jueves, 13 de octubre de 2005

Cómodo, el hijo indigno

A veces nos preguntamos, con indisimulado estupor, como pudieron determinados padres engendrar determinados hijos. Cuando Marco Aurelio presentó a Cómodo ante los soldados como sucesor suyo, le otorgó el apelativo de “sol naciente”... y tal vez sus ojos de padre – si es que lo era – le veían así. Pero aquel muchacho pendenciero, de pocos escrúpulos, de apetito vigoroso y charla soez, no gustó a nadie más que a los legionarios, que le creían más militarista que su estoico padre. Grandes fueron, por tanto, su estupor y mal humor cuando, en vez de dar órdenes de exterminar a los miles y miles de sármatas que se apiñaban en una bolsa, se les ofreció la más desconsiderada de las paces, solo porque el nuevo emperador suspiraba por regresar a Roma para practicar su principal pasatiempo: degollar su tigre cotidiano antes de desayunar.

¿Creéis que exagero? más bien al contrario. A nuestro amigo, que no era un cobarde, las únicas guerras que le gustaban eran las que implicaban a fieras y gladiadores en la arena del circo. Dado que en Germania no había tigres, andaba como loco por volver a la urbe, donde los gobernadores de oriente estaban encargados de mandarlos a manadas. Por eso, burlándose del Imperio y de sus conciudadanos, concertó aquella paz ruinosa que tanto costaría a Roma un par de generaciones después.

Como para Nerón y Calígula, y aún echando un poco de agua a los incendiarios escritos con los que sus contemporáneos retrataron a este hombre, sobran elementos de juicio para calificarlo como un peligro público. Jugador empedernido, bebedor impenitente, con un serrallo, se dice, de centenares de muchachas y jovenzuelos para sus placeres, parece que tan sólo tuvo un afecto: una tal Marcia que, para más "inri", era cristiana; aún no se comprende cómo conciliaba su austera fe con los devaneos de semejante esperpento, pero el caso es que fue útil a sus correligionarios salvándoles de una más que probable persecución.

Su reinado, que de por sí era malo, tornó a peor cuando unos delatores denunciaron a Cómodo una conjura encabezada por su tía Lucila, la hermana de su padre, Marco Aurelio. Sin preocuparse de buscar la más mínima prueba, la mató y, medio paranoico, contrató como jefe de los pretorianos a Cleandro, un individuo de la peor calaña, ex - convicto, que en pocos días puso la ciudad patas arriba, quedándose con la mayoría del trigo que arribaba a los puertos del Tíber y consiguiendo además que, por primera vez desde hacía mucho tiempo, las gentes de Roma se muriesen de hambre. Un día, la población, con esa sensación de valentía que otorga un estómago vacío, se arremolinó antes las puertas de palacio y pidió la cabeza de Cleandro. Cómodo se la entregó sin titubear, sustituyendo a la víctima por Leto, hombre avisado, que en seguida se dio cuenta de que, una vez en el cargo, o se hacía matar por el emperador para contentar al pueblo, o se hacía matar por el pueblo para regocijo del emperador. En estas, debió pensar... "mejor tú que yo..." y diseñó un plan para matar a Cómodo. Y para ello contó con la complicidad de Marcia, quién olvidando por un momento su condición de hija de Dios, vertió una generosa ración de veneno en la bebida de su ¿amor?...

Al final, esa misma noche, el 31 de diciembre del 192 d.C. el gladiador con el que entrenaba le tuvo que rematar en el baño. Parece ser que Cómodo, de treinta años y casi dos metros de altura, era duro de pelar.

Un abrazo a todos.

PD: la "solución" al post anterior es esta...

14 comentarios:

Raúl dijo...

Interesante historia. Uno no para de aprender contigo.

Anónimo dijo...

yo, que voy atrasada, hoy he recibido clase de historia doble. No tenía ni idea del hijo de Marco Aurelio, pero desde luego no se parecía a su padre.
Y tampoco tenía idea de la existencia de esa isla.
Creo que tendré que continuar visitando esta página a ver si mejoro en Historia, con el privilegio de contar con los comentarios de Leo y Turulato!

