sábado, 15 de octubre de 2005

Un apagón en la historia de la humanidad

Uno de los cementerios cerca de Kanchanburi y, al lado, el verdadero puente sobre el Kwai

No es difícil saber cuando un hombre camina por el límite de sí mismo, cuando está a punto de poner fin a su sufrimiento. Simplemente, tiene la mirada desenfocada, perdida, dirigida a un infinito que parece inalcanzable, pero que en el fondo hace mucho que ocurrió. Es la mirada de alguien que no tiene salida; ni esperanza. Por eso, cuando el chico salió del barracón de la enfermería, treinta y un días después de haber sido salvajemente maltratado por los soldados, y me miró de aquella manera, llevándose la mano al corazón, comprendí que iba a quitarse la vida. Bajó las escaleras de un salto y aceleró el paso. Se cruzó, ya a la carrera, con los prisioneros que estaban acarreando las traviesas del ferrocarril, haciendo que dos de ellos perdieran el equilibrio y cayeran y, con la fuerza que da la desesperación, llegó a aproximadamente cinco metros de la alambrada, justo en la línea de uno de los nidos de ametralladoras. Se oyó un tableteo e, inmediatamente, su cuerpo se desplomó, presa de los disparos. Así se suicidó, delante de nosotros, aquel al que todos llamábamos chico, ante la desesperación de su hermano, a quién me costó los mayores esfuerzos retener para que no siguiese su destino, y de quien tuve que apartar inmediatamente la mirada, ya que no podía revelar que, en el fondo, consideraba la muerte de su pariente un alivio (…)

Señora, su hijo no pereció aquel día. Le mataron en el momento en que le propinaron el primero de una serie de maltratos y comprendió que había dejado de ser un ser humano. Después se limitó a asumir su destino (…)

(Escrito a partir de una carta enviada por el soldado que presenció los hechos, a la madre del que resulto muerto en un campo de concentración japonés).


Una de las realidades más deplorables de la Segunda Guerra Mundial – si es que hubo alguna de otro tipo - fue el trato que el Ejército Imperial Japonés dispensó a sus prisioneros de guerra. Aunque todos ellos “disfrutaron” de unas condiciones de vida muy duras, a los prisioneros chinos se les consideraba infrahumanos y, en consecuencia, se les trataba con indecible crueldad, mientras que los occidentales recibían un trato algo mejor, hasta que el signo de la guerra cambió para los nipones que empezaron a dar muestras de una saña indiscriminada. A pesar de que la Convención de Ginebra había establecido las normas básicas para el trato humanitario a los prisioneros de guerra, los combatientes bajo control japonés eran regularmente torturados, golpeados y asesinados. También eran utilizados como mano de obra por un sueldo simbólico. En 1942, el Japón empezó la construcción de un ferrocarril que acortara las vías de aprovisionamiento entre Tailandia y Birmania. La construcción se realizó a lo largo de 400 kilómetros, gracias al trabajo forzado de un cuarto de millón de tailandeses y 60.000 prisioneros de guerra occidentales. Se calcula que la mitad de los trabajadores forzados murieron por los castigos, el hambre, las enfermedades y el cansancio... De estos, 16.000 eran holandeses, australianos y británicos, y en ellos se inspiró Alec Guiness para su famosa película. Dos cementerios cerca de Kanchanburi contienen sus restos.

Se ha especulado mucho acerca de las razones que motivaron esta crueldad. Muchos japoneses se consideraban una raza superior y se guiaban por un código moral que identificaba la rendición como un acto de cobardía. Esa falta de “honorabilidad” en el momento de ser capturados podría, según la ética japonesa, haber motivado ese sentimiento de desprecio.

Una convención para respetar, un código para despreciar… Nos hemos rodeado de leyes, y nos hemos olvidado de nuestro corazón.

PD: Los nombres de los países, desgraciadamente, no son ficticios... aunque las historia nos demuestra que pueden ser cualquiera.

