ese momento, Cortés y sus hombres ya no dudaron... Quetzalcóatl estaba más que dispuesto a hacerse cargo de ellas.

Después vendrían un cúmulo de sucesos, muchos de ellos un despropósito, como la “Matanza del Templo Mayor”... otros inevitables, como la muerte de los primeros caballos y de los primeros españoles, que acabaron por cuestionar y negar en último término su condición divina... pero nada de ello sacó a Moctezuma de su fatalismo, de aquella seguridad, puede que estúpida, pero contra la que su modo de pensar de azteca nada podría hacer, de que el orden sobre el que se asentaba toda la civilización azteca, la relación dominador – dominado, había llegado a su fin y de que, aquellos españoles, aunque mortales, habían llegado para poner el punto final a su reino. Y Cortés, hombre de inteligencia y astucia legendarias, así lo entendió, aguantando situaciones extremas y durísimas, presenciando el sacrificio de otros españoles en la balconada del templo donde tuvieron que esconderse, esperando... una nueva oportunidad... que estaba seguro se acabaría produciendo.

Y aunque en Otumba quedaron al margen los Dioses y solo lucharon hombres contra hombres, unos, los españoles, se trataban entre ellos de señores y la más absoluta de las disciplinas coexistía con la seguridad y la confianza que les otorgaba el que entre ellos se consideraban así mismos como iguales; en el otro lado, dos, tres, diez jefes a los sumo, manejaban una miriada de guerreros fuertes y valerosos... pero esclavos si no de condición, sí al menos de pensamiento. Por eso, cuando un escuadrón de jinetes, utilizando la docena larga de caballos que quedaban se lanzó contra su jefe, aquel que portaba el penacho más largo y florido, y lo cortaron, se cortó también el cordón umbilical que sostenía a una sociedad que en muchos aspectos estaba ya acabada y amortizada.

Es por ello que la historia de la conquista de México no fue, en mi opinión, más que la triunfo de una pisqué, de una sociedad en ascenso frente a otra, extenuada social, moral y psicológicamente...¿Cómo lo véis vosotros?

12 comentarios:

Turulato dijo...

Todo cierto. Pero como dices, desde que el mundo es mundo y la Humanidad no para de darse estacazos, la Historia Militar hay que contemplarla como un análisis de alianzas.

¿Cuando combatieron los españoles solos?; ¿cuantos guerreros del territorio se apoyaron en ellos para levantar el control azteca?.

Y es que las guerras son estrategia, mientras que la táctica es propia de la batalla y de sus partes, los combates.
Y como su nombre indica, táctica tiene que ver contacto (está bien escrito, pero leer separado) de unidades de combate sobre el campo; mientras, la estrategia, que no es táctil sino mental y de información, procura que las disposiciones del enemigo no alcancen el tiempo, el espacio y la aplicación de fuerzas que le proporcionarían ventaja en las batallas.

Luis Caboblanco dijo...

Correcto Turu (Sabía yo que olvidaba algo...)

Cortés se apoyó en la tribu de los Txacaltecas, la única que había conseguido aguantar de forma permanente el empuje azteca y que se defendía con uñas y dientes en aquellas "Guerras de flores" o enfrentamientos armados en los que lo único que importaba era apresar vivo al adversario.

Los Txacaltecas no solo ayudaron a Cortés en la escapada de "La Noche Triste" o en Otumba en número de varios miles, sino que sobre todo, acogieron a los españoles en su "propio domicilio" en los peores momentos.

Por cierto.. Cortés, muy mejor estratega que táctico ¿O no?

padawan dijo...

Creo que los gérmenes que portaron los españoles sí fueron decisivos a la hora de la conquista. Al fin y al cabo, las epidemias de viruela se transmitieron de forma muy rápida una vez llegaron los españoles.

Moony-A media luz dijo...

Las guerras nunca son casuales. Responden a una estrategia que, muchas veces, desconocen absolutamente los que se dejan la piel en ellas.

