domingo, 13 de enero de 2008

¡Auxilio!

Los romanos siempre confiaron ampliamente en soldados aliados como complemento de sus propios ejércitos. Esta, en principio, “abierta” manera de pensar, era consecuencia de una de cal y otra de arena: por un lado, se sabían lo suficientemente inteligentes para aceptar que, en determinadas disciplinas, la pericia de algunos pueblos era muy superior a la suya propia y, por otro lado, consideraban que nada valía más que la vida de uno de sus legionarios con lo que a menos que el enfrentamiento fuese realmente importante o la cosa pasara de castaño oscuro, no arriesgaban a sus preciadas legiones... Esta fuerzas auxiliares o complementarias eran igualmente profesionales, estaban preparadas con estándares parecidos a las de las unidades de primera línea y, según su naturaleza, recibían el nombre de Auxilia o de Numeri.

Los Auxilia, llamados así porque ayudaban y apoyaban a las legiones ciudadanas, eran tropas de choque no ciudadanas (en principio...) que suplían el escaso apego de los itálicos por el ejercicio del arco o la suerte de la caballería. Lo normal es que mantuvieran la estructura propia de sus países de origen, atendieran sólo a sus jefes y fueran reclutados mediante levas especiales. Sin embargo, esta independencia funcional les acarreó a los romanos más de un dolor de cabeza, como cuando en el 212 a.C. varias unidades celtíberas (en concreto pelendones y lusones) abandonaron a un ejército romano y, consecuentemente, dicha fuerza fue salvajemente caneada por un ejército cartaginés que observó complacido la deserción. Para evitar males mayores, los auxilia fueron reorganizados, equipados a la romana - como los calamares... -, estabilizados en campamentos permanentes parecidos a los de las legiones y, lo más importante, puestos bajo la dependencia de un oficial romano que se ocupaba de recordarles quien era el que pagaba las facturas... Por ejemplo, la legión española, “la legio VII Gemina”, a la sazón única guarnición legionaria de Hispania estaba reforzada por seis unidades tipo auxilia, que atendían a estos simpáticos nombres: Ala II Flavia Hispanorum civium romanorum, el Ala Pathorun, la Cohors I Celtiberorum Equitata Civium Romanorum, la Cohors I Galica Equitata Civium Romanorum, la Cohors II Galica y la Cohors III Lucencis. En total, casi 4.000 hombres adicionales.

La distinción entre cohorte y ala hacía referencia a si la unidad estaba formada por efectivos de infantería o de caballería. Las Alae nacieron a consecuencia de la potencia y exhuberancia de los jinetes con los que se tenían que batir el cobre los legionarios romanos. Como la Legión era débil en caballería (solo 120 caballeros) y la tradición ecustre de los hijos de la loba era tirando a nula, era necesario complementarla con "subcontratados" que evitaran que los pobres legionarios fueran rodeados por los flancos.

Los Númeri eran unidades parecidas que, sin embargo, solían estar mandados por jefes de su misma nacionalidad, no tenían caracter permanente, estaban organizados estrictamente según sus costumbres y, lo más importante, combatían exclusivamente según su estilo y habilidad. Los generales romanos, muy listos ellos, habían observado que estas unidades tan exclusivas perdían eficacia si se ajustaban a estándares romanos con lo que gozaban de una cierta independencia. El ejemplo paradigmático de este tipo de soldados podrían ser los jinetes númidas del norte de Africa o los jinetes catafractii de las estepas asiáticas.

De manera resumida y generalizando lo menos posible, estos eran los pueblos más habitualente presentes en dichas unidades auxiliares (las imágenes son cortesía del mejor ilustrador histórico del mundo, Angus McBride)

Celtíberos: Eran muy valorados como infantería auxiliar y, sobre todo, como caballería gracias a su animosidad, a su desprecio del peligro (ole...) y a su consabida capacidad de vivir con lo justito (vamos, prácticamente igual que ahora...) aunque tenían fama de inestables y volubles. Fueron reclamados desde épocas muy antiguas y su máximo momento de gloria lo vivieron en el año 69 d.C cuando, en medio de un conjunto de insurrecciones y batallas conocidas como las Guerras Bátavas (en las actuales Alemania y Holanda) evitaron la aniquilación de una legión al caer sobre la espalda de los miles de bátavos que la rodeaban. Con la romanización, dejaron de alinearse en unidades auxiliares para formar parte de las fuerzas legionarias.


