miércoles, 5 de octubre de 2005

¿amor?... no... amargura


Felipe paseaba por los muelles del puerto de Laredo presa de sus pensamientos, con el rostro teñido de resignación y la misma premonición que embarga al cordero antes de pasar por las manos del matarife. Mientras los marineros terminaban de aparejar la nave que habría de trasladarle a Inglaterra, adonde había de dirigirse para contraer matrimonio con Maria Tudor, el príncipe de España observaba melancólico la bruma que envolvía las aguas del mar cantábrico, y confesaba al oído a Ruy Gómez de Silva, su principal consejero… - Amigo Ruy, voy a estos esponsales como quien va de cruzada…

Y no era para menos. El Emperador Carlos, su padre, tenía una idea de Europa muy, muy clarita, en la que Francia, que empezaba a emerger como una potencia fuerte y unificada en el concierto continental, debía quedar condenada entre territorios pertenecientes o afines al Imperio. Contando con España, los Estados Alemanes e Italia, solo quedaba el flanco norte por reforzar… y que mejor para esta empresa que conseguir el apoyo de Inglaterra, que aún conservaba una estupenda cabeza de puente en suelo francés: Caláis. Si un asunto de este tipo surgiera en la actualidad, posiblemente se convocaría una conferencia o reunión al más alto nivel en algún país tipo Suiza, donde políticos de ambos bandos jugarían al tira y afloja hasta ponerse de acuerdo pero, en el siglo XVI, estás cosas se solucionaban por medio de una boda. ¿El problema? Ninguno, salvo que la princesa casamentera de la pérfida Albión, a la sazón Maria Tudor no era, lo que se dice un partido.

María tenía 39 años, pero parecía bastante más envejecida. Era extremadamente fea, beata y carecía completamente de dientes, como consecuencia de su afición a los dulces. Por su parte, Felipe tenía 27 años y, aunque ya era viudo, aún no había desarrollado en su carácter aquellos rasgos que años después darían lugar a su leyenda negra… en otras palabras, todavía tenía ganas de marcha. Se dice que, en el intercambio de retratos de los novios que precedían las nupcias de entonces, a Maria le mandaron el “Felipe” de Tiziano, y al novio, el retrato de María que firmó Eworth. Cualquiera que haya visto los dos cuadros se puede hacer una idea de la imagen que cada uno sacó de su prometido. El caso es que, a pesar de la reticencias de Felipe, se desposaron el 25 de julio de 1554 en la catedral de Winchester, en medio de la tremenda alegría de… nadie. Ni al pueblo español, ni al inglés le agradaba aquella pantomima que Felipe y María representaron frente a sus rivales dinásticos en el contexto del juego de poder europeo. Lo normal hubiese sido que, uno, o se convivía según las reglas de los matrimonios de conveniencia o, dos, los novios se enamoraran locamente el uno del otro de modo que, lo que empezó como necesidad, tornará luego en amor… ¡pero no! Ocurrió lo peor que podía ocurrir… que la pasión solo surgió en uno de los dos.

Después del casamiento, el esposo permaneció algún tiempo en suelo inglés, pero abandonó el país en agosto de 1555, tras la abdicación de su padre, Carlos, y pese a las lágrimas de su afligida esposa. Profundamente enamorada de Felipe, María Tudor prometió dinero y tropas al rey español para combatir a los franceses, apoyo que a la postre costaría a Inglaterra la pérdida de Caláis, preciada colonia inglesa tomada por los “fransuas” en enero de 1558. Deprimida por el amor no correspondido de su marido, por la pérdida de los territorios continentales y emocionalmente torpedeada con saña por su hermanastra Isabel, de la que se decía que también andaba enamorada de su cuñado, la reina la tomó con los protestantes, a los que persiguió con desmedida saña. Las algaradas que se llevaron a cabo contra ellos fueron de tal calibre que a Maria, sus propios súbditos le apodaron “Bloody Mary” o “María, la sangrienta” (ahora comprendo lo del cóctel…). Víctima de sí misma y completamente deprimida, la reina enfermó de un cáncer de estómago y, poco antes de morir el 17 de noviembre de 1558, confesó a su aya que el motivo de su tristeza era la ausencia de su marido, Felipe.

Un año después, se intentó concertar nuevos esponsales entre Felipe de España y su antigua cuñada, tratos que no pudieron llegar a buen fin, principalmente por una malformación genital que impedía que Isabel I de Inglaterra pudiera copular y, en último término, concebir. Se dice que Isabel nunca perdonó semejante escarnio…

30 años más tarde, Inglaterra y España se enfrentaron en la mayor batalla naval hasta Trafalgar, aunque se conserva correspondencia entre ambos monarcas que induce a pensar que intentaron evitarla hasta el útlimo momento... pero eso ya es otra historia.

PD: En el retrato de Eworth, María luce, aparte de su melladura, una hermosísima joya, que fue el regalo nupcial de Felipe II. Siglos más tarde, alguien compraría esa joya para su amada. ¿Alguien sabe como se llaman, alhaja y comprador?.
Un abrazo

12 comentarios:

Anónimo dijo...