Hernán Cortés... supongo que fue tan sólo un medio.

Un besazo.

Turulato dijo...

Como estratega fue espléndido. Quizá su fallo fue.. Aun cayendo en el error que luego criticaré, los cuadros (mandos subordinados) elegidos por él adoptaron decisiones desafortunadas, que establecieron soluciones de continuidad en la línea de aquella.
Y la táctica, que no fue mala, no muestra la misma excelencia. En táctica solo rige un principio y es obtener la destrucción, o cuando menos la neutralización, del enemigo, llegando a la explotación del éxito conseguido y a la persecución de sus restos.
Mal puede focalizarse esta finalidad habiendo oro por el medio.. Ambición.

Como se comentaba en el artículo sobre "El Edicto de Granada", un historiador debe obligarse a pensar lo ocurrido con la mentalidad del momento y un historiador militar, además, debe vaciarse de la suya y adoptar la de cada fuerza en conflicto.
Solo así es posible aproximarse a lo sucedido. Utilizando lo más posible su mentalidad, pues el historiador que analice el pasado bajo el prisma de hoy, crea "ex novo" una época imaginaria, que nunca existió; y quien quiera comprender las operaciones de combate debe despojarse absolutamente y hasta las últimas consecuencias de toda idea propia, procurando sumergirse en la mente de quien concibió, desarrolló y ejecutó las correspondientes órdenes operativas.

Creo que no fue un medio de nadie, al contrario. De entrada, no llegó precisamente al continente cumpliendo una misión concreta desarrollada desde la Corona y en interés exclusivo de esta; si se descuida, lo apiolan.
Y las posibilidades de enlace de la época, hacen risible considerar que se atuviese a otras ideas que las propias. Solo memorándums posteriores darán a conocer en la Corte lo sucedido mucho antes.

Nuareg dijo...

Como muchas otras circunstancias de la vida (incluida la economía), todo es cuestión de un estado de ánimo, en un sentido o en otro.

Analizado fríamente y sin ahondar en las del momento histórico de que hablas con tanta clarividencia, parecería imposible que los españoles lograran semejante gesta, pero lo lograron.

Se encontraban frente a frente un mastodonte fatalista y depresivo frente a una hormiga agresiva, osada y desesperada.

Y ganó la hormiga, que a su vez se hizo mastodonte (y le pasó lo mismo que al mastodonte que había engullido previamente).

Luis Caboblanco dijo...

Los españoles manejaban un estado de animo permanente en que se consideraban a así mismos como elegidos para el triunfo. Era una especie de fatalismo, pero positivo. El mismo Conde de Egmont, líder de la resistencia flamenca, reconocía en privado a sus asesores cuando hablaba de posibles asesinatos o bajas en combate... "Andad con cuidado; en bastante difícil acabar con un español..." Que hablen de tí, aunque sea mal...

Cortés no fue medio de nadie, más que de sí mismo. Un visionario si se quiere, con una inteligencia superlativa, que se jugó el tipo en tres o cuatro decisiones importantes y en todas ella, la moneda salió de cara.

En cuanto a los lugartenientes de Cortés, creo que no todas las decisiones fueron erróneas o quivocadas, más bien al contrario. Cierto es que a Alvarado se le iba la cabeza de cuando en cuando, como en el caso de la matanza del Templo Mayor, pero tanto Cristonal de Olid como Gonzalo de Sandoval y, a un nivel menor, Sandoval o Portocarrero fueron fieles a su jefe y le sirvieron mucho y bien.

Hablaremos de ellos

Fran dijo...

¿Creéis que podemos dejar de embrollar la historia con guerras?
Si los motivos son económicos por ambición o necesidad ¿Se pueden evitar con el progreso?
O puede ser que progresemos económicamente y no moralmente de manera que siempre surja el que se quiere imponer.
Quizá con que progresáramos moralmente sería suficiente.

Luis Caboblanco dijo...