Honderos baleares: Los romanos los consideraban más precisos que los arqueros y, en ciertas distancias, más letales. No estaban constituidos en unidades independientes sino que reforzaban a otras en grupos de 100 o 150 hombres. Acompañaron a las legiones romanas que lucharon en la conquista de la Galia, a unidades desplazadas en Germania y sobre todo, a las fuerzas con las que el emperador Trajano atacó Dacia a comienzos del siglo II d.C... como atestigua la "Columna de Trajano" en donde salen muy favorecidos.

Galos: Eran excepcionales jinetes y, como consecuencia de su rápida romanización, pelearon en unidades que combatían equipadas como las propias unidades de caballería legionaria. Sin embargo, tampoco renunciaban a sus tradiciones más crueles... como la de cortar la cabeza a sus enemigos muertos, mostrarlas durante un rato y luego colgarlas del pomo de sus sillas de montar. Roma apreciaba el odio que sentían por sus homólogos germanos, con los que combatían hasta el final.

Sármatas: Los Sármatas eran un pueblo de raices eslavas e iranias que ocupaba las inmensas llanuras de lo que hoy es la moderna Ucrania. Eran, probablemente, los mejores jinetes de su tiempo porque además de no hacer ascos al combate cuerpo a cuerpo, dominaban suertes dificilísimas como la del tiro con arco a lomos de sus monturas. Fueron derrotados por los romanos al mismo tiempo que los Dacios - con los que estaban algo emparentados - y a partir de ese momento fueron muy demandados. Para evitar sublevaciones, ya que eran terriblemente celosos de su libertad y sus constumbres, estaban destinados en los confines del Imperio; por ejemplo 4.000 de ellos colaboraban en la guarnición del Muro de Adriano, en Escocia.

Sirios: Estaban considerados como los mejores arqueros del Imperio, junto con los cretenses. Solían ir equipados de manera occidental, excepto por la largísima túnica que portaban y que nunca aceptaron quitarse. Desafortunamente para Roma, tenían fama de "peseteros" y ciertos textos que se conservan así lo demuestran. Sin embargo, un grupo de arqueros sirios al corriente de pago era capaz de poner sucesivas nubes de flechas encima del enemigo con una regularidad brutal. Fueron muy utilizados en las Guerras Dacias y para contrarestar a otro pueblo amante del tiro con al arco... los Persas.

Númidas: Eran excepcionales jinetes ligeros, que montaban caballos pequeños, vivaces y resistentes y que desquiciaban a los enemigos con su particular forma de combatir; los númidas galopaban a tumba abierta contra el adversario, lanzaban una o dos de sus ligeras jabalinas y se retiraban a la carrera para volver a embestir de nuevo. Curiosamente, los romanos los sufrieron antes que beneficiarse de ellos: Aníbal alistaba a jinetes númidas con regularidad y fueron actores principales de la victoria púnica en Cannas.


Germanos: No era normal que unidades de germanos pelearan en el bando romano. Julio César las utilizó a discrección contra los celtas en la conquista de la Galia pero, a partir de ahí, cayeron en el olvido. Sin embargo, los emperadores romanos les procuraron una ocupación: su complexión física, su altura así como su fama de insobornables los volvió insustituibles como guardía personal. Así, formaron parte no solo de unidades "regulares" como los speculatores de Augusto o la Guardia Bátava sino que casi siempre, la escolta de un general era germana. Quizás fuesen incorruptibles a su pesar, ya que casi ninguno hablaba latín...


2 comentarios:

Turulato dijo...

Alguna de las características de los pueblos que citas me hacen recordar la actual situación española.. Y no, no hablo de milicia.
Aunque también me hace pensar que el Ejército, en cualquier momento y lugar, no ha sido, ni es, ni será, ni debe ser una ong. Lo aprendí de MSF; tienen toda la razón.
Ni su misión es la Defensa Civil. Eso es otra cosa. Solo quienes antes que renunciar a una idea infantil son capaces de intentar quebrar su existencia asumen tan extraordinario riesgo.

Marcos dijo...

Gracias por la informacion. Aunque podría estar mejor redactada.