lunes, 3 de octubre de 2005

¿Hay algún médico en la sala?

Galeno curando a un gladiador

Cuando somos pequeños, posiblemente las personas que más capacidad tienen para impresionarnos son nuestros abuelos. Los observamos, casi reverencialmente, con esa apariencia venerable y tranquila que da la certidumbre de tener la vida hecha y, en la mayoría de los casos, la sensación de estar totalmente en paz con uno mismo. Al contrario que en nuestros días, en que los abuelos no dicen más que tonterías, en mi época, lo que salía por la boca del padre de tu padre, iba a misa. Y eso, a pesar de que manejasen un vocabulario que a mi me parecía incomprensible. Uno de los atributos del léxico de mi abuelo que más recuerdo, es que estoy seguro de que nunca le oí pronunciar la palabra médico… ¡y eso que se pasaba media vida en el ambulatorio! De sus labios escuché medicucho, matasanos, mediquillo, curandero… y galeno. Como los abuelos de mi generación compartían con el Papa el don de la infalibilidad, ni puñetera falta le hacía al hombre saber que estaba nombrando a uno de los primeros facultativos conocidos, sin duda el más famoso de la antigüedad, y cuyos métodos estuvieron más o menos vigentes hasta, por lo menos, el primer cuarto del siglo XVI.

Galeno nació en Pérgamo en el seno de una familia de buena posición. El chico pronto reveló los dos rasgos principales de su personalidad: era tan vago como inteligente. El padre, que se olía el percal, intentó convencerle para que siguiera la carrera militar, a ver si aprendía algo de disciplina, pero la madre se empeñó en que estudiara. Empezó con las letras y la filosofía y, como parecía que el chaval rentabilizaba el dinero de su formación, la familia le envió a estudiar al extranjero. Primero marchó a Esmirna y después a Alejandría, la Yale de entonces, donde no le costó demasiado destacar entre sus compañeros. Cuando regresó a Pérgamo su padre le propuso abrir una consulta con la que "sanear" el bolsillo de los ricos y, de paso, recuperar algo de lo invertido pero el niño prefirió ejercer como médico para varios lanistas o propietarios de gladiadores. Cuando su padre se enteró, casi se descompuso, pero a Galeno, aquellos años le vinieron estupendamente pues desarrolló una tremenda habilidad para suturar heridas.

Cuando unos amigos le convencieron para abandonar Pérgamo y mudarse a Roma, ya era un médico hábil y experimentado. Como suele ser habitual en estos casos, su fama le precedía y cuando arribó a la urbs, ya estaban aguardándole unos funcionarios imperiales que le “convencieron” de que lo mejor en su caso era aceptar la oferta del Emperador Marco Aurelio para convertirse en su médico personal. Galeno, orgulloso, tan solo planteó dos objeciones: debían permitirle seguir aceptando clientes pobres y tendrían que aceptar sus frecuentes viajes. Marco Aurelio no puso pegas a lo primero y, en cuanto a lo segundo, le miró con una enigmática sonrisa y le dijo… ¿te gusta viajar? … te vas a hartar; y en efecto así fue: Galeno se pasó buena parte de su vida en la carretera, siguiendo al Emperador y a sus hijos por los escenarios de sus campañas y sacando de cuando en cuando tiempo para sus viajes. En ellos asimiló todo el conocimiento médico de la época, escribiendo numerosas obras en griego sobre anatomía, fisiología, patología, terapéutica, higiene, etc.…

A Galeno se le atribuye el uso de fármacos a gran escala: el mismo recogía sus plantas curativas y preparaba sus prescripciones a base de mezclas complejísimas. De la preparación de estos remedios nace la palabra “Galénica”, que se refiere a la técnica para preparar los medicamentos. La estrella de su recetario era la “triaca”, una especie de brebaje que no tenía nada que envidiar a “elixir del desierto” que vendían los buhoneros en el lejano oeste. Constaba de setenta ingredientes y pretendía ser una especie de antídoto universal. Este remedio conservó gran popularidad hasta comienzos del siglo XIX, en parte gracias al hecho de contener opio. La obra de Galeno fue aceptada durante largos siglos como dogma de fe y solo a partir del siglo XVI, con las nuevas ideas de Vesalio, gran anatomista del Renacimiento, se empezaron a sacudir los cimientos de su autoridad.

Cierto día Galeno fue llamado para que atendiera a la mujer de un aristócrata romano, pues su médico habitual creía que su enfermedad no se correspondía con causas físicas. Mientras caminaba por la calle principal, camino de la Domus del paciente, decidió comprar unas manzanas y, mientras esperaba para pagar, se enteró gracias a los cuchicheos de dos clientas, que la mujer que iba a reconocer estaba “en tratos” con un famoso y atractivo actor que había abandonado la ciudad hacía semanas, perseguido por los esbirros del marido despechado. Cuando se acercó al lecho de la paciente, cogió su muñeca para sentir el pulso, y pronunció el nombre del galán desaparecido. Al oír el nombre de su amor, el pulso de la mujer se disparó. Galeno se agachó hacía ella, le susurró algo al oído y, de pronto, la mujer comenzó a reír y a llorar al mismo tiempo, presa de un ataque de inmensa alegría.