La época y las vidas de estos tres personajes, María Tudor, Felipe II e Isabel I son muy interesantes y abarcan una gran cantidad de acontecimientos políticos y religiosos que tuvieron una gran repercusión en la historia.
En cuanto a la pregunta digo lo mismo que Dianora.
Un saludo

Luis Caboblanco dijo...

Vaya.. vaya.. Dos respuestas rápidas y las dos correctas. No hay quién pueda con vosotras aunque, hay que reconocer que esta vez el pasatiempo era un poco facilón. Las relaciones entre la Inglaterra Isabelina y la España Imperial son interesantísimo tema, del que hasta hace bien poco nadie se había parado a estudiar sus entresijos. Eran las relaciones entre un estado, el español que empezaba a dar muestras de cansancio y otro, el inglés que empezaba a sentirse seguro de su poder. Aunque el fotograma explicativo que representa el desastre de la Armada Invencible (tema que da para un buen post) data de 1588, desde un par de décadas antes se advertía que el enfermo, el Imperio español, estaba peor...

¡Gracias a las dos por ser mis cómplices!

Turulato dijo...

¡Pues yo no he leido aún el artículo!..
¿Y estoy comentando?.
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
¡MI MÁS CÁLIDA ENHORABUENA!.
Me acabo de enterar.
Pregunta: ¿Por qué hay que felicitar al "profe"?.
(Busquen en los comentarios del artículo anterior).
¡Un abrazón!

Luis Caboblanco dijo...

Bueno.. bueno, es cierto. Señoras y Señores, bienhallados todos, ayer salió la útlima nota de mi licenciatura en Derecho que, al ser igual o más alta que un cinco, me habilita para poner en mis tarjetas unos estudios que, al menos, hicieron que leyera muchísimo. Turulato, no he comentado nada en este blog porque pensaba hacer un artículo sobre lo que se me pasa por la cabeza en estos momentos. Si hubiera pensado en comunicarlo "y ya está", tu hubieras sido mi primer objetivo.

Gracias.

Turulato dijo...

Bueno. Ahora a clase, que ya "m'indiñao" el "bludimeri"..
Si queréis ver el puerto de Laredo, que está frente al mío de corazón, pues de nacimiento, "doña Leo", soy "carballón", utilizad esta dirección: http://canales.eldiariomontanes.es/cantabria/oriental/0004.jpg
Y.., manías que tenemos los viejos, yo aconsejaría a quienes quieran tener una idea ponderada de aquellos años, que lean las obras de don Ramón Carande "Carlos V y sus banqueros" y de don Miguel Artola "La Monarquía de España".

Turulato dijo...

0004.jpg
Es lo que falta y ha quedado cortado de la dirección que daba.
Por cierto, el puerto que véis no es....
Don Felipe embarcó en el antiguo, que ya no existe, pero sí os acercáis al pueblo podréis ver una placa en el ayuntamiento que os explica la situación..
Aunque también podréis atravesar un túnel, que naciendo de la dársena actual da a una pequeñísima caleta a mar abierta, al Norte, y que desde siempre oí que había sido un embarcadero.

Luis Caboblanco dijo...

Pues sí. Laredo, al igual que Castro Urdiales o San Vicente de la Barquera, fueron puertos de los que salieron barcos de la Armada Invencible. Laredo también era el punto de embarque natural de las personalidades españolas que viajaban a Flandes, Inglaterra o el norte de Francia.

En cuanto a los libros, totalmente de acuerdo en los dos, sobre todo en el de D.Ramon carande. En esta materia, al igual que ocurre con los estudios de la guerra civil, se ha producido en los últimos años un fuerte revisionismo, lo que ha llevado a una fuerte polarización de historiadores. Me molesta ir de Quijote por la vida pero creo que la historiografía anglosajona sobre el siglo XVI, mejor ni tocarla...

Anónimo dijo...

Gracias a Dianora me enteré como se llama la alhaja.
Sigue Caboblanco contandonos retazos de historia.
Me encanta leerlos.
Un besito.

Anónimo dijo...

Puestos a recomendar libros sobre el tema no puedo dejar de aconsejaros la lectura de "Las cuatro mujeres de Felipe II" de Santiago Nadal.

¡Ah! y enhorabuena al licenciado.

Anónimo dijo...

Lo primero felicitar a Caboblanco por su licenciatura.
Lo segundo mensaje para el Sr. Turulato, ya me extrañó a mi que nombrara La Foncalada, pero hay algo que está mal, debe ser porque hace tiempo que no está aquí, nun ye "carballón", ye carbayón que vien de carvayu.
Un saludo para los dos.

Turulato dijo...

"Doña Leo" nací ahí pero mi familia se fué de Oviedo cuando yo tenía cuatro años y no he vuelto.
Se lo expliqué al comentar uno de sus primeros artículos, de los que escribió hace tiempo...
¿No los tiene enlazados a su correo?.
¿Me perdona?. Seré bueno..

Grial dijo...

Primero de todo, felicidades licenciado Caboblanco! ;)
Buen post, como siempre una buena lección de historia, un beso :)