Hola Fran

Creo que en nuestra propia naturaleza siempre estará presente la posibilidad de imponerse de forma violenta e injustificada o injusta. Que le vamos a hacer...

En cuanto a lo del progreso moral, no hay más que ver los periódicos para certificar que el avance es mínimo o incluso nulo y, en cualquier caso, voluble y poco duradero.

Eso sí, a veces nos encontramos con perlas de justicia y eticidad intachables... Disfrutemoslas.

Edem dijo...

Divide et Impera... es lo que hacian los romanos, y que tan bien le fue a Cortes. Pero, y curiosamente de eso no has hablado, fijate que los grandes Imperios americanos, cayeron al caer o bien la capital, o bien sus jefes. Sin embargo, las tribus perdidas, o aquellos pueblos que no estaban tan centralizados, tardaron mas en sucumbir. Por ejemplo, la ultima ciudad maya, cayó sobre 1690...

La fuerza de los aztecas era como el dicho de Caligula "Que me odien, con tal que me teman...". Por la fuerza asustaban a los Mixtecas, mas cultos, o a los pueblos de sus fronteras. No es extraño que, "los sacrificios que requerian los dioses", es decir, sacrificios humanos, aumentaran al aumentar el poder azteca. Y en cuanto a Tlaxcala (ciudad que aun existe), la dejaron como "coto de caza" de cautivos. Vale, tambien influye que, Montezuma II, si bien fue buen guerrero, fuera educado por sacerdotes, y que a la llegada de los Españoles lo considerara un mal augurio. Cronicas españolas, decian que, si los Aztecas les hubieran atacado en los pasos de montaña, hubieran sido aniquilados. Y luego... la sociedad azteca, dependia demasiado de "la corte". Hubo un azteca, un recaudador de impuestos que se rebeló contra Cortés, y que masacró varios españoles. Montezuma lo entregó a los españoles, pero no por miedo sino porque no estaba entre sus funciones hacer eso.

Para mi, mas impresionante fue la conquista de Pizarro. En una operacion casi de comandos, decapitó en un dia a la flor y nata del Imperio Inca, que tenia el mismo problema... su rigidez. De echo, el Imperio Inca, era tanto o mas agresivo que el español en sus mejores tiempos, y muchas de las etnias bajo su mando, llegaron a respirar aliviadas con el "cambio de autoridades" de Pizarro. Y decir esto de los explotados indios de Suramerica del Perú es decir bastante del opresivo Imperio Inca...

Creo que, salvando los problemas, Cortés lo tuvo mas facil que Pizarro. Siempre con aliados, y con la posibilidad de refuerzos (lo se, que podrian haberle cortado la cabeza al menor descuido, pero españoles al menos), y siempre con la posibilidad de irse por mar construyendo otros barcos.
Pizarro no tenia otra... o conquistaba o moria. "O Cesar o Nada" como diria Borgia...

Bueno, ya no me extiendo mas.
Un saludo de Edem.

Luis Caboblanco dijo...

Hola Edem.

Pues que quieres que te diga... A mi entender, a Pizarro le faltaba gamour; Se que es frívolo tratar así a quien puso de rodillas al imperio Inca pero carecía de las sutilezas "Borgianas" de Cortés.

No quito mérito a Pizarro pero, dando por hecho que Cortés no era un santo, la pinta de asaltador de caminos de Pizarro es todavía superior.

Ah... Se supone que el museo del ejército se guarda un trozo de la camisa que llevaba puesta cuando le dieron muerte. Además, ambos eran primos segundos.

Anónimo dijo...

Los corrijo, el pueblo que ayudó a Cortéz se llama Tlaxcalteca, y aunque esté aceptado por la RAE, el nombre de Méjico escrito así con J, no es correcto, de hecho el nombre del país es "Estados Unidos Mexicanos" según la Constitución Política, en fin, de verdad se ve mucho mejor y es menos "conquistador" escribirlo así "México".