lunes, 15 de diciembre de 2008

Gengis, el dueño del mundo



Según el imaginario mongol, un día el profeta Noé repartió su reino entre sus tres hijos: Can quedó como patriarca de los negros, Sem como jerarca de los árabes y persas y Jafet como luz de los turcos y mongoles. Según esa misma leyenda, uno de los biznietos de Jafet, Oghuz, se negó a mamar hasta que su madre se convirtiera al Islam y al advertir que sus hermanos querían asesinarlo, consiguió huir. A medida que los hermanos crecían iba acelerándose el odio entre turcos y mongoles y un día los primeros prácticamente exterminaron a los segundos; tan solo dos hombres y dos mujeres consiguieron escapar a un valle en medio de unas inaccesibles montañas...

Siguiendo con esta bonita historia, los mongoles se multiplicaron de tal forma que al poco, su escaso reino se reveló insuficiente y, gracias a un enorme brasero que construyeron con la piel de setenta vacas, consiguieron fundir una de las montañas que taponaba el valle, que estaba hecha a base de mineral de hierro, quedando a la vista un amplio paso por el que varias de las tribus que formaban la familia mongola empezaron la reconquista de sus tierras, con un tal Gengis Kan al mando...

Semejante relato no tiene ni pies ni cabeza; más que nada porque Gengis Kan murió en el 624 de la Hégira y es imposible cuadrar este dato con los más de setecientos años que pasaron entre sus andanzas y las de su tataratatarabuelo Oghuz pero no deja de ser revelador de la insigne relevancia que para los mongoles tenía la figura de su más famoso miembro, "Gengis", el hombre que consiguió la proeza de reunir el reconocimiento absoluto de todas las tribus y clanes mongoles, formando de éste modo, uno de los Imperios más grandes de la historia de la humanidad. Solo unas décadas antes, estos mismos clanes andaban dispersos por un enorme territorio que limitaba con China y que, formado a base de desiertos y mesetas heladas, prometía, básicamente, la nada. En esta gigantesca extensión los mongoles pastoreaban y se movían atendiendo a las condiciones climáticas, con el fín de procurar el mejor pasto posible a su ganado, cambiaban productos procedentes de sus reses por elaboradas manofacturas procedentes de China y Siberia y, en último extremo, cultivaron la nota predominante de su carácter, nota definitoria que les iba a procurar la supremacía muchas décadas más tarde... una valentía y una resistencia a las dificultades inigualables.

Primero fueron contratados como mercenarios, fundamentalmente por la dinastía Song, uno de los dos bandos que en aquel entonces andaban a la gresca en China, junto con el Manchú. Justo por esta época debió de ver la luz Temujin, el verdadero nombre de Gengis Khan, que viene a significar "el acero más fino". De familia culta y más o menos noble, determinadas circunstancias dieron con sus huesos en, prácticamente, la indigencia, pero el cultivo de varias buenas amistades y su lealtad a toda prueba le procuraron la posibilidad de escalar de nuevo la pirámide social mongola y gozar de una reputación que iba a crecer de forma superlativa. Temujin se movió, con agilidad sibilina, entre la red de conjuras que se tejía entre los diversos clanes mongoles, sobrevivendo a un intento de asesinato, consiguiendo castigar a los secuestradores de su madre e incluso, cuando ya se sentía lo suficientemente fuerte para dar el golpe de gracia a sus enemigos, capturando al que había sido su mentor, Jamuka, y ordenando su asesinato. No esta mal para alguien que no muchos años antes se veía obligado a robar para mantener el estómago lleno.