Un abrazo

Anónimo dijo...

La violencia está presente en todas las épocas de la historia, pero en la romana toma, con algunos emperadores, unos visos de terror en los que ni sus propias familias ni sus amigos estaban a salvo.
Djerba, esa era la respuesta, está claro que la memoria falla algunas veces, menos mal que Caboblanco nos la refresca, así que muchas gracias por ello.
Un saludo

Luis Caboblanco dijo...

Es curioso que a cierto tipo de dictadores, emperadores, reyezuelos y demás, no más haya forma de quitárselos de encima que mediante el asesinato; es curioso también, que en ocasiones, los más ardientes partidarios de consumar el magnicidio sean personas afectivamente cercanas... ¿será que el último empujón que necesita el asesino es saber bien con lo que está acabando...?

Otro dato, el número de emperadores que murió de viejo es inferior al que perdió la vida por causas no naturales: cuchillos, lanzas, espadas, venenos y demás.

Anónimo dijo...

En ciertas épocas, el poder llevaba a la muerte por la vía rápida a los gobernantes; a parte de Roma, otro buen ejemplo está entre los visigodos (se despedían de este mundo al proporcionárseles el viaje por los mismos métodos que tu citas en el comentario) y entre los visigodos tampoco los familiares escapaban del peligro y si no que se lo pregunten a la nieta de Goswintha.
Un saludo

almena dijo...

Y a Marcia qué interés la llevó a aliarse con el enemigo y traicionar a su "amado"?
La historia es una historia de traiciones sin fin...
Saludos, Caboblanco!

Luis Caboblanco dijo...

Cuando Cómodo, medio paranoico, llegó a la conclusión de que toda el mundo estaba contra él, escribió en una tablilla los "agraciados" con la próxima ejecución gratuita. El destino quiso que Marcia hallase la tablilla entre los pliegues de una cama. Cuando reconoció la letra de Cómodo, aumentó su curiosidad por leer el escrito. Y tan pronto como descubrió que contenía una orden de ejecución y que ella iba a morir en primer lugar, seguida de Leto y de Eclecto, y que otros iban a tener la misma muerte, se puso a gemir diciendo para sus adentros: «¡Bien, Cómodo! ¡Esta es tu gratitud por mi afecto y amor frente a tu arrogancia y a tus borracheras, que he soportado durante tantos años! ¡Pero tú, borracho, no vas a librarte de una mujer sobria!».

Luis Caboblanco dijo...

Hola Leo... ¡es verdad, no me acordaba!. si la posibilidad de morir de viejo siendo emperador romano era pequeña, si se pertenecía al club de los reyes visigodos, ya era minúscula.

Gracias, Leo

Anazia dijo...

Capoblanco, muchas gracias por permitirme conocerte. me gusta tu blog ^_^

Anónimo dijo...

A mi no deja de asombrarme la capacidad de trsgresión que tiene el poder en manos de algunas personas, como los revuelve al grado de no distinguir entre justicia, derechos y abuso.

Estupendo tu blog, aprendo..y me enrabio también eh...

Bikos y buen fin de semana!

Anónimo dijo...

Cómodo menos mal que paso a la historia, ni de broma quisiera tener un vecino como ese por mi barrio.
Caboblanco, cada día conozco una historia nueva contigo, Me encanta.

Anónimo dijo...

Vaya con Cómodo si resultó ser incomodo para todos, menudos engendros en la antigua Roma. Siempre los imagino, será por las peliculas, con un cuchillo buscando una espalda.

Un abrazo, me encanta leerte y aprender.

Grial dijo...

En esa época llegar a anciano estando en el poder era todo un milagro.
Has puesto la foto de Joaquin Phoenix, que bordo el personaje de Cómodo en Gladiator ;)
Otra interesante lección!
Buen fin de semana, un beso :)

Anónimo dijo...

orale creí que solo era parte de la película, realmente era una persona muy sádica un poco enferma mentalmente diría yo, degustaba del dolor ajeno, yo no le veo nada de gracia ver como matan a otra persona solo por que es presa de la esclavitud y que tenía que sobrevivir o morir, ley del mas fuerte.

saludos