En la Roma Imperial, la unidad militar básica era la legión, pero esta se hacia apoyar generalmente por diversas unidades auxiliares, que se ocupaban de “tapar” las carencias de aquella, como su escasa cantidad de caballería o la ausencia de arqueros. Además, era muy corriente que esas unidades auxiliares fueran reclutadas en un país, fueran enviadas a luchar a territorio extraño, generalmente muy lejos, y combatieran juntas, preservando en cierto modo su carácter nacional. Pues bien, estas unidades eran llamadas numeri.
Su utilidad era clara. Por un lado, eran más fáciles de reclutar porque eran alistadas sin demasiados miramientos; además eran menos onerosas de mantener, pues su sueldo era bastante inferior a lo que cobraba un legionario. En tercer lugar, al ser tropas de segunda categoría y no ser ciudadanos del Imperio, eran más prescindibles, por lo que se utilizaban casi siempre como carne de cañón, para preservar a las legiones hasta el momento decisivo. Por último y como ya hemos dicho, eran peregrini o no ciudadanos, siendo precisamente la ciudadanía romana, el premio que tenían reservado tras 30 años de servicio (para un legionario eran 25). La ciudadanía era el tesoro más preciado del mundo antiguo, al menos, hasta que Caracalla la extendió a todos los habitantes del Imperio, y ante semejante motivación, estos auxiliares se partían literalmente la cara.
Como cada una de estas unidades, estaba formada por gentes de la misma procedencia, acostumbraban a pelear a su manera. Había jinetes númidas, arqueros sirios, honderos de baleares…pero hubo un tipo de unidad que fue vital en los encuentros militares de las fuerzas del Imperio, a partir del siglo III D.C: Los Clibanarii
El clibanarium - clibanarii en plural – o cataphracti, era un jinete, generalmente de procedencia persa, sármata o yáziga, que estaba virtualmente forrado de una armadura de placas que le cubría todo el cuerpo. Además su montura estaba cubierta por una protección similar. Su armamento era espada, escudo y, sobre todo, una larga lanza de acometida con la que debieron provocar el mismo efecto en sus enemigos que los tanques franceses en la batalla del Sedan. Sin embargo, también tenían sus inconvenientes. Por un lado, el peso de las armaduras hacía que los únicos caballos de la antigüedad con la suficiente alzada y fuerza para soportar la carga fueran los de raza armenia. Como quiera que escaseaban y había que ir a buscarlos donde da la vuelta el viento, para comprar uno, poco menos que había que meterse en una letra. El segundo inconveniente era intrínseco a la armadura: con mucho sol y calor, el jinete, literalmente se cocía vivo. El cronista Cratipo nos habla de jinetes que caían redondos al suelo, completamente deshidratados. De hecho, su nombre, Clibanarium, hace referencia al calor que se pasaba dentro ya que Clibanum, es el horno donde se cuece el pan.
Su momento de gloria fue en la batalla de Estrasburgo, en el 357 D.C. donde, en medio de una situación desesperada para las fuerzas imperiales, realizaron una carga suicida que rompió las lineas de los Alamanii (que no alemanes) y provocó una desbandada general. Menos conocido es que 2.000 cataphractii de procedencia sármata fueron mandados a Britannia por Marco Aurelio donde, durante muchos años, primero ellos y después sus descendientes, patrullaron el Muro de Adriano.
Hasta mañana.
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