A partir de ahí, comienza la verdadera historia de Gengis; haciendo honor a su nombre – pues Gengis es "Océano" en mongol – comienza una campaña de dominación contra sus pueblos limítrofes y poco a poco van cayendo los ejércitos de los tártaros, tayikos, uzbecos, nomatais... No esta claro que fue lo que le llevó a desencadenar operaciones de tal magnitud; puede que la falta de pasto, las malas cosechas o quizás una explosión demográfica pero lo cierto es que, en aquel momento, China entera temblaba ante las acometidas de los hábiles jinetes mongoles e incluso el Imperio Musulmán rezaba sus mejores oraciones para persuadir a Gengis de que era conveniente dar la vuelta. A ninguno de ellos les sirvió de nada. Gengis arrasó la mitad de China tras atravesar la Gran Muralla en 1211 y solo la posibilidad de un contrataque de tribus hostiles en uno de sus flancos le hizo desistir y plantearse un aplazamiento que no una retirada; sería su nieto Kublai el que liquidara definitivamente las esperanzas Chinas de seguir manteniendo cierta independencia como nación. Inmediatamente después, y con la excusa de un ataque a una caravana de mercaderes, Gengis arremetió contra el mundo musulman. El Sha ala – al –din no pudo más que plantear una débil resistencia que no impidió que la mitad de Persia y grandes zonas de Armenia fueran, a partir de ese momento, meras provincias de un Imperio en donde tampoco se ponía el sol. El gran Khan, el "castigo de Dios", había dejado un reguero de sangre desde Asia central, pasando por Irán, hasta el Caúcaso y las llanura rusas del norte... y su nombre aterrorizaba a media Europa que pensaba que nada iba a detener a ese ejército perfecto de jinetes perfectos y arqueros perfectos.

En 1223 cualquier resistencia a los deseos del Gran Khan estaba finiquitada y este conquistador, implacable e inteligente pero del que no sabemos mucho más, se retiró a sus teritorios de partida, aseguró algunas de sus nuevas conquistas en el viaje de vuelta y se dedicó, básicamente a no hacer nada, quizás pensando que iba a hacer ahora con semejante mosaico de pueblos y provincias y que lejos estaban los días en los que sus ancestros tuvieron que fundir una montaña para salir a buscar algo que llevarse a la boca.... Murió en 1227.

Gengis si hizo, realmente, algo más: nos dejó el Yasaq, un texto que codifica muchas de las más importantes prohibiciones del mundo mongol. Prácticamente todas estaban relacionadas con el fuego, elemento sagrado para ellos, y son tantas y tan variadas que parece imposible que un mongol se acostara una noche sin haber infringido, al menos, media docena de ellas. Algunas de las más curiosas son:

- Poner un cuchillo en contacto con el fuego.
- Lavarse o lavar la ropa (al parecer, si se hacía las posibilidades de caer fulminado por un rayo eran enormes).
- Hollar en el umbral de los aposentos reales.
- Tomar a la vuelta el mismo camino que a la ida.
- Derramar leche o alimentos en el suelo.
- Capturar pájaros.
- Golpear al caballo con la brida.
- Gritar al caballo.
- Ofrecer la mano izquierda.
- Escupir un alimento que hubiera sido ofrecido por otra persona... ¡Aunque fuera para no ahogarse!
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Curiosamente, los mongoles pasarían a la historia por algo más, aunque a ellos no les dió tiempo a "disfrutarlo". Este pueblo es el único que ha conquistado Rusia... en invierno. Sus caballos, resistentes y enjutos, cabalgaban de maravilla en los lagos helados de las estepas rusas.
Saludos.

4 comentarios:

Elías Amorós dijo...

pues yo creo que todas son totalmente ciertas.

Elías Amorós dijo...

queria decir el lo de votar.

Leodegundia dijo...

Desde luego, la leyenda, como sucede con la mayoría, tiene una cantidad enorme de fantasía pero quizás eso es lo que les da el encanto a ese tipo de relatos.
En cuanto a las prohibiciones, tienes razón que seguro se las saltarían a la torera, :-) quizás la que mejor cumplían era la de no lavarse ni lavar la ropa.
Un saludo

Mónica dijo...

Me encantó leer esta historia, la caul conocía muy superficialmente.

¡Feliz navidad! me gustó conocer tu blog.

Bsss. Nos vemos ¿si?