Buenas noches.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando vi esa película me impacto mucho, y aún no entiendo que es lo que nos hace comportarnos de esa forma con otros seres humanos, cuál es el punto en el que perdemos la empatía con alguien que sufre...y en lugar de hacerlo llevadero nos convertimos en verdugos.

´La piel se me ha puesto de "gallina" al leer la primera parte del post...

Un biko y buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Así es. Campos de concentraciones inhumanos japoneses, alemanes... Guantánamo. A lo largo de toda la historia se ven estos actos de crueldad, salvajismo.
Cabo, me has hecho reflexionar sobre el punto de que los japos se consideraban una raza superior y se guiaban por un código moral... como en el resto de casos seguramente sucedía y sucede. Incluso sin ir a ninguna guerra. Por ejemplo, los militares chilenos seguramente se considerarían superiores a sus prisioneros y se regían por un código moral propio, estaban salvando al país y a las buenas personas del comunismo y Cuba.
No es el único. La raza aria, el alzamiento militar para salvar a la patria...
¿o en algunos casos en vez de creerse superiores es un odio profundo? ¿o una mezcla de los dos?

¡Y después dicen que la historia es sólo para empollar!
Un abrazo

Anónimo dijo...

El género humano demuestra todos los días su crueldad en distintos grados, pero cuando además se pasa por un periodo de guerra, los peores instintos salen a flote y se manifiestan de una forma tan brutal que nos dejan helados, pero, seamos sinceros, después del primer impacto al conocer estas salvajadas ¿somos capaces de mejorar nuestro comportamiento?, desgraciadamente la historia nos muestra que no porque durante siglos la respuesta fue la misma y lo peor es que llevamos el camino de que se siga de la misma forma.
Siempre lo dije y ahora lo repito, la Historia no se usa para aprender, se utiliza como arma arrojadiza, tu me diste entonces, yo te doy ahora, en lugar de preguntarnos ¿por qué tú me diste entonces? e intentar buscar una solución pacífica y no una solución bélica que saca a la luz los peores instintos del ser humano.
Bueno, quiero dejar claro que al lado de tanta brutalidad también se manifiesta la bondad de gentes que aún a riesgo de perder su vida intentan mejorar estas situaciones tan extremas; no todo en el ser humano es negativo, pero si lo que más se ve.
Tu post de hoy nos servirá para reflexionar. Un abrazo

Anónimo dijo...

Me tienes absolutamente alucinada. Tanta sabiduría, información, buen relato y rapidez para postear. Eres un "crack". Es increíble el talento que hay por aquí en la red. La historia que cuentas no tiene desperdicio. El tema, fascinante. Siempre me han intrigado las oscuridades de la raza humana. Besitos miles de Andrea

Turulato dijo...
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Anónimo dijo...

Veo poco cine y si es bélico menos, pero, esta pelicula si la he visto y me pareció muy cruel.
No sé porque los japoneses sentian ese placer en torturar, no creo que un código o unas creencias te den saña para hacer el mal, pienso que los que torturaban disfrutaban con ello, como todos los torturadores sean del signo o el país que sean hacen. Para maltratar y torturar a un ser humano, decir bestia se queda corto. Odio la violencia. No la entiendo. Y sólo de ver imagenes ficticias de ella ya me duele.

Un excelete Post. Tus histiorias nunca dejan indiferente.
Abrazos

Luis Caboblanco dijo...

Hola a todos..

Turulato, tienes que disculparme. Olvidé que tus has visto situaciones parecidas a las "tocamos" en este post. Quizás por eso has borrado tu comentario que, por otra parte, tenía el valor de lo vivido. Si necesitas volver a contarlo con otras palabras, te invito de veras a hacerlo. Si no, tu post era igualmente enriquecedor; y si el post te ha incomodado por algo, lo siento de veras.

Un fuerte abrazo.

Lunarroja dijo...

No sé por qué, el otro día soñé que me iba a una guerra. Fue una de las peores pesadillas que he tenido nunca, y hoy, al leer tu post, algunas escenas me han resultado terriblemente familiares.
Otra vez enhorabuena.

Turulato dijo...
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Turulato dijo...

Luís ¿llegaste a leerlo?.
Nunca incomodas. Es curioso, doña Leo me ha dicho lo mismo.
Y la verdad es que ambos tenéis un trato exquisito. El fallo está en mí.
Lo he borrado porque "a toro pasado" sentí que no había escrito para vosotros ní para comentar tu artículo.
Hay ocasiones en que me puede el corazón.., o la rabía. ¡Yo qué seeeé!.

El comienzo de tu artículo es demoledor. Terrible. Ahí me he "roto". Me he desahogado.

Millán Astray se inspira en el "Bushido" cuando da forma al "espíritu" del Tercio de Extranjeros, lo que después va a ser conocido como La Legión. Cuando dirige la Academia General Militar durante su 2ª Época, Franco, que había sido oficial y jefe en el Tercio, desarrolla el "Decálogo del Cadete" basándose en aquella manera de ser.
En ella me instruyeron. Espíritu de sacrificio, trabajo en equipo, superación personal y exigencia. Sín límite alguno; hasta la muerte, sí fuera preciso.
Y, aunque matizada por los tiempos, en ella siguen formándose los cadetes del Ejército de Tierra.
Pero esta mentalidad genera tres tipos de personas:
*Aquellos que procuran cumplir, pero no siempre "llegan". A veces pueden y otras..
*Los que viven en total sintonía con la formación que recibieron.., y creen que todas las personas deben ajustarse a sus ideas y a su manera de entender la vida.
*Los que viven en total sintonía con la formación que recibieron.., pero se dan cuenta de que su proceder sólo es conveniente en determinadas circunstancias y momentos. Y para ciertas personas; saben que el resto de la sociedad vive, debe vivir y es bueno que viva de otro modo.
Franco pertenecía al segundo grupo. Sentía que España era "un cuartel y él mandaba el regimiento".. En su mentalidad hacía lo que debía.
Pero España no es ní debe ser nunca un cuartel.
Y no basta que uno piense que hace bien cuando dirige o influye la/en la vida de otros. Y pretender que todos sientan y actúen de la misma manera es una monstruosidad.

Cuando alguna de estas personas, con esta manera de entender la existencia, tiene poder durante un conflicto el resultado es horroroso. Eficázmente horroroso.

Y nadie, nadie puede presumir de inocencia. Símplemente ocurre que juzga quien vence; y sí además hace películas...

Un abrazo, amigo mío

Luis Caboblanco dijo...

Bueno.. ayer no fue precisamente un día fácil y eso, posiblemente, condicionó el tema de un artículo que, de por sí, podría resultar incómodo. Pero ahí esta; no podemos girar la cabeza ni finguir que no existe... ¡es así! una de las principales habilidades del ser humano y olvidar momentaneamente su condición y joder a otro semejante. Y si asesinar o matar a sangre fría exige traspasar un límite, imagina como hay que ser para mantener a alguien cautivo y amargarle la existencia... en fín, una pena.

¡A ver si saco un post más animado para mañana!

Grial dijo...

Coincido con la frase final de Turulato: "..nadie puede presumir de inocencia."
No haypeor enemigo para el hombre que el propio hombre...
Buen post.
Buen fin de semana, un beso.

Anónimo dijo...

Creo que la guerra fue muy dura para muchos países y es que en japón el honor es o era lo máxima virtud, pero ya era muy extrema la cosa, pues eran tratos inhumanos peor que a un animal los trataban, deplorablemente. Hay películas en las que recrean algunas escenas, y en una de ellas uno de los japoneses se suicida por que su jefe o mayor lo decepciono por el trato que daba, las guerras solo son por poder y avaricia. Cuando valoraran al hombre que enseña que al hombre que mata


saludos