¿Qué que fue lo que la dijo? Tan solo que su amor estaba bien. Luego se enteraría de que a la enferma la habían hecho creer que su adalid estaba muerto. Quizás fruto de esta experiencia, decidió describir una nueva dolencia: la melancolía. Galeno murió alrededor del año 200 d.C.

Por si os preguntan vuestros nietos.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola¡
Me encanto leer tu historia sobre
Galeno.
Y claro esta la melancolía puede llegar a enfermar, por que los primeros sintomas aparecen en la inapetencia de todo lo que hay a nuestro alrededor.
Un Saludo.

Anónimo dijo...

Como siempre interesantísimo, ameno y con ese deje humorístico que logra enganchar al lector del principio al final de relato.
Un saludo

Anónimo dijo...

El recuerdo de mi abuelo y sus historias y paciencia me ha venido a la mente al leer tu post, ¡muchas gracias!

almena dijo...

Dando clases, todos tus alumnos serían tus "fans".
Estoy segura.
Y tendrías que darles la mayor nota a todos :-)
De nuevo didáctico, interesante, atractivo de leer...
Saludos!

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos. No tendría problemas en daros a todos la nota más alta posible, pero no soy profesor, sino compañero de viaje en la red; Alegraos entonces ya que tampoco os puedo mandar deberes :-)

En el Imperio Romano, personajes como Galeno eran la excepción. Para poder acceder a un buen facutativo hacía falta una buena cantidad de piezas de oro o, en su defecto, estar alistado como legionario ya que el mejor servicio médico de la época se ubicaba en las legiones. Aunque aún no se conocían las infecciones, se daba mucha importancia a la higiene, a la sutura rápida de la herídas, y a la separación de los enfermos del resto de la tropa, como métodos para mantener alta la salud de las unidades. Incluso se conserva la lista de bajas de una cohorte, indicando expecíficamente la dolencia de cada cúal: fracturas, fiebres, mareos... ¡hasta problemas de ladillas!

un abrazo

Anónimo dijo...

Siendo tan ameno, no nos importarían los deberes.
La explicación complementaria del comentario es muy interesante, quizas pensamos en más de una ocasión en las legiones, pero no tanto en todo lo que sucedía alrededor de ellas, como por ejemplo los problemas de salud.
Un abrazo

Grial dijo...

Para mi "Galeno" significa muchos más que el nombre de uno de los (llamémosle) padres de la medicina..
Tu post tan interesante e instructivo, como siempre, me ha traido bellos recuerdos..
Un beso :)

Anónimo dijo...

La Historia si se cuenta con anécdotas es mucho más amena y aprendes mucho más.
Puedes reflexionar más allá: por experiencias recientes, creo que actualmente muchos médicos deberían leer historias así. La medicina no es sólo tratamiento de un cuerpo, son relaciones humanas. Y los médicos ante todo deben ser humanos. Tal vez algunas de la Seguridad Social deberían pasar unos años en la legión... para aprender humanidad.

Un abrazo

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos...

¿Humanidad? una palabra sobre la que todo el mundo tiene una idea preconcebida pero en verdad, extraordinariamente difícil de definir...¿alguien se atreve?

Turulato dijo...

El artículo me ha recordado "ciertas vivencias"...
Pero echaba de menos la pregunta..
¿Humanidad?. Creo que es indefinible como todo lo Humano.
La generalidad de las culturas que perviven en un estadio primitivo identifican "Hombre, Humano, Humanidad" con "(como)Yo, (como)Nosotros", pero no en un sentido extenso sino privativo, cláramente limitativo y excluyente.
Y pienso que tienen razón.
Luego "humanidad" como término calificativo se refiere a todo aquello que es privativo del Hombre, tanto sea bueno como malo. Aun lo horrendo.
Pero la quiebra cultural que produce la Revolución Francesa, precedida por las teorías de los pensadores franco-británicos y seguida por las de los germanos, va a originar una progresiva alteración axiológica, de manera que la cualidad "moral" va a ser sustituida por la cualidad "humana".
Así hoy, muchos confunden comportamiento humano con comportamiento moral e identifican "humanidad" con aquel comportamiento o sentimiento acorde con la sustancia de la persona.
En resumen. Hoy muchos entienden por "Humanidad" lo que en puridad es Moral.
¿La causa?. Simple. La Moral me exige y, por contra, son los hombres quienes dicen en que consiste la humanidad.
La vida fácil, que fácil es vivir así....

Anónimo dijo...

Plas, plas, plas (léase aplausos) para el Sr. Turulato por su disertación sobre la humanidad y su relación con la moral, no creo que se puede explicar mejor.
Felicitaciones Sr. Turulato y saludos a todos los contertulios.

Anónimo dijo...

Muchas felicidades compañero, por ese comentario en el blog de Andrea. Eso no se consigue todos los días. Te deseo mucha suerte y mi enhorabuena por el esfuerzo.
Yo tambien la hice ahora ya hace 20 años. Como adivinarás, soy un pco carrozón.

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos. Efectivamente creo que nos hemos quedado con la parte agradable del ser humano, ese conjunto de virtudes o comportamientos cuyo majeno y disfrute se consideran recomendables para convivir. Esa amalgama es parecida para todas las culturas y desde hace tiempo, la llamamos "moral".

Aunque creo que, tal como van las cosas, mostrar humanidad cada vez equivale más a no comportarse como un ser humano..

Gracias Turulato y gracias a